La Comedia de Dante Alighieri:
El satánico
espacio virtual.
Análisis de la 1ª
parte del Infierno.
Luis Quintana Tejera
Índice
1. Humanismo dantista.
2. Reflexiones sobre la edad media europea.
3. Il dolce stil nuovo. Características de esta
corriente.
4.
Dante y el humanismo.
5. La obra menor de Dante.
6. La Comedia. Análisis del canto I.
7. Revisión crítica del canto II.
8. Análisis y comentario del canto III.
9. Canto IV. El limbo y la injusticia divina.
10.
Análisis del canto V.
11.
Revisión crítica del canto VI.
12.
Análisis del canto VII.
13.
Consideraciones críticas en
torno al canto VIII.
14.
Comentario y revisión del canto
IX.
15.
Análisis del canto X.
16.
Conclusiones.
17.
Bibliografía.
La Comedia[1] de Dante Alighieri
De la “selva oscura” hasta los “sepulcros
ardiendo”.
(Cantos I al X inclusive).
Humanismo
dantista
Introducción
Creo conveniente ubicar a Dante Alighieri
en su momento histórico y en directa relación con quienes fueron, en el primer
caso, sus contemporáneos y sus herederos culturales, en el segundo. Esto último
me obliga a referirme a los antecedentes de la gran obra dantista —La
comedia, por supuesto— que se hallan íntimamente relacionados con Il
dolce stil nuovo, si nuestra mirada es retrospectiva, con el humanismo si
hablamos de un presente y si nos proyectamos hacia un futuro, con el renacimiento,
que estará aguardando para hacer su irrupción en la escena del siglo XV.
Reflexiones
sobre la edad media europea
A través de los siglos en que la literatura
mide y desarrolla el comportamiento del hombre, ha sido necesario —al menos así
lo creen los estudiosos del fenómeno— dar un nombre a las diferentes escuelas
poéticas que fueron sucediéndose. La edad media representa, en este
sentido, un momento significativo, porque al llamar tan sólo como edad media,
al período que abarca desde la caída de Roma hasta los inicios del renacimiento,
estamos cayendo en una anomalía bastante seria, extraña, rara, poco
representativa. Lo digo porque en esos diez siglos hubo tantos procesos aparentemente
iguales, pero diversos en su propia complejidad que no pueden ni deberían limitarse
a los términos históricos aludidos. Este complejo fenómeno que estamos
estudiando se ubica entre la antigüedad clásica grecorromana y la época
moderna; por eso le han llamado —vaya esfuerzo del entendimiento— “edad media”.
Ahora
bien, si nos enfocamos en la diversidad de este momento histórico hallaremos,
en primer término, el predominio del latín que en unos cuantos años irá
sustituyéndose por las lenguas vernáculas, llamadas lenguas vulgares en el
sentido más amplio y respetuoso del término. En segundo lugar, la oralidad
predomina de un modo representativo, pero también paulatinamente será
desplazada por el fenómeno de la escritura. En tercer término, digo algo en que
retomo el asombro de Curtius[2]
(1955: 899-902) cuando oigo llamar a este período como el de “la edad de oro de
la fe”. Pienso que bien podríamos denominarlo
mejor: “La edad de oro de la Iglesia romana”; porque, siendo positivos, si bien
la iglesia aportó mucho en el orden intelectual —gracias a varios monjes
contamos hoy con el traslado de la obra de arte de lo oral a lo escrito— pero
también en el seno de esta mal llamada “Santa iglesia”, predominó la
corrupción, la mentira, la envidia, el recelo, la venta de indulgencias para
ganar el cielo, la inquisición para castigar al supuesto pecador y, un enorme
etcétera, que no me atrevo a completar para no denigrar aún más a la entidad
romana. En cuarto lugar, durante este largo período de la historia hubo
guerras, masacres, pestes y destrucción. El teocentrismo de este momento no es
único —el renacimiento también lo desarrolló— pero no puedo olvidar que hay
también una forma de antropocentrismo innegable, desde el instante en que el
hombre empezó a tener relevancia. En quinto lugar, hubo muchos avances en las
artes liberales y en la gramática, que llevaron a la consolidación de las
primeras universidades regenteadas por la propia Iglesia. Por último, no es
cierto que la edad media hubiera dejado de lado el culto a los valores de la
antigüedad grecorromana; la multicitada iglesia hizo lo imposible para que el
hombre no tuviera contacto con el “paganismo”, que anidaba en los siglos
anteriores; pero el hombre, siempre inquieto y siempre dispuesto a revelarse
contra los planteamientos ilógicos e irracionales, no atendió esta
recomendación; en el silencio de sus propios espacios, en la soledad de la
celda monacal —aunque no lo crean había monjes desobedientes y díscolos— y en
la amplitud de las grandes bibliotecas eclesiásticas —otro mérito de la romana
institución—, empezó a hurgar, con la finalidad de desentrañar el gran misterio
que los antiguos, nos habían legado. Son gloriosos ejemplos de este pensamiento
los monjes medievales San Agustín y su neoplatonismo, Santo Tomás de Aquino y
la filosofía escolástica inspirada en Aristóteles. Agrego además que, a fines
de la edad media, como consecuencia del pensamiento rebelde que durante esta
época se había ido gestando, empiezan los primeros movimientos cismáticos
dentro de la iglesia, encabezados por Lutero primero y Erasmo de Rotterdam
después, sólo por citar dos ejemplos representativos.
En
resumen, la edad media es múltiple, diversa y los términos empleados para
denominarla son absolutamente insuficientes. Citando a Curtius nuevamente,
entre la edad media y el renacimiento no hay ruptura, sino continuidad, y la
expresión atribuida a un intelectual de esta segunda época que rezaba a la
letra: “la edad media es la noche del mundo”, resulta no sólo controvertida,
sino que es absolutamente falsa. No hay ruptura, entonces, sino continuidad. En
estos diez siglos del desarrollo de la intelectualidad, no estuvo ausente ni la
creación, ni las artes, ni la tecnología, ni la aún incipiente ciencia, ni la
búsqueda constante del ser humano por llegar a ser cada día mejor, a pesar de
que la patética maquinaria de la iglesia romana pugnaba siempre por impedírselo.
Il dolce stil nuovo
El nombre
Comienzo por reflexionar en torno a la
denominación de esta tendencia literaria.
El
adjetivo “dolce” lo interpreto como una sinécdoque, desde el momento en
que, semánticamente, se reúnen, por lo menos, dos acepciones complementarias:
la primera, una sensación gustativa y la otra un referente sentimental. El
término “dulce” resulta impregnado, desde su pronunciación, por una impresión
sensorial que arraiga en la garganta y se expande por todo el organismo; a su
vez, en términos amorosos se ha hablado mucho de la “dulce amargura del amor”,
mediante este oxímoron se apunta a elementos que empiezan siendo de una manera
y terminan de otra. El propio Dante lo vivirá cuando al conocer a Beatriz se ve
inundado por la bella noción de plenitud, noción que al contaminarse con la
muerte atrae la idea de amargura.
El
nombre de esta tendencia está tomado de unos versos del propio Dante, quien en
el canto XXIV del purgatorio: 57-58 dice:
“O frate, issa vegg’io”, diss’ elli, el nodo
che ‘ l Notaro e Guittone e me ritenne
“di qua dal dolce stil novo ch’ i’ odo”[3].
El
término “stil” alude a una forma del decir poético, que resultará
explicada cuando me refiera a las características sobresalientes de este
movimiento. En la actualidad, existe un método de análisis llamado
“estilístico”, que se apoya en la noción de estilo como una manera de revisar
críticamente la obra de arte. Pero como en literatura predominan las modas,
muchos supuestos analistas de esta misma literatura, opinan que la estilística
ha sido superada por otras tendencias más actuales. Creo que la opción múltiple
para enfocar el análisis es la más viable y todas las tendencias coadyuvan a
este fin.
Por
último, la palabra polémica será “nuovo” o “novo”. No sólo por aquello que se
dice en la Biblia: “No hay nada nuevo bajo el sol” (Eclesiastés: 1:9),
sino también y fundamentalmente por una suerte de prurito literario, mediante
el cual se está siempre tras lo nuevo, desconociendo que cuando alguien escribe
algo, ese algo ya ha sido dicho. Sólo podemos reiterar y nunca innovar. En esta
misma literatura y como una tendencia contemporánea, se habla del intertexto
como una forma de apropiarse de las ideas de otro; y las aburridas técnicas
literarias nos obligarán —como yo lo estoy haciendo en este escrito— a citar la
fuente de origen.
Autores representativos
Este movimiento poético que estoy
analizando se inicia —todo es, por supuesto, relativo— en el siglo XIII en el
importante centro de la cultura universitaria que era Boloña. De este espacio
geográfico pasará a Florencia, la tierra de Alighieri.
El poeta boloñés Guido Guinizelli es
considerado un precursor de los stilnovisti ("escritores
del nuevo estilo"), y los poetas más brillantes del grupo fueron Guido Cavalcanti y el propio Dante (en sus obras líricas ). El poeta menor más destacado asociado con
el grupo fue Cino da Pistoia; otros fueron Lapo Gianni, Gianni Alfani y
Dino Frescobaldi (Britannica, Los Editores de la Enciclopedia. "dolce
stil nuovo". (Encyclopedia Britannica , Roberto Grudin, 2022). Consultado el 23 de agosto de
2022).
Guido
Guinizzelli (1230-1276) y Guido Cavalcanti (1255-1300) serán sus fundadores.
Con
el objetivo de efectuar una breve aproximación a la poesía de estos creadores,
quiero leer una canción de Guinizzelli en la que el amor gentil se expresa de
esta manera:
Al corazón gentil acude siempre Amor
como el pájaro de la selva a la verdura;
ni hizo a Amor antes que a corazón gentil,
ni a gentil corazón antes que a Amor, Natura.
Que entonces como existió el Sol,
así pronto fue el esplendor luciente,
mas no antes que el Sol.
Y toma Amor en la gentileza el sitio,
tan propiamente
como el calor en la claridad del fuego.
El
sentimiento lírico apunta en la dirección de la mujer. Se reclama la presencia
de un “corazón gentil” que ha de ser el leitmotiv de estos poetas. El
corazón gentil es el único capaz de comprender al amor como un sentimiento
sublime. Utiliza la letra mayúscula para resaltar los términos “Amor”, “Natura”
y “Sol”. Advierto una suerte de prematuro panteísmo en donde el amor se realiza
en el seno de la madre naturaleza, presidida por el astro rey.
El
caso de Guido Cavalcanti es más distintivo, al menos para el propio Dante de
quien fue su amigo muy cercano. Si bien el poema más representativo de
Cavalcanti es Donna mi prega, he escogido otro, menos comentado, en el
cual el sujeto lírico se expresa de esta manera:
Tú que a
través de tus ojos has llegado a mi corazón
y has
despertado la mente dormida,
mira mi vida
angustiada,
que el Amor
destruye con un suspiro.
Golpea con
tanta fuerza
que los
espíritus débiles huyen,
sólo queda el
cuerpo en poder (del Amor)
y una vocecita
que habla de dolor.
Esta virtud de
amor que me mató
de tus
hermosos ojos se movió veloz:
me disparó una
flecha en el costado.
El golpe dio
en el primer tiro,
de modo que el
alma temblorosa despertó
viendo el
corazón muerto en el lado izquierdo.
El sentido estoico nos muestra a la
muerte, como la gran enemiga de la vida y el Amor es el parteaguas que permite
la reconciliación entre esas dos fuerzas. El
Amor, como lo expresa el sujeto lírico, representa a la vida misma y es el
motor que todo lo regula. He aquí el culto a la mujer amada, mediante una
suerte de neoplatonismo, que Dante heredará en el momento de componer su Vita
nuova.
Características
de esta corriente
1.
El amor
cortés es un código muy convencional que prescribía el comportamiento de las
damas y sus amantes. También proporcionó el tema de una extensa literatura
cortesana medieval que comenzó, con la poesía trovadoresca de Aquitania y Provenza en el sur de Francia hacia fines del siglo XI y
continuó con los poetas stilnovistas italianos. Se trataba de una exaltación de
la mujer, mediante un amor apasionado, pero espiritual; es una forma de
neoplatonismo, según el cual el hombre está al servicio del ser amado. Dante y
Petrarca son un ejemplo de este estilo, en lo que refiere al sentimiento que
ambos volcaron en las féminas adoradas: Beatriz y Laura respectivamente.
2.
El amante cortés existía para servir a su dama,
él se veía a sí mismo venerando al dios todopoderoso del amor y adorando a su
santa dama. La infidelidad era el pecado mortal .
Por todo lo dicho, el amor puede ser considerado como tema único del
stilnovismo. Dice al respecto Giuseppe Petronio: “los nuevos poetas,
reelaborando tesis tomistas, espiritualizaron e interiorizaron al máximo el
sentimiento amoroso, cantando a una dama noble —“donna Gentile”— que otorgaba
la beatitud al hombre subordinando su propia felicidad a su contemplación y al
saludo que de ella recibían (1990: 83)”.
3.
Aunque el tema dominante fuera el del amor
depositado con ternura y admiración en la mujer de sus sueños, no todos los
poetas lo enfocaron de igual manera. El historiador de la literatura citado
líneas antes considera que Guinizelli suministró los temas a la escuela,
Cavalcanti los desarrolló magistralmente recurriendo a una increíble
fenomenología amorosa, Dante exacerbó el asunto de la impregnación interior del
amor, llevó hasta sus últimas consecuencias el tema del sentimiento amoroso,
los poetas menores, continuaron los motivos de los mayores convirtiéndolos ya
en fórmulas (1990: 83).
4.
Esta escuela representa un fenómeno literario
eminentemente aristocrático. Sus poetas eran eruditos, cultos y delicados.
5.
La palabra “nobleza” se emplea para manifestar
la excelencia del corazón y no la clase social.
6.
Los creadores de esta corriente utilizaron
preponderantemente el soneto y la canción, con predominio de los versos
endecasílabos y heptasílabos. Se inspiraron en el creador del soneto, Giacomo
da Lentini, quien fue el verdadero iniciador de la poesía italiana, un siglo
antes de Alighieri, y que se yergue como el principal exponente de la escuela
poética siciliana.
Dante y el humanismo
El término humanismo posee muchas
acepciones y variados alcances semánticos. Comienzo con una definición tomada
de la Enciclopedia británica la cual reza a la letra:
“Humanismo. Sistema
de educación y modo de investigación que
se originó en el norte de Italia durante los siglos XIII y XIV y luego se
extendió por Europa continental e Inglaterra. El término se aplica
alternativamente a una variedad de creencias, métodos y filosofías occidentales
que ponen un énfasis central en el ámbito humano. También
conocido como humanismo renacentista, el programa histórico tuvo una influencia tan amplia y
profunda que es una de las principales razones por las que el renacimiento se
considera un período histórico distinto. De hecho, aunque la palabra renacimiento es
de acuñación más reciente, la idea fundamental
de ese período con el alcance de renovación y despertar, es de origen
humanista. Pero el humanismo buscó sus propias bases filosóficas en
tiempos muy anteriores y, además, continuó ejerciendo parte de su poder mucho
después del final del renacimiento” (Roberto Grudin, 2022).
Recurro a los
siguientes parámetros que me servirán de guía para el estudio de esta
tendencia:
1.
Se
trata de un procedimiento de educación en donde la figura del hombre constituye
el elemento central. Además, representa una manera de investigación propia de
aquel momento en donde la preocupación por el hombre total —alma y cuerpo—
desvela la verdadera condición del ser humano. Posteriormente, el renacimiento
retomará las mismas nociones pretendiendo borrar las huellas de quienes habían
sido sus auténticos predecesores.
2.
Nace
en el norte de Italia en el correr de los siglos XIII y XIV. Se imponen así las
figuras altamente representativas de Dante (1265-1321), Petrarca (1304-1374), Boccaccio
(1313-1375). Dante es el primero y la sola mención de su nombre nos lleva a la
contemplación de su obra máxima, llamada por él simplemente Comedia y
por Boccaccio Divina Comedia. Esta obra ocupa los últimos años de la
vida del poeta (1304 a 1321 aproximadamente) y representa la máxima realización
poética del humanismo italiano. Lo seguirán en pleno siglo XIV, Petrarca y
Boccaccio, quienes serán estrictamente contemporáneos entre ellos y, si bien la
producción de ambos no se circunscribe en los términos de la magistral obra
dantista, sí fueron los primeros en admirar la producción del maestro llegando
a elaborar una poética narrativa propia, particularmente destacada en el
momento histórico que se estaba viviendo. El humanismo ya había sido presentado
y perfeccionado por Alighieri en el mundo europeo, al llegar las figuras de sus
continuadores, se dibujarán nuevos contornos de esta corriente.
3.
Finalmente,
el humanismo buscó sus bases en los antiguos —griegos y latinos esencialmente—,
sobrevivió al propio renacimiento, extendiendo sus conocimientos y espíritu
renovador, mucho más allá de la época moderna; me atrevo a decir que extendió
sus férreos tentáculos creadores hasta la propia modernidad.
En mi
condición de intelectual y de amante de las letras, he estado siempre muy cerca
de múltiples reflexiones en torno a la idea de “humanismo”. Se han escrito
bibliotecas enteras que tienen como eje central a esta noción. Si me guío por
lo que otros han dicho la tarea de hablar de este tema me tomaría muchos años
de mi existencia. Además, la cumbre de esta tendencia la representan Dante,
Boccaccio y Petrarca como lo acabamos de indicar; ellos llegaron a simbolizar
el ideal humanista, adelantándose así al soberbio renacimiento.
En
los estudios literarios todo es polémico. Ya lo comentábamos al hablar de la
edad media, cuando nos referíamos a la condición artificial de las
nomenclaturas aplicadas a las corrientes literarias. El verdadero genio no
pertenece a ningún movimiento artístico determinado, es más aún, lucha toda su
vida por escapar al molde que la tradición le ha impuesto. Cervantes y Lope de
Vega —son un ejemplo tan sólo— representan al renacimiento, porque nacieron en
ese momento histórico; pero su ímpetu creador los llevó por otros senderos que
los condujeron a practicar los esquemas del barroco, antes de que el barroco
existiera. Y el barroco no es español por excelencia, es universal. A su vez, el
romanticismo no es sino una forma de vida, una manera de interpretar al
universo.
1.
Antropocentrismo
Esta
preocupación por el hombre ni empieza ni termina con el humanismo, pero sí se
nos dan las bases de un pensamiento que arraigará en las mentes modernas hasta
llegar a nuestra contemporaneidad. Mucho antes del siglo XV el humanismo
europeo desplegó su propia consigna y, más atrás todavía, la edad media, a
pesar de la severa y discordante vigilancia de la Iglesia, fue humana también.
En ella el hombre ocupó un lugar que a través de la historia se le ha querido
negar. La edad media —cfr. supra— no es ignorante ni oscura, tiene su
propia consigna y en ella el humanismo comenzaba a nacer.
2.
Humanidad
como axiología operante
No
quiero dejar a un lado el sentido originario de la palabra “humanidad”. Toda
axiología termina siendo individual, pero son los pueblos que, en su evolución
inevitable, enseñan al individuo a comportarse de acuerdo con un canon social,
en donde la bondad humana debe ser lo primero. Pero como del “deber ser” al
“verdadero ser” hay un gran abismo, el término de misericordia asociado a la
bondad, se pierde y se diluye en medio del proceder humano lleno de ambiciones
y envidias. Pienso —es una reflexión muy personal que en variadas ocasiones me
pone en controversia conmigo mismo— que el término “humanidad” se relaciona con
los conceptos de honestidad, benevolencia, compasión, solidaridad, prudencia…
Pero, no debemos engañarnos; en el concepto aquí comentado caben otras nociones
que funcionan a modo de un notable contraste, pero que igual definen a esa
humanidad; me refiero a las ideas de deshumanización, egoísmo, egolatría,
traición, desprecio, barbarie, brutalidad y odio proyectado hacia el otro,
hacia nuestro semejante.
Por
lo anterior, al hablar de humanidad y humanismo nos movemos entre términos
antitéticos, en donde la brutal rivalidad prevalece. Insisto en este último
aspecto, porque la poética de Dante parte de una falta de fe en el hombre.
Basta recorrer el paisaje fúnebre del infierno para comprender que el hombre es
capaz de llegar a cualquier extremo, cuando sus antojos personales así se lo
exigen. La galería de personajes del infierno aludido se compone de seres que,
fueron indignos en la tierra y que lo seguirán siendo en el más allá, de
abandono y misterio al que el propio Alighieri los condenó. Hay en el mundo
entero muchas instituciones que llevan como adjetivo el término “humanidades”,
en ellas, lo menos que se cultiva es el espíritu humano. Dante comprendió que
el ser humano no es digno de confianza alguna y, aunque se manejó con sus
propios esquemas, igual llegó a perfilar la desdicha del hombre que se hunde en
su propio fango destructor. Es cierto también que hay un purgatorio y un
paraíso; pero, en el primero de ellos, el alma humana sigue sufriendo en espera
del perdón definitivo y la esperanza es su único refugio. En el segundo, ese
reino de la realización plena se alcanza por fin, aun cuando la humanidad
parece esperar todavía más.
El
narrador de la Comedia es un juez severo y, como todo juez, injusto y
falible. Pero el autor lo ha querido así, porque su espíritu humano equilibra
defectos y virtudes, para tratar de alcanzar la imagen más perfecta del
auténtico individuo.
3.
Culto
a la antigüedad clásica grecorromana
El
culto a la antigüedad grecorromana no debería ser patrimonio de unos pocos,
sino más bien el recurso constante de quienes desean aprender y aprehender de
los grandes maestros. Es el caso del humanismo y sus autores quienes se
alimentan de la cultura clásica. El siglo XXI parece estar sumido en un
aterrador silencio, silencio de ideas y patrocinio de la ignorancia. Muy poco
ha aportado este siglo a la cultura universal. Me atrevo a decirlo, porque no
estoy buscando la novedad, sino una reflexión mayormente centrada en el ser
humano que trabaja, espera y desconfía. Nos hemos olvidado del hombre, que el
humanismo no postergó jamás. El poeta de la generación de Dante tiene sus
máximas aspiraciones centradas en extraer el verdadero ser del individuo. En
este sentido, descubro una auténtica ontología dantista, la cual parte del
sufrimiento humano y sueña con redimirlo a pesar de sus enormes defectos.
4.
Antropocentrismo
dantista: castigo, en espera de la redención
y la redención misma.
Debo
hablar de la concepción personal de un Alighieri sometido a las pasiones
políticas e inmerso en un cosmos conflictivo, en donde el hombre aporta su
granito de arena para hacer la vida, un poco más insoportable de lo que ya lo
es por antonomasia. No soy pesimista, apenas me muestro como un escéptico
resentido que está tras la búsqueda fáustica de un mundo mejor, en donde los
grandes misterios de la naturaleza se muestren al fin tal y como son.
La
visión que Dante tiene del hombre está en constante examen, porque el propio
poeta duda acerca de lo que debe decir de un individuo tan mutable como lo es
el ser humano. En medio de los estridentes ladridos del can Cerbero y el
golpear de los remos de Carón, asoma la figura aterrada del hombre que se halla
sometido a estos monstruos del pasado que, redivivos, aparecen en el infierno
dantesco para hacer más insoportable la estancia del sujeto, en este espacio de
terror e ignominia.
Estoy
completamente de acuerdo en que la poética de Dante tiene al hombre como eje
central, pero observa en él, diferentes facetas que lo conducen, desde la
humanidad condenada por sus excesos, hasta encontrarse con esa misma humanidad
redimida por obra de un dios trascendente, que sabe tanto perdonar como
castigar. Entre estos dos extremos —infierno
y paraíso— hay un lugar intermedio en donde destaca y prepondera la esperanza;
es la raza humana que aguarda por su propia emancipación, mientras resulta
sometida a severos suplicios. Son los soberbios agobiados por grandes pesos,
los envidiosos cubiertos por un cilicio y con sus párpados cocidos con alambre,
los iracundos inmersos en una agobiante nube de humo, los avaros que lloran sus
pecados con las caras vueltas hacia la tierra, en fin, los glotones a la vista
de árboles cargados de frutos que no pueden alcanzar, los lujuriosos rodeados
de llamas. Todo ello configura un panorama desolador en donde, quien fuera un
ser humano, se purifica, ¡vaya que sí se purifica!, para alcanzar la gloria
eterna. El poeta no parece depositar toda su fe en ese individuo veleidoso y
brutal; más bien piensa en el ser humano como una mezcla en donde hay tanto mal
como bien. Su fantasía autoral y su propia teología, lo llevaron a imaginarse
reinos escatológicos diferentes a los que el propio catolicismo había impuesto.
Es más, el número de los castigados es
mucho mayor que el de los elevados a la gloria, en un futuro completamente
incierto, se espera que el número de los salvados se vea nutrido por aquellos
que habiendo pagado sus culpas llegarán por fin al paraíso. Severo juez,
castigos sin fin, tortura y segunda muerte de aquellos que no supieron vivir
acorde con la axiología del momento.
La
obra menor de Dante
La crítica ha insistido en señalar que la
obra de Alighieri, que no pertenece a su producción máxima, tiene mucha
relación con ella y posee, al mismo tiempo, valores propios que la señalan como
tal. Entiendo que ambas afirmaciones son
ciertas, pero considero que sólo La vita nuova alcanza a ostentar una
estrecha relación con La comedia.
Por lo
anterior, ofrezco un panorama general de la —mal llamada— “obra menor”[4]
del toscano, haciendo especial énfasis en la primera de ellas, al mismo tiempo
que presentaré fragmentos del texto de ésta en la lengua vulgar en que Dante,
la escribió, con traducción mía a pie de página.
El
resto de la producción sólo se analizará mediante versiones en español, según
lo iremos fundamentando en el desarrollo del análisis, a las cuales le dedicaré
un tiempo muy medido, dado que no es el objetivo de este libro reflexionar
sobre ellas.
La vita nuova
Esta obra híbrida combina el verso y la
prosa. Hay un sujeto que habla y nos da la pauta de su deslumbramiento ante la
belleza de una niña apenas, que lo ha impactado al verla en esta gloriosa
primera vez de su existencia. Es un canto al amor que será desgarradoramente
interrumpido por la muerte.
En el orden argumental sabemos que el poeta la vio
por primera vez a la edad de nueve años —cuando ella
tenía ocho— en una reunión en el palacio del padre de Beatriz, en Florencia.
Ella tenía puesto un vestido carmesí y él quedó prendado, para siempre: Desde
ese momento en adelante, el amor gobernó su alma.
Después de esa fecha, sólo
se vieron una vez más. Nueve
años posteriores al primer encuentro. Tuvo lugar en una calle florentina por la
que Beatriz iba caminando con otras dos mujeres. Ella lo saludó. Él se emocionó
de tal manera que no pudo siquiera contestarle. Finalmente, la tragedia se
adueña de la vida de Dante cuando tenía unos veinticinco años; imprevistamente
muere Beatriz y el poeta decide levantar un monumento vivo a su amada que será
la Comedia.
La obra que estoy comentando comienza
diciendo:
In quella parte del
libro della mia memoria, dinanzi a la quale poco si potrebbe leggere, si trova
una rubrica, la quale dice: “Incipit vita nova”. Sotto la quale rubrica io
trovo scritte le parole, le quali è mio intendimento d’asemplare in questo libello,
e, se non tutte, almeno la loro sentenzia[5].
El sujeto lírico empieza con una particular metáfora: “El libro
de mi memoria”. En este libro en que poco ha sido escrito por la corta edad de
quien rememora los hechos —nueve años según la cronología dantista— encontramos
un epígrafe que dice: “Aquí empieza la nueva vida”. Esta afirmación tiene un
carácter de prolepsis, porque cuando su lector termine de leer esta “obrilla”
—“libello” la llama en el dialecto empleado— llegará a entender muchos de los
contenidos que, ese juego de presencia y ausencia de la bella Beatriz ha de
desencadenar en su alma.
Agrega en seguida:
Nove fiate già
appresso lo mio nascimento era tornato lo cielo de la luce quasi a uno medesimo
punto, quanto a la sua propria girazione, quando a li miei occhi apparve prima
la gloriosa donna de la mia mente, la quale fu chiamata da molti Beatrice, li
quali non sapeano che si chiamare.[6]
En esta prosa se materializa el tono agridulce del estilo
barroco. Para decir que tenía en ese momento nueve años, presenta el
circunloquio, según el cual el sol había vuelto nueve veces al mismo punto. Se
subraya de este modo el paso del tiempo que lo lleva al encuentro de esa
pequeña, que tendrá en el momento de conocerla, tan sólo ocho años. Si hay
amores imposibles éste debe ser invariablemente uno de ellos; pero el sujeto
lírico lo hace posible mediante la magia de su logos. Lo hace posible porque
necesita creer en el milagro y en el encanto del cariño que nace a la luz de
ese primer encuentro. Al mismo tiempo, introduce la dinámica del número
cabalístico, del nueve concretamente, que se transformará en el eje estilístico
de su Comedia.
El hecho de dar nombre a esa niña es
importante no sólo por el aspecto nominal que conlleva, sino también con el fin
de inmortalizarla mediante su propio apelativo. Continúa el juego lúdico de
este narrador que por momentos se vuelve poeta. Precisamente por esto último la
voz que cuenta los hechos complementa:
E cominciai allora
questo sonetto, lo quale comincia:
“A ciascun’alma
presa”.
A ciascun’alma presa,
e gentil core, A
nel cui cospetto ven
lo dir presente, B
in ciò che mi
rescrivan suo parvente, B
salute in lor segnor,
cioè Amore. A
Già eran quasi che
atterzate l’ore A
del tempo che onne
stella n’è lucente, B
quando m’apparve Amor subitamente, B
cui essenza membrar mi
dà orrore. A
Allegro mi sembrava
Amor tenendo C
meo core in mano, e nelle
braccia avea D
madonna involta in un
drappo dormendo. C
Poi la svegliava, e
d’esto core ardendo C
lei paventosa
umilmente pascea: D
appresso gir lo ne
vedea piangendo.[7] C
El poema responde al esquema del soneto:
catorce versos endecasílabos con rima consonante variada que se refleja en la
distribución siguiente: ABBA/ABBA/CDC/CDC/. Conceptualmente nos encontramos con
un canto al Amor siguiendo el modelo del dolce stil nuovo. Al leitmotiv
del “corazón gentil” se une la noción de alma cautiva. Todo ocurre en un
instante, en el instante del encuentro sorpresivo con el ser amado. Así como
aparece, de la misma manera el Amor se aleja. Esto provoca la incertidumbre del
sujeto lírico que busca permanencia en donde sólo habrá fugacidad.
Este
llanto con que se cierra el soneto es un presagio en donde la figura de la
muerte, por ahora ausente, se anuncia sutilmente.
Para
integrar lo hasta aquí desbrozado señala el prologuista de la obra completa de
la editorial Aguilar:
“Tiene carácter autobiográfico, en lo que
concierne al trascendental episodio de Beatriz, es tanto, relato externo de
hechos, como reflejo interno de la impresión y de las reacciones que estos
hechos producen en el poeta. No se puede decir que sea una obra en prosa,
puesto que en su brevedad se contienen treinta y una composiciones poéticas,
parte del texto en prosa va dedicado a explicar el estado de ánimo que produjo
estas composiciones, el sentido exacto que ha de concederse a éstas. […]
Es
obra de singular encanto y perfume que tal vez no tenga par en su línea. Su
prosa es clara y sencilla y las composiciones poéticas muy desiguales. Figuran
entre ellas algunas que no son más que mero artificio retórico y otras que se
hallan entre lo mejor que Dante produjo. (2006: 7).
La vida nueva termina de la
siguiente manera:
Capítulo XLII
Appresso questo
sonetto apparve a me una mirabile visione, né la quale io vidi cose che mi
fecero proporre di non dire più di questa benedetta, infino a tanto che io
potesse più degnamente trattare di lei. E di venire a ciò io studio quanto
posso, sì com’ella sae veracemente. Sì che, se piacere sarà di colui a cui
tutte le cose vivono, che la mia vita duri per alquanti anni, io spero di dicer
di lei quello che mai non fu detto d’alcuna. E poi piaccia a colui che è sire della
cortesia, che la mia anima se ne possa gire a vedere la gloria della sua donna:
cioè di quella benedetta Beatrice, la quale gloriosamente mira né la faccia di
colui “qui est per omnia saecula benedictus[8]
Éste es el fin de la obra inicial del florentino. Inmerso en un
paisaje mágico, perfila la imagen de Beatriz como la de una bienaventurada, que
lo ha de conducir por los últimos cantos del purgatorio y por todo el paraíso.
Se ve a sí mismo como un elegido de Dios para llevar a cabo el gran viaje que
lo conduzca desde su reflexión inicial, que lo aleja del pecado mediante la
sabia decisión de no continuar en el extravío que la selva oscura representaba,
y que lo llevará, mediante la guía de Virgilio primero y la propia Beatriz después,
al encuentro de ese su dios amado.
Il Convivio
Esta obra está compuesta de cuatro tratados,
setenta y dos capítulos y tres canciones distribuidos de la siguiente manera:
1.
Tratado
I. XII capítulos.
2.
Tratado
II. Una canción y XV capítulos.
3.
Tratado
III. Una canción y XV capítulos.
4.
Tratado
IV. Una canción y XXX capítulos.
Nuevamente la estructura de la obra es híbrida, porque integra
narración y poesía lírica.
A diferencia de La vita nuova los
temas tratados en la narración tienden a lo filosófico. En esta obra magistral,
el poeta declara el haber superado la primera etapa stilnovista, que
había iniciado con el canto a Beatriz en la obra mencionada líneas antes.
Resumen
y sinopsis de Convivio de Dante Alighieri
Entre los años 1303 y
1307, aproximadamente, Dante Alighieri
abordó la escritura de esta ambiciosa obra, en la que declaraba haber
superado su etapa juvenil «stilnovista» por haber encontrado un amor que
sublimaba al de Beatriz: el amor por la Filosofía.
En el Convivio —, así
titulado porque su idea matriz es la metáfora de hacer un convite de sabiduría—,
Dante retoma y revitaliza al mismo tiempo el procedimiento ya ensayado en la Vida
Nueva, la antología y exégesis de su propia producción lírica, e inaugura
una etapa en su itinerario intelectual, espiritual y poético, con la que trata
de remediar dos experiencias traumáticas, la muerte de Beatriz y el destierro
de su Florencia natal.
A través de un tributo constante a toda la tradición literaria
que le precede, Dante narra en el Convivio su formación
filosófica, sapiencial y metalingüística. Frutos de ese proceso son la
teorización y aplicación de la dignidad literaria del romance toscano, así como
la convicción de que, para alcanzar la plena humanidad, el individuo debe
impregnarse de la sabiduría y la nobleza que emanan de su Creador. La
inconclusión de la obra, debida al progresivo desinterés del poeta por la
dimensión municipal y terrenal de la existencia humana, a favor de una
concepción más universal y trascendental de ésta, supuso la dejadez del texto
autógrafo y su difusión. (Cfr. https://www.lecturalia.com/libro/25302/convivio, consultado el 10 de agosto de 2022).
El poeta empieza diciendo:
Como dice el filósofo al principio de la primera filosofía,
todos los hombres, por naturaleza, desean saber. La razón de lo cual puede ser
el que toda cosa impulsada por providencia de su propio natural, inclínase a su
perfección; de aquí que, pues la ciencia es la última perfección de nuestra
alma, y en ella reside nuestra última felicidad, todos, por naturaleza, a
desearla estamos sujetos. En verdad, muchos están privados de esta nobilísima
perfección, por diversas causas, que dentro del hombre y fuera de él le apartan
del hábito de la ciencia (Alighieri, Dante (1919). Il convivio, Cipriano
de Rivas traductor, Madrid, Espasa Calpe: 1).
Monarchia
Algunas
precisiones en torno a esta obra.
1.
Es la
más orgánica de toda la producción menor de Dante.
2.
Los
referentes de la obra bien pueden sintetizarse en tres propuestas:
2.a. La monarquía es necesaria para que el hombre y el género
humano en general alcancen sus finalidades.
2.b. El pueblo romano fue escogido por Dios para la fundación de
una monarquía universal que tendría características similares a las instauradas
por Julio César, en su reinado. No olvidemos la admiración del poeta por este
hombre de la política latina.
2.c.
La autoridad del imperio no deriva del pontífice romano, sino directamente de
Dios; por lo tanto, en lo que se refiere a su temporalidad, es independiente
del Papa.
Además,
la Monarquía representa una de las obras de Dante que más influjo
político ha ejercido. Probablemente movido a escribirla, hacia 1313, en el
cerco infructuoso que Enrique VII de Luxemburgo somete a la ciudad de
Florencia, Dante quiere contribuir a erradicar la anarquía imperante de su
época, en Italia y, concretamente, en su ciudad, Florencia. Sueña con un orden
social que establezca la paz universal. El tono de la obra, netamente gibelino,
muestra a un Dante que ha evolucionado intelectualmente. En un orden
cronológico, hay que situar el texto después del tratado De vulgari
eloquentia y antes del Paradiso; entre la segunda y tercera parte de
La divina comedia. Dante se muestra aquí como un intelectual, a caballo
entre la escolástica y el florecimiento de un estilo nuevo. Hay en él toda una
serie de giros, expresiones, alegorías, imágenes y simbolismos claramente
medievales, pero detrás de todo ello aparece un estilo nuevo de pensar, un
conjunto de ideas que, contra corriente, contribuyeron a cambiar el modo de
interpretar el mundo. (Monarchia ©Estudio preliminar y notas, Laureano Robles
Carcedo y Luis Fraile Delgado, (1992), Madrid, Tecnos.)
De vulgari eloquentia
1.
Este
tratado sobre la lengua vulgar se yergue como el primer ensayo de filología en
torno a la lengua italiana. Su redacción, paralela a la del Convivio, se
sitúa entre los años 1304 y 1307.
2.
Está
redactada en latín, para explicar a la masa culta la necesidad de sustituir a
la lengua romana clásica, por el dialecto toscano.
3.
Ha
conseguido formular un ideal unitario, el ideal de la lengua italiana.
4.
El
libro I incluye diecinueve apartados. El libro II, catorce.
Este libro abarcaba de acuerdo con el proyecto inicial, cuatro
libros. Pero quedó interrumpido poco después de haber empezado el capítulo XIV
del libro II.
5.
Desde
la óptica lingüística resulta más interesante el libro I que el segundo. En
éste, Dante centra su atención en torno a diversas cuestiones de técnica
poética, como son las referentes a la métrica y a las relaciones entre métrica
y contenido en la composición poética. (2006: 453-457).
Al igual que Cervantes es uno de los
creadores del español moderno, Dante será quien da los primeros pasos para
elaborar un planteamiento lingüístico, que le permite esbozar lo que ha de ser
la lengua italiana.
Epístolas
Se
conservan trece epístolas del poeta florentino, aunque me queda la certeza de
que el número de cartas escritas por él fue mucho mayor. Éstas de dividen en
tres clases.
1.
Epístolas
que Dante escribió como secretario de la condesa Gerardesca de Battifolle, que van
dirigidas a la esposa de Enrique VII, Margarita de Brabante. En verdad, ofrecen
escaso interés por limitarse a exponer las ideas y sentimientos de esta dama
toscana.
2.
El segundo
grupo, contiene las cartas que Dante escribió en nombre suyo y en
representación del partido de los güelfos blancos, desterrados de Florencia. En
ellas traza un cuadro de sus intenciones y de sus aspiraciones que coincidían
con las ideas de sus compañeros de destierro.
3.
El
último grupo está integrado por ocho epístolas y son las que el genio de
Florencia escribió en nombre propio y que ofrecen un interés más elevado (Cfr.
2006: 557-558).
Ofrecemos un ejemplo de las epístolas al proporcionar la carta I
dirigida a Nicolás de Prato.
Epístola I - A
Nicolás de Prato (1304)
Al reverendísimo padre en Cristo, entre los
señores amadísimo señor, don Nicolás por Divina Misericordia obispo de Ostia y
de Veletri, y legado de la Sede Apostólica, y enviado de paz de la sacrosanta
Iglesia para las regiones de Toscana, Romaña y la Marca Trevisana y las
regiones adyacentes, los devotísimos hijos suyos, el capitán A., el Consejo y
la Universidad de la parte de los Blancos de Florencia, con toda devoción y
solicitud se os recomiendan. Exhortados por los preceptos saludables y
solicitados por la piedad apostólica, respondemos a vuestros conceptos y
sagradas expresiones que nos enviasteis junto a consejos que tan caros nos han
sido, si por causa de nuestra demora fuéramos considerados negligentes o
pusilánimes, que atempere vuestra sagrada discreción el juicio, y dado que son
muchas y diversas las recomendaciones y admoniciones que nuestra fraternidad
necesita, para conservar la sinceridad de nuestra relación y obrar
correctamente, y considerado lo que exponemos, y que tal vez seamos mal valorados
por haber faltado a la debida presteza, os rogamos que la abundancia de vuestra
benignidad nos sea indulgente. Así pues, como hijos no ingratos, leída la carta
de vuestra pía Paternidad, cuyas expresiones tanto concordaban con todos
nuestros deseos, de inmediato se colmaron de alegría nuestras almas, y tanto
como nadie podría decirlo o imaginarlo adecuadamente. Pues vuestras palabras
nos prometían muchas veces, con paternales admoniciones, aquella salvación de
la patria que ardientemente en nuestros sueños deseábamos. Y ¿por qué otro
motivo nos lanzamos a la guerra civil, ni qué otra cosa pedía nuestras blancas
enseñas, y para qué se ensangrentaban nuestras espadas y nuestras lanzas, sino
para que aquellos, que temerariamente ambiciosos desconocieron los derechos
civiles, sometieran su cerviz al yugo de la piadosa ley, y fueran obligados a
la paz de la patria? Porque la legítima flecha de nuestra intención, lanzada de
la cuerda de nuestro arco, pedía, pide y siempre pedirá sólo el sosiego y la
libertad del pueblo florentino. Ahora bien, si vos veláis por tan a nos
gratísimo bien, y, como quisieran vuestras santas intenciones, lográis
reconducir a nuestros adversarios al surco de la correcta actitud civil, ¿quién
se osaría asumir la responsabilidad del digno y adecuado agradecimiento? No
está en nuestra capacidad ni en la de nadie que habite la tierra Florentina.
Pero si hay piedad en el Cielo dispuesta a remunerar tales grandezas, que os
conceda los dignos premios a Vos, que os vestisteis de misericordia por tan
noble ciudad, y os apresurasteis a calmar los profanos litigios de sus
ciudadanos. Ciertamente, después que por fray L., santo varón en la religión,
consejero de civilidad y paz, fuimos por Vos reconvenidos y rogados, al igual
que lo fuimos por vuestras cartas, para que cesáramos todo asalto y uso de
guerra, y depositáramos en vuestras paternales manos toda nuestra confianza,
nosotros, vuestros hijos devotísimos y amantes de la paz y de lo justo,
guardadas las espadas, con ánimo espontáneo y sincera voluntad, nos sometimos a
vuestra autoridad, como os dirá, vuestro nuncio ya citado fray L., y será
patente por los públicos instrumentos promulgados con toda solemnidad. Por
consiguiente, con afectuosísima voz filial, imploramos vuestra clementísima
piedad, para que os plazca devolver a la ya tan largamente agitada Florencia,
el reposo de la tranquilidad y de la paz, y a nosotros, y a los que están de
nuestro lado, defensores permanentes del pueblo, no desdeñéis piadoso padre, de
tenernos bajo vuestra custodia; y nosotros, que nunca claudicamos del amor de
la patria, estamos firmemente decididos a no apartarnos nunca de la fiel
observancia de vuestras preceptos, y dispuestos siempre, devota y debidamente,
a obedecer a todos cualesquiera sean vuestros mandatos (2006: 561-564).
Entiendo
que el tono de esta misiva es sereno, aunque oculta la enorme necesidad de ser
considerados como auténticos servidores de Florencia. En primer lugar,
desarrolla el asunto central de esta carta y concluye con la solicitud de
clemencia para él y para sus compatriotas, que cayeron en la misma desgracia.
Églogas
Son dos composiciones bucólicas,
escritas en latín por Dante Alighieri, en el último bienio de su vida y
publicadas por vez primera en 1719 en Florencia. Motivó estas églogas una
epístola de tipo horaciano que Giovanni del Virgilio, lector de poesía latina
en el Estudio de Bolonia, envió a Dante a fines del 1319. Ensalzando en él el
«alma voz de las Musas» [«Pieridum vox alma»], Giovanni del Virgilio, que
conocía los dos primeros cantos de la Divina Comedia, se lamentaba
de que tantos tesoros de ciencia y de arte fuesen prodigados a gentes
incultas. Por este motivo proponía a Dante que cantase en lengua latina algunos
sucesos de la historia contemporánea, persuadido no sólo de que así los substraería
a la voracidad del tiempo, sino que se ganaría la admiración de los doctos, que
no conocían sus méritos de poeta, porque se desentendían de la lengua vulgar.
Giovanni
del Virgilio no pedía más que ser el pregonero de la gloria de Dante,
presentándolo en las escuelas de su docta ciudad con las sienes ceñidas por el
laurel triunfal. Ante tal afectuoso testimonio de reverencia y estimación,
Dante contesta con una égloga pastoril, donde, a imitación de la primera égloga
de Virgilio, se oculta bajo el nombre de Títiro, mientras que bajo el de
Melibeo designa al florentino Dino Parini, más joven que él y, como él desterrado
a Ravena. Al atardecer, bajo una encina, los dos pastores van contando el
rebaño que han llevado a pacer, cuando llega la epístola de Mopso, denominación
virgiliana del maestro boloñés, Melibeo tiene curiosidad de saber su contenido
y Títiro, después de haberle dicho que no son para él los pastos de Arcadia
donde Mopso modula sus cantos, le dice que éste le invita a ceñirse el laurel. (https://www.criticadelibros.com/sin-clasificar/eglogas-de-dante/consultado el 27 de agosto de 2022).
Estas
églogas aquí comentadas, constituyen un ejercicio de estilo que viniendo de
Alighieri tenían que resultar muy bien elaboradas, pero no serían suficientes
para inmortalizar al genio de Florencia.
Rimas
Se
trata de cincuenta y cuatro composiciones poéticas que ofrecen un panorama de
la producción artística de Dante, desde su juventud hasta su madurez.
Ofrezco
a continuación un texto analítico sobre las Rimas, elaborado por un
crítico del Capítulo universal, según queda consignado al final del artículo,
Dice así:
Bajo el título general de Rimas
o Cancionero, se reúnen las poesías líricas de Dante que
no figuran en la Vida nueva ni en el Convivio. Éstas
no fueron recopiladas por el poeta, sino por los exégetas de la obra dantista,
que las ordenaron de varias maneras, teniendo especialmente en cuenta los
motivos de inspiración o tratando de respetar la probable sucesión cronológica
de su composición.
Obviamente,
esto ha dado lugar a un sinfín de problemas a la filología y a la erudición
dantista. Muchas de estas poesías corresponden a las actitudes y al lenguaje
del dolce stil nuovo, y algunas se inspiran ciertamente en
Beatriz. Se trata, es lo más probable, de composiciones que quedaron excluidas
de la Vida nueva por no adecuarse a su arquitectura unitaria.
En efecto, poseen un sabor más realista que se opone a los lineamientos
espirituales de esa obra. No pocas entre ellas se remontan a las experiencias
vitales y artísticas del poeta en el mismo período al que se refiere la Vida
Nueva, y tal vez están dirigidas a la primera y a la segunda mujer de
la "pantalla" (detrás de las cuales pretendía Dante ocultar su
verdadero amor por Beatriz —en el místico librito—aunque el calor de los versos
hace sospechar algo mucho más concreto, naturalmente sublimado y
transfigurado al penetrar en los dominios de la milagrosa criatura) o a la
"mujer gentil", que por un momento distrae al poeta —siempre en
la Vida nueva— de su casta adoración por Beatriz, y que tiene
ulteriores desarrollos en el Convivio.
Las
composiciones en que se mencionan los nombres de Pioretta, Violetta y Lisetta
las que evocan escenas festivas ("Ladrar de jaurías mis cazadores
azuzan") o esculpen una reunión de jóvenes ("Vi de mujeres muy gentil
brigada") o pintan de vagos colores un gracioso sueño de evasión
("Guido, quisiera que tú y Lapo y yo") o aquellas con que Dante escribe
o contesta a amigos poetas, aluden todas al ámbito florentino del stilnovismo y
nos revelan a un Dante, no muy diverso del de la Vida nueva, pero
más adherido a la realidad y menos preocupado en místicos raptos.
Un
rostro más duro, airado y apasionado —que parece preludiar ciertas vigorosas
actitudes de la Comedia— nos descubren las rimas que Dante
escribió para una mujer que llama, quizá simbólicamente por su dureza, Pietra
(piedra). Las rimas petrosas (dos canciones y dos sextinas) se
cuentan entre las poesías más ardientes y sensuales del poeta, y
expresan una experiencia totalmente opuesta a la de la Vida nueva.
La
mujer "angelizada", de cuerpo casi evanescente tras un etéreo velo
espiritual, cede lugar a una criatura seductora y perversa, que Dante mira con
febril deseo. Al mismo tiempo, los delicados y suspirosos tonos del dolce
stil nuovo desaparecen dentro de un lenguaje rudo y concreto, áspero y
violento. El que lea la más famosa de las rimas petrosas, la
canción "De igual modo en mi hablar quiero ser áspero", advertirá
qué experiencias de vida y de técnica poética va descubriendo Dante y se
preparará para comprender mejor los cantos del infierno y de
algunos episodios de otros cánticos. Se conectan al Convivio varios
poemas alegóricos y doctrinales que ensalzan la ciencia y la filosofía, pero
que por lo refractario de la materia, nada agregan a la gloria poética de
Dante. (Capítulo Universal (1970). La
Historia de la Literatura Mundial, # 8, 101, Buenos Aires).
(https://elblogdemara5.blogspot.com/2017/08/analisis-de-las-rimas-de-dante-alighieri.html)
Conclusiones
parciales
Al
elaborar este breve estudio de la Obra menor del florentino estoy
apuntando en la dirección de la Comedia, porque si bien ésta representa
el logro mayor del poeta, me pareció necesario hablar de los primeros pasos de
su poética y, sobre todo, de La vita nuova, referencia inmediata a la
obra mayor.
Cuando lleve a cabo el análisis de la Divina
comedia no sólo tendré en cuenta estos antecedentes, sino también el
contenido total de la gran obra, desde el terrible infierno hasta el paraíso,
sin dejar de lado lo tenebroso y lastimero del purgatorio: el reino de la
esperanza.
La comedia
Análisis del canto I
Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura,
chè la diritta via era smarrita.
Introducción
Inicialmente pretendo definir algunos términos
y anticipar la línea de trabajo en que se desenvolverá este libro. Recupero de
la antigua tradición griega los términos catábasis
y catharsis, para aludir no sólo al comportamiento del personaje de esta
obra en lo referente a su descenso infernal, sino también en lo que tiene que
ver con su purificación interior, al contemplar la desgracia de los otros.
En
cuanto al primero de estos conceptos entiendo que “Este descenso a los infiernos se conoce
como catábasis, del griego κατὰ, "abajo" βαίνω "avance, y el posterior ascenso, anábasis, del griego, “subida, expedición hacia el exterior y que suele estar relacionado con un
mensaje religioso y mítico de resurrección”.
(http://www.planetasapiens.com Consultado el 14/04/2013).
Insisto en que la catharsis es una palabra descrita en la
definición de tragedia en el Arte Poética
de Aristóteles como purificación emocional, corporal,
mental y espiritual. (Aristóteles, 1981: 39-69).
En el mismo
contexto del descenso infernal, el o los personajes centrales de las diferentes
diégesis, serán acompañados por distintos guías que se volverán un factor de
referencia trascendental, en los planteamientos literarios de todas las épocas.
Veamos al respecto lo que señala Gabriela Onetto:
Aparece también,
en muchas de estas historias, la figura del guía o “ayudante sobrenatural”,
como lo llama Joseph Campbell (Cfr. Campbell,
1992) en su famoso estudio sobre las etapas y vicisitudes del viaje del héroe.
Es un maestro, un incitador que orienta, en ocasiones incluso es una presencia
directa que nos conduce al otro mundo; dentro del mito clásico, el dios que
cumple este papel por excelencia es Hermes o Mercurio quien —por ejemplo— guía
a Hércules en su descenso al Inframundo. Dante tuvo a Virgilio (quien es
reemplazado luego por Beatriz en los últimos cantos del purgatorio); Ulises a
Circe; Eneas a la Sibila; Psique a una torre que la aconsejó. Implican una
dosis de confianza por parte del héroe, un arrojo para seguir el llamado a la
aventura, seguro de que sus guardianes los protegerán.
(http://revistareplicante.com/el-descenso-a-los-infiernos, consultado el 14/04/2013).
La compañía de
Virgilio y Beatriz posteriormente es para Dante un factor esencial que, como
personaje, lo proyecta y define en el marco del recorrido por ultratumba, igual
que Circe lo había hecho con Odiseo y la Sibila con Eneas. Estos dos últimos
ejemplos los menciono, porque Alighieri los intertextualiza de una manera
genial en su viaje figurado.
Por otro lado, y
desde la configuración del relato, La
Comedia está narrada por el personaje desde la perspectiva de la
focalización interna fija. Dice al
respecto el teórico francés Gérard Genette: “El segundo será el relato de
focalización interna, ya sea fija […] en que no abandonamos casi nunca el punto
de vista de la niña (personaje anteriormente mencionado por Genette), cuya
“restricción de campo” es particularmente espectacular” (Genette, 1989: 245).
Análisis literario
En los diferentes cantos que serán
revisados críticamente en la presente investigación, considero algunos
momentos, que me permitirán ordenar el análisis correspondiente y centrarme en
la evaluación de los diversos temas tratados en el contexto correspondiente.
En
el caso del canto I tenemos:
1.
Dante personaje se descubre perdido en la "selva oscura" de sus
pasiones y reflexiona acerca de qué camino tomar.
2.
Aparición y autopresentación a cargo de Virgilio.
3.
Diálogo del personaje con el maestro italiano y preparación para el largo
recorrido.
El
inicio del canto I del "Infierno", constituye una excelente
oportunidad para dialogar en torno al tema del conflicto moral-religioso del
personaje.
Dice
el narrador autodiegético:
Nel
mezzo del cammin di nostra vita
mi
ritrovai per una selva oscura,
che
la diritta via era smarrita.
Ab
quanto a dir qual era è cosa dura
questa selva
selvaggia ed aspra e forte,
che nel pensier
rinnova la paura![9].
El comienzo es in medias res[10] con un
alto contenido simbólico: “A la mitad del camino de nuestra vida”. Esta
metáfora apunta en una doble dirección: alude a la plenitud del desarrollo
personal; no interesa la precisión de conceptos que muchos insisten en subrayar
—25, 30, 35 años— importa la vitalidad de quien marca una etapa del desarrollo
personal; es el momento de la madurez, en donde el sujeto lírico comparte con
su lector el mensaje, puesto que recurre al plural de modestia[11]. “Nosotros”,
en lugar de decir “yo”. El destino humano es compartido y de ninguna manera
puede concebirse como individual.
Queda
establecido así un tiempo y un espacio determinados: la mitad del camino de la
vida y la selva oscura respectivamente.
La primera referencia se instala en un momento cronológico de la
existencia del hombre, y la segunda crea el espacio indefinido del pecado.
Lo
único cierto y comprobable es que la senda recta había desaparecido, había sido
abandonada por el cansado caminante, quien ahora se descubre en medio de un
lugar que sólo le provoca espanto y miedo. El término paura que
significa terror, recelo, aprensión, es un leitmotiv en el desarrollo de
los cantos infernales. Además, la anagnórisis[12] —“me vi
en medio de una selva oscura”— refiere a un reconocimiento que lo deja
impactado, porque se ofrece como algo inesperado. A partir de los referentes
que aluden a la selva oscura todo ha de ser diferente. Agrega además que la
senda recta había desaparecido. He aquí una antítesis notable en ese juego
contextual de pasado y presente. En el pasado estaba el camino correcto que
llevaba a Dios; en el presente se yergue la confusión que impera en esa selva.
Si antes la disposición fue positiva y clara, ahora es dubitativa y un enorme:
¿qué debo hacer?, se impone en este hoy amargo e inesperado. La selva oscura
involucra varios sentidos: misterio, pecado, renuncia al verdadero ser de las
cosas, muerte, desorientación.
El
narrador personaje quiere explicar a su lector implícito el verdadero alcance
de lo que le está sucediendo. Fija su atención nuevamente en esa selva a la que
llama, mediante una genial anadiplosis[13], selva
selvaggia[14]
y agrega: “aspra e forte” (áspera y fuerte). En el dialecto original estos
dos adjetivos destacan por el empleo de las vocales fuertes —a-a—e—o-e— como
una manera de reforzar la noción que desea transmitir en donde el horror y el
desequilibrio establecen su presencia. Complementa diciendo que “sólo pensar en
la selva le renueva el terror”. El narrador está dando así los primeros pasos
que lo conducirán al patético y desolador ambiente del infierno. Pensarlo
alcanza para ser inundados por la angustia. Él lo vivirá como un espectador
comprometido y, en algunos casos, sufrirá a la par de los condenados que jamás
alcanzarán la reconciliación con la divinidad. Podemos desde ya, empezar a
caracterizar al infierno como el lugar del castigo eterno, en donde no existe
la posibilidad de regresar el tiempo para arreglar lo que se ha hecho mal. El infierno
es el sitio de la peripecia imposible: ninguno de los desolados habitantes de
este lugar puede cambiar su condición; fueron protervos mientras vivieron en la
tierra, ahora, en el infierno, no pueden transformar su esencia. En el espacio
terrenal pudieron pecar y arrepentirse, la iglesia les daba el instrumento de
la confesión para hacerlo posible; en este Hades cristiano, a lo más que se
puede aspirar es a confesarse con Minos, el terrible guardián del canto V; a desnudar
sus miserias, sólo para solaz y esparcimiento de ese lúgubre personaje que no
llegará a perdonar a nadie; sólo les indica el lugar que les corresponde de
acuerdo con la magnitud del pecado. Desaforada condición la del ser humano que
recuerda sus desmanes del ayer, para hacer más ingrato aún su horrible
presente.
Como
lo decía antes, la poética dantista se vale del sonido: desgarrador a veces,
esperanzado otras, realizado y feliz en el último contexto. Pero este hecho se
refleja en el uso de las vocales. En el primer espacio escatológico predominan
las vocales fuertes: “nel mezzo / nostra vita / selva oscura/ etcétera. En el
purgatorio alternan las vocales fuertes con las débiles:
“Per correr migliori
acque alza le vele
omai la navicella del
mio ingegno,
che lascia dietro a sé
mar si crudele” (263).[15]
En el paraíso predominan las vocales
débiles:
“La gloria di colui che
tutto move
per l’universe penetra
e risplende
in una parte più e
meno altrove” (471).[16]
El canto primero de La Comedia se
caracteriza por el empleo de numerosas alegorías[17], las
cuales han sido interpretadas de muy diferentes maneras por la crítica; en el
presente estudio propongo una conceptualización de éstas que no pretende entronizarse
como la única, sino tan sólo como un enfoque que considero y fundamento. A su
vez, el personaje lleva el nombre de Dante; es aquí en donde no debemos
confundir el nombre del autor con el del protagonista. Es difícil no caer en
ese error, porque toda la Comedia resulta permeada de subjetividad; pero
si nos sustraemos a la tentación de igualar personaje y autor sacaremos mejor
provecho crítico. No podemos hablar de una actitud vengativa del poeta como lo
he leído en algún otro nada sorprendente contexto; más bien es un procedimiento
según el cual Alighieri somete a juicio
a la humanidad entera a la que considera abandonada de la mano de Dios. Igual
el autor bien puede entablar una disputa eterna a través de su obra y también
puede juzgar al hombre puesto que desde su posición autoral, él es un alter
deus. Leo lo siguiente que me parece representativo en esta línea de
trabajo: La teoría de la recepción sostiene que es en el acto de lectura donde
el lector crea la poesía o la novela: “Si se ha llamado al poeta un segundo
creador, un alter deus, el lector no es otra cosa que un alter poeta,
con todas las consecuencias que ello implica” (Maurer, 1987: 263).
Por
lo anterior, Dante es el autor que lleva de la mano a sus propios personajes y que,
a través de su Comedia, ha creado un mundo infinito en el que gobierna a
ese universo como un verdadero dios. Lo mismo hizo Balzac en su otra comedia, La
humana. Es un patrimonio del genio ponerse por encima de la masa y decir
sus propias verdades, aunque con hacerlo se lleve por delante a media
humanidad. Los análisis superficiales leen sin ver más allá de aquello que está
escrito. Es cierto que existió un Ugolino y un Ruggieri, pero ellos no son los
mismos que aparecen en las postrimerías del infierno. Constituyen una
representación, fruto de la creación afiebrada de un florentino, inmerso en la
gran tarea de dar forma a ese entramado humano en el que domina. Empleando un
término moderno, la obra de Dante es una enorme distopía[18] en
donde la virtualidad entrópica[19] domina.
Sobre todo, lo es en el infierno y en gran parte del purgatorio también; en el
paraíso corresponde utilizar el antónimo, utopía, creado por Thomas Moro[20] en la
obra homónima. Si ustedes, mis lectores, están contaminados por prejuicios
religiosos como lo estoy yo, tendrán una idea preconcebida del paraíso, según
la cual todo en ese lugar es perfecto, armónico y organizado para el deleite
eterno. Una verdadera utopía que ha de descollar por verse como una quimera, un
ensueño, un ideal. Ése es el paraíso con el cual se auto premia el gran
escritor del humanismo florentino, que es Dante Alighieri, al mismo tiempo que
permite el ingreso no sólo de sus amigos, sino también de muchos que se han
ganado los laureles eternos de la gloria. El estilo de Dante cargado de figuras
retóricas y elaborado al máximo, nos lo muestra como el gran épico que es y con
el derecho de alcanzar, si no la gloria del paraíso, sí la gloria como poeta
inmortal.
Por
otro lado, quienes dicen que Dante quiso vengarse de sus contemporáneos, cuando
los sumerge en el infierno, están cayendo en el absurdo de reducir a la Comedia
a la condición de un documento autobiográfico, esto no es así.
Paralelamente, aquellos que sostienen que Dante personaje es el autor diciendo
sus propias verdades, están recreando —nuevamente lo digo— una biografía en
lugar de una epopeya. La Comedia es la epopeya del hombre que avanza,
superando obstáculos, tras su salvación. Dante no es Alighieri, es el Hombre
con letra mayúscula que al redimirse redimirá a toda la raza humana. Ya sé que
son muchos los condenados, esto sucede, porque el narrador no tiene fe en el
hombre, piensa que salvando a unos pocos terminará exonerando a todos.
Lo
primero que le es dado observar al poeta al salir de la terrible selva es una
montaña "e vidi le sue spalli Vestite già de' raggi del pianeta, Che mena dritto altrui per ogni calle."[21] (7).
Esta
elevación rocosa representa el primer obstáculo primordial en la búsqueda de la
liberación, que sólo le es concedida al hombre —según el esquema medieval
cristiano— cuando vive en gracia divina. Dante no puede dejar de ser un hombre
medieval, por ello se expresa en términos que estaban de moda en su época. Es
cierto que él creará su propia teología, que en muchos de sus anexos entra en
controversia con la teología del cristianismo católico. La escatología dantista
se parece a la escatología religiosa, pero sólo se parece; no es para nada
igual. En el desarrollo del presente trabajo iré señalando las diferencias y
semejanzas entre ambas.
Ahora bien, la montaña
no lo es todo, sino que también debe enfrentar otros impedimentos. Es cierto
que en lo alto de esa montaña aparece de manera simbólica la presencia de Dios,
representada alegóricamente por los rayos del sol; pero, como sucede en la
mayoría de las empresas humanas, no basta con la decisión y a veces ni siquiera
con la firme convicción de querer alcanzarlo, es preciso contar con otros
factores que frecuentemente se muestran esquivos a la voluntad del hombre; me
refiero a la constancia y a la perseverancia, que nos permitirán olvidar
nuestra flaca naturaleza, para seguir adelante a pesar de los impedimentos.
De
esta manera, puedo sostener que la moral dantista está permeada por el concepto
de sofrosine[22],
que se puede observar en las grandes epopeyas homéricas. Gracias a este
equilibrio en la vivencia de las situaciones de cada día, el griego logra
superar acontecimientos verdaderamente coyunturales, se sobrepone a las más enormes
tragedias, o, por lo menos, las enfrenta con esa entereza característica.
En fin, después de ver la montaña
coronada por los rayos del sol, el protagonista afirma:
Allor fu la paura un poco queta
che nel lago del cor m’era
durata
la notte ch’io passai
con tanta pieta.
E come quei che con lena affannata
uscito fuor del pelago
a la riva,
si volge
a l’acqua perigliosa e guata;
così l’animo mio, ch’ancor fuggiva,
si volse a retro a rimirar
lo passo
che non
lasciò già mai persona viva[23]. (8).
El paisaje que le proporciona la elevación rocosa ha quedado
atrás, pero es entonces cuando el figurado viajero, se detiene a considerar que
ha escapado de los peligros ya aludidos y su alma está en paz.
Interrumpo un momento mis reflexiones, para revisar las
figuras retóricas a las que recurre el narrador, con la finalidad de hacer más
notable el instante en que está viviendo. Aparece nuevamente el leitmotiv
paura para aludir a la desconfianza que lo invade, suspicacia que comienza
a amenguar en esa noche angustiosa en la que se halla. La metáfora —“El lago de
mi corazón”— define la tranquilidad que se apodera de él a pesar del recelo
inicial. El elemento real de esta figura es el “corazón” y el evocado para
caracterizarlo, es “el lago”. Emplea un
símil, es decir una comparación extensa que se vale de dos nexos. El símil es
—así le llamaría yo— una larga metáfora, que fue la figura retórica preferida
en las obras homéricas, la cual Dante usa en su Comedia. En el presente
contexto los dos nexos son: “E come quei”
y “così”. Los factores que entran en relación son la figura de un hombre que ha
logrado escapar de la furia del mar, se voltea para mirar el peligro que acaba
de sortear, el espíritu del protagonista, que lleva a cabo una acción semejante
y columbra para observar el sitio de donde no salió jamás persona viva. Tengo
la tentación de definir esta última frase como una hipérbole, pero en el reino
del pecado y de la corrupción no hay exageración alguna que siga en pie.
El
viajero continúa el ascenso; es en este momento cuando se le interponen tres
fieras, las cuales aparecen de manera sucesiva y son una lonza[24], un león y una loba.
Un dato que en lo personal se me antoja curioso y que mi lector puede creer en
él o rechazarlo; igual lo digo. En el original, las tres fieras empiezan con la
letra “l”, posible prolepsis del horror que nos espera en el canto XXXIV al
encontrarnos con otra “l”, enorme y apabullante, la de Lucifer.
Es
importante detenerse en las consideraciones que hace el narrador en torno a
cada una de estas fieras.
De
la lonza dice:
Ed ecco, quasi al cominciar de l'erta,
una
lonza leggiera e presta molto,
che
di pel maculato era coverta;
e
non mi si partìa dinanzi al volto,
anzi impediva tanto il mio
cammino,
ch'i’
fui per ritornar più volte vòlto.
Temp’
era dal principio del mattino,
e
‘l sol montava ‘n su con quelle stelle
ch’eran
con lui quando l'amor divino
mosse
di prima quelle cose belle;
sì
ch’ a bene sperar m'era cagione
di
quella fera a la gaetta pelle
l’ora
del tempo, e la dolce stagione;[25]
(8).
En relación con el simbolismo de las fieras,
me permito referir a dos posiciones dominantes en la interpretación de la Comedia;
unos exégetas sostienen que la lonza, el león y la loba representan, en el
contexto moral, la envidia, la lujuria (la lonza); la altanería la vanidad, el
engreimiento (el león) y la mezquindad, la avaricia, la tacañería (la loba),
siendo éstos algunos de los pecados que se oponen al hombre cuando va tras la
perfección moral. Me resisto a enumerar estos desfaces morales como si se
tratara de las fichas de un dominó; son tantos y tantos que sólo el hombre que
los padece los conoce. No crean en el posible inventario de los teólogos,
porque o no los conocen o los conocen demasiado bien como para detallarlos a la
perfección.
En
el orden político, se pretende representar a las tres principales potencias
güelfas que tenían dividida a Italia: la lonza es Florencia que estaba
fraccionada en blancos y negros; el león la casa real de Francia;
la loba la Curia romana o el poder temporal del Papa.
Si
analizo en el entorno del contexto moral mencionado, debo considerar el orden
de aparición de las fieras y las notas dominantes en cada una de ellas.
En
lo referente al primer aspecto, la lonza estaría ubicada en la juventud del
individuo en donde —según antiguos exégetas de la obra— predominaría la envidia
que esta fiera ha representado con cierta frecuencia. Según otros, este felino
podría ser el símbolo de la lujuria, pecado dominante en la juventud. Repito
algo que otros han dicho y en lo que no creo, porque la envidia y la lujuria no
se parecen en nada; además no considero que estas faltas morales pertenezcan
sólo a la juventud; si así lo sostuviera negaría la existencia de un viejo
libidinoso y de un joven avaro. Los pecados no tienen edad y si bien el joven
puede tener mejores oportunidades en el terreno de la seducción, el anciano
llega a hacer su propio esfuerzo también.
El
tema de la envidia me preocupa de una manera particular. Es uno de los defectos
que prevalecen en todas las edades y en todos los tiempos. Lo dirá el viejo
Vizcacha en Martín Fierro: “A naides tengás envidia: es muy
triste el envidiar; cuando veás a otro ganar, a estorbarlo no te metas: cada
lechón en su teta es el modo de mamar” (Hernández, Poesía gauchesca, México,
F.C.E., tomo II: 688). Ésta es una lección que nos cuesta mucho trabajo
aprender, porque siempre que vemos al otro, deseamos tener todo aquello que ese
otro posee. El narrador los ubica en la segunda cornisa del purgatorio con los
ojos cosidos. La reprensión es terrible, si bien algún día va a terminar, no
quiero imaginarme lo que se sufre mientras esperan a su redención. La relación
culpa castigo —contradanza—
funciona sosteniendo que quien vio y deseó los bienes del otro en la tierra, en
ese tiempo escatológico en que se hallan ya no pueden ver. Aquella frase
popular: “El que las hace las paga”, adquiere plena realización en el contexto
sobre el que estoy reflexionando. Pero si le agrego la relación culpa castigo
ya señalada, las vivencias del infierno dantesco son absolutas en el sentido de
que no han de dejar de cumplirse jamás. Dante, el narrador auto diegético (1989: 283-290) en cuanto a la voz del relato refiere
y con focalización interna fija, ha sido implacable, despiadado, cruel,
inhumano, como lo pensarán los analistas superficiales de la obra; pero, en lo
personal, creo que las represalias contra el género humano, en que su poética
se deleita, son apenas suficientes para contrarrestar la eterna maldad de ese
“lobo del hombre” como diría Thomas Hobbes, siguiendo el ejemplo del legendario
Plauto[26].
Dante no está exento de la punición que el destino le reserva, la inocente
reflexión de quien se pregunta en donde estará el florentino ahora, nos lleva a
evitar la personalización de lo poético; más allá de la religión y de la
fantasía milagrera que tanto promueve la iglesia, está el hombre y sus
defectos; estoy yo y estás tú, lector comprometido por tus propias reflexiones.
Conste que no pretendo transformar un análisis literario en una lectura para la
superación personal; nada más lejos de mí; sólo exhorto a la meditación sana,
sin finalidad pragmática; la praxis de la literatura radica en sus valores
estéticos y no en el supuesto legado que muchos quieren alcanzar.
Continúo
con mi análisis. En lo que respecta al león, el poeta dice:
ma non sì che paura non mi desse
la
vista che mi apparve, d'un leone:
questi
parea che contra me venesse
con
la test'alta e con rabbiosa fame,
sì
che parea che l'aere ne temesse;[27]
(8).
El león quedaría ubicado en la edad adulta
del individuo, al mismo tiempo que se clarifica la noción de la soberbia y la
violencia que domina —según el informe dantesco— en la existencia de los
hombres. Este animal me parece muy bello; reciamente hermoso; cuando veo en un
parque de recreación lo que ha quedado de esta fiera, me impresiona, pero me
conmueve al mismo tiempo al observarlo en su encierro. Pienso que su ubicación
temporal en el contexto que venimos desbrozando es acertada. El hombre, que ha
alcanzado un lugar en la vida, que tiene en su haber hechos concretos que lo
proyectan como un individuo productivo, se siente orgulloso de ello, basta con
dar un paso más en la escala de su autoapreciación para caer en la soberbia y
despertar —volvemos al tema ya planteado— la envidia de los otros. La metáfora
continuada, que es la alegoría, lo representa de manera exacta.
El
león de la Comedia se caracteriza por los siguientes aspectos:
1.
Parecía que venía contra el personaje.
2.
Con la cabeza en alto.
3.
Con un hambre rabiosa.
4.
Y hasta el aire parecía temerle.
Esta fiera, aparentemente al menos, deja de ser algo virtual,
imaginado, fantasmagórico, para adquirir
una presencia real ante el miedo del protagonista, quien se imagina que está a
punto de ser devorado. ¡Qué perfecta representación de la soberbia y la
violencia que no se detiene ante nada!
Esa
seguridad que le da su condición felina, lo muestra con la cabeza en alto y con
un hambre rabiosa, ante él todos se protegen para no ser devorados. Es más, la
hipérbole —hasta el aire parecía temerle— completa ese panorama de feroz
voracidad que el narrador llega a dibujar.
Por
otro lado, y complementariamente con lo anterior, la actitud del narrador
personaje hacia la tercera de las fieras, queda perfectamente explicada a
través de lo que dice de ella, al mismo tiempo que corresponde señalar el miedo
que se apodera de su ser en este momento:
e d’ una lupa, che di
tutte brame
sembiava
carca ne la sua magrezza,
e
molte genti fe' già viver grame:
questa
mi porse tanto di gravezza
con
la paura, ch’ uscia di sua vista,
ch’io
perdei la speranza de l'altezza.[28] (9).
Advierto una especie de oculta
reflexión barroca, cuando la voz que narra los hechos permite que este animal
contraste con los otros dos. ¿En qué radica la antítesis?: en oposición con la
agilidad de la lonza y con la ferocidad del león, esta loba emerge demacrada,
escuálida, macilenta; pero, al mismo tiempo, está cargada de deseos. La belleza
impactante de los dos primeros animales se opone a la falta de cualidades estéticas
de esta última. Ha obligado a vivir miserablemente a muchas personas. Es la
avaricia, es la iglesia romana, es el vacío de la existencia que este animalillo
representa.
¿Se ubica en la última edad del
hombre? Posiblemente sí, pero no exageremos los conceptos de referencia por lo
ya comentado supra. El viejo es avaro porque ha acumulado riquezas, el joven también lo
sería de llegar a tenerlas.
Expresado
en términos morales, compruebo que el personaje está a punto de flaquear, de
abandonar la empresa apenas comenzada; no son suficientes en este momento todos
los buenos propósitos del inicio, no basta con haberse decidido por el camino
de la sabiduría que conduce a Dios, en este momento es preciso materializar las
aspiraciones del comienzo, revestirse de una fortaleza que poco a poco parece
abandonarlo.
La
lonza no le hizo abandonar la empresa; lo atrajo, pero no se dejó dominar. El
león lo impresionó y lo sobresaltó por ese aliento de fiereza devoradora que lo
acompañaba; aun así, no flaqueó, porque su deseo de reencontrar la verdadera
senda lo motivaba mucho más. En cambio, la loba le provoca el terror que los
otros felinos no alcanzaron a infundirle. Está a punto de regresar a la
metafórica senda del pecado, a la acuciante Hybris de los griegos, cuando
sucede el milagro ateo que comentamos en seguida.
Antes
de analizarlo, presento otro símil en el cual explica como la loba lo aleja
poco a poco hacia el sitio de la oscuridad, que es el pecado.
Dice
el narrador:
E qual è quei che volontieri acquista,
e giugne ’l tempo che perder lo face,
che ’n tutt’
i suoi pensier piange e s’attrista;
tal mi fece la bestia sanza pace,
che, venendomi incontro,
a poco a poco
mi
ripigneva là dove ’l sol tace[29]. (9).
Es
precisamente en este instante que emerge ante el viajero una sombra que no se
identifica —al menos al comienzo— y que, interrogado por el poeta florentino,
le contesta en un breve y enigmático discurso:
Rispuosemi: Non omo,
omo già fui,
e
li parenti miei furon Lombardi,
Mantovani
per patria ambedui.
Nacqui
sub-Julio, ancor che fosse tardi,
e
vissi a Roma sotto ‘l buono Augusto,
al
tempo de li dei falsi e bugiardi.
Poeta
fui, e cantai di quel giusto
figliuol
d'Anchise che venne da Troia,
poi
che el superbo Iliòn fu combusto.[30] (9).
La
respuesta de Virgilio constituye un ejemplo de razonamiento deductivo —de lo
general a lo particular a la manera del silogismo clásico— que presenta en
forma ordenada diferentes momentos de la vida del poeta mantuano.
Estos
aspectos, que evolucionan de lo general a lo particular como ya quedó
expresado, son los siguientes:
1.
El poeta señala su condición actual de alma al decir que no es hombre, pero que
lo fue en el pasado.
2.
Sus padres fueron lombardos por su origen.
3.
Adoptaron a Mantua como su patria.
4.
Nació bajo el reinado de Julio César, pero aclara que esto sucedió
"tardíamente", es decir, en la última etapa del gobierno de este
monarca.
5.
Vivió bajo el imperio del "buen Augusto".
6.
Fue poeta.
7.
Cantó al virtuoso hijo de Anquises.
El
discurso así presentado adopta la forma de un embudo y en términos literarios
se trata de una perífrasis.[31]El factor lúdico
continúa prevaleciendo en el decir dantista, porque esa geometría tan
particular, pretende adelantar la característica del paisaje infernal
constituido por un enorme cono invertido.
Queda
claro que el empleo de la perífrasis, en el presente contexto, obedece a
razones estéticas, en primer lugar, y en segunda instancia, a la necesidad de
reservar cierto espacio de misterio, para poder ubicar el momento que se está
viviendo y además permitirle al lector que dimensione, junto con el personaje,
la expectativa angustiosa que debe soportar.
En
cuanto a los elementos enumerados anteriormente, subrayo de modo particular:
1.
El 3, alude a Mantua, la patria de Virgilio.
2.
El 4 y el 5, ubican la cronología de los acontecimientos, al
mismo tiempo que refieren a circunstancias particularmente subjetivas, puestas
premeditadamente en boca de Virgilio por el narrador. Por ejemplo, parecen
contener cierta nostalgia las palabras del poeta mantuano, cuando dice haber
nacido "tardíamente" en la época de César; dado el amor de Dante por
la causa romana en épocas de César y la consiguiente admiración por este
personaje histórico, puede entenderse el porqué de esa supuesta añoranza del
otrora caudillo romano. Simultáneamente, el narrador le hace decir a Virgilio,
al hablar de Augusto, que ésa fue la época en que se "creía en los falsos
y engañosos dioses", lo lleva así a negar a sus propias divinidades y a
sentir al mismo tiempo, una suerte de arrepentimiento tardío —recuérdese que
Virgilio está en el círculo I, en donde se castiga a quienes no conocieron la
"verdadera fe"—.
3.
El 6 presenta la auténtica condición del poeta mantuano al señalar que
fue poeta, y resulta complementado por el 7, que nos lleva a
identificarlo inequívocamente como el autor de La Eneida.
Se
inicia, en seguida, el diálogo del protagonista con el maestro latino, seguido
por un fervoroso reconocimiento de éste a cargo del personaje central de la
epopeya:
«Or se’ tu quel Virgilio
e quella fonte
che spandi di parlar sì largo fiume?»,
rispuos’io
lui con vergognosa fronte.
«O degli altri
poeti onore e lume,
vagliami il lungo studio e ’l grande amore
che m’ha fatto cercar
lo tuo volume.
Tu se’ lo mio maestro e ’l mio autore;
tu se’ solo colui da cu’ io tolsi
lo bello stilo che m’ha fatto onore.
Vedi la bestia per cu’ io mi volsi:
aiutami da lei, famoso saggio,
ch’ella mi fa tremar le vene e i polsi».[32] (10).
La elección de un guía, en particular
de ese guía, no es para nada casual. El florentino ha querido que lo acompañe
en su recorrido nada menos que el continuador del lejano Homero en la
literatura romana, el protegido de Micenas y, junto con Horacio, el poeta
mimado de Augusto. Dante procede guiado por una pasión crítica que, muchas
veces, se contradice a sí misma. El limbo y Virgilio son dos temas que puestos
sobre el tapete dan mucho de qué hablar. Al recrear en el infierno de su Comedia
al limbo, el poeta y teólogo se ha comportado con mayor rigor que la propia
Iglesia; ha sido más papista que el Papa, puesto que la mencionada institución
romana no se atreve —a medias tintas como lo ha hecho en muchas ocasiones— a
definir a este sitio como un lugar de castigo y sólo opinan que la existencia
de este lugar responde a una sana costumbre. Quién sabe qué entienden ellos por
“sana”; me atrevería a decir “insana o perversa” costumbre. Pero, comentaba, Dante
ubicó al limbo en el primer círculo del infierno, por lo cual no les da
oportunidad alguna a los condenados que allí se encuentran. La Iglesia, al
menos deja abierta la posibilidad de que en la tan comentada parusía exista
una reconsideración de la injusticia y los niños no bautizados y los que no
conocieron la “verdadera” fe —entre muchos otros— accedan al gran “negocio de
la salvación” de sus propias almas, como diría Agustín de Hipona en Las
confesiones.
En cuanto a Virgilio, el autor de esta inmensa epopeya pudo al menos
colocarlo en algún sitio del purgatorio. Pero si hubiera hecho esto no habría
sido posible que lo acompañara por el infierno. Si las cuestiones teológicas de
las religiones constituyen un verdadero mare magnum, la teología pagana
de Alighieri llega a ser más debatida aún. Pero no debo dejarme llevar por
motivos que, si bien me apasionan, no corresponden in strictu sensus al
tema tratado en este libro.
Vayamos pues al diálogo anunciado.
Dante, mediante una anagnórisis algo
exagerada, reconoce a este ser que ha llegado a sacarlo del conflicto en que se
halla. Digo “exagerada”, porque los términos de su discurso son particularmente
aduladores. Debemos comprender que cualquiera de nosotros habría hecho lo mismo
ante semejante y fantástica aparición. Virgilio es para nuestro poeta “una
fuente de la que brota tan copioso caudal de elocuencia”. Bella metáfora que
define una de las características del autor de la legendaria Eneida: la
elocuencia. La cual, en el idioma original se completa con otra metáfora
difícil de traducir al español: Virgilio es la representación de un caudaloso
río del que fluye el conocimiento y la poesía. Siente vergüenza de hablar con
él, admite la superioridad del maestro. Sigue elogiándolo en términos que
serían exagerados si no se tratara nada menos que del hombre que en doce cantos
dejó grabada la historia del fugitivo Eneas. En fin, define a Virgilio como su
preceptor, como su escritor preferido de quien ha aprendido el “bello estilo
que le ha dado gloria”. Si otro poeta menor hubiera dicho esto sería vana
jactancia; si lo subraya Dante, es una verdad incuestionable: he aquí el límite
de la modestia, virtud cristiana que el pensamiento griego clásico rechaza y
que el propio florentino también. Alighieri es un cristiano revestido de un
particular paganismo con el que anuncia una de las características del
pensamiento renacentista. El narrador, al mejor estilo homérico, disgrega en su
discurso, porque si bien su urgencia apunta hacia lo que desea pedirle, no obstante,
esta introducción permite cierto acercamiento afectivo con su colega redivivo
de las letras. Por fin formula su solicitud angustiosa según la cual le ruega
que aleje a esa fiera que le causa terror.
Su estado anímico no es el mejor en este momento, sobre todo, porque esa
bestia lo está obligando a retornar al sitio del pecado.
Responde Virgilio con la sabiduría del
maestro:
«A te convien tenere altro viaggio»,
rispuose poi che lagrimar mi vide,
«se vuo’ campar d’esto loco selvaggio;
ché questa bestia, per la qual tu gride,
non lascia altrui
passar per la sua via,
ma tanto lo ’mpedisce
che l’uccide;
e ha natura sì malvagia
e ria,
che mai non empie la bramosa voglia,
e dopo il pasto ha più fame che pria.
Molti son li animali a cui s’ammoglia,
e più saranno ancora, infin che ’l Veltro
verrà, che la farà morir con doglia.
Questi non ciberà terra né peltro,
ma sapienza, amore
e virtute,
e sua nazion sarà tra feltro e feltro:[33]
(10-11).
Será necesario para evadir a esa
fiera, tomar otro camino. Virgilio se solidariza con la angustia de su
interlocutor; de este modo, se han de unir el pensamiento del latino y la
acción del toscano. Así lo quiere Dante, porque sin la ayuda del mantuano no
podrá librar este terrible obstáculo. Su guía conoce a esta fiera y mediante
una analepsis implícita le deja saber que él entiende lo que este animal ha
hecho en el pasado; en ocasiones semejantes no ha permitido el paso de nadie y
a quien se atreve a intentarlo, lo elimina. Es voraz y temible, malvada y ruin.
Destaco de qué manera el narrador establece marcadas diferencias entre la loba
y los otros dos felinos. Los primeros podían dominarse, aunque no todos
lograban vencerlos, pero ésta se reviste de una naturaleza tal que nada ni
nadie podrá derrotarla. Habla, además, de otras bestias a las que ha de unirse
llegando a constituir un peligro casi imposible de vencer. Todo esto hasta que
llegue el Lebrel (veltro). De acuerdo con la opinión de Eugenio Camerini se
entiende por Veltro, a unas misteriosas conjunciones de los planetas cuya
influencia debe provocar mutaciones en la religión y las costumbres (2005: 10-
nota a pie de página 101). Quien habla a través de las palabras de Virgilio es
el científico que anida en el conocimiento dantista[34],
que es capaz de conectar este tipo de sabiduría con la tradición popular que
maneja estas extrañas influencias.
Además, no debemos descuidar las
referencias al tema político en el que aparece involucrado un amigo y mecenas
de Dante: Can Grande de la Scalla. Éste —según la discutida prolepsis de
Virgilio—, vendrá a redimir a Italia de la maldad en que las luchas políticas
la tienen enfrascada. Sus armas serán la sabiduría, el amor y la virtud; su
territorio estará ubicado: “Entre feltro y feltro”; con ello se refiere a la
ciudad de Feltro en Trevisso y al monte Feltro en Romagna, como límites del
dominio de su amigo Can Grande della Scalla (2005: 11. Nota a pie de página
105). Agrego que tiende a magnificar —mediante cautelosa hipérbole— cuáles son
los dominios territoriales de su amigo y protector.
Di quella umile Italia fia salute,
per cui morì la vergine Cammilla,
Eurialo e Turno e Niso di ferute.
Questi la caccerà
per ogne villa,
fin che l’avrà rimessa ne lo ’nferno,
là onde invidia prima dipartilla.[35]
(11).
El
héroe de esta epopeya doméstica será Can Grande della Scala. Con sus acciones, que
no parecerán tan increíbles como las presenta la voz que cuenta los hechos, la
hará retornar al infierno y el mundo entero se habrá librado de la plaga que lo
asolaba. ¡Latinoamérica querría tener un héroe como el dantista! Pero si no hay
siquiera políticos que sepan cumplir con su misión, menos habrá ídolos de esta
naturaleza.
Ond’io per lo tuo me’ penso e discerno
che tu mi segui,
e io sarò tua guida,
e trarrotti di qui per luogo etterno;
ov’ udirai le
disperate strida,
vedrai li antichi spiriti dolenti,
che la seconda morte ciascun grida:
e vedrai color che son contenti
nel foco, perché
speran di venire
quando che sia a le beate genti.
A le qua’ poi se tu vorrai salire,
anima fia a ciò più di me degna:
con lei ti lascerò nel mio partire;
ché quello imperador
che là su regna,
perch’i’ fu’ ribellante a la sua legge,
non vuol che ’n sua città per me si vegna.
In tutte parti impera e quivi regge;
quivi è la sua città e l’alto seggio:
oh felice colui cu’ ivi elegge!».[36] (12).
Ha llegado el momento en que el poeta
mantuano, se ofrece como guía del florentino. Al mismo tiempo, entregado a una
prolepsis que anuncia los acontecimientos que vendrán, narra lo que habrá de
pasar: primero visitarán el lugar eterno en donde se oyen gritos y lamentos de
quienes no se podrán reconciliar con la divinidad; en segundo lugar, el viajero
podrá contemplar a los que están felices a pesar del sufrimiento, porque
esperan la gracia eterna cuando hayan purgado sus pecados; guiados por la dulce
esperanza saben que este trance amargo pasará; para visitar el mencionado sitio,
será acompañado por la bella e incorpórea Beatriz, su sublime compañía, Beatriz
quien tuvo que morir para seguir viviendo (1945: 38).
Interviene el toscano:
E io a
lui: «Poeta, io ti richeggio
per quello Dio che tu non conoscesti,
acciò ch’io fugga
questo male e peggio,
che tu
mi meni là dov’or dicesti,
sì ch’io veggia la porta di san Pietro
e color cui tu fai cotanto mesti».
Allor si mosse, e io li tenni retro[37]. (12).
Comienza aquí, la
honorable epopeya cristiana, bajo la guía de
la elocuente
poética de Dante Alighieri. Inicia el gran viaje catártico del personaje.
Pero
antes de que eso suceda, Dante siente la necesidad de dejar establecida la
directa relación que lo une con Virgilio, no sólo por ser su maestro, sino
también por otras razones que explico a continuación:
1.
Existen semejanzas formales e intencionales entre las dos grandes epopeyas: la Eneida
y la Comedia. Formalmente ambas están escritas en verso, a la par que
responden a sendas estructuras, que imperaban en el decir retórico del momento,
al cual corresponden los poetas mencionados. Los personajes de ambas obras
descienden a los infiernos y dialogan con varias almas allí presentes. También,
los herederos de Eneas serán los fundadores de Roma, la Roma imperial amada por
Dante por tradición histórica, por ser la patria junto a su gran patria,
Florencia. El narrador quiere establecer que la misma relación de grandeza que
unió a Eneas con Roma, lo identifica a él con Florencia, lugar de enfrentamientos
políticos, sitio del destierro al que le tomó mucho tiempo retornar.
2.
Virgilio es, por ende, poeta nacional italiano. ¿Qué mejor guía para el nuevo
creador de la Italia soñada, que este otro poeta que brillara en la corte de
Augusto, que fuera el modelo de entrega a la gran epopeya nacional (Eneida),
y también modelo de exaltación del trabajo y perfeccionamiento patriótico,
búsqueda de nuevos horizontes para la Roma de su época, que sólo podían ser
encontrados en el ímprobo quehacer de cada uno de aquellos hombres? (Cfr.
Las Geórgicas de Virgilio).
3.
En la edad media, Virgilio contaba con un prestigio muy particular, que
derivaba de un hecho interpretado equívocamente en ese momento histórico; en la
"Égloga IV", el poeta mantuano había anunciado el advenimiento de una
nueva era, de una edad de oro, que sería presidida por un joven iluminado.
Posiblemente Virgilio se refería al emperador Augusto; no obstante, la
posteridad lo interpretó como que anunciaba la venida del redentor, de Jesús.[38]Vuelvo a remarcar las
inoportunas erratas de este texto. ¿Por qué negar tajantemente que fuera Jesús
el anunciado? Nos dejamos llevar por interpretaciones que han recorrido los
siglos remarcando los errores. Fue Bossuet, quien, en las postrimerías del
siglo XVII, se atrevió a dar fundamento a la teoría según la cual, el poeta
mantuano aludía al propio Mesías de los hebreos. Cristo, que tardaría aún
cuarenta años en llegar a Belén, pero que había sido anunciado debidamente por
los profetas hebreos, de lo cual se tenía conocimiento en Roma. La cultura de
Virgilio permite suponer que, como todo genio, estaba adelantado a su época y
se hallaba al corriente de las doctrinas mesiánicas; pero la mayor parte de sus
comentadores niegan esta opción (Cfr. fragmento de nota introductora a
las obras completas de Virgilio (1968). Madrid, Ediciones ibéricas, pp. 40-41).
Está
todo dispuesto para iniciar el largo recorrido que someterá al personaje a la
dura prueba y que tendrá como premio, para él, el alcanzar la gloria del
paraíso.
El
canto I contiene así la introducción general a la Comedia, el canto II
—que analizaremos en seguida— es la introducción particular al Infierno.
Revisión
crítica del canto II
Introducción
Han concluido los sucesos narrados en el
canto anterior. Dante, el hombre, el ser humano que se ha decidido por ir tras
su redención, está dispuesto a iniciar la gran tarea de su propia emancipación espiritual.
A la luz de la propuesta mística de San Agustín, se enfrentará a la dura tarea
de observar a sus semejantes, que se hallan en el infierno sometidos al castigo
eterno; a la sanción pasajera, pero dolorosa, en el purgatorio y también a
aquellos que ya no deberán preocuparse por su destino, es decir, a quienes han
llegado al paraíso. Comienza sosteniendo el narrador autodiegético:
Lo giorno se n'andava e l'aere
bruno
toglieva li animai che sono in
terra
da le fatiche loro; e io sol
uno
m'apparecchiava a sostener la
guerra
sì del cammino e sì de la
pietate,
che ritrarrà la mente che non
erra.[39] (13).
El
canto II constituye el preámbulo para el recorrido de ultratumba que aguarda al
poeta. No sé si es un sueño o si forma parte de esa realidad preñada de
inconsistencias, que los seres extraños que se dedican a la creación llevan
dentro, muy adentro. Esta incapacidad para la vida cotidiana, al mismo tiempo,
alta lira para la incursión en los temas recreados, como ningún otro sabe
hacerlo, constituye lo que llamamos “poética de un autor”. No todos los que se
dicen artistas consiguen recrear el universo con esa magia que precursores como
Dante saben hacerlo. Inicia en este momento su propia catábasis, es
decir, su descenso al mundo de los condenados que el escritor medieval, con
alcance humanista, recreará de una manera fantástica; esto último en un doble
sentido: como concepción del universo decadente y horroroso y como introspección,
en donde el cosmos que ha de mostrarnos está dentro de su propio ser. Lo único
que hace —vaya atrevimiento de mi parte— es ofrecérnoslo en toda su
horripilante yuxtaposición de escenas en donde, el otrora “hombre viviente”,
nos narra las diversas alternativas que le tocó enfrentar. Éstos, los
condenados, poseen una semiplena conciencia de quienes han sido, además reclaman
a la implacable justicia divina, por el destino que ha reservado para ellos, como
sorpresa macabra.
Es
significativo, desde el punto de vista de la estética dantista, el modo en que
comienza a narrar desde los bellos tercetos endecasílabos que recorrerán toda
su Comedia. El día llegaba a su culminación, el narrador lo expresa con
una curiosa personificación de la naturaleza; ésta se dispone a descansar,
mientras el personaje hace todo lo contrario. Un largo viaje lo espera; mediante
una prolepsis incompleta, añade que a partir de este momento dependemos de su
memoria para conocer los inmensos detalles —valga el oxímoron— que como
lectores nos aguardan.
Invocación
O Muse, o alto ingegno, or
m'aiutate;
o mente che scrivesti ciò
ch'io vidi,
qui si parrà la tua
nobilitate.[40] (14).
La
invocación responde al estilo de la épica. Cuando oía comentar en mi lejana
licenciatura, las características y circunstancias de las peticiones a los
dioses, se decía que toda exhortación a las divinidades llevaba implícita la
imparcialidad, la modestia del genio, la religiosidad y la verosimilitud. He
aquí mi problema al leer la invocación de la Comedia. La imparcialidad
es una forma de —digámoslo así—“lavarse las manos”, al no comprometerse con
aquello que se cuenta. La diosa me lo ha narrado y yo se los transmito tal y
como ella lo dijo. La modestia, como su nombre lo indica, coloca al narrador en
la posición de darle todo el crédito a las musas y restárselo a él mismo, la
religiosidad manifestaba el respeto por quien habría de iluminar nuestro cerebro,
para presentar la anécdota de la forma más veraz posible. Y la última, era otra
de las características: la verosimilitud del relato. Al lector le corresponde
creer que lo que el narrador va a contar es verosímil, es decir, parecido a la
verdad, pero no la verdad misma.
Ahora
bien, el toscano al narrar desde la primera persona no se afilia al concepto de
imparcialidad, porque él desde su soberbia personal se hará responsable de todo
lo que va a contar. Así explico también aquello de “la modestia del genio”. En
cuanto a la adoración de los dioses invocados, en el italiano es tan sólo una
pose que lo lleva desde su cristianismo —conste que no digo catolicismo por los
constantes roces con la Iglesia— hasta una posición estética humanista en donde
se recupera el intertexto clásico, que ha de estar presente en toda la obra.
Por último, la veridicción o verosimilitud de lo contado, no tiene mayor razón
de ser, porque el narrador autodiegético ve las cosas de la manera en que las
narra y no entiende, que haya contradicciones en su relato.
No
puedo olvidar tampoco que a la manera homérica y siguiendo el estilo de las
grandes epopeyas de la Antigüedad, el poeta invoca a las musas,[41] protectoras de las
artes y la ciencia, para que lo guíen en el difícil camino del relato.
Si
observo brevemente el estilo de tres grandes epopeyas de la historia de la
literatura, comprobaremos el uso de la invocación a los dioses como un recurso
constante. Se trata, presentadas en orden cronológico, de la Ilíada, la Odisea y la Eneida.
En
la Ilíada el poeta comienza diciendo:
“Mῆνιν ἄειδε θεὰ Πηληϊάδεω Ἀχιλῆος” Homero (1991). Madrid, Gredos: 54, [Versión bilingüe].
“Canta, oh diosa, la cólera del Pelida
Aquiles” (1991: 54).
Resulta
evidente señalar que la intención del narrador consiste en invocar a la madre
de todas las musas, a Mnemosine para que inspire su quehacer poético. Mnemosine
era una titánide amada por Zeus. El dios descansó nueve noches a su lado, y
cuando los plazos se cumplieron, Mnemosine dio a luz a las musas.
De
esta forma, la diosa de la memoria se ofrece como la inspiradora de la poesía,
al mismo tiempo responsable del mensaje épico transmitido a los hombres.
En
la Odisea dice el narrador al
comienzo:
Ἄνδρα μοι ἔννεπε, Μοῦσα,
πολύτροπον.”
“Del varón muy versátil cuéntame, Musa”.
(Homero, 1958: 11).
El
poeta alude ahora a una musa en particular, a Calíope, quien preside la poesía
épica, pero la necesidad de inspiración sigue siendo la misma.
Finalmente,
en la Eneida señala el poeta lo que
sigue:
“Arma virumque
cano, Troiae qui primus ab oris
Italiam, fato
profugus, Laviniaque venit”
“Armas canto y al hombre que, el
primero de playas troyanas —prófugo del hado— a Italia vino y a las costas
lavinias”. Virgilio (2008), UNAM: 1.
La
invocación vuelve a centralizarse en una musa específica y queda señalado
también el tono humilde del decir poético. Los buenos creadores han seguido las
huellas de la Ilíada y la Odisea, al
igual que lo hace Virgilio y al igual que lo harán también, Tasso (Bustos
Tovar, 1985: 585), Ariosto (1985: 37) y Camoens (1985: 94). Curiosamente, en
la época moderna, encuentro otra invocación expresada en 1ª persona y que tiene
un carácter muy lúdico, al mismo tiempo que revela los antecedentes clásicos ya
reseñados. Me refiero al Martín Fierro del genial José Hernández:
“Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela,
que al hombre que lo desvela
una pena estrordinaria, como la ave
solitaria
con
el cantar se consuela.
Pido a los santos del Cielo
que ayuden mi pensamiento […]
Vengan santos milagrosos,
vengan todos en mi ayuda,
que la lengua se me añuda
y se
me turba la vista;”
(Borges y Bioy Casares (1951), Poesía
gauchesca, 2 tomos, Méx. F.C.E., p 578).
Después
de la invocación analizada en esta enorme comedia, el narrador personaje
insiste en el hecho de sentirse indigno para llevar a cabo este viaje por los
reinos de ultratumba, y dice, entre otras cosas:
Ma io perchè venirvi?
O chi’il concede?
Io
non Enea, io non Paolo sono:
Me degno a ciò nè dio altri
crede.[42] (14).
Este
arrebato de humildad, poco frecuente en el poeta y que contrasta con la actitud
arrogante que prevalecerá en el desarrollo de la gran obra, sólo se explica en
el deseo de expresar precisamente lo contrario de lo que está diciendo. La
contraposición del mundo antiguo
y del mundo pagano no puede haber sido expresada de una manera más
certera; en un extremo de la bipolaridad señalada se halla Eneas, el célebre
personaje virgiliano, el antecedente inmediato para la creación de la gran
Roma; en el otro extremo está San Pablo, el apóstol de los gentiles, el
predicador de la palabra de Dios, el que la defiende después de haberla
perseguido enconadamente.
Dante
se ha auto elegido, ha preferido ser él mismo el representante de la humanidad
pecadora; precisamente por esto llega a sostener que redimiéndose él, redimirá
también a la humanidad entera.
En
seguida entabla un nuevo diálogo con su guía:
Io cominciai: «Poeta che mi
guidi,
guarda la mia virtù s'ell' è
possente,
prima ch'a l'alto passo tu mi
fidi.
Tu dici che di Silvïo il parente,
corruttibile ancora, ad
immortale
secolo andò, e fu
sensibilmente.
Però, se l'avversario d'ogne
male
cortese i fu, pensando l'alto
effetto
ch'uscir dovea di lui, e 'l
chi e 'l quale
non pare indegno ad omo
d'intelletto;
ch'ei fu de l'alma Roma e di
suo impero
ne l'empireo ciel per padre
eletto:
la quale e 'l
quale, a voler dir lo vero,
fu stabilita per
lo loco santo
u' siede il
successor del maggior Piero.[43] (13).
Encuentro
ahora otra invocación, pero ésta se ofrece al interior del texto, le sirve al
narrador para dirigirse a su maestro. En el devenir del análisis esta forma se
reiterará. Marco, en primer lugar, el verbo introductor al discurso que está
conjugado en un Passato remoto: “cominciai”; esta locución permite establecer
el límite entre lo narrativo propiamente dicho y lo discursivo. Empieza
con la invocación señalada y continúa con el discurso del protagonista en el
cual, suplica a su preceptor que le diga si él posee los méritos suficientes
para llevar a cabo la empresa que se avecina. No puedo olvidar que esta
conversación con el poeta mantuano no es más que un monólogo. Por lo tanto, la
respuesta va implícita en la interrogación, más aún, considerando el alto
concepto que de sí tenía el creador florentino.
Remarco de un modo especial el intertexto según el cual el padre de
Sylvio, es decir Eneas, desciende a los infiernos. Esta catábasis aparece
narrada por Virgilio en el canto VI de la Eneida (2008: 117-143), en
donde la divinidad le concede a Eneas la posibilidad de bajar al Hades y de
regresar sano y salvo a la tierra. El troyano tenía señalada una misión
trascendente y ello explica su condición de elegido. Fundaría Roma y esta
ciudad sería la sede de los papas católicos. He aquí una interpolación muy
curiosa, porque otro hubiera hablado de los grandes hombres que gobernaron Roma
—César y Augusto entre otros, por mencionar a dos tan sólo— pero el narrador le
da preferencia a la controvertida iglesia romana.
Otro
aspecto que no debo pasar por alto tiene que ver con lo que se refiere al
enorme parecido que existe entre el hades pagano y el infierno cristiano. Dante
—como excelente discípulo de Virgilio— intertextualiza a la Eneida, pero
lo hace de tal modo que las semejanzas son muchas, aunque no todas. Me
tranquilizo al recordar que Genette —según muchos la biblia del teórico
contemporáneo— subraya que el plagio es una forma de intertexto (Gérard
Genette, Palimpsestos, 1962: 10); por lo tanto, el toscano al imitar a
Virgilio, como lo hace reiteradamente, no está más que intertextualizando y no
copiando.
Dante
quiere saber por qué lo han elegido a él si no es —como lo explicábamos supra—
ni Eneas ni San Pablo. El maestro le
responde con referencias muy precisas en donde destaca la figura de Beatriz,
que acude en auxilio del pecador. Dice:
«S’i’ ho ben la parola
tua intesa»,
rispuose del
magnanimo quell' ombra,
«l'anima tua è
da viltade offesa;
la qual molte fïate
l'omo ingombra
sì che d'onrata
impresa lo rivolve,
come falso veder
bestia quand' ombra.
Da questa tema
acciò che tu ti solve
dirotti perch'
io venni e quel ch'io 'ntesi
nel primo punto
che di te mi dolve.
Io era tra color
che son sospesi,
e donna mi
chiamò beata e bella,
tal che di
comandare io la richiesi.
Lucevan li occhi
suoi più che la stella;
e cominciommi a
dir soave e piana,
con angelica
voce, in sua favella:
"’ O anima
cortese mantovana,
di cui la fama
ancor nel mondo dura,
e durerà quanto
'l mondo lontana,
l'amico mio, e
non de la ventura,
ne la diserta
piaggia è impedito
sì nel cammin,
che vòlt' è per paura;
e temo che non
sia già sì smarrito,
ch'io mi sia
tardi al soccorso levata,
per quel ch'i'
ho di lui nel cielo udito.
Or movi, e con
la tua parola ornata,
e con ciò c'ha
mestieri al suo campare,
l'aiuta sì ch'i'
ne sia consolata.
I' son Beatrice
che ti faccio andare:
vegno del loco
ove tornar disio:
amor mi mosse,
che mi fa parlare.
Quando sarò
dinanzi al segnor mio,
di te mi loderò
sovente a lui ‘.[44] (14-17).
Virgilio
habla desde las sombras en que se halla, tanto sea en cuanto a su presencia
misteriosa, como al lugar de donde procede. Dante lo ve en la semipenumbra del
momento, el mantuano le contará en dónde se encuentra en este presente de
dolor.
Interpreta
lo que le está sucediendo a su discípulo: la cobardía ha invadido su alma y
está a punto de desviarse de la gran empresa que le aguarda. De esa empresa ha
de ser, el mantuano, el facilitador más apropiado. Le revelará, mediante exacta
anagnórisis, que Beatriz es quien lo ha enviado. A partir de este momento la
figura de aquella lejana mujer de La vita nuova, se hace presente y lo
domina todo con extraña certidumbre. El toscano impone a su musa inspiradora
que, más allá de las diosas invocadas, ha de ser el verdadero aliciente de su
poesía. Beatriz Portinari en la vida y simplemente Beatriz en la muerte, lo sacará
primero de esa horrible selva mediante la ayuda de Virgilio, lo conducirá
después por los últimos escaños del purgatorio, para llevarlo finalmente al
paraíso en donde reside con gloria y virtud.
Para
ser más precisos, Virgilio le relata cómo, estando “entre las almas
suspendidas” dice, para referirse a aquellos espíritus que injustamente —perdón
por la imprudente intromisión axiológica— se hallan en el limbo[45],
lo convocó una dama a quien designa como “santa y bella” para rogarle que
apoyara a Dante, a su amigo, con el objetivo de que lograra escapar de los
peligros que lo acechan. Le revela su identidad —“Soy Beatriz”—, al mismo
tiempo que le dice venir de un sitio al que desea regresar lo antes posible. El
motor que la guía es el amor. Por lo tanto, éste es el universo que el poeta
florentino ha recreado para él, en donde su dama, el símbolo y trasunto del
amor cortés al modo stilnovista, se preocupa por su suerte, desde el cielo lo
protege. Se despide del mantuano adelantándole que hablará muy bien de él
cuando regrese en presencia del Altísimo. Inocente promesa por no decir
innecesaria, porque el destino de Virgilio está ya sellado para siempre y nada
ni nadie podrá cambiarlo, ni siquiera ese Dios todopoderoso al que Dante
tributa la máxima adoración.
La
joven enigmática, que habita en el recuerdo del toscano, calla, Virgilio retoma
la palabra según se lo relata al protagonista:
Tacette allora, e poi comincia' io:
" ‘ O donna di virtù, sola per cui
l'umana spezie eccede ogne contento
di quel ciel
c'ha minor li cerchi sui,
tanto m'aggrada
il tuo comandamento,
che l'ubidir, se
già fosse, m'è tardi;
più non t'è uo'
ch'aprirmi il tuo talento.
Ma dimmi la
cagion che non ti guardi
de lo scender
qua giuso in questo centro
de l'ampio loco ove tornar tu
ardi".[46] (17).
Llama mi atención crítica la agilidad del discurso
dantista, mediante el cual introduce diálogos, al mismo tiempo que llama a la
reflexión de ambos poetas. El discurso de Virgilio lo veo lleno de elogios algo
excesivos; pero la dama que ha llegado parece merecerlos, así lo quiere el
narrador de esta insólita historia. Está a disposición de la voluntad de la
joven, pero quiere saber más. Quiere saber por qué Beatriz no puede descender
hasta donde él se encuentra, además, desea conocer la razón de su ansiedad por
retornar al sitio de donde procede. La curiosidad del mantuano obedece a
motivos poéticos, que el universo dantista requiere. Ella le responde que ha de
explicarle todo lo que desea saber.
Los
versos siguientes así lo exponen, al mismo tiempo que me permito señalar que
éste es el último discurso del canto II.
" ‘ Da che
tu vuo' saper cotanto a dentro
dirotti
brievemente", mi rispuose,
" ‘ perch'
i' non temo di venir qua entro.
Temer si de di
sole quelle cose
c'hanno potenza
di fare altrui male;
de l'altre no,
ché non son paurose.
I' son fatta da
Dio, sua mercé, tale,
che la vostra
miseria non mi tange,
né fiamma d'esto
incendio non m'assale.
Donna è gentil
nel ciel che si compiange
di questo impedimento
ov' io ti mando,
sì che duro
giudicio lassù frange.
Questa chiese
Lucia in suo dimando
e disse: — Or ha
bisogno il tuo fedele
di te, e io a te
lo raccomando —.
Lucia, nimica di
ciascun crudele,
si mosse, e
venne al loco dov' i' era,
che mi sedea con
l'antica Rachele.
Disse: — ‘ Beatrice,
loda di Dio vera,
ché non soccorri
quei che t'amò tanto,
ch'uscì per te
de la volgare schiera?
Non odi tu la
pieta del suo pianto?
non vedi tu la
morte che 'l combatte
su la fiumana
ove 'l mar non ha vanto? — .
Al mondo non fur
mai persone ratte
a far lor pro o
a fuggir lor danno,
com' io, dopo
cotai parole fatte,
venni qua giù
del mio beato scanno,
fidandomi nel
tuo parlare onesto,
ch'onora te e
quei ch'udito l'hanno".
Poscia che
m'ebbe ragionato questo,
li occhi lucenti
lagrimando volse,
per che mi fece
del venir più presto.
E venni a te
così com' ella volse;
dinanzi a quella
fiera ti levai
che del bel
monte il corto andar ti tolse.
Dunque che è?
perché, perché ristai?
perché tanta
viltà nel core allette?
perché ardire e
franchezza non hai?
Poscia che tai
tre donne benedette
curan di te ne
la corte del cielo,
e 'l mio parlar tanto
ben ti promette?».
Quali i fioretti,
dal notturno gelo
chinati e
chiusi, poi che 'l sol li 'mbianca,
si drizzan tutti
aperti in loro stelo,
tal mi fec'io di
mia virtude stanca,
e tanto buono
ardire al cor mi corse,
ch'i' cominciai
come persona franca:
«Oh pietosa
colei che mi soccorse!
e te cortese
ch'ubidisti tosto
a le vere parole che
ti porse!
Tu m'hai con disiderio
il cor disposto
sì al venir con le
parole tue,
ch'i' son tornato nel
primo proposto.
Or va, ch'un sol
volere è d'ambedue:
tu duca, tu segnore e
tu maestro».
Così li dissi; e poi
che mosso fue,
intrai per lo cammino
alto e silvestro. [47] (17-18).
En
su orden, el discurso final de Beatriz contiene los siguientes momentos:
1. Explicará Beatriz en forma breve, lo
que su interlocutor quiere
saber.
2. No siente recelo por no haber bajado
al limbo, porque sólo
llega a tener aprensión aquel que ve
que algo le puede un mal. No es el caso de ella porque no puede tener
desconfianza, porque ella está por encima de cualquier sentimiento de recelo
que otros pudieran sentir.
3. Es una elegida de Dios y la miseria
de los hombres —vivos o
condenados en el infierno— no pueden
hacerle mal alguno.
4. La filoginia[48]
dantista se ve reflejada, de una manera muy
clara, cuando a la figura de Beatriz
se agregarán la de dos personajes bíblicos: Raquel y Lucía. Ellas también ruegan
por el poeta.
Concluye Beatriz y retoma la palabra el bien amado poeta de
Augusto, el protegido de Micenas.
Dice:
1. Narra de qué manera termina la joven
con lágrimas de dolor
en sus ojos. Llega hasta el olvidado
de la fortuna como la señora Portinari quería —perdón por la indiscreción
biográfica— y está aquí para librarlo de la fiera que le impedía continuar con
su ascenso hacia la redención.
2. Le habla con palabras de duro
reproche con las que le
recuerda que tres mujeres
bienaventuradas lo amparan. Por ello no comprende cómo no se decide por fin a
continuar con su empresa.
Dante
responde que está dispuesto, ahora sí, a seguir por el
camino interrumpido. El canto termina con los términos
siguientes: “Sé mi guía, mi jefe y mi maestro”.
Análisis y comentario del canto III
La terrible inscripción de la puerta del infierno.
Los condenados en el vestíbulo: Carón.
Los tres grandes momentos del canto III del
Infierno, que considero a los efectos del análisis son:
1.
Inscripción de la puerta del Infierno.
2.
Presentación de los condenados en el vestíbulo, los indiferentes.
3.
Encuentro con el barquero infernal, Carón.
Desde
el punto de vista de la estructura general de este canto, observo que carece de
introducción, porque de pronto el narrador nos pone en contacto con una
dolorosa inscripción, que tiene como finalidad primordial, advertir a quienes
allí llegan, acerca de los riesgos que les tocará afrontar.
Formalmente
el presente texto aparece dividido en tres tercetos endecasílabos:
“Per me si va nella
città dolente, A
per
me si va ne l’eterno dolore, B
per
me si va tra la perduta gente. A
Giustizia mosse il mio alto
fattore: B
Fecemi
la Divina Potestate, C
la
Somma Sapienza e ‘l Primo Amore. B Dinanzi a me non fur cose create, C
se non eterne, e io
eterna duro: D
Lasciate
ogni speranza, voi ch’entrate!”C [49](19)
De acuerdo con lo establecido al final de
cada verso, la rima consonante responde al esquema que sigue: ABA/BCB/CDC/.
El
juego poético practicado por el narrador en toda La Comedia se ve
representado aquí por la siguiente característica:
La
rima consonante de los versos 1 y 3 del terceto primero es
semejante entre ellos, pero no se repite ni en el segundo ni en el tercero.
Simultáneamente, la rima consonante del verso 2 del terceto primero, se
reitera en los versos 1 y 3 del segundo terceto, así
sucesivamente en los tercetos que siguen, es decir, la rima consonante del
verso 2 del segundo terceto, se reitera en los versos 1 y 3
del terceto tercero.
Desde
el punto de vista conceptual, el terceto primero nos ubica en el sendero que
conduce al castigo eterno. La utilización de la anáfora[50] de la expresión “Por
mí se va”, ahonda, mediante la reiteración, el profundo sentido y aguda
desesperación que deriva de la certeza de estar ya en la senda sin regreso, que
lleva al suplicio.
El
infierno ha sido creado por la justicia divina y en él, al mismo tiempo que se
castiga al réprobo, se le recuerda al inocente que queda libre de toda tortura
y que se hace acreedor al premio que esa misma justicia, le tendrá preparado en
el paraíso.
Resulta
muy importante señalar también, que ese triple camino que conduce a un mismo
lugar y que está expresado en términos sinonímicos, aparecerá representado en
el canto XXXIV del infierno en los tres rostros de Lucifer, que surgen
integrados a la enorme cabeza del demonio.
“Ciudad
doliente”, “eterno dolor”, “perdida gente” configuran una referencia
inequívoca; llevan, al circunstancial lector de esta inscripción, al límite de
la desesperación, al sendero sin regreso y sin opciones; es —en fin— el camino
de la tortura eterna que ellos escogieron en cada acto de su vivir individual
en la tierra.
La
justicia divina está representada por la trinidad, la cual, para el narrador,
se ofrece a través de tres atributos esenciales: el poder, la sabiduría y el
amor (Divina Potestad, Suma Sabiduría y Primer Amor respectivamente).
La
teología cristiana tradicional reconoce tres personas que integran la trinidad
divina y que son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dante respeta este
mismo orden y confiere al Padre, el atributo del poder; al Hijo, la sabiduría;
al Espíritu Santo, el amor.
El
planteamiento dantista nos ubica así en la necesidad manifestada en todo
momento por el narrador, de moverse conceptualmente entre dos nociones
religiosas y metafísicas del mundo, completamente opuestas: la griega y la
cristiana.
Si
todo el esquema general de La Comedia, su geografía, sus personajes
residentes en el infierno, nos recuerda al mundo de la mitología griega con sus
misterios, sus demonios, sus equívocas situaciones; hay momentos trascendentes
de esta misma obra, en los cuales el narrador recupera su concepto del vivir
cristiano y nos ofrece, no sólo un esquema de redención para el hombre, sino
también diversas alternativas teológicas, que han llevado a algunos críticos a
sostener, que junto a la teología cristiana, bien podría ubicarse una verdadera
teología dantista, que ya ha formado toda una tradición en el contexto del
pensamiento medieval cristiano.
Según
esta misma teología dantista, al padre se le confiere el atributo del poder, el
cual se manifiesta a través de la creación universal; el dios padre es el dador
de vida al mismo tiempo que el iniciador de la existencia. En cuanto al hijo,
éste representa a la sabiduría; es el dios hecho hombre que cumplió con la
misión de transmitir a los seres humanos el mensaje sublime de redención.
En
relación con este aspecto, numerosos textos bíblicos hacen referencia al
carácter teológico profundo de Jesús, resaltan su significado y trascendencia
en el amplio contexto religioso cristiano.
En
el capítulo I del evangelio de san Juan, se alude al dios hijo y se le
identifica —en una controvertida interpretación—, con la palabra, al mismo
tiempo que el evangelista integra al verbo divino en el contexto de la trinidad
ya mencionada. Dice al respecto:
En el principio era el verbo, y el verbo era con Dios, y
el verbo era Dios.
Éste
era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él,
nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. (Biblia, Juan, 1, 1-2)
Posteriormente
y en el mismo contexto del evangelio de san Juan, se refiere al “verbo hecho
carne”, ubicándose así la presencia del dios hijo entre los hombres:
Y
aquel verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria
como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. (Biblia, Juan, 1,
1-2)
Ahora
bien, este enviado del padre representa el conocimiento que debe ser
transmitido a los hombres, para que ellos alcancen la sabiduría, que les
permitirá acceder al logro de su propia salvación.
Son
numerosas las referencias bíblicas que fundamentan este concepto de sabiduría
por parte de Jesús. Ya desde niño se le encuentra discutiendo con los doctores
de la Ley, hecho que san Lucas recoge de la siguiente manera:
Aconteció
que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los
doctores de la ley, oyéndolos y preguntándoles. Y todos los que le oían, se
maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando le vieron, se
sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí,
tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
Entonces
él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi padre
me es necesario estar? (Biblia,
Lucas, 2, 46-49)
Jesús,
quien es tan sólo un niño de doce años, razona al mismo nivel que los doctos en
la ley divina; al mismo tiempo, refiere a su misión en la tierra y habla de un
padre, que no es precisamente el progenitor terrenal.
Paralelamente,
el Espíritu Santo aparece identificado con el sustento ideológico de la
concepción cristiana: el amor, el “Primer amor” según lo expresa el narrador.
Se
dice “primero” en dos sentidos fundamentalmente: en aparición y en perfección.
Desde
toda una eternidad, la base conceptual en que se apoya la relación entre las
tres personas de la trinidad es el amor. Amor concebido como esencia perfecta,
amor que llevó al apóstol Juan a señalar:
Amados,
amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido
de Dios, y conoce a Dios.
El
que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. (Biblia, Juan apóstol,
Primera epístola universal, 4. 7-8).
Con
este pasaje transcripto queda fundamentada la perfección del amor divino, que
no sólo es de Dios, sino que también es entregado por el Espíritu Santo al
hombre, para que lo practique y le permita realizarse de acuerdo con los planes
de ese mismo Dios. Dante sigue en gran parte de su razonamiento teológico a
Santo Tomás de Aquino (Cfr. Gardeil,
1974, tomo 4).
En
el contexto de la horrorosa inscripción, queda documentado, al mismo tiempo, la
noción de eternidad para el castigo: “Yo permanezco eternamente” dice en la
puerta, y se asegura así que ese sitio del dolor y el castigo no pasará, por el
contrario, permanecerá como testigo implacable del pecado de los hombres.
La
inscripción concluye con la célebre afirmación dantista con que se cierra la
pavorosa leyenda: “¡Abandonad toda esperanza vosotros que aquí entráis”!
Es
en esta frase cuando el lector puede llegar a captar una de las más notables
diferencias entre la tierra y el infierno; en el mundo terrenal el hombre
también sufre, se desespera, se acongoja, se retuerce en medio de la inutilidad
de su propia existencia, se amenaza a sí mismo de muerte a cada instante, pero
siempre conserva la posibilidad de recurrir a la esperanza como el último
refugio de su alma cansada.
La
frase popular: “La esperanza es lo último que se pierde”, se aplica a cada
instante en la vida, pero en el infierno esta frase resulta exactamente a la
inversa, porque perder la esperanza es la condición sine qua non para ingresar al reino de las tinieblas.
Entre
los griegos la “dulce esperanza” era el baluarte final de los héroes; el
ejemplo de Héctor, perseguido por Aquiles en torno a los muros de Troya, es
significativo al respecto.
El
héroe sabe que va a morir, pero igualmente pelea, porque conserva en lo más
profundo de su espíritu la esperanza de que los hechos puedan aportar un cambio
radical, en el último momento. Consideramos que Héctor comprende que está solo
y sin esperanza, únicamente cuando se enfrenta a la traición de los dioses, y
recién en ese momento se detiene para pelear.
Reconoce
que se ha cumplido su destino, pero decide morir “heroicamente y con gloria”
“realizando algo grande, que llegará al conocimiento de las generaciones
venideras”. (Homero,
1962: canto XXII)
Por
esta razón la tierra se caracteriza por el apego a la vida que define a los
hombres, por ese aferrarse a la existencia a pesar de ser golpeado por los
infortunios.
En
el Infierno todo es diferente. El hombre conservará su cuerpo sólo para ser
castigado y deberá dejar afuera a la esperanza, la cual seguirá únicamente
junto a él para atormentarlo aún más con el recuerdo de lo que fuera.
El
personaje interroga a su maestro, con el objeto de que éste le explique dónde
están y qué significa lo que acaban de leer. Virgilio
le dice:
Qui si convien lasciare ogni sospetto;
ogni
viltà convien che qui sia morta.
Noi
siam venuti al loco ov’io t’ho detto,
che
tu vedrai le genti dolorose,
c’hanno
perduto il ben de l’ intelletto.[51] (19)
Quedan
documentados a través del texto dos aspectos: primero, el carácter heroico del
viaje de Dante, quien deberá enfrentarse a severos peligros; segundo, refiere a
los condenados que aquí se encuentran, son aquellos que han perdido el don de
la inteligencia y que están olvidados de Dios por este mismo hecho.
Después
del breve diálogo entre maestro y discípulo, ambos se introducen en el reino
del misterio y el narrador personaje, fascinado y temeroso a la vez por el
espectáculo que contempla, describe en breves palabras el ambiente infernal:
Quivi sospiri,
pianti ed alti guai
risonavan per l’aere sanza
stelle;
per
ch’io al cominciar ne lagrimai.
Diverse
lingue, orribili favelle,
parole
di dolore, accenti d’ira,
voci
alte e fioche, e suon di man con elle,
facevano
un tumulto, il qual s’aggira
sempre
in quell’ aura sanza tempo tinta,
come
la rena quando turbo spira.
E
io, ch’avea d’ error la testa cinta,[52]
(19-20).
Han
llegado al lugar donde se castiga a los negligentes.
Virgilio
le explica que tal suerte le está reservada a aquellos que vivieron sin merecer
alabanzas ni vituperio, que aparecen confundidos con el coro odioso de los
ángeles, que no se atrevieron a apoyar a Dios en el momento de la rebelión de
Lucifer.
Llegamos
así a la segunda parte de mi análisis. Los indiferentes constituyen una modalidad
particular de la negligencia, son pecadores, que fueron primordialmente
censurados en el contexto dantista.
Las
palabras del maestro latino se encargan de agregar también, que la mayor
desesperación de estos condenados consiste en que ya no podrán volver a morir,
además, en que en el mundo no se conserva ningún recuerdo de ellos. Son
desdeñados por la misericordia y la justicia divina. Concluye Virgilio con la
famosa expresión: “Non ragioniam di lor, ma guarda e passa”.[53] (20).
Es
éste el peor castigo reservado para los indiferentes, el cual resulta
presentado en términos del maestro. A aquellos que no quisieron comprometerse
en la vida, tampoco se les considerará en términos de compromiso en la muerte.
A
los indiferentes hay que tratarlos con indiferencia, no se les debe permitir
que su nombre permanezca más allá de la muerte, por el contrario, deben morir
dos veces, deben desaparecer física y espiritualmente de la tierra, su máximo
castigo consistirá en no ser recordados por quienes los conocieron.
De
esta manera se expresa la justicia divina, mediante un severo contraste entre
la vida y la muerte, entre la tierra y el infierno; en la vida no se
comprometieron con nada ni nadie, en la muerte quisieran abrazar una causa, por
obscura que fuera, pero esto no les es permitido. Es preciso retomar la explicación
de la noción de contrapaso o contradanza, que rige en muchos momentos del
recorrido por ultratumba, en particular en este pasaje. “El contrapaso es la
aplicación dantista, del antiguo principio jurídico moral que se expresaba en
la Biblia en la ley del talión: “Ojo por ojo y diente por diente” (Pasquali,
1970, II: 181-183). En este caso, los indiferentes no se comprometieron con
nadie en la tierra y a modo de un contraste entre lo que fue y lo que es, se
les obliga ahora a correr tras una bandera que ni siquiera tiene insignia
alguna. Lo que no hicieron antes, ahora se ven impelidos a llevarlo a cabo, sin
que ellos sepan siquiera por qué lo hacen.
Observo
inmediatamente una bandera que, ondeando, es perseguida por una multitud. Cada
uno de los integrantes de esa muchedumbre, quisieran alcanzar y hacer suya la
citada bandera; pero no lo conseguirán jamás, seguirán corriendo por toda una
eternidad, sin lograr sus deseos. Se cumple así la relación culpa—castigo ya
señalada.
Corresponde
que hagamos referencia a la actitud que adopta el narrador personaje, cuando se
enfrenta no ya con la multitud de indiferentes, sino con un individuo en
particular.
En
relación con este aspecto, ya sabemos, por las palabras de Virgilio, que no
está permitido nombrar a ninguno de ellos; el hecho de hacerlo significaría sustraerlos,
al menos por un instante, de la indiferencia en que viven; esto sería para los
condenados una suerte de premio, el carácter implacable del reino infernal no
permite tal expresión.
Por
esta razón Dante alude al anónimo personaje de manera eufemística[54] y dice: “Vidi e
conobbi l’ombra di colui che fece per viltate il gran rifiuto.”[55] (20).
Según
nota a pie de página del texto consultado de la editorial Sonzogno, se trataría
del papa Celestino V, quien abdicó del papado; la expresión italiana “rifiuto”
es sinónima de “abdicazione”. (2005: 20). [Versos 59-60].
Según
otras opiniones, podría referirse a Esaú —personaje bíblico—, que renunció a su
derecho de primogenitura; según otros Diocleciano, que abdicó en el imperio; y
por último están quienes sostienen que se trataría de Poncio Pilatos.
Sea
uno u otro personaje quien estaba en la mente del poeta al crear este pasaje,
lo que realmente importa es el sentido del castigo que se impone, al adoptar
esta forma de planteamiento; el ejercicio de la crítica obliga, de alguna
manera, a investigar los verdaderos términos de referencia, con todas las
conclusiones a las que se puedan arribar; precisamente esto es lo que nos lleva
al encuentro del valor fermentario y motivacional de la obra de arte.
En
el tercer momento del comentario, geográficamente hablando, nos encontramos en
la triste orilla del río Aqueronte. Aquí se hallan también multitud de
condenados, esperando para ser llevados al otro lado, al igual que sucede en lo
narrado en el canto VI de la Eneida.
En
ese instante, ven acercarse la figura funesta y violenta de un anciano, que
conducía esa barca; se trata de Carón, el barquero infernal quien se dirigía
hacia los que allí se encontraban gritando:
… Guai a voi, anime prave!;
Non
isperate mai veder lo cielo:
I’
vegno per menarvi a l’altra riva,
ne
le tenebre eterne, in caldo e ‘n gelo.[56](23).
La
particular geografía del infierno dantesco nos remite a un lúgubre paisaje
pagano. Es en estos momentos del relato, en donde el narrador se aleja de los términos
y conceptualizaciones cristianas, para expresarse en contenidos mitológicos.
En
la mitología griega, la creencia popular terminará por ubicar el reino del hades
en el centro de la tierra; es ésta una región inhóspita y de tinieblas. El
mundo infernal comunica con el exterior directamente por medio de cavernas de
insondable profundidad, como la de Aquerusa, en Epiro, o la de Heraclea, en el
Ponto. En el cabo Ténaro se abría una de estas bocas de acceso, y otra en
Colono, en un lugar dedicado a las Euménides.
De
la misma manera, se creía que ciertos ríos de curso parcialmente subterráneo
conducían a las regiones infernales, como el Aqueronte, río de Tesprotia, cuyo
afluente era el Cocito. Corresponde señalar además que estas corrientes
fluviales fueron denominadas, según el carácter que se les quería atribuir.
Así, se pretende que “Aqueronte” derive de la palabra “aflicción”, con lo que
vendría a ser “el río del dolor”, mientras que “Cocito” sería el “río de los
lamentos”.
Como
quedó señalado, el Aqueronte tiene como afluente al Cocito, el cual, a su vez,
recibe las aguas del Flegetonte, del Leteo, y, por último, del Éstige.
Según
la tradición, Aqueronte era un hijo de Gea que, por haber apagado la sed de los
Titanes en ocasión de su lucha contra Zeus, fue arrojado a la región infernal y
cambiado en río. Para atravesarlo había que recurrir al anciano Carón, el
barquero titular del hades. Carón era un viejo arisco e intratable. Si la
sombra no entregaba el precio del pasaje antes de subir a la barca, el barquero
la rechazaba sin piedad, y se veía condenada a errar por la orilla desierta sin
alcanzar jamás el reposo. Por esto los griegos tenían mucho cuidado en poner la
moneda en la boca de sus muertos.
El
Éstige rodeaba el mundo infernal con sus nueve rizos. Este río era
personificado en la figura de una ninfa, hija de Océano y de Tetis. Contábase
que la amó el Titán Palas, y que de esta unión nacieron Zelo (los Celos), Nice
(la Victoria), Cratos (la Fuerza) y Bía (la Violencia).
Como
recompensa por la ayuda prestada a los Olímpicos con motivo de la rebelión de
los Titanes, adoptóse la resolución de que los inmortales jurasen por su
nombre, y que tal juramento fuese irrevocable.
En
lo que respecta al Leteo, cuyas aguas hacían olvidar el pasado, su curso
discurría, según unos, por las partes extremas de los Campos Elíseos, y, según
otros, por los confines del Tártaro. (Cfr.
Guirand, 1965)
Quedan
explicadas así, las fuentes de referencia utilizadas por el poeta, en lo que a
conformación del paisaje infernal se refiere.
El
rol que cumple el barquero Carón, en el contexto infernal dantesco, es
terrible. En él se recrea la imagen del individuo que desempeña el doble papel
de verdugo y condenado; no puede abandonar el lugar y seguirá cumpliendo
eternamente con esa misión horrorosa, aunque el mundo se termine y ya no
existan almas para castigar, él estará allí gritando y maldiciendo sin que
nadie lo escuche.
Las
palabras que Carón ha pronunciado ante los condenados estaban ya previstas en
el contexto en que el demonio se desempeña; pero algo ha cambiado que obliga a
Carón a decir un discurso diferente: Dante es un ser vivo que invade sus
dominios. A él es a quien le grita:
E
tu che se’ costì, anima viva,
pàrtiti
da cotesti che son morti.[57] (23).
Señala
así la enorme diferencia que existe entre un ser vivo y uno muerto; el primero
no cae bajo el poder de Carón, tan sólo está de paso, y el segundo se debe
someter totalmente al terrible barquero.
Igualmente,
Carón le aconseja llegar a la playa por otro puerto, por otra orilla, pero no
por aquí.
Es
en este momento que interviene el maestro Virgilio, para llamar al barquero a
la tranquilidad, para exhortarle a que se calme, para ello le dice:
… Carón, non ti
crucciare:
vuolsi
così colà, dove si puote
ciò
che si vuole, e più non dimandare.[58] (23).
Al
oír estas palabras, el barquero de las lívidas lagunas se calmó. Virgilio le ha
tirado encima todo el peso del destino, le ha recordado que Carón no es más que
un instrumento, al servicio del hado funesto gobernado por el propio Dios.
Es
digno de hacerse notar el eufemismo utilizado en la respuesta del maestro
latino, él refiere al paraíso sin nombrarlo, le dice: “lugar donde se puede
todo lo que se quiere”. Esto responde a una tradición dentro del poema dantista,
tradición que señala que no puede pronunciarse el nombre de Dios en el mundo
infernal, ni tampoco el nombre de nada relacionado con la potencia divina, de
ahí, la necesidad de utilizar circunloquios para evitar el nombre divino, que
podría traer algo de paz y felicidad a quienes están condenados.
A
continuación, el narrador presenta un notable contraste, entre la actitud de
Carón al oír la respuesta de Virgilio y el proceder del resto de las almas, que
allí se encontraban. El primero de los nombrados se ve en la obligación de
tranquilizarse y sus ojos de fuego se trasmutan, momentáneamente, para aceptar
el cumplimiento del destino. Las otras almas cambian de color al oír los gritos
de Carón, rechinan los dientes, blasfeman, maldicen el día de su nacimiento y a
toda su descendencia, y se dirigen hacia el sitio en donde estaba la triste
barca.
Mientras
tanto, el barquero las golpeaba con su remo y el narrador se ve en la necesidad
de utilizar un símil, para poder mostrar en toda su trascendencia la escena que
estamos viendo:
Come d’autunno si
levan le foglie
l’
una appresso de l’altra, fin che ‘l ramo
vede
a la terra tutte le sue spoglie,
similemente
il mal seme d’Adamo
gittansi di quel lito ad una ad una,
per cenni, come
augel per suo richiamo.[59]
(24).
El símil es una comparación extensa, como
lo comentaba supra, que se caracteriza por tener dos nexos y un plano
real y otro evocado.
Los
dos planos relacionados en este símil son las hojas que caen de los árboles en
otoño (plano evocado) y, los descendientes de la malvada raza de Adán (plano
real). El narrador al hablar de las
almas perversas se ve obligado a tomar como elemento de referencia las hojas de
los árboles, de este modo presenta la noción de cantidad que no hubiera podido
expresarse de otra manera mejor.
Los
nexos comparativos son: “Come” y “Similemente”.
Por
último, un detalle importante es señalado por el narrador cuando la barca
comienza a alejarse de la orilla: antes de llegar al otro extremo, ya se había
reunido nueva muchedumbre en la ribera que había quedado atrás.
Esta
última alusión constituye una reflexión de carácter moral, a través de la cual
se deja constancia del grado de corrupción de la humanidad, al mismo tiempo que
subraya el horrible destino que le está deparado a aquellos que prefieren vivir,
según la carne y el desorden.
Las
palabras de Virgilio proporcionan en seguida una explicación, relativa al hecho
de que por allí no pasa nunca un alma pura, y que por ello se alteró el
barquero de las lívidas lagunas. De esta
forma, nos permitimos subrayar la falta de modestia del narrador al hacerse
denominar por su guía como “alma pura”, esta ausencia de modestia se verá
reiterada en varias ocasiones en el desarrollo del gran poema, como ya lo hemos
declarado.
Finalmente,
el canto III se cierra haciendo referencia a un temblor muy fuerte que sacude
la sombría campiña. En este momento
Dante personaje no puede soportar ya las emociones vividas, y se desmaya.
A
través de los sucesivos desvanecimientos del personaje central, que podrán ser
observados al final de algunos cantos del infierno, podremos constatar el
sentido catártico que posee el poema; Dante se ve en la necesidad de recordar
al lector que él, como personaje, es tan sólo un ser vivo, y que sufre
intensamente al ver padecer a sus semejantes.
Es precisamente el sentido de este sufrimiento, el que permitirá al
protagonista ir purificando su alma, a medida que pasa por los diferentes
círculos del infierno.
Canto
IV: El limbo y la Injusticia dantista
Introducción
En el canto IV se plantea un problema de
antigua usanza en la teología cristiana: el limbo. Este espacio es concebido,
por el pensamiento tradicional, como el lugar adónde van a parar las almas de
aquellos que no han conocido la verdadera fe o que murieron sin bautizarse. El
narrador de la Comedia se hace eco de esta creencia, pero actúa con
mayor rigor al ubicar al limbo en el propio infierno. En la tradición
cristiana, el limbo fue una especie de cuarto sitio de dolor, adonde las almas
sólo padecían un castigo espiritual por la ausencia de Dios.
Opiniones de la iglesia romana en torno al
limbo
San Agustín, en el siglo VI, declaró el
castigo eterno para los pecadores.
La
iglesia, en una de sus oraciones, llama “infierno” al limbo, cuando dice que
Jesús al morir descendió a los infiernos.
Juan
Pablo II en el 2006 abolió el limbo[60].
En conexión directa con este tema, se abre la discusión de la Iglesia en torno
a la existencia del purgatorio y del infierno.[61]
Francisco, el actual papa, sostiene que ningún castigo es eterno.
Por
lo anterior, las aportaciones de Dante en torno a este controvertido asunto se
dan a la luz o, quizás mejor, a las tinieblas medievales sostenidas por Agustín
de Hipona en el siglo V. El florentino era un hombre medieval y aunque
visualizó al renacimiento antes de que éste existiera, su mundo escatológico
debe ser concebido como un mundo inventado, irreal y fantástico. Ese deseo de venganza de unos
hombres contra otros llevó a concebir estos espacios. Dante no se afilió a esta
idea, sólo se dejó guiar por —digámoslo así— su propia poética de la salvación.
Todavía recuerdo las palabras de un sacerdote católico con quien compartía la
aburrida docencia en una escuela privada —hablo de 1989 aproximadamente— quien
decía: “La mejor concepción del otro mundo
fue planteada en la Divina comedia”. Era éste un hombre
particularmente retrógrado, que ni siquiera había prestado atención a los
avances ya señalados, en torno a esta nueva concepción de la escatología
cristiana.
Análisis del canto IV
El canto IV comienza de la siguiente
manera:
Ruppemi l’alto sonno
ne la testa
un greve truono, sì
ch’io mi riscossi
come persona ch’è per
forza desta;
e l’occhio riposato
intorno mossi,
dritto levato, e fiso
riguardai
per conoscer lo loco
dov’io fossi.[62] (27).
Dante
personaje, que duerme profundamente, es despertado por un trueno que lo
conmueve de tal manera que recobra el conocimiento. Al igual que había ocurrido
en el inicio de la obra, en donde el protagonista despertara de un sueño de
vida y se viera obligado a decidir si continuaba, por el áspero sendero de la
selva oscura, o comenzaba a recorrer otra senda que, a pesar de las
dificultades, lo llevara al verdadero encuentro con la divinidad; de esta misma
forma, lo primero que trata de hacer, es ver y reconocer en qué sitio se
hallaba. Ha quedado atrás el paisaje siniestro que le ofreciera el tercer canto
del infierno, empieza ahora a comprobar que lo anunciado en la puerta de ese
peculiar averno es real, tristemente real. El canto IV ofrece, a los ojos de
ese improvisado viajero, el sitio más cruel e injusto del infierno; estamos en
el limbo como quedó explicado líneas arriba.
Desde
el punto de vista de las sensaciones destacan las auditivas y las visuales; en
cuanto a las primeras, es el trueno que conmueve al paisaje y despierta al
personaje; en lo relativo a las segundas, prevalece la oscuridad: no se puede
distinguir, pero sí se escuchan los lamentos eternos de quienes están aquí
condenados.
En los
versos que siguen subrayo, de nuevo, las impresiones sensoriales auditivas
—rumor de lamentos eternos—, visuales —sombrío, insondable y brumoso—; estas
últimas, se ofrecen a los ojos del protagonista con tanta fuerza, que le
resulta imposible diferenciar un objeto de otro. La descripción de lo que
escucha y lo que ve, se asocia al estado de ánimo del personaje y se puede
establecer una relación de semejanza entre uno y otro.
Vero è che ’n su la
proda mi trovai
de la valle d’abisso
dolorosa
che truono accoglie
d’infiniti guai.
Oscura e profonda era
e nebulosa
tanto che, per ficcar
lo viso a fondo,
io non vi discernea
alcuna cosa.[63] (27).
Interviene
el guía para decirle al protagonista de la epopeya:
«Or discendiam qua giù
nel cieco mondo»,
cominciò il poeta
tutto smorto:
«io sarò primo, e tu
sarai secondo».[64] (27).
Subrayo
la expresión “mundo ciego”, porque dicha figura retórica adopta la forma de una
sinécdoque, puesto que ciegos son los que allí llegan al no poder ver, en medio
de las tinieblas, que todo lo ocultaban; además se alude de un modo
perifrástico al castigo de los habitantes de este cuarto círculo; ellos son los
que no conocieron al verdadero dios y por esta causa estarán privados, por toda
la eternidad, de tan ansiado privilegio. Es ésta una expresión más de la
injusticia que se comete con los habitantes del reino de las sombras. La
teología cristiana se opone, como sucederá en otros momentos del recorrido
extraterreno, a la peculiar teología dantista. La primera, creó un cuarto reino
para someter allí de un modo incomprensiblemente cruel, a los que en la tierra
fueran privados de la luz divina; pero más cruel aún, si observamos que en el
pensamiento católico medieval se incluyó
a quienes, vivieron antes de la venida de Jesús a este mundo, también a
los niños que murieron sin ser bautizados. Los primeros no pudieron llegar a
conocer lo que aún no existía, los segundos, están exentos de un castigo que de
ninguna manera les corresponde llevar: su inocencia y su tierna figura los
exime de toda sanción. Por lo tanto, no es necesario explicar el alto grado de
irracionalidad que en este contexto se ofrece.
Dante
irrumpe en el satánico espacio virtual en el que nos hallamos, no sólo
castigando a inocentes, sino también ubicando a tal reino de las sombras en el
mismo infierno; por este sólo hecho el limbo se vuelve eterno, cuando en la
teología católica, evolucionará, con el transcurso de los siglos, hasta
convertirse en un lugar que nunca existió.
En los
versos que siguen se plantean los siguientes motivos para la reflexión:
1.
Dante
siente miedo al ver el temor de su maestro:
E io, che del color mi
fui accorto,
dissi: «Come verrò, se
tu paventi,
che suoli al mio
dubbiare esser conforto?»[65]. (27).
2.
Virgilio
le responde con alusión a la angustia de los que,
habitan en este abismo. Por eso, en su rostro, no hay en
realidad terror, sino compasión al ver a quienes sufren sin merecerlo:
Ed elli a me:
«L’angoscia de le genti
che son qua giù, nel
viso mi dipigne
quella pietà che tu per-tema
senti[66]. (27).
En
seguida lo exhorta para que continúen su camino, porque todavía falta mucho por
recorrer. Es en ese momento, cuando ambos entran en el primer círculo del infierno,
en donde el sufrimiento no castiga con tanta crueldad como sucederá en los otros
círculos, que poco a poco irán apareciendo en el recorrido de ambos poetas:
Andiam, ché la via
lunga ne sospigne!».
Così si mise e così mi
fe’ intrare
nel primo cerchio che
l’abisso cigne[67]. (27)
Agrega:
Quivi, secondo che per
ascoltare,
non avea pianto mai
che di sospiri,
che l’aura etterna
facevan tremare;
ciò avvenia di duol
sanza martìri
ch’avean le turbe,
ch’eran molte e grandi,
d’infanti e di femmine
e di viri[68]. (27).
Las
sensaciones auditivas cumplen aquí un horroroso papel; no se oían lamentos,
sino suspiros. Esos lamentos expresaban nostalgia por el don perdido. Había en
ese sitio, de inconfundible horror, muchos, pero muchos niños, mujeres y
varones. Esos niños que lloraban por la madre ausente y que añoraban un pecho
que no alcanzó a amamantarlos; esas mujeres que expresaban la desesperación de
hallarse apartadas de su dios, no por sus pecados, sino por circunstancias
ajenas a ellas mismas, que las alejaron del bien supremo; esos varones que
cumplieron en la tierra con la ley que sus contemporáneos les dictaron, pero
que no podían imaginarse que existía otra autoridad aún mayor, que los
castigaría por no rendir tributo, al bien desconocido.
En
seguida comienza la presentación de algunos de los sometidos en este recinto.
El buen maestro, es decir, Virgilio, empieza explicando, ante la pregunta del
viajero, quiénes son esas almas que allí se encuentran: no son pecadores, pero
no hicieron el mérito suficiente para alcanzar el paraíso; ellos no pudieron
recibir el bautismo que es la puerta de la fe que “tú profesas”, le dice a
Dante. El propio Virgilio pertenece a este lugar, la única pena que los une a
todos consiste en “vivir con un deseo que no podrán alcanzar nunca.”
Lo buon maestro a me:
«Tu non dimandi
che spiriti son questi
che tu vedi?
Or vo’ che sappi,
innanzi che più andi,
ch’ei non peccaro; e
s’elli hanno mercedi,
non basta, perché non
ebber battesmo,
ch’è porta de la fede
che tu credi;
e s’e’ furon dinanzi
al cristianesmo,
non adorar debitamente
a Dio;
e di questi cotai son
io medesmo.
Per tai difetti, non
per altro rio,
semo perduti, e sol di
tanto offesi,
che sanza speme vivemo
in disio»[69]. (28).
El
corazón del poeta, sensible al dolor humano, se ve invadido por una profunda
amargura, continuando así el alcance catártico de este recorrido infernal,
precisamente, porque sabe que hay muchas personas valiosas olvidadas en este
círculo:
Gran duol mi prese al
cor quando lo ’ntesi,
però che gente di
molto valore
conobbi che ’n quel Limbo
eran sospesi[70]. (28).
El carácter interrogativo de la presencia
del protagonista continúa predominando, al interrogarle acerca de si algunos de
estos desdichados, no han alcanzado a salir de aquí:
«Dimmi, maestro mio,
dimmi, segnore»,
comincia’ io per voler
esser certo
di quella fede che
vince ogne errore:
«uscicci mai alcuno, o
per suo merto
o per altrui, che poi
fosse beato?»[71]. (28).
Virgilio
le responde aclarándole que él era nuevo en este recinto, cuando vio descender
a alguien, coronado con el signo de victoria; ese alguien era Jesús, pero como
no puede ser nombrado en el infierno, se alude a él con una perífrasis; éste,
quien después de morir en la cruz de los romanos, baja, en una especie de
catábasis, a los infiernos, para rescatar a los justos y olvidar allí para
siempre a los eternos pecadores. Quien al leer este párrafo vuelva a pensar en
la injusticia divina, creo que tiene toda la razón del mundo. Dante mismo lo
sabe, por eso al ofrecer el catálogo de aquellos que fueron liberados del
limbo: Adán, Abel, Moisés, Abraham, el rey David, Jacob, Isaac, Raquel y los
hijos de Isaac, para cerrar sus reflexiones con aquello de “a muchos más a
quienes trocó en bienaventurados”. [72]
(28).
E quei, che ’ntese il
mio parlar coverto,
rispuose: «Io era
nuovo in questo stato,
quando ci vidi venire
un Possente,
con segno di vittoria
coronato.
Trasseci l’ombra del
primo parente,
d’Abel suo figlio e
quella di Noè,
di Moïsè legista e obidïente;
Abraàm patriarca e
Davìd re,
Israèl con lo padre e
co’ suoi nati
e con Rachele, per cui
tanto fe’;
e altri molti, e
feceli beati:[73] (28).
[…]
El
narrador autodiegético ha nombrado ya a los que lograron escapar por sus
méritos de tan triste recinto, ha abierto también un enorme paréntesis para
referirse a los otros, que el hijo de Dios se llevó con él, convirtiéndolos en
bienaventurados.
Faltan
ahora los hombres ilustres, quienes están aquí por el increíble error de no
haber conocido a aquél que muchos siglos después, vendría a la tierra para redimir a los pecadores.
Ellos serán, según el criterio del severo juez, que es Dante: Homero, Horacio,
Ovidio, Lucano. Como se halla además el propio Virgilio, Alighieri se atreve a
decir, en uno de esos arranques comprensibles, en donde la modestia está
ausente, que él era el sexto entre los cinco sabios. Iban juntos “hablando de
cosas que es bueno callar, donde era bueno hablar de ellas allí en donde yo
estaba”, dice el narrador:
Lo buon maestro
cominciò a dire:
«Mira colui con quella
spada in mano,
che vien dinanzi ai
tre sì come sire.
Quelli è Omero poeta
sovrano;
l’altro è Orazio,
satiro, che vene;
Ovidio è ’l terzo, e
l’ultimo Lucano.
Però che ciascun meco
si convene
nel nome che sonò la
voce sola,
fannomi onore; e di
ciò fanno bene».
Così vidi adunar la
bella scola
di quel segnor de
l’altissimo canto
che sovra li altri
com’aquila vola.
Da ch’ebber ragionato
insieme alquanto,
volsersi a me con
salutevol cenno;
e ’l mio maestro
sorrise di tanto.
E più d’onore ancora
assai mi fenno,
ch’e’ sì mi fecer de
la loro schiera,
sì ch’io fui sesto tra
cotanto senno.
Così andammo infino a
la lumera,
parlando cose che ’l
tacere è bello,
sì com’era ’l parlar
colà dov’era[74]. (31-32).
Después
de presentar a los personajes anteriormente mencionados, ofrecerá una
descripción del “noble castillo”.
Dice el narrador:
Venimmo al piè d’un
nobile castello,
sette volte cerchiato
d’alte mura,
difeso intorno d’un
bel fiumicello[75]. (32).
Es
éste un espacio reservado para quienes Dante considera como pinturas destacadas
del mundo antiguo. Entre otros nos permitimos subrayar a Electra, Héctor,
Eneas, César, Camila, Pentesilea, Lavinia, Sócrates, Platón, Demócrates y
muchos más.
Siguen
su camino. Dejan atrás al noble castillo y se ofrecen a continuación los
nombres de otras personalidades, que quien relata los hechos rescata de un
pasado glorioso. Afirma lo siguiente:
Questo passammo come terra dura;
per sette porte intrai con questi savi:
venimmo in prato di fresca verdura.
Genti v'eran con occhi tardi e gravi,
di grande autorità ne' lor sembianti:
parlavan rado, con voci soavi.
Traemmoci così da l'un de' canti,
in luogo aperto, luminòso e alto,
sì che veder si potien tutti quanti.
Colà diritto, sopra 'l verde smalto,
mi fuor mostrati li spiriti magni,
che del vedere in me stesso n'esalto.
I' vidi Elettra con molti compagni,
tra ' quai conobbi Ettor ed Enea,
Cesare armato con li occhi grifagni.
Vidi Cammilla e la Pantasilea
da l'altra parte, e vidi 'l re Latino
che con Lavina sua figlia sedea.
Vidi quel Bruto che cacciò Tarquino,
Lucrezia, Iulia, Marzia e Corniglia;
e solo, in parte, vidi il Saladino.
Poi ch'innalzai un poco più le ciglia,
vidi 'l maestro di color che sanno
seder tra filosofica famiglia.
Tutti lo miran, tutti onor li fanno:
quivi vid' io Socrate e Platone,
che 'nnanzi a li altri più presso li stanno:
Democrito che 'l mondo a caso pone,
Diogenès, Anassagora e Tale.
Empedoclès, Eraclito e Zenone;
e vidi il buono accoglitor del quale,
Dioscoride dico; e vidi Orfeo,
Tullio e Lino e Seneca morale;
Euclide geomètra e Tolomeo,
Ipocrate, Avicenna e Galieno,
Averroìs, che 'l gran comento feo.
Io non posso ritrar di tutti a pieno,
però che sì mi caccia il lungo tema,
che molte volte al fatto il dir vien meno[76]. (32).
El canto concluye cuando, al decir del
narrador: “La compañía de seis se reduce a dos”. Ahora los espera el espacio
inmarcesible del segundo círculo del infierno. En este segundo círculo
encontrará a los castigados por el pecado de lujuria y dialogará con dos de
ellos.
Los
últimos versos del canto IV:
La sesta compagnia in due si scema:
per altra via mi mena il savio duca,
fuor de la queta, ne l'aura che trema;
e vegno in parte ove non è che luca[77]. (32).
Análisis del canto V
El contrapaso como recurso estilístico.
Paolo e Francesca: Culpa y castigo.
Los
condenados de este sitio se entregaron a la lujuria en la vida terrena: es el
segundo círculo del infierno.
Comienza
con una breve aclaración a cargo del personaje y con la presentación de Minos,
quien cumple con la función de oír a los condenados y arrojarlos al abismo.
Introducción
Minos cumpliendo su labor.
Dice el narrador:
Così discesi del
cerchio primaio
giù nel secondo, che
men luogo cinghia
e tanto più dolor, che
punge a guaio.
Stavvi Minòs
orribilmente, e ringhia;
esamina le colpe ne l'entrata,
giudica e manda,
secondo ch'avvinghia.
Dico che quando
l'anima mal nata
li vien dinanzi, tutta
si confessa;
e quel conoscitor de
le peccata
vede qual luego
d'inferno è da essa:
cignesi con la coda
tante volte,
quantunque gradi vuol
che giù sia messa.
Sempre dinanzi a lui
ne stanno molte:
vanno a vicenda
ciascuna al giudizio;
dicono e odono, e poi
son giù volte[78]. (33).
Al
analizar esta primera parte, retomo lo dicho en el canto III en relación con la
presencia de los elementos paganos en la literatura dantista; esta conexión
temática entre la literatura del humanismo y la helénica me permite observar,
cómo los conceptos ya trabajados por Homero en sus dos grandes epopeyas,
reaparecen en el pensamiento del estilo dantista que representa el poeta
florentino. Al mismo tiempo resalto la intertextualidad con el canto VI de la Eneida,
aunque los referentes conceptuales han sido modificados, continúan presentes
los elementos creados por Virgilio, a quien el narrador de Dante sigue como
fiel discípulo.
Ya
en el canto I comentado supra, Dante confiesa a Virgilio como su maestro
y le rinde un tributo muy especial. Tal hecho es completamente cierto, porque
el florentino, si bien retomará los temas presentados por Virgilio, los
desarrollará de manera más extensa, les dará una estructura que en la Eneida
no aparecía y recreará todo un universo, apoyándose prácticamente en el
canto VI de la obra virgiliana.
En
el canto III aparece la figura macabra de Carón que conduce a las almas de una
orilla a la otra del Aqueronte. Lo relativo a este río y sus afluentes y la
trascendencia que se le daba en la mitología griega fue explicado
anteriormente. En seguida comentaré el intertexto que el maestro florentino
toma de Virgilio, con el objetivo de señalar los límites entre la fuente y el
original dantista.
El intertexto
Para que me entiendan mejor, me permito
recordar sólo algunos de los leitmotiv virgilianos que aparecen en el
canto ya mencionado, los cuales Dante encara con un toque muy personal.
1.
En primer lugar, la Sibila de Cumas cumple en la Eneida
el papel que le tocará desempeñar a Virgilio en la Comedia. Lo guía
por el hades y le muestra el camino para llegar al encuentro de su padre
Anquises. El motivo poético de la Sibila asienta en la tradición griega y ésta
simboliza, en la Eneida, a la sabiduría necesaria para comprender y
explicar el misterioso reino escatológico, de aquellos que ya han dejado la
tierra. En la Comedia, Virgilio representa al conocimiento que orientará
al toscano por los complejos reinos de la muerte, los cuales se manifiestan en
su triple papel de: castigo, purificación y redención.
En ambas obras hay una filosofía, una
cosmogonía y una mitología.
La filosofía, en los dos poetas, posee una
condición ecléctica —reúne y concierta valores, doctrinas y tendencias de
sistemas diversos—. En Virgilio[79] (2018:
77-98), es el mito de Orfeo con su propia catábasis, el sistema pitagórico y el
aliento platónico. En Dante, prevalecen los aportes de Platón y Aristóteles,
seguidos por la interpretación de este último por Averroes, el tomismo escolástico, el mito de Beatriz, el simbolismo de la
voluntad como poder que mueve al mundo, y
la sabiduría de Salomón (2011: 207-234)[80]. Todo
ello, en un contexto ecléctico, en donde se retoma el esquema numérico
pitagórico, para dar ingreso a su concepción escatológica cabalística que comentaremos infra; mediante
estas interpretaciones se pretende
explicar el otro universo, el de la muerte y el dejar de ser. Veo a
Dante como un respetuoso discípulo histórico de Virgilio, permeado este
mecenazgo cultural por las enormes figuras de Pitágoras, Platón y Aristóteles
fundamentalmente.
La
cosmogonía de la Eneida asienta en el mito fundacional de Roma, en este
sentido la obra mencionada es la epopeya del destino. La Comedia
representa un recorrido por el mundo interior del ser humano: del pervertido
pecador del infierno, del arrepentido habitante momentáneo del purgatorio y del
individuo salvado gracias a la omnipotencia de Dios. Por ello, la obra cumbre
de Dante es considerada como la epopeya del hombre, en el más amplio sentido
del término, en esto radica su propia cosmogonía.
La
mitología se encuentra en Virgilio dada a través de las figuras del panteón
romano, que él rescata. Es una —valga la aparente redundancia— mitología
pagana. La de Dante es una mitología cristiana, en donde las pinturas de la
religión griega destacan.
2.
Carón —Charon en el original latino— será el barquero
encargado de trasladar a las almas. Pero su apariencia es desagradable. Dante
también le llama “Carón” y no Caronte como aparece en muchas traducciones de esta
comedia. Es el barquero que conduce la nave en el viaje postrero del hombre, de
acuerdo con la concepción dantista, lo cual simboliza, además, un desplazamiento
lleno de alternativas maravillosas, en donde el individuo humano, que
representa Eneas y Dante respectivamente, lucha por sobrevivir.
3.
El río Aqueronte que “vomita todas sus arenas en el
Cocito” (1987:108) es el locus terribilis, es decir, el lugar de la
muerte en donde el cronos está
representado por la eternidad, en la cual no existe forma de evaluar el
instante, a no ser por su carga de horrible sufrimiento.
4.
Los estanques del Cocito y la laguna Estigia representan
el fúnebre paisaje recreado por Dante también.
5.
Minos cumple un papel muy breve en el caso del mantuano;
en el toscano, el carácter y personalidad de este monstruo, está mucho más
desarrollado y su papel como juez infernal es estéticamente genial.
La contradanza vuelve a ser un elemento de
estilo importante. En la tierra fue un juez justo y ecuánime. En el infierno es
juez también, pero su única misión consiste en organizar los castigos. Además,
al obligar a los condenados a confesar sus faltas, los orilla a renovar el
dolor que tales errores le provocaron, como lo dirá Francesca en este mismo
canto.
6.
En el hades están reunidos culpables e inocentes. No
existe ni un purgatorio ni un paraíso.
Minos
En cuanto al tema que representa Minos, el
análisis me obliga a diferenciar entre Minos, el personaje que cumple la
función de seudo juez en el presente canto del infierno; y Minos, el personaje
de la mitología griega que fuera colocado en el hades como juez infernal
también, junto a Eaco y Radamanto.
En
relación con el segundo de los nombrados, dejo constancia que las leyendas
cretenses —entre éstas se encuentra la de Minos—pasaron muy pronto al
Continente y formaron la base de la mitología helénica, aunque padeciendo
ciertas transformaciones. En su gran mayoría estas leyendas cristalizaron en
torno a la figura del poderoso rey Minos.[81]
Por
su parte, Minos se casó con Pasifae y tuvo con ella varios hijos. En cierta
ocasión, el rey de los mares, Poseidón, irritado contra Minos, infligió a éste
el terrible castigo de ver cómo su esposa concebía una monstruosa pasión por un
toro, al que se unió, y de cuya unión nació el Minotauro.
Ahora
bien, a raíz del asesinato de su hijo Androgeo por los atenienses, Minos asedió
Atenas. Con anterioridad había puesto sitio a Mégara y vencido al rey Niso
gracias a la traición de Escila, hija del rey, la cual, impulsada por su amor a
Minos, arrancó de la cabeza de su padre un cabello de oro, del que dependía la
salvación de la ciudad. Aunque beneficiándose de la traición, Minos castigó a
la traidora sumergiéndola en el mar Sarónico. Más tarde, los dioses
metamorfosearon en alondra a la exaltada amante.
Con
Atenas, Minos tuvo menos suerte. Como la guerra amenazaba eternizarse, imploró
la ayuda de Zeus, y éste azotó la ciudad con una epidemia. Para verse libres de
tal calamidad, los atenienses estuvieron de acuerdo con enviar anualmente a Minos
el oneroso tributo de siete jóvenes y siete doncellas, destinados a ser pasto
del Minotauro. Fue Teseo quien liberó a esta ciudad de la odiosa servidumbre.
El
Minotauro, que se alimentaba exclusivamente de carne humana, fue encerrado por Minos
en el Laberinto, infranqueable palacio construido por el ingenioso Dédalo.[82] (Guirand, 1965:
265-266)
Hasta
aquí el Minos de la mitología griega.
El
personaje presentado por Dante se inspira naturalmente en el helénico, aunque
es necesario plantear diferencias.
Ambos
tienen en común el hecho de ser jueces, pero el Minos dantesco reúne tan sólo
la fachada de autoridad que representara su homónimo griego. Si este último
constituyó en Creta un ejemplo de la impartición de justicia, el que aparece en
el canto V del infierno, es tan sólo una pavorosa caricatura de aquél, puesto
que escucha a los condenados sólo para castigarlos, y no cabe la más mínima
posibilidad de reconsiderar las situaciones que oye.
En
la horrible perspectiva del infierno, los condenados que se forman para ser
escuchados por Minos, sólo lo hacen para aumentar un poco más su sufrimiento,
merced a la espantosa espera; además, cumplen con el papel de repetir los
errores cometidos en la tierra, para saber qué círculo les corresponde ocupar
por toda una eternidad. Insisto en señalar que Minos no puede absolver a nadie.
Sólo reconoce a los pecadores por una suerte de alquimia del destino, que le
permite hurgar en el pasado de cada uno de ellos, para señalarles el sitio que
les corresponde ocupar, mediante los movimientos de la cola. La situación se
plantea en el marco de una enajenada acción febril, tanto sea por parte del
monstruo infernal, como por parte de los que allí llegan a escuchar su
sentencia. Controvertida misión la que el destino le ha encargado al esposo de
Pasifae; si hurgáramos en el futuro mediante una prolepsis alucinante, podremos
ver a Minos, cuando ya no haya hombres para castigar, de qué manera continuará
escuchando pecados inexistentes, enrollándose su cola una y mil veces en un
acto de impensable locura y atroz realización. La tierra podrá deshacerse, pero
los reinos de ultratumba seguirán por toda una eternidad; pero es una
perpetuidad inimaginable que nuestra pobre mente humana no puede abarcar; sólo
Dios y los dioses lo saben. En este sitio no puede haber perdón, a pesar del
simulacro de confesión con que me encuentro de pronto. Las almas se
arrepentirán tardíamente; pero así es el hombre al que alguna vez
pertenecieron: si volviera a nacer repetiría las mismas acciones, cual nuevo
Sísifo retornaría —empecinadamente— tras la pesada roca fatal. Al mismo tiempo,
Minos está lleno de una comprensible furia. Él representa el peso del destino
que se yergue implacable sobre el desamparado infractor.
Complementariamente,
no hay que olvidar que existe también, una directa relación entre el lugar en
el cual se encuentran los demonios infernales y los hechos que les tocaron
vivir; creemos que en Minos, esta situación se hace más evidente y que él
estuvo cerca de acontecimientos relacionados con la lujuria; sin ir más lejos,
recordemos el odioso pecado de Pasifae y la inhumana actitud del rey para con
el hijo, mitad toro y mitad hombre, a quien condenó a vivir en un laberinto
para no ver así el resultado de los excesos de la reina.
Minos advierte a Dante, mientras Virgilio
responde con la autoridad que le otorga el destino:
O tu, che vieni al
doloroso ospicio,
disse Minòs a me,
quando mi vide,
lasciando l'atto di
cotanto offizio:
guarda com’ entri, e
di cui tu te fide:
non t’ inganni l’ampiezza
dell’ entrare!”
E il duca mio a lui:
Perchè pur gride?.
Non impedir lo suo
fatale andare:
vuolsi così colà dove
si puote
ciò che si vuole, e più non dimandare” [83] (33).
La actitud de Minos hacia el viajero
infernal es semejante a la adoptada por Carón en el canto III. La intervención
de Virgilio pone nuevamente las cosas en su lugar. Al igual que en el estilo de
los cantares de gesta medievales, la serie de Carón y la de Minos son series
gemelas, que enriquecen el estilo mediante la repetición que conduce a una
misma conclusión.
A
su vez, la voz de Minos se deja oír sólo para advertir a Dante, insinuando
implícitamente, que la compañía de Virgilio no es la más adecuada. El infierno
es el reino de la mentira y la simulación, por ello, el hecho de ser guiado por
un condenado de este reino es más que suficiente para sospechar. En sus
palabras emerge un intertexto implícito, que me hace sonreír irónicamente al
oír al horrible monstruo, citando un pasaje del evangelio bíblico, cuando
sugiere que, si bien la entrada a este reino es ancha, no será tan sencillo
salir de aquí[84].
El narrador permite que interactúen dos tradiciones opuestas, como lo son la
griega clásica y la también clásica obra de los hebreos.
La cábala dantista
En relación con los números cabalísticos de
la Comedia, me permito recordar cuáles son y qué papel desempeñan. El
número 3 y el 9 representan a los más
conocidos, porque se sabe que la disposición de la Comedia es ternaria.
Al respecto les recuerdo lo siguiente: El verso utilizado es el terceto, se
trata de tres reinos de ultratumba; además, cada una de estas divisiones
llamadas cantigas, están compuestas por 33 cantos, con la excepción del infierno
que tiene 34, puesto que debo incluir el canto introductor a toda la obra, como
ya quedó explicado. El total de cantos es de 100, este número se obtiene de
sumar 33+33+33= 99, más la unidad (1) que actualiza la imagen del Dios
todopoderoso y que da como resultado final 100, el número perfecto por incluir
las cifras ternarias ya expuestas. Complementariamente, el 9 es la cifra
asociada a Beatriz en La vita nuova.
El 7 y el 22.
Siete son las divisiones del purgatorio y
siete son también los pecados capitales. El 22 está ligado al 7 por la relación
22/7= p, que es la expresión aproximada de la relación entre la circunferencia
y el diámetro; de manera que el conjunto de estos dos números representa el
círculo, que para Dante y los pitagóricos es la figura perfecta: todas las
divisiones de cada uno de los tres mundos tienen una forma circular.
Considérense los nueve círculos del infierno que descienden desde la selva
oscura hasta Lucifer; las 7 terrazas concéntricas del purgatorio que ascienden
desde la falda del monte, en donde encuentra a Catón de Útica, hasta el paraíso
terrestre y los 9 cielos del paraíso, desde el cielo de la luna hasta llegar a
contemplar el inefable arcano de la trinidad.
Por último, el 515
y el 666, los cuales se alternan de modo irregular, al mismo tiempo que se
oponen el uno al otro en el simbolismo de Dante. El 666 en el “Apocalipsis” es
el número de la bestia, el 515 es la antítesis de éste. 666 es Lucifer y 515 es
el poder divino, que simboliza la antítesis del aspecto aterrador que representa
Lucifer con sus tres rostros, en los cuales se martiriza a los condenados por
antonomasia del Infierno: Judas, Casio y Bruto. Ellos son la imagen del mayor
mal que pueda concebirse, sus víctimas son el 515, es decir, lo positivo, lo
destacable: Jesús y Julio César. Me sigue pareciendo irreverente poner junto a
la figura del Mesías del Nuevo testamento al caudillo romano. Pero Dante no lo
piensa de este modo y, por ello, es válido subrayarlo de tal manera (Cfr. Guenon,
René (2016), en https://www.thunumerology.com/el-simbolismo-de-los-numeros-en-la-divina-comedia-de-dante/). (Consultado el 29 de septiembre de 2022).
El horroroso espectáculo de los condenados
Los estorninos, las grullas
El aporte de ficción y horrenda fantasía
que conlleva la poética dantista es considerable; ha elegido los castigos de
acuerdo con la condición del castigado, acorde con una gradación decadente, a
medida que se avanza de círculo en círculo el horror resulta manifiesto de un
modo plásticamente notable. Las sensaciones auditivas destacan: “dolenti note”
y “molto pianto mi percuote”.
Esas
notas dolientes y el intenso llanto golpean los oídos y el alma del viajero. No
puedo negar que hay una manifiesta solidaridad del florentino hacia aquellos a
quienes visita, en horripilante recorrido. En algunos de estos condenados se ve
reflejado el poeta; en otros, sólo la natural piedad humana y la afligida
misericordia, lo conducen a un pensamiento lleno de nostalgia y angustia
comprensiva.
Ora incomincian le
dolenti note
a farmisi sentire; or
son venuto
là dove molto pianto
mi percuote.
Io venni in luogo
d'ogni luce muto,
che mugghia come fa
mar per tempesta,
se da contrari venti è
combattuto.
La bufera infernal,
che mai non resta,
mena li spirti con la
sua rapina;
voltando e percotendo
li molesta.
Quando giungon davanti
a la ruina,
quivi le strida, il
compianto, il lamento;
bestemmian quivi la
virtù divina.
Intesi ch'a così fatto
tormento
enno dannati i
peccator carnali,
che la ragion
sommettono al talento.
E come li stornei ne
portan l'ali,
nel freddo tempo, a
schiera larga e piena,
così quel fiato li
spiriti mali:
di qua, di là, di giù,
di su li mena;
nulla speranza li
conforta mai,
non che di posa, ma di
minor pena.
E come i gru van
cantando lor lai,
facendo in aere di sé
lunga riga,
così vidi venir,
traendo guai,
ombre portate da la
detta briga;[85] (33-34).
Complementariamente
con lo ya dicho, no sé si Dante sabría lo suficiente sobre estorninos y
grullas, pero su presencia para dibujar los dos grandiosos símiles es acertada.
Los estorninos, por ejemplo, vuelan en bandadas como los dibuja el narrador, lo
hacen de este modo, para distraer a los depredadores. He aquí la ironía que
conlleva esta comparación: las almas de los lujuriosos no pueden evadir al
viento furioso que los arrastra y golpea contra la muralla. Además, los
estorninos tienen una característica curiosa: son capaces de imitar los sonidos
de su entorno. Por ello, la impresión sensorial que prevalece es la visual:
compactas bandadas; la auditiva se sugiere implícitamente, porque son capaces
de llevar a cabo el acto ecoico ya señalado. Los condenados dejan escapar
alaridos y gritos de dolor, si bien no imitan de manera reconocible algún
sonido, igual reproducen el sufrimiento, derivado de las acciones que en la
vida los llevaron a cometer los errores por los cuales son martirizados. Se
trata de los pecadores carnales, que sometieron la razón a sus capacidades para
evitar el atractivo de la carne —el original dice: “che la ragion sommettono il
talento”—; que no pudieron evitar el atractivo de dos cuerpos excitados que
convocaban al placer. Recuerdo las palabras de un lejano maestro freudiano de Psicología, quien decía que, si no
tuviéramos la capacidad de razonar y controlarnos, arremeteríamos contra el
otro sexo como animales en celo. Las figuras dantescas no pudieron hacerlo, por
ello, deben pagar el precio horrendo que el infierno les reclama. El símil de los
estorninos dice así: “E come li stornei ne portan l'ali, nel freddo tempo, a
schiera larga e piena.” Son,
además, aves migratorias; los pervertidos habitantes de este lugar no tienen la
opción de trasladarse a otro espacio; sólo vuelan obligados por la implacable
corriente de aire que los martiriza, constreñidos en el escaso sitio del
segundo círculo. De este modo, el recurso multicitado del contrapaso cumple un
papel relevante en el símil.
Al
mismo tiempo, la musicalidad del verso dantista aparece reflejada con una
genialidad notable cuando dice: “così quel fiato li spiriti mali: di qua, di
là, di giù, di sù li mena;” Los espíritus son llevados “arriba, abajo, acá y
allá”. Observen el movimiento discursivo particularmente lúdico, en donde
resaltan lo visual y la ausencia de quietud. A su vez, los deícticos: “di qua,
di là”, trasmiten la noción de lo no dicho, pero sugerido.
En
el caso de las grullas, que a diferencia de los estorninos son bastante
grandes, ellas dejan escapar sonidos musicalmente bellos y entrecortados, en
una sucesión sonora que no parece armonizar con los desgarradores aullidos que
pueden oírse en este círculo: “E come i gru van cantando lor lai, faccendo in
aere di sé lunga riga”,
En este caso, las impresiones sensoriales
auditivas son las dominantes, sin dejar de lado la visual, que ocupa un lugar
importante. Es el arte de dibujar la naturaleza por parte del narrador, para
enmarcar el contraste entre lo vivo en la tierra y lo muerto en el infierno.
Puedo ver la tromba infernal que arrastra a los miserables que allí se hallan, y la
consecuente presentación de los condenados por el pecado de lujuria. En este
caso, y como ya lo había hecho antes, el narrador respeta la relación que lo
conduce de lo general a lo particular: primero se dice que los torturados van
en grupos y así son maltratados por la horrible tromba; inmediatamente da
nombres de personajes famosos de la historia que son martirizados en ese sitio.
Además,
se marcan las características del castigo impuesto a los lujuriosos, que son
arrastrados por una tromba infernal, golpeados contra una muralla. Se cumple
nuevamente la ley del contrapaso, porque los que en vida se dejaron llevar por
la tromba figurada de la pasión y les resultó placentero, en la muerte son
arrastrados contra su voluntad por otro huracán que los castiga duramente.
Pecadores rescatados
del ayer:
Per ch'i' dissi:
“Maestro, chi son quelle,
genti che l’ aura nera
sì gastiga?”
“La prima di color di
cui novelle
tu vuo’ saper”, mi
disse quelli allotta,
“fu imperadrice di
molte favelle.
A vizio di lussuria fu
sì rotta,
che libito fe’ licito
in sua legge
per tôrre il biasmo in
che era condotta.
Ell’ è Semiramìs, di
cui si legge
che succedette a Nino
e fu sua sposa;
tenne la terra che ‘l
Soldan corregge.
L’ altra è colei che
s’ ancise amorosa,
e ruppe fede al cener
di Sicheo;
poi è Cleopatràs
lussurïosa.
Elena vedi, per cui
tanto reo
tempo si volse, e vedi
il grande Achille
que con Amore al fine
combatteo.
Vedi Parìs, Tristano”;
e più di mille
ombre mostrommi e
nominommi, a dito,
ch'amor di nostra vita
dipartille.
Poscia ch'io ebbi il
mio dottore udito
nomar le donne antiche
e' cavalieri,
pietà mi giunse, e fui
quasi smarrito[86]. (34-37).
Los condenados que aquí se mencionan son: Semíramis,
Dido, Cleopatra, Elena, Aquiles, Paris y Tristán. Nos llama la atención
observar a Dido en este círculo, porque su lujuria, mejor llamarle su amor, fue
motivada por el ansia de gloria de Eneas, ella no hizo más que caer prisionera
de su discurso.
La
elección de estos personajes de la historia mítica creo que no es casual, sólo
obedece a ciertos prejuicios del autor. Pretende hacernos creer que todos ellos
tienen en común el pecado carnal, pero más allá de eso olvida que ellos poseen
innegables virtudes que el narrador pasa por alto: Semíramis gobernó durante
muchos años en su tierra natal, lo hizo con una capacidad inigualable para su
condición de débil mujer; y aclaro que esto sucedía de acuerdo con la época, en
donde era impensable que una fémina pudiera llegar a ostentar el poder. Igual
que Cleopatra, quien ejerció el mencionado poder con sabiduría e inteligencia;
cuando no podía resolver por sí sola los asuntos de estado, era capaz de
seducir, con su presencia y sus modales, al hombre que habría de apoyarla: son
famosos los casos de los jerarcas romanos Julio César y Marco Antonio. Si el
sexo le servía para alcanzar estos fines, estaba, pienso, bien utilizado,
aunque Dante la censura de un modo radical y terminante. Dido fue también una
mujer que ostentó el poder, que perdió su equilibrio y estabilidad a partir de
la llegada de Eneas. La última de las féminas nombradas es Elena, la Elena de
la legendaria Esparta y que, según algunos juicios machistas, fue la causa de
la perdición de Troya. No quiero dejar de comentar los prejuicios que existían
en la edad media en torno a la mujer; en nada ayudaba —si de este modo se puede
decir— la actitud de la iglesia romana que desde sus orígenes fue misógina.
Para la iglesia, la fémina era un ente sucio y despreciable; sólo se olvidaban
estos prejuicios, cuando algunos o muchos de sus miembros, participaban en
orgías verdaderamente escandalosas; si es que hay alguna orgía que no lo sea.
Dante no podía —creo que no tiene la culpa de ello— escapar a esta idea
preconcebida de mujer, que predominaba en el período “oscuro” de la historia, como
dirían después los renacentistas, en quienes todos sus juicios estaban
permeados de subjetividad.
El narrador deja para el último lugar a los
hombres: Aquiles, Paris y Tristán. En lo que
tiene que ver con Aquiles, se insinúa algo que ya era vox populis en el ambiente helénico: su amor por Patroclo. El
narrador dice: “Tempo si volse, e vidi il grande Achille, che con amore al fine
combatteo”[87](34).
Me permito disentir
con la opinión generalizada de algunos críticos de la Comedia, quienes
defienden la tesis de que Aquiles peleó por Polixena, troyana de quien se
enamorara perdidamente y que fuera inmolada a este héroe después de su muerte.
Me parece que es ir demasiado lejos en la interpretación de algo que está tan
cerca. Según la Ilíada, Patroclo era el amigo de Aquiles y cuando éste
se niega a combatir, Patroclo le suplica que le permita pelear a él en su
lugar. Accede y le entrega sus armas. Éste es el primer acto de amor, porque
las armas eran sólo para quienes habían sido confeccionadas; Hefestos, el dios
de la fragua, las había hecho especialmente para Aquiles. En segundo lugar,
sólo la muerte de Patroclo lo obliga a regresar. Llora sobre su cadáver y sus
compañeros se ven obligados a detenerlo, cuando quiere salir al combate, sin
armas, para vengar con furia la muerte del ser más querido para él. Los gritos
de venganza del pelida dirigidos hacia los troyanos, son gritos de amor
desgarrado. Cuando mata a Héctor, el principal aliciente es el recuerdo vivo de
Patroclo. No olvidemos que la relación entre hombres en el contexto griego era
aceptada sin prejuicio alguno, porque consideraban que la unión sexual con un
ser del mismo sexo los hacía más poderosos, no así la relación con una mujer
que les disminuía su fortaleza.
Se halla también en ese sitio Paris, el seductor que
trajo la ruina sobre Troya; otro perjuro sexual es Tristán, quien cautivó a
Isolda traicionando a su tío Marco. Estas sombras recuerdan, con su escurridiza
figura, lo que fueron en la vida terrena. El narrador asocia con el sexo a la
traición, a la ninfomanía —Semíramis— a la seducción —Cleopatra y Paris— y a la
homosexualidad consensuada de la cultura griega clásica como el caso ya
comentado.
Dante desea hablar con
las almas que vuelan juntas.
Hay también miles de
espíritus que no se mencionan y que permanecen en un anonimato naturalmente
explicable. En seguida, la atención del personaje se fija en dos almas y desea
platicar con ellas. Llego así al momento más importante de este canto y también
de toda la Comedia, como lo sostiene De Sanctis citando a Michelle
Scherillo: “Para muchos la Divina Comedia no es sino dos nombres:
Francesca da Rímini y el conde Ugolino” (1945: 109-110, 280).
El narrador expresa un deseo que ha surgido de la
observación de la multitud de espíritus; de todos ellos ha escogido a dos que
vuelan juntos, o mejor, que unidos son arrastrados por el huracán impetuoso. Dice
al respecto:
Io cominciai: “Poeta,
volontieri
parlerei a quei due
che ‘nsieme vanno,
o paion sì al vento
esser leggieri”. (37).
En el marco de la confusión que invade todo aquel
espacio, en medio de la multitud de almas que luchan por no sufrir, en medio
del remolino del tormento, hay dos espíritus que parecen no responder a la
muchedumbre colectiva, se han apartado y vuelan unidos. Este hecho me dice que
la fuerza del amor es superior a ese maldito infierno. Pero no debemos
confundirnos, como le sucede a Virgilio quien, ante el requerimiento del
protagonista, le aconseja: “Vedrai
quando saranno più presso a noi; e tu allor li prega
per quello amor che i
mena, ed ei verranno”. (37).
Pero
bien, Virgilio no es un personaje independiente, él dice lo que Dante, el autor,
le permite sostener. Por lo tanto, me siento tentado a pensar que el narrador
—con deliberación y ventaja— hace caer al mantuano en un error. El infierno es
el reino del odio que marca a todos y a cada uno de los personajes que luchan
por morir nuevamente, aunque esto sea imposible. Por lo tanto, en este averno
dantesco no hay amor; Francesca y Paolo están unidos tan sólo por una nostalgia
de la pasión que los mancomunara en la tierra; si siguen juntos es parte del
castigo al que Dios los somete; mejor dicho, al que el propio Dante los ha
destinado.
El
protagonista les habla a ambos espíritus:
Sì tosto come il vento
a noi li piega,
mossi la voce: “O
anime affannate,
venite a noi parlar,
s’ altri nol niega!. (37).
Veo
que el personaje no ha hecho caso de la recomendación del mantuano; no les
habla en nombre del amor, porque si lo hubiera hecho se habría asemejado a una
ironía feroz, que las palabras de Francesca confirmarán infra. Se dirige
a ellos con afectuosos vocablos, es decir les habla con amor y no en nombre del
amor. Dante, ser vivo, es portador del amor y se los ofrece como un acto de fe
depositado en la sufriente coprotagonista.
Llego
así al símil tercero de este canto; antes habían sido los estorninos y las
grullas, ahora toca el turno a las palomas; a las tiernas palomas que en
ciertos pasajes de la cosmovisión griega se las consideró como animalillos
sensuales y muy apegados a su pareja. Dante sigue fiel a sí mismo, porque antes
había aludido a Semíramis y el nombre de esta reina significa etimológicamente
“paloma”. Vaya coincidencia, si de este modo le puedo llamar a la capacidad
creadora del florentino. Dice el poeta:
Quali colombe dal
disio chiamate,
con l'ali alzate e
ferme, al dolce nido
vegnon per l'aere dal
voler portate;
cotali uscir de la
schiera ov'è Dido,
a noi venendo per
l'aere maligno:
sì forte fu
l'affettuoso grido[88]. (37).
Menciona
por primera vez el nombre propio de Dido; versos antes se había referido a ella
mediante un eufemismo, es decir, un juego retórico que disfrazaba el verdadero
referente de la persona aludida. Había dicho: “La otra es aquella que se mató
por amor”. En un auténtico diálogo con su lector, ahora complementa lo que
anteriormente se había mencionado de forma indirecta, y da el pertinente
exacto. He aquí un modo de narrar en el
cual el diálogo con su lector está siempre presente.
Si
regreso al símil, éste termina con un auto reconocimiento, por parte del
narrador, en el que subraya que las almas habían respondido a su afectuoso
llamado, dando fundamento a mi interpretación expresada supra.
Paolo e Francesca
El último momento está
dado por el encuentro con Paolo y Francesca, el cual llena el corazón del poeta
florentino de sufrimientos contradictorios. Digo esto último, porque la
compasión es poco frecuente en este viajero del más allá. Cuando consigue que los
dos condenados se acerquen a él, habla sólo
Francesca mientras Paolo calla y llora —nueva expresión del contrapaso—,
porque quien habló en la tierra declarando su amor, en el infierno debe callar,
mientras escucha, en boca de su antigua amante, el relato de sus miserias:
“O animal grazioso e
benigno,
che visitando vai per l’aere
perso
noi che tignemmo il
mondo de sanguigno,
se fosse amico il re
de l’universo,
noi pregheremmo lui de
la tua pace,
poi ch’ hai pietà del
nostro mal perverso.
Di quel che udire e
che parlar vi piace,
noi udiremo e
parleremo a vui,
mentre che il vento,
come fa, ci tace[89]. (37).
Comienza
este espíritu sufriente con una invocación dirigida al florentino, mediante la
cual le llama: “O animal grazioso e benigno”. La expresión “animal” —ánima— se
refiere a quien tiene alma que lo mantiene vivo. Le llama además “grazioso”, es
decir que la gracia de Dios está con él, por último, lo tilda de “benigno”, que
es el elogio principal que se le puede ofrendar a alguien si estamos
convencidos de ello. Están pensando y yo también, que es un autoelogio; pero a
la luz de la poética dantista no hay que olvidar que, según lo consignado en el
canto I, el personaje ha sido elegido para llevar a cabo este desplazamiento de
la tierra al cielo. Por ello y a pesar de lo vanidoso que pueda parecer, el
narrador debe seguir fiel a lo expresado anteriormente. Insisto en que ésta es
la epopeya del hombre, Dante es ese hombre que ha decidido auto premiarse con
el mayor don que cristiano alguno pueda alcanzar; él es el héroe de esta
epopeya cristiana.
Para
definir mejor a la joven Da Rímini veamos un juicio estético proporcionado por
De Sanctis: “Francesca es mujer y nada más que mujer; es una acabada persona
poética, de una claridad homérica. Ciertamente ella es ideal, más no es el
ideal de alguna otra cosa, es el ideal de sí misma, es el ideal completamente
realizado, con una riqueza de determinaciones que le confieren toda la
semblanza de un individuo (1945: 118)”.
Francesca
es una mujer tierna que la muerte no ha podido aniquilar. El narrador
autodiegético la quiere viva, tan viva como lo estaba en la tierra, para poder
dialogar con ella, con su espíritu abierto a la comprensión. El viento se ha
detenido para que puedan hablar. Este minuto de sosiego es valorado por la
mujer oriunda de la tierra bañada por el Po. Por eso le dice a su
circunstancial amigo, que si fuera aceptada por Dios —el rey del universo le
llama mediante otro eufemismo— “le rogaríamos por tu paz”. Bello momento en el
cual la pecadora que ha perdido contacto con su Dios y que vive su muerte sin
la paz, estaría dispuesta a suplicarle, a la Suprema Potestad, por la concordia
de Dante. La paz es el mayor don que todo hombre desea poseer. Éste ha de ser
el regalo de Francesca quien hablará y le dirá todo lo que el florentino quiere
saber, mientras el aire negro siga en calma.
En la primera parte
del discurso de Francesca le dice:
Siede la terra, dove
nata fui,
Su la marina dove ‘l
Po discende
per aver pace co’
seguaci sui.
Amor, ch’ al cor
gentil ratto s’ apprende,
presse costui de la
bella persona
che mi fu tolta; e ‘ l
modo ancor m’ offende.
Amor, ch’ a nullo
amato amar perdona,
mi presse del costui
piacer sì forte,
che, come vedi, ancor
non m’ abbandona.
Amor condusse noi ad
una morte:
Caina attende chi vita
ci spense”.
Queste parole da lor
ci fur porte.
Quand'io intesi
quell'anime offense,
chinai ' il viso, e
tanto il tenni basso,
fin che 'l poeta mi
disse: “Che pense?”.
Quando rispuosi,
cominciai: “Oh lasso,
quanti dolci pensier,
quanto disio
menò costoro al
doloroso passo!”
Poi mi rivolsi a loro,
e parla' io,
e cominciai:
“Francesca , i tuoi martiri
a lacrimar mi fanno
tristo e pio.
Ma dimmi: al tempo de’
dolci sospiri,
a che e come
concedette amore
che conosceste i
dubbiossi disiri?”
E quella a me: “Nessum
maggior dolore
che ricordarsi del
tempo felice
ne la miseria; e ciò
sa ‘l tuo dottore.
Ma s’a conoscer la
prima radice
del nostro amor tu hai
cottanto affetto,
farò come colui che
piance e dice. [90] (37-38).
Las palabras de esta mujer se oyen en el
interminable espacio del infierno, como un desesperado intento por cambiar
aquello que ya no tiene solución alguna.
El paisaje de la tierra es recordado, por quien
fuera una hermosa Donna, con una clara nostalgia. Ese descenso de las aguas del
Po, le rememoran su niñez, su adolescencia y su juventud cuando pensó que la
vida le depararía una suerte diferente a la que le ha tocado enfrentar.
Francisca culpa al Amor de sus desgracias, amor que
se presenta en tres momentos:
“Amor, ch’al cor gentil ratto sa’ apprende,
prese costui della bella persona
che mi fu tolta; e ‘l modo ancor m’ offende”[91] (37).
En esta primera instancia, Paolo es el seductor que
se acerca a la joven para convencerla de que la pasión que ya los une, no
los puede separar nunca. El Amor está personificado como una fuerza fatal, de
la cual es imposible deshacerse. Ese Amor llevó a Paolo a los brazos de
Francesca, a pesar de que la situación social y familiar se los impedía, ellos
pasan por alto tal circunstancia y permiten que la lujuria prevalezca sobre la
razón.
Marco un dato estilístico: “costui della
bella persona”; la reiteración de los términos señalados por cursivas
no sólo transmite cierta musicalidad siniestra, por la utilización de vocales
fuertes, sino que también ofrece una suerte de insinuada anadiplosis en donde
—lo digo en español”—: “de ella es la bella persona”. La joven Da Rímini añora
su cuerpo, al cual recuerda de un modo particular, por su hermosura; todavía no
puede concebir que haya sido destrozado por el arma asesina. Clama, aunque
tardíamente, por la justicia, esta misma justicia humana sólo vio en ella a la
infractora que manchó el lecho conyugal y perdonó —hecho que Dante no comparte
— al infractor.
“Amor, ch’ a nullo amato amar perdona,
mi presse del costui piacer sì forte
che, come vedi, ancor non m’ abbandona.”[92] (38).
Las palabras del narrador parecen negar el libre
albedrío de los corazones, permite en tanto, esa respuesta obligada que ella le
da, aceptando ese mismo amor; se vio forzada a querer con pasión a quien ahora
le profesaba tal afecto. Es ese fatalismo del amor lo que domina. En el
enamoramiento cortesano, una de las reglas explícitas señala que nadie puede
dar la espalda a quien le expresa su pasión. Esto no quiere decir que los
abandonados por la suerte, los irremediablemente feos y poco o nada
carismáticos podrán, siempre que así lo quieran, acceder al corazón de aquella
de quien se han enamorado; todo lo contrario, Dante profesaba la noción de las
llamadas “almas gemelas”, es decir, que cada uno de los seres humanos ha nacido
predestinado a otro que es su imprescindible complemento; la gran tarea
consiste en encontrarlo antes que nuevos proyectos se interpongan. En este
sentido, Francesca no había nacido para Lanciotto, sino para Paolo, por ello,
cuando descubre que es así, no tiene otra opción —el fatal destino no se lo
permite—, que entregarse a quien había llegado inesperadamente a su existencia
con el cálido mensaje de pasión y deseo. En la biografía de Alighieri, la
presencia de Beatriz confirma lo relacionado con las almas que han nacido para
estar siempre juntas, aunque sea, como en este caso, unidos únicamente por la efusión
platónica.
Es importante señalar la maestría del último verso
en el decir dantista: “Que como ves, no me abandona nunca”. En el pasado
terrenal, aunque las circunstancias no lo permitían, buscaban con desesperación
y anhelo estar siempre juntos, en este presente escatológico y aterrador, lo
han conseguido, pero ahora ya no lo desean como antes. La propia Francesca
expresa su desesperación por tener siempre a su lado a quien le recuerda, de
manera constante, el pecado cometido.
Paolo piensa algo semejante, pero como no le está
permitido hablar, no lo comparte; sólo su llanto parece ser la representación
del asentimiento de lo que su amante expresa. De este hecho se deriva que el infierno
es lugar de la ley implacable, en donde la desesperanza domina.
“Amor condusse noi ad una morte:
Caina attende chi vita ci spense.
Queste parole da lor ci fur porte”[93]. (38).
El dialecto toscano escogido por Dante y que sería
el antecedente inmediato de la lengua italiana, expresa la conclusión de
este drama de amor; lo hace en un solo verso, el primero del terceto,
complementado por el segundo, en donde en medio de una prolepsis que trasciende
desde la tierra al infierno, anuncia la pena que la justicia trascendente le
tiene reservada al cruel asesino.
Dante ha condenado en vida a Lanciotto, éste no
sabe que, cuando muera, habrá un lugar reservado para él en el infierno, en el
sitio en donde se abisman los traidores a su propia sangre. La poética de
Alighieri se traslada constantemente del infierno a la tierra; a los pobres
habitantes del reino del dolor y la desesperanza, no les queda otra opción que
recordar, añorar y sufrir.
El discurso final de Francesca es muy breve, pero
tristemente real. Ante el requerimiento del poeta florentino, relativo a que le
cuente cómo descubrieron su amor, la joven pronuncia aquellas palabras que se
han vuelto canónicas en el decir dantista:
“…Nessun maggior dolore, che ricordarsi del tempo felice ne la miseria;
e ció sa il tuo dottore.[94]” (38).
El hombre es un ser sufriente, ha nacido marcado
por la desgracia y un destino tercamente inoportuno lo persigue de manera
constante. Las palabras de Francesca dan testimonio de ello; y es una evidencia
de primera mano, porque lo dice quien lo ha padecido en carne propia.
Nuevamente se expresa la relación tierra-infierno: en aquella, “el tiempo
feliz”, en éste, “la miseria”. El fatalismo homérico, ¿por qué no universal?,
se expresa en las tristes palabras de quien fuera una bella mujer. Esta fórmula
—llamémosle así— se ha venido aplicando en la literatura y en la vida. En la
vida sufre más quien recuerda los buenos momentos del ayer; sufre más quien
sabe lo que es vivir inmerso en la felicidad, para luego perderla. En la
literatura, ha sido una fórmula llevada y traída por la crítica especializada y
por los comentarios espurios que nunca faltan. Es elegante y presuntuoso decir:
“No hay mayor dolor…”, pero no lo es tanto, sufrirlo en carne propia. La
creación de todos los tiempos nos brinda ejemplos de ello que escapan a las
líneas de este repaso crítico. No obstante, el propio personaje femenino nos
proporciona una muestra al referirse a Virgilio: “Bien lo sabe tu doctor”. El
poeta latino vivió entusiasta en la corte del emperador Augusto, gracias a él
gozó de bienestar y de tiempo para dedicarse a la creación; ahora, por decisión
irrespetuosa de Dante, se halla en ese controvertido recinto que se llama limbo;
lugar a donde —como lo comentamos supra— van las almas que no sólo no
han conocido al dios verdadero, sino que ni siquiera lo han presentido.
Supongo que el ignorar los hechos que resultan
enmarcados en la égloga IV, en donde Virgilio anuncia el advenimiento de un
hombre que traería un mensaje de paz a la humanidad entera — creemos que ese hombre era Jesucristo—, no
exime al florentino de la culpa personal por castigar a un individuo que, a
pesar de no haber vivido en el momento de Cristo, igual presintió la llegada
del redentor mesiánico.
El personaje femenino advierte que Dante no ha
quedado satisfecho con todo lo contado, por eso se decide a continuar
diciéndole:
“Ma s’a conoscer la prima radice
del nostro amor tu hai cotanto affetto,
farò como colui che piange e dice[95].
(38).
Para Francesca recordar es sufrir, no obstante,
está dispuesta a hacerlo, porque Dante ha sido complaciente y bueno con ellos;
me refiero al Dante personaje, porque el otro, el creador, los sumergió en un
abismo inmenso del que nada ni nadie los podrá sacar.
De este modo, la otrora joven del Po, empieza a
contar en apretada síntesis lo que realmente sucedió:
“Noi leggievamo, un giorno, per diletto,
di Lancialotto, como amor lo strinse:
soli eravamo e senza alcun sospetto.
Per più fiate gli occhi ci sospinse
quella lettura, e scolorocci il viso;
ma solo un punto fu quel che ci vinse.
Quando leggemmo il disiato riso
esser bacciato da cotanto amante,
questi, che mai da me non fia diviso,
la bocca mi baciò tutto tremante.
Galeotto fu il libro e qui lo scrisse:
quel giorno più non vi leggemmo avante[96] (41).
El estilo dantista se viste de gala en este breve
pasaje en el que Francesca cuenta la causa de su desgracia. Habla en primera
persona del plural, con lo cual involucra al silencioso Paolo en el trágico
hecho. Recurre a un intertexto clásico que es el de Lancelot y la reina
Ginebra; este intertexto sirve de telón de fondo y de motivante para los
acontecimientos que se avecinan. Estaban solos y sabían que no había nadie más
en el palacio; pero la lectura los traicionó; sus ojos se cruzaron; cuando
leyeron que sobre la sonrisa de la amada puso el amante un beso, Paolo se dejó
llevar por el abismo del deseo y la besó apasionado y tembloroso. De este modo
se comprueba que el que calla en la muerte, habló en la vida mediante ese beso
trémulo que reveló toda su pasión. El ejercicio de la anagnórisis se cumple
perfectamente bien, porque ambos se reconocen enamorados y ya no les importa lo
social, sino solamente lo personal. Además, la narración reviste la
característica de un relato en abismo, en donde el juego de las matrioshkas se
cumple con toda su intensidad. Hay un primer plano, en el cual interactúan los
amantes de la Comedia y un segundo contexto, en el que
destacan las figuras legendarias de Lancelot y Ginebra. Observo también dos
personajes in absentia: Lanciotto en la obra aquí estudiada,
el rey Arturo en la intertextualizada; los dos traicionados por sus respectivas
esposas. Sabemos que cuando Lanciotto aparece, sobreviene la muerte de los
amantes; de Arturo no se dice nada. Valoramos esta capacidad del narrador al
escoger los elementos que desarrolla con acierto, precisión y síntesis.
Termina el relato con la conocida reticencia:
“Aquel día ya no leímos más”. El discurso se interrumpe para abrir un
paréntesis de espera en el marco del cual, el lector se estará preguntando qué
sucedió. Quizás sean dos las opciones: la primera, la adelantaba líneas antes,
cuando decía que Lanciotto se convirtió de personaje in absentia en
personaje in praesentia. Su ira lo lleva a matar. Si aceptamos
tal acontecimiento, enfrentamos el hecho de que los amantes fueron al infierno
por un beso, nada más, o también por ese compromiso contraído que derrotaba la
fe del esposo. La otra opción puede ser más conciliadora, puesto que les
habría dado a Paolo y Francesca la oportunidad de ir más allá del beso. Pero
igual hubiera terminado de la misma manera que la primera, con la inoportuna
presencia del marido engañado.
Mientras uno lloraba y la otra hablaba, el
personaje se desmaya, cumpliéndose de este modo la función catártica del
protagonista. No soporta más ser el espectador del sufrimiento humano, lo que
es peor aún, se ve reflejado en ellos.
Para concluir las reflexiones sobre este pasaje, he
desarrollado los temas anunciados en el cuerpo del canto. En primer lugar, encuentro
a Minos y su legendaria función. Desde lo macabro dirige el espacio virtual del
dolor. Trata con vehemencia a los condenados a pesar de que él mismo es un
condenado más.
En el orden del cronotopo bajtiniano, el tiempo es
eterno e inunda el corazón de Dante personaje, con la certeza de contemplar un
espectáculo que él mismo se habría merecido, a no ser por la benevolencia de
Dios, que lo exime de ello. En cuanto al lugar, es el sitio en donde sin piedad
se castiga al ser humano pecador o, por lo menos, sospechoso de pecado, como
los habitantes del insidioso limbo.
La tromba infernal representa la furia de esa
naturaleza creada por el narrador, en donde nadie puede suplicar por piedad.
Por último, la presencia de Paolo y Francesca lo
llena todo. Si no había sido suficiente con Minos y con los demás réprobos
mencionados, ahora emerge la figura de estos dos personajes, unidos por el
aburrimiento, la desidia y el amor fatal.
Revisión crítica del canto VI
Círculo tercero: los glotones
El can Cerbero y
Ciacco, un condenado
Introducción
La comedia responde a una determinada unidad de
composición, de tal manera que los diferentes cantos se conectan entre sí. Al
comenzar el canto VI se alude a dos personajes del V. El narrador se expresa de
este modo:
Al tornar della mente,
che si chiuse
dinanzi a la pietà de’
due cognati,
che di trestizia tutto
mi confuse,
novi tormenti e novi
tormentati
mi veggio in torno,
come ch’io mi mova
e ch’io mi volga, e
come che io guati.
Io sono al terzo
cerchio, de la piova
eterna, maladetta,
fredda e greve:
regola e qualità mai
non l’è nova.[97] (42).
Los
dos cuñados —Paolo y Francesca— habían despertado en el personaje una
particular tristeza, a través de la cual se cumplía la catarsis de Dante. Dicha
purificación del alma se llevará a cabo en todo el recorrido infernal y resulta
expresada —al concluir el canto V— por el desmayo del protagonista.
Se
suman los condenados quienes revisten ahora otras facetas. Son nuevas torturas
y nuevos torturados, porque el espacio infernal no da tregua alguna al dolor y
al sufrimiento. Queda consignado el hecho de hallarnos en el tercer círculo
que, de acuerdo con la propuesta dantista, ocupa menos espacio y conlleva mucho
más amargura.
Por
otro lado, la lluvia que nunca acaba resulta adjetivada por el narrador como
“eterna, maldita, fría y densa”, no concede ni un minuto de reposo a los
tristes habitantes de este lugar. El rigor es mayor, como ya lo he dicho.
El
residente demoniaco es el Can Cerbero de la mitología griega. Dice al respecto
el narrador:
Cerbero, fiera crudele y diversa,
con tre gole
canínamente latra
sopra la gente che
quivi è sommersa.
Li occhi ha vermigli,
la barba unta e atra,
e ‘l ventre largo, e
unghiate le mani;
graffia li spiriti,
iscuoia ed isquatra.
Urlar li fa la pioggia
come cani;
de l’un de’ latti
fanno a l’altro schermo;
volgonsi speso i
miseri profani.
Quando ci scorse
Cerbero, il gran vermo,
le bocche aperse e
mostrocci le sanne:
non avea membro che tenesse
fermo.
Lo duca mio distese le
sue spanne,
prese la terra, e con
piene le pugna
la gittò dentro a le
bramose canne.
Qual è quel canne ch’
abbaiando agugna,
e si racqueta poi che’
l pasto morde,
che solo a divorarlo
intende e pugna;
cotai si fecer quelle
facce lorde
de lo demonio Cerbero,
che’ ntrona
l’ anime sì ch’ esser
vorrebber sorde.[98] (42-45).
Cerbero
es la fiera monstruosa que se encargará de hacer más penosa aún la estancia de
los condenados en este recinto. La descripción que el narrador hace del
monstruo es detallada y aterradora. Quien cuenta la historia convoca a los
sentidos de su lector. Prevalece la sensación auditiva, mediante el ladrido que
puede escucharse y que proviene de las tres fauces del animal. También
encuentro datos sensoriales visuales que se leen cuando alude el narrador al
color de los ojos, a la barba negra, al ancho vientre y a las garras de las
manos. Todo ello configura el cuadro de espanto y angustia que viven los
residentes, en este sitio de la desesperanza y la ansiedad.
El
monstruo tortura a las almas, las hace aullar como perros y todas por igual
huyen de él, aunque saben que no podrán escapar.
Cuando
Cerbero se da cuenta de que su reino ha sido invadido por extraños, amenaza a
los viajeros infernales abriendo la boca y mostrando los dientes. Igual que lo
hiciera con Carón, Virgilio vuelve a intervenir para calmar a la fiera; le
arroja tierra a sus fauces y éste comprende que una fuerza superior a él está
actuando, no tiene otra opción que reprimir su cólera.
Otra
de las características del satánico espacio virtual, es el odio que mancomuna a
torturados y torturadores. Ambos están compartiendo el mismo destino. Cerbero
castiga, pero también es castigado por la implacable justicia divina.
Dante
y Virgilio, mientras caminan por entre los muertos, los pisotean sin piedad
alguna. Todos sufren en silencio con la excepción de uno que se levanta de las
tinieblas para hablar con Dante. Es Ciacco —si lo vemos como sustantivo
significa puerco— y por ello, mediante el nombre se alude al pecado de gula.
Dante autor se ajusta a la axiología católica, confiriendo al hecho de comer en
exceso el carácter pecaminoso. La lluvia eterna los castiga con rigor, mientras
la noción de contrapaso vuelve a cumplirse en estos desdichados: quienes no
pudieron contenerse en la tierra ante los manjares, en el infierno deben
prescindir para siempre de la opción de llevar alimentos a sus bocas. Las
fauces famélicas de Cerbero son el referente directo para aludir a otras bocas,
la de los condenados, que no podrán satisfacer nunca más su gula imperiosa.
Ciacco
profetiza cuál ha de ser la suerte política de Florencia. Dante lo escucha, lo
mira con desprecio y le pregunta por la suerte de unos personajes que él
conoce; principalmente por Farinata, noble florentino.
Concluye
el canto VI con una nueva referencia mitológica que conectará este canto con el
siguiente:
Noi aggirammo a tondo
quella strada,
parlando più assai
ch’io non ridico;
venimmo al punto dove
si digrada:
quivi trovammo Pluto,
il gran nemico.[99] (47).
Esta
nueva referencia mítica nos lleva al gran enemigo, a Plutón[100].
Es el dios de la abundancia y preside el lugar en donde se castiga —nuevo
contrapaso— a los avaros y a los pródigos.
Análisis del canto VII
Cuarto círculo del infierno.
Avaricia y prodigalidad: El demonio Pluto
Comienza a hablar
Pluto:
«Papè Satàn, papè Satàn
aleppe!»,
cominciò Pluto con la voce
chioccia;
e quel savio gentil, che tutto
seppe,
disse per confortarmi: «Non ti
noccia
la tua paura; ché, poder
ch'elli abbia,
non ci torrà lo scender questa
roccia».[101]
(48).
Este
extraño verso incluye uno de los apelativos del demonio, Satán, con el cual se
alude al propio Lucifer. El término “pape”[102]
es una exclamación que deriva del griego y conlleva la noción de “portento,
prodigio”. El imponente fenómeno llamado Pluto y que rige este espacio, es a
quien Dante incluye subrayando una de sus cualidades: la de ser el dios de la
riqueza. Complementariamente, el término “aleppe” corresponde al hebreo y
significa “Aleph”, la primera letra del abecedario de ese idioma.
Simbólicamente “Aleph” refiere al comienzo de todas las cosas, que
tradicionalmente se atribuye al dios padre de la teología cristiana. El narrador
se atreve a alterar los términos y confiere al demonio esta cualidad que sólo
le correspondería —por supuesto, en el marco de la citada teología— a la
divinidad. Como sucede en todo contexto en donde fuerzas opuestas se enfrentan,
cada una de ellas reclama el dominio sobre la otra.
Virgilio
—como lo había hecho antes con Carón, Minos y el can Cerbero— pone un alto a la
arrogancia del monstruo y lo increpa en estos términos: ¡Taci, maladetto lupo! ¡Consuma
dentro te con la tua rabia!”[103]
(48). Agrega que ha sido enviado por
Dios para proteger y guiar a Dante.
Dichas
estas palabras, el imperfecto guardián del 4º círculo comprende que está frente
a un enviado del destino, por ello deja de lado su cólera, para proseguir con
la macabra función.
Descubro
también una suerte de sinonimia entre los términos violentos con que se expresa
el mantuano, a la par de los referentes complementarios a los que recurre este
ser infrahumano.
No
pierdo de vista el carácter implacable de la ficción creadora del florentino.
Como poeta tiene la misión de lograr que el contrato de veridicción se cumpla,
que su lector llegue a creer que lo expresado por él es, si no real, al menos
verosímil. Su imaginación creadora cobra vuelo para recrear la tragedia que
aguarda al hombre pecador después de la muerte.
Si
antes fueron los indiferentes, los inocentes culpables del limbo, los
lujuriosos y los golosos, ahora toca el turno a los avaros y a los pródigos,
quienes aparecen unidos en el castigo a pesar de la radical oposición que
existe en los errores cometidos por ellos.
He
aquí, pues, a los avaros y a los pródigos reunidos por vicios contrarios y
contradictorios también:
Così scendemmo ne la quarta
lacca,
pigliando più de la dolente
ripa,
che 'l mal de l'universo tutto
insacca.
Ahi giustizia di Dio! tante
chi stipa
nove travaglie e pene quant'
io viddi?
E perché nostra colpa sì ne
scipa?
Come fa l'onda là sovra
Cariddi,
che si frange con quella in
cui s'intoppa,
così convien che qui la gente
riddi.
Qui vidi gente più ch'altrove
troppa,
e d'una parte e d'altra, con
grand' urli,
voltando pesi per forza di
poppa.
Percoteansi incontro; e poscia
pur lì
si rivolgea ciascun, voltando
a retro,
gridando: «Perché tieni?» e
«Perché burli?».
Così tornavan per lo cerchio
tetro
da ogne mano a l'opposito
punto,
gridandosi anche loro ontoso
metro;
poi si volgea ciascun, quand'
era giunto,
per lo suo mezzo cerchio a
l'altra giostra[104] (48-51).
Continúa la
catábasis dantesca que le permite descender al cuarto círculo. El personaje
reflexiona sobre la naturaleza pecadora del hombre y se pregunta: “¿por qué
nuestra culpa así nos despedaza?” Dios castiga implacablemente, porque su
sentido de la justicia lo impele a ello. La catábasis infernal será
complementada por la anábasis —ascenso— cuando los dos viajeros de ultratumba
lleguen a la ladera de la montaña del purgatorio, para continuar subiendo por
esa elevación. En el canto XXX del purgatorio, se halla el paraíso terrestre,
en este glorioso sitio aparece Beatriz, quien lo ha de conducir por el paraíso
prometido.
En el
4º recinto son castigados los avaros y los pródigos, es decir, aquellos que en
vida atesoraron riquezas de un modo enfermizo y los que despilfarraron fortunas,
sin tener en cuenta otra cosa que su propio placer.
Reflexiones sobre la avaricia y la prodigalidad
En la vida, así como en la literatura que es
reflejo de ésta, los vicios conforman una suerte de anti-axiología. Dante
piensa como un teólogo, pero hay veces en que su propio pensamiento no coincide
ni con la teología católica y, mucho menos, con la cristiana. Los sucesores de la Iglesia fundada por Pedro
y que tiene hoy su sede en Roma, fueron mucho más severos que los propios
católicos al juzgar al hombre y a la humanidad en general. El florentino, en
varios pasajes de su Comedia, tilda a la Iglesia de avara, es decir,
porque acumulan fortunas mientras el individuo sufriente padece hambre. Las
riquezas del Vaticano contrastan con la indigencia de las principales ciudades
del imperio romano. La loba del canto I tiene como referente, según varios
críticos, a la mezquindad de esta Iglesia que borra con el codo lo que predica
con la pluma en la mano.
Los
pudientes de este momento se entregaban al extravío voluntario que los llevaba
a acumular fortunas, en tanto que el pueblo se moría de hambre. Un dato
estadístico de la época señala que el promedio de vida de la gente humilde no
pasaba de los 30 años; en cambio la clase nobiliaria vivía mucho más, mientras
disfrutaban de riquezas mal habidas y comodidades excesivas.
Por
lo anterior, puede deducirse que los avaros son personas que poseen una gran
fortuna, que no desean compartirla con nadie, viven preocupados por resguardar
sus bienes de las manos de los ladrones.
Quienes
no gastan guiados por ese deseo compulsivo de atesorar, son vistos por el poeta
de esta Comedia como individuos indignos que deben ser castigados. Nada mejor
que maltratarlos con el constante recuerdo de lo que hicieron en la vida.
En
relación con este tema, Balzac será —siglos después— un continuador de la
poética dantista, no sólo en cuanto al título común de ambas producciones —Comedia—
sino también a la elección de tipos humanos semejantes; en el narrador francés,
Eugenia Grandet nos ofrece la cruel figura del avaro en el perfil de
Monsieur Grandet, el padre de la joven Eugenia.
Por otra parte,
en Papá Goriot, se impone la imagen del pródigo por amor, que renuncia a
su fortuna para entregársela a sus hijas, mal agradecidas y egoístas.
Quizás no sea
tan frecuente la figura del pródigo como un pecador, pero existe y el
florentino los somete a la reprensión y el maltrato, como lo hace con los avaros.
Los polos se tocan; hay un viejo refrán que dice: “A padre avaro, hijo
pródigo”, en el cual se cumple también el esquema de la contradanza al
engendrar aquéllos y dotar con la misma sangre, a quienes negarán con sus
acciones lo que fueron sus padres. Un avaro no concibe la idea de dilapidar
capitales, por pequeños que éstos sean.
Recuerdo otro
texto de la literatura griega y otro más de la creación latina: El primero de
ellos es una comedia incompleta —la última parte se ha perdido—, corresponde a
Menandro, se titula Aspis; aquí, de modo secundario, enfoca el tema de
un avaro llamado Esmícrines. El segundo es Plauto con su obra La Aulularia,
en donde se plantea el tema de la avaricia, que será retomado por Molière
siglos después en su comedia L’Avare.
Estos ejemplos
mencionados son Comedias en el verdadero sentido que se le da al género, puesto
que Dante y Balzac les llamarán Comedia a sus obras, aunque en el caso del
primero de ellos, el recorrido infernal es una auténtica tragedia, La divina
tragedia le llamaría yo; y en Balzac predominan los personajes trágicos más
que los cómicos. Pero no pierdo de vista que dicho apelativo fue empleado por
ambos como un referente genérico. Agrego que la Divina Comedia termina
en el paraíso, es decir, que tiene un verdadero Happy ending, como
sucede en las comedias.
Retorno
al canto VII, en donde estos condenados están destinados a oír para siempre, la
voz de aquellos a quienes en la tierra despreciaron. Acorde con la ley de la
contradanza, quienes, en la otra vida, ni siquiera se atrevían a acercarse a
sus antagonistas, en el infierno se ven obligados a compartir con ellos el
castigo.
¿Por
qué atesoras?, dirán unos. ¿Por qué derrochas?, los otros, y de este modo
continuarán por toda una eternidad, repitiendo en cada segundo lo dicho
anteriormente.
Al
hombre, ser mortal, le gusta hablar de la eternidad. Odiseo en brazos de
Calipso llegó a pensar en el aburrimiento de una eternidad que había preparada
sólo para él. Pero una eternidad en donde únicamente exista el castigo, puede
concebirse como un no acabarse nunca la razón por la cual padecemos. En la
tierra, la esperanza y la muerte son los dos bálsamos que ayudan al ser humano
a seguir viviendo, en el primer caso, y a recibir a la odiosa parca como una
cura para la enfermedad de la vida, en el segundo; situación que no se da en el
infierno, en donde morir no es una opción; en cuanto a la esperanza, la dejaron
fuera al ingresar al tormentoso sitio de la desesperanza y la decepción.
Como
lo señalábamos líneas antes, el narrador formula una crítica implícita a la
Iglesia, expresión que se manifiesta a través de las cabezas rapadas de los
clérigos allí condenados.
Dante, conmovido, interroga a su maestro:
dissi: «Maestro mio, or mi
dimostra
che gente è questa, e se tutti
fuor cherci
questi chercuti a la sinistra
nostra».
Ed elli a me: «Tutti quanti
fuor guerci
sì de la mente in la vita
primaia,
che con misura nullo spendi ferci.
Assai la voce lor chiaro
l'abbaia,
quando vegnono a' due punti
del cerchio
dove colpa contraria li
dispaia.
Questi fuor cherci che non han
coperchio
piloso al capo, e papi e
cardinali,
in cui usa avarizia il suo
soperchio».
E io: «Maestro, tra questi
cotali
dovre' io ben riconoscere
alcuni
che furo immondi di cotesti
mali».
Ed elli a me: «Vano pensiero
aduni:
la sconoscente vita che i fé
sozzi,
ad ogne conoscenza or li fa
bruni.
In etterno verranno a li due
cozzi;
questi resurgeranno del
sepulcro
col pugno chiuso, e questi coi
crin mozzi.
Mal dare e mal tener lo mondo
pulcro
ha tolto loro, e posti a
questa zuffa:
qual ella sia, parole non ci
appulcro.
Or puoi veder, figliuol, la
corta buffa
de’ ben che son commessi a la Fortuna,
per che l'umana gente si rabbuffa;
ché tutto l'oro ch'è sotto la
luna
e che già fu, di quest' anime
stanche
non poterebbe farne posare
una».
«Maestro», diss' io lui, «or
mi dì’ anche:
questa Fortuna, di che tu mi
tocche,
che è, che i ben del mondo ha
sì tra branche?».
Ed elli a me: «Oh creature
sciocche,
quanta ignoranza è quella che
v'offende!
Or vo' che tu mia sentenza ne
'mbocche.
Colui, lo cui saver tutto
trascende,
fece li cieli e diè lor chi
conduce,
sì ch'ogne parte ad ogne parte
splende,
distribuendo igualmente la
luce:
similemente a li splendor
mondani
ordinò general ministra e duce,
che permutasse a tempo li ben
vani
di gente in gente e d'uno in
altro sangue,
oltre la difension d'i senni
umani;[105] (51-52).
La crítica a la
avaricia de muchos clérigos se manifiesta de una manera muy evidente. Observo como el poeta florentino interroga a
Virgilio; interroga a su maestro, que es quien lo guía no sólo por el infierno,
sino también y fundamentalmente, por los caminos de su propia poética. El
intertexto del mantuano —implícito o no— destaca de una manera primordial, lo
cual nos presenta al creador florentino como un lector apasionado de la Eneida.
Conoce los pormenores de esta obra inmortal y adapta muchos de sus pasajes
a su Comedia.
Quien
cuenta los hechos revela con exactitud el movimiento constante que caracteriza
a estos oponentes en la vida, extraños socios en el castigo; van de un extremo
al otro y regresan para volver a empezar. Me recuerda al mito de Sísifo y al
eterno retorno de Dionisos. Sísifo arrastrando la pesada roca por la ladera de
la montaña y volviendo a hacerlo, cuando la piedra cae sin que él pueda
impedirlo; cae para que Sísifo vuelva a comenzar. Y Dionisos, el dios que
renace en la primavera para morir en el invierno; él es igual a Sísifo y
similar a los condenados de este círculo por el accionar perpetuo que los
caracteriza y define.
Veo,
además, una referencia a la “resurrección de la carne”, prevista en la Biblia;
para ello, el narrador se vale de una prolepsis, cuando el maestro anuncia que
unos saldrán del sepulcro con los puños atrancados y los otros con la cabeza
rapada. Llegarán al juicio final ya condenados, pero igual deberán comparecer
ante el tribunal divino.
Han arribado
ambos viajeros al final de su recorrido por el círculo cuarto; en el quinto, al
alcanzar la laguna Estigia, contemplarán a los iracundos y a los displicentes,
que se hallan sumergidos en las aguas de esa fétida laguna, aguas oscuras e
hirvientes. Están ahogados sin ahogarse realmente, porque en el infierno no
existe la muerte; si se pudiera morir sería un premio que el narrador no quiere
otorgarles.
Termina este
doloroso canto con las aseveraciones siguientes:
Fitti nel limo, dicon:
"Tristi fummo
ne l'aere dolce che dal sol
s'allegra,
portando dentro accidïoso
fummo:
or ci attristiam ne la
belletta negra".
Quest' inno si gorgoglian ne
la strozza,
ché dir nol posson con parola
integra».
Così girammo de la lorda pozza
grand' arco, tra la ripa secca
e 'l mézzo,
con li occhi vòlti a chi del
fango ingozza.
Venimmo al piè d'una torre al
da sezzo[106] (53).
La
laguna Estigia, espantoso sitio en donde
sucumben los pecadores antagónicos: los irascibles y los apáticos o indolentes;
la etimología del nombre de la laguna alude a la noción de “tristeza”, nada más
exacto para definir este lugar en que los peregrinos se hallan. Nuevamente el
intertexto virgiliano se impone, porque en el canto VI de la Eneida Virgilio
la denomina de la misma manera.
Avaros
y pródigos eran dos extremos y los iracundos y los indolentes también lo son.
Continúa el poeta recurriendo al contraste barroco, en donde la vida deja de
tener sentido para empezar a sufrir la propia muerte. El padecimiento no sólo
es físico, sino también espiritual, porque quienes vivieron aferrados a un
comportamiento basado en el horror de la fuerza, deben ahora compartir su tortura
con los seres opuestos, es decir, aquellos negligentes que prefirieron la
aparente paz que la indiferencia les daba; optaron por mirar hacia otro lado
cuando los acontecimientos les exigían su participación. Los que no quedaron en
el vestíbulo del infierno, coparticipan en el quinto círculo con sus
antagonistas más odiados.
La
obra continúa respondiendo a una unidad de estilo, a través de la cual puedo
observar como un canto se une al otro; del VII pasamos al VIII y la transición
está dada cuando los poetas llegan a este sitio, según lo ya comentado.
Consideraciones
críticas en torno al canto VIII
La laguna Estigia
Otro barquero
infernal
Flegias es el barquero, al igual que antes
lo había sido Carón, él los conduce a la ciudad de Dite. Encuentra a Filippo
Argenti. A pesar de todos los esfuerzos de Virgilio, los demonios les impiden
entrar a la ciudad de Dite. Virgilio promete superar este obstáculo imprevisto.
Comienza el canto de este modo:
Io dico, seguitando, ch'assai
prima
che noi fussimo al piè de
l'alta torre,
li occhi nostri n'andâr suso a
la cima
per due fiammette che i’
vedemmo porre,
e un'altra da lungi render
cenno,
tanto ch'a pena il potea
l'occhio tôrre.
E io mi volsi al mar di tutto
'l senno:
dissi: «Questo che dice, e che
risponde
quell' altro foco? e chi son
quei che ‘l fenno?».[107] (54).
Siguen
las dudas del protagonista, a las cuales está atento ese “mar de toda
sabiduría”, como lo expresa el original italiano: “al mar di tutto 'l seno”.
Virgilio es la fuente en que Alighieri bebe el conocimiento necesario para
sobrevivir en este océano tormentoso, por el que navega en busca de su propia
paz. Las dos luces pequeñas que pueden verse a lo lejos motivan la curiosidad
del protagonista.
El mantuano despeja la incógnita al comentar:
Ed elli a me: «Su per le
sucide onde
già scorgere puoi quello che
s'aspetta,
se 'l fummo del pantan nol ti
nasconde».
Corda non pinse mai da sé
saetta
che sì corresse via per l'aere
snella,
com' io vidi una nave
piccioletta
venir per l'acqua verso noi in
quella,
sotto 'l governo d'un sol
galeoto
che gridava: «Or se' giunta,
anima fella!».
«Flegïàs, Flegïàs, tu gridi a vòto»,
disse lo mio signore, «a
questa volta:
più non ci avrai che sol
passando il loto».
Qual è colui che grande
inganno ascolta
che li sia fatto, e poi se ne
rammarca,
fecesi Flegïàs ne l'ira
accolta.
Lo duca mio discese ne la
barca,
e poi mi fece intrare appresso
lui;
e sol quand' io fui dentro
parve carca.
Tosto che 'l duca e io nel
legno fui,
segando se ne va l'antica
prora
de l'acqua più che non suol
con altrui.
Mentre noi corravam la morta
gora,
dinanzi mi si fece un, pien di
fango,
e disse: «Chi se' tu che vieni
anzi ora?».
E io a lui: «S'i' vegno, non
rimango;
ma tu chi se', che sì sé fatto
brutto?”
«Vedi che son un che piango».
E io a lui: «Con piangere e
con lutto,
spirito maladetto, ti rimani;
ch'i' ti conosco, ancor sie
lordo tutto».[108] (54-57).
Virgilio
le sugiere deduzca qué es lo que en adelante le espera, al observar las ondas
sucias y el ambiente cargado de inmundicias. Recurre al lenguaje metafórico y
subraya que, al igual que una saeta lanzada por el aire, así también vio venir
hacia ellos, una barca pequeña conducida por un solo remero. Al igual que Carón
lo había hecho en el canto III, aquí también el barquero de esta sucia laguna
viene gritando al ver que su universo ha
sido invadido por un desconocido. Percibe que ha llegado un pecador y le grita:
“Al fin llegaste, alma alevosa”. Interviene la sabia presencia de Virgilio,
quien exhorta al demonio de la barca a mantener la calma. Nada se puede hacer
contra la fuerza del destino, menos aún, si ese mismo destino está dominado por
Dios. Por esa razón, Flegias, aunque mantiene su ira, igual se dispone a
recibir a los dos insólitos pasajeros; pasajeros momentáneos y transitorios como
se lo explica el Maestro.
La
descripción que sigue tiene un carácter aclaratorio con la finalidad de
fundamentar que la barca se hundirá apenas, al recibir el cuerpo de un ser
vivo.
Agrega
el focalizador interno fijo: “Mientras que el muerto cauce recorríamos se
acerca una extraña figura que quiere hablar con los viajeros”. Veo la
sinécdoque que la traducción rescata: “el muerto cauce”; en lenguaje directo el
cauce del río no está muerto; están muertos todos los elementos que lo rodean.
La
extraña figura es la de Filipo Argenti. De él comenta la edición de Borges que
era un hombre rico, soberbio y violento, al mismo tiempo que contemporáneo de
Dante y florentino como él. (2002: 72, cita 4).
Observo
el desprecio con que el protagonista se dirige a Filipo. Se formulan la misma
pregunta: “¿Quién eres tú? El poeta responde que es alguien que ahora está
aquí, pero que no ha de quedarse. El otro contesta con uno de los versos más
conmovedoramente bellos de la Comedia: “«Vedi che son un che piango».
(“Ves que soy uno que llora”). El llanto expresa el dolor de este presente sin
tiempo; el llanto es el grito callado de quien no puede arrepentirse, pero que
igual es el llanto del hombre que ha perdido la esperanza, el llanto de quien
ha roto para siempre con su Dios. Dante no se identifica con él y lo maltrata
de palabra: le dice que puede quedarse con su luto y con su llanto y lo llama
con crueldad “espíritu maldito”.
Ésta
es una faceta del personaje, que al mismo tiempo es autor; a su manera, es un
dios vengativo y cruel. En la expresión del arte poética y de acuerdo con la
teoría de la recepción, todo creador es un “alter deus”; es decir crea su
propio mundo con sus propios personajes y les atribuye acciones que él, sólo él,
controla y permite. (Jauss, 1987, pp. 59-85).
A su vez, Dante
es una suerte de teólogo, que discrepa de la teología cristiana. Ha distribuido
por su universo deslices, arrepentimientos y glorias de acuerdo con su propio
criterio, el criterio de un gran hombre de letras que al mismo tiempo es un
filósofo, un científico y un sabio que parte del conocimiento humanístico para
proyectarse mucho más allá de su propia razón. En su recorrido ve cosas que
mucho tiempo después serían explicadas. Por ello se deslinda de lo medieval, para
afiliarse a un humanismo naciente. Como genio que era, no responde a los moldes
de su presente: ni en lo literario, ni en lo filosófico, ni en lo teológico.
En
fin, el odio que parece sentir por Filippo Argenti es más bien una pose poética
que real. No dudo que este hombre no le cayera bien, pero como buen dios pagano
se ve en la obligación de justificar sus acciones aparentemente vengativas.
Arribamos a las
postrimerías del relato de este canto en donde ambos poetas tocan diferentes
temas.
Continúa afirmando el
narrador:
Allora stese al legno ambo le mani;
per che 'l maestro accorto lo
sospinse,
dicendo: «Via costà con li
altri cani!».
Lo collo poi con le braccia mi
cinse;
baciommi 'l volto, e disse:
«Alma sdegnosa,
benedetta colei che in te
s'incinse!
Quei fu al mondo persona
orgogliosa;
bontà non è che sua memoria
fregi:
così s'è l'ombra sua qui
furïosa.
Quanti si tengon or là su gran
regi,
che qui staranno come porci in
brago,
di sé lasciando orribili
dispregi!».
E io: «Maestro, molto sarei
vago
di vederlo attuffare in questa
broda,
prima che noi uscissimo del
lago».
Ed elli a me: «Avante che la
proda
ti si lasci veder, tu sarai
sazio;
di tal disïo convien che tu
goda».
Dopo ciò poco vid' io quello
strazio
far di costui a le fangose
genti,
che Dio ancor ne lodo e ne
ringrazio.
Tutti gridavano: «A Filippo
Argenti!»;
e 'l fiorentino spirito
bizzarro
in sé medesmo si volvea co'
denti.
Quivi il lasciammo, che più
non ne narro.[109] (57).
Virgilio repite
la actitud de desprecio que antes había tenido su discípulo, por el otrora
noble Filippo Argenti.
Después de
expulsar a Argenti, el poeta mantuano adopta una actitud cariñosa hacia su
alumno y le recuerda la variabilidad de la fortuna; ayer estaba el aludido en
la cima del poder, hoy se halla sepultado en este patético sitio. Condenado por
el pecado de ira.
Pueden ver como
una turba destroza a Filippo Argenti, lo cual llena de morbosa alegría al
personaje central de esta epopeya.
Para alguien que
vive siglos después de Dante, el nombre de Filipo Argenti me dice muy poco. Lo
que sé de él, nos lo comenta el propio narrador y los estudiosos posteriores,
que se involucran con el tema a través de manuscritos, opiniones, reflexiones
parciales y subjetivas, lanzadas al aire para tratar de abarcar y comprehender
al gran humanista que fue Alighieri.
Pienso que entre
el humanismo y el conflictivo siglo XXI hay mucha tierra de por medio. Acepto
que existen similitudes entre ambos momentos de la historia; muchas más que
aquellas que el lector pueda pensar; me refiero a las diferencias entre las
clases sociales, la pobreza, la inseguridad, la envidia, las limitaciones
intelectuales y el perenne enfrentamiento entre los seres humanos que persiguen
honores y riquezas. No en vano alguien menciona aquella frase atribuida a un
monje medieval: “En medio del silencio universal sólo se oye el rasgar de mi
pluma sobre el papel”.
Me sorprende
que, al enumerar los motivos pendientes de solución en el evolucionado
humanismo, en ese medioevo ausente —en apariencia al menos— en ese anticipado
humanismo que se gesta merced al esfuerzo intelectual de los grandes pensadores
de la época: Guido Guinizelli, Dante, Petrarca, Boccaccio y muchos más que la
academia olvida o no tiene interés en nombrarlos,[110]
me llama la atención, decía, que estos mismos asuntos siguen presentes en
nuestro civilizado siglo XXI. Este siglo
que yo tildaría de “medieval” a pesar de los tramposos avances de la tecnología
y en el cual no hay, ni siquiera, un humanismo en ciernes, ni un pensamiento
renovador que nos devuelva la confianza en el hombre. Tampoco hallamos un nuevo
Einstein que nos actualice y proyecte con renovados aportes. Sólo hay
tecnócratas que se disputan un lugar en esta carrera científica que en cada
minuto se renueva y se redimensiona.
Pero regreso a
Filipo Argenti para decir algo más de él. No puedo odiarlo, como lo hace Dante
con saña y desprecio, pero reconozco que en nuestra experiencia individual hay
muchos individuos que merecen ser repudiados, por lo menos, ignorados como los
ignavos del vestíbulo del infierno. Quizás Argenti se halle en esta categoría,
por su condición de violento despierta en los dos viajeros una sensación
semejante: “el que a hierro mata a hierro muere”, como dice el refrán; a la
violencia responden con igual violencia.
El poeta florentino
le transfiere a Virgilio un discurso semejante al suyo, como ya lo observamos supra,
un discurso de repulsión y asco. El narrador, en su carácter de alter deus,
puede darse el lujo de hacer hablar a su personaje con palabras que no son las
propias.
Simultáneamente,
el tema de la venganza ocupa un primer lugar, cuando el protagonista se solaza
en el sufrimiento de su contemporáneo.
La ciudad de Dite
Han llegado a la ciudad del demonio, a la ciudad de
Dite, el narrador prepara el ambiente necesario, para enfrentar otro duro
trance del insoportable recorrido infernal. No pierdo de vista que la catarsis
del personaje central sigue operando, en abierto contraste con la inmutabilidad
de su maestro. Virgilio conoce el lugar en que se halla, él también ocupa un
sitio en el primer círculo, por ello su condición humana ha quedado postergada
y es poseedor de la sabiduría que le otorga la muerte. Por ello conoce y guía,
de espaldas a una catarsis, que a él no le corresponde.
El focalizador interno fijo continúa:
ma ne l'orecchie mi percosse
un duolo,
per ch'io avante l'occhio
intento sbarro.
Lo buon maestro disse: «Omai,
figliuolo,
s'appressa la città ch'ha nome
Dite,
coi gravi cittadin, col grande
stuolo».
E io: «Maestro, già le sue
meschite
là entro certe ne la valle
cerno,
vermiglie, come se di foco
uscite
fossero». Ed ei mi disse: «Il
foco etterno
ch'entro l'affoca le dimostra
rosse,
come tu vedi in questo basso
inferno».
Noi pur giugnemmo dentro a
l'alte fosse
che vallan quella terra
sconsolata:
le mura mi parean che ferro
fosse.
Non sanza prima far grande
aggirata,
venimmo in parte dove il
nocchier forte:
«Usciteci», gridò: «qui è
l'intrata».
Io vidi più di mille in su le
porte
da ciel piovuti, che
stizzosamente
dicean: «Chi è costui che
sanza morte
va per lo regno de la morta
gente?».
E 'l savio mio maestro fece
segno
di voler lor parlar
segretamente.[111] (57-58).
La
sensación auditiva prevalece cuando el poeta señala que a su oído le llega un
llanto, llanto que subraya la condición de dolor impostergable del sitio en que
se encuentran.
Resulta
evidente la semejanza entre la tierra y el infierno, aunque también son dignas
de destacar las diferencias. En el marco de las primeras, hallamos a un hombre
sufriente; en el contexto de las segundas, el padecimiento terrenal está
disminuido por la esperanza; el infernal, deviene incrementado por la
desgarradora desesperanza.
En la
vida terrenal sabemos que vamos a morir; sólo es cuestión de tiempo; en el
territorio infernal morir no es una opción y las almas tienen como único
objetivo recordar y sufrir; si somos fieles a las palabras de Francesca en el
canto V: “No hay mayor dolor que acordarse del tiempo feliz en la miseria”,
repetidas a su manera por Ugolino en el XXXIII: “Me pides que renueve el desesperado dolor que oprime mi
corazón con sólo pensar en él, y aún antes de referirlo”; observaremos, como el
recuerdo se asocia con la incapacidad de rememorar hechos o situaciones
felices; sólo evocamos las que nos ocasionaron sufrimiento, las cuales, al
cotejarse con un pasado feliz, dibujan un enorme contraste.
Virgilio
tiene la obligación de indicarle, a su discípulo, la condición de estos
condenados que verán en la ciudad de Dite. Es el bajo infierno en donde el
fuego eterno resplandece y tortura. La sensación térmica es desgarradora si
consideramos al calor insoportable, que debe recibirse como el mensaje de Dios
según el cual aquí no hay perdón ni consuelo para nadie. Cuando los prisioneros
se consumen en el fuego para volver a renacer y continuar con el círculo
interminable, rememoro el mito del ave Fénix que renace de sus cenizas. Pero el
ave es un símbolo triunfal, los residentes de este círculo, en cambio, enfrentan
la condición interminable en donde la espera no tiene sentido alguno.
Dante
comparte con su maestro, la violencia descarnada de estos pobres individuos que,
por haber infringido la ley divina, ahora padecen las inevitables
consecuencias.
Me
detengo en dos imágenes que me parecen importantes para comprender la dimensión
del sufrimiento. La primera reza a la letra: “terra
sconsolata” y la segunda: “le mura mi parean che ferro fosse”.
“La tierra desconsolada”
es una sinécdoque, porque los que no tienen consuelo son los seres allí torturados
por el fuego interminable; la tierra es tan sólo el lugar en donde se
encuentran y no participa por sí misma en la noción de doliente, atribuida a
los condenados. Hay más todavía, llama “tierra”, a esta parte del territorio
infernal; se recupera la idea del espacio anterior en que vivieran antes de
morir, para subrayar que éste es el sitio del desconsuelo, el lugar en donde
nada acaba, sino que todo vuelve a empezar en cada segundo.
“Los muros
parecían de hierro”. Esas paredes impenetrables son comparadas con la dureza
del metal: “parecían” es el nexo comparativo y los dos elementos que se reúnen
son “los muros” y “el hierro”. La estructura del lugar está diseñada, en la
mente arquitectónica del poeta, con un claro plasticismo que invoca nuevamente el
horror de lo inevitable y eterno, la eterna cárcel hermética en que se hallan
estos espíritus, prisioneros para siempre en territorio de nadie e inmersos en
la más patética soledad que ser alguno pueda imaginarse.
Lo que me atrevo
a llamar el humor negro de Dante, queda de manifiesto cuando dice “No sin antes
dar un rodeo…” Son viajeros en el estricto sentido de la palabra, pero ¡qué
indiferentes viajeros!, ante los cuales no puedo diferir el sentido irónico de
los términos. Son caminantes. En el
sitio en donde todos permanecen amarrados a su destino, ellos sólo están de
paso y se alejan impasibles. Se oye la voz de Flegias que los impela a salir de
la barca, porque el recorrido ha llegado a su fin.
El sonido que
escapa de la boca de este demonio secundario impacta y conmueve. Ellos obedecen
y se enfrentan a más de un millar de residentes; y esto último, que podría
parecer una hipérbole, en el reino del dolor no lo es, porque esa cifra es
insuficiente para aludir a la multitud recelosa. Todos quieren saber quién es
el ser vivo que ha llegado al reino de los muertos. Virgilio calma el ardor de
esa muchedumbre y se propone hablar con ellos secretamente.
Los versos que
siguen manifiestan el temor de Dante al verse solo en medio de tantos
insurrectos; las palabras de Virgilio lo calman, al decirle que nadie podrá
impedir su paso hacia la gloria.
El narrador lo
expresa de este modo:
Allor chiusero un poco il gran
disdegno,
e disser: «Vien tu solo, e
quei sen vada,
che sì ardito intrò per questo
regno.
Sol si ritorni per la folle
strada:
pruovi, se sa; ché tu qui
rimarrai,
che li ha' iscorta sì buia
contrada».
Pensa, lettor, se io mi
sconfortai
nel suon de le parole
maladette,
ché non credetti ritornarci
mai.
«O caro duca mio, che più di
sette
volte m'hai sicurtà renduta e
tratto
d'alto periglio che 'ncontra
mi stette,
non mi lasciar», diss' io,
«così disfatto:
e se 'l passar più oltre ci è
negato,
ritroviam l'orme nostre
insieme ratto».
E quel segnor che lì m'avea
menato,
mi disse: «Non temer; ché 'l
nostro passo
non ci può tôrre alcun: da tal
n'è dato.[112] (58-61).
Agrega
el mantuano como certero conductor que es, mejor aún, como perfecta compañía en
el reino de la soledad:
Ma qui m'attendi, e lo spirito
lasso
conforta e ciba di speranza
bona,
ch'i' non ti lascerò nel mondo
basso».
Così sen va, e quivi
m'abbandona
lo dolce padre, e io rimagno
in forse;
che sì e no nel capo mi
tenciona.
Udir non potti quello ch'a lor
porse;
ma ei non stette là con essi
guari,
che ciascun dentro a pruova si
ricorse.
Chiuser le porte que' nostri
avversari
nel petto al mio segnor, che
fuor rimase
e rivolsesi a me con passi
rari.
Li occhi a la terra e le
ciglia avea rase
d'ogne baldanza, e dicea ne'
sospiri:
«Chi m'ha negate le dolenti
case!».
E a me disse: «Tu, perch' io
m'adiri,
non sbigottir, ch'io vincerò
la prova,
qual ch'a la difension dentro
s'aggiri.
Questa lor tracotanza non è
nova;
ché già l'usaro a men segreta
porta,
la qual sanza serrame ancor si
trova.
Sovr' essa vedestù la scritta
morta:
e già di qua da lei discende
l'erta,
passando per li cerchi sanza
scorta,
tal che per lui ne fia la
terra aperta».[113] (61).
La
función del protagonista consiste en seguir esperando, en superar sus temores y
en dejarse llevar por la guía fiel del creador de Eneas, de ese otro viajero,
quien igual que Dante, bajara al infierno para encontrarse con Anquises.
La
unidad de estilo se manifiesta de nueva cuenta, al quedar unidos temáticamente
los dos cantos: el que ahora concluye y el que sigue, en donde son castigados
los herejes.
En el
canto VIII la puerta de la ciudad de Dite sigue herméticamente sellada, en el
IX, después de presenciar el horror de las Erinias, llega un mensajero del
cielo, que les hace franca la puerta de la horrorosa ciudad de Dite.
Comentario y revisión
del canto IX
Los herejes, la tortura del fuego: herencia del
catolicismo
La voz que cuenta los hechos comienza diciendo:
Quel color che viltà di fuor
mi pinse,
veggendo il duca mio tornare
in volta,
più tosto dentro il suo novo
ristrinse.
Attento si fermò com' uom
ch'ascolta;
ché l'occhio nol potea menare
a lunga
per l'aere nero e per la
nebbia folta.
«Pur a noi converrà vincer la
punga»,
cominciò el, «se non... Tal ne
s'offerse!...
Oh quanto tarda a me ch'altri
qui giunga!».
I' vidi ben sì com' ei
ricoperse
lo cominciar con l'altro che
poi venne,
che fur parole a le prime
diverse;
ma nondimen paura il suo dir
dienne,
perch' io traeva la parola tronca
forse a peggior sentenzia che
non tenne.
«In questo fondo de la trista
conca
discende mai alcun del primo
grado,
che sol per pena ha la
speranza cionca?».
Questa question fec' io; e
quei: «Di rado
incontra», mi rispuose, «che
di nui
faccia il cammino alcun per
qual io vado.
Vero è ch'altra fiata qua giù
fui,
congiurato da quella Eritón
cruda
che richiamava l'ombre a'
corpi sui.
Di poco era di me la carne
nuda,
ch'ella mi fece intrar dentr'
a quel muro,
per traerne un spirto del
cerchio di Giuda.
Quell' è 'l più basso loco e
'l più oscuro,
e 'l più lontan dal ciel che
tutto gira:
ben so 'l cammin; però ti fa
sicuro.
Questa palude, che 'l gran
puzzo spira
cinge dintorno la città
dolente,
u' non potemo intrare omai
sanz' ira».[114] (62-65).
Queda
de manifiesto nuevamente el grado de cercanía que existe entre maestro y
discípulo. Esta proximidad resulta expresada en doble sentido: por un lado, es
el poeta Virgilio que con su maestría al crear tres grandes obras que lo
inmortalizan: Las bucólicas, Las Geórgicas, sobre todo, La Eneida, ha
servido de ejemplo al poeta florentino que lo intertextualiza y lo hace más
grande aún de lo que ya era. De las Bucólicas —la IV, por supuesto— toma
la imagen del creador que, sin saberlo, había anunciado la venida del Mesías al
mundo. De la Eneida, elige el acento épico que lo autoriza a dar origen
a una epopeya cristiana, inspirada en la épica pagana.
Por
otro lado, hallamos al Virgilio personaje, creado al libre albedrío del poeta
de esta inmensa Comedia, en donde el género humano llora, espera y ríe.
Virgilio lo lleva de la mano por el pavoroso hades del humanismo; le muestra a
quienes no podrán reconciliarse nunca con Dios, para luego conducirlo por casi
todo el purgatorio, en donde las almas esperan y son reprendidas por la
divinidad implacable que no olvida y que reparte —de acuerdo con la guía del
poeta toscano— los escarmientos que cada uno merece.
En lo
que tiene que ver con el adusto paisaje que aparece ante los ojos de los
peregrinos, destaco: “El aire negro y la neblina densa”. Una tenue
sensación térmica: El aire, acompañada por dos impresiones sensoriales
visuales: lo negro y la densa neblina. Éste es el reino de las tinieblas que
convocan al alto poder de Satanás, que espera en el 9º círculo.
A los
viajeros les resulta claro que deben vencer en esta lucha, que continúa siendo
una reyerta implacable e ímproba. Queda determinada así la condición de epopeya
de esta obra, en la cual se debe pelear como Eneas, para obtener el triunfo que
sólo la fe les puede dar.
Al
mismo tiempo, esperan al ángel que llegará a abrirles las puertas de la ciudad
de Dite. Es el mensajero de la Divina Potestad que viene con la misión de
apoyar al florentino en su recorrido inconmensurable. Estarán pensando, igual
que yo, que todo lo relatado pertenece al plano subjetivo de quien narra los
hechos. Es así, no hay duda, pero no debemos olvidar, que el genio y la
imaginación del toscano, levanta vuelo para proyectar su poética hasta estos
mundos olvidados del hombre.
Agrega
esa voz que discurre, pregunta, afirma y niega
al mismo tiempo: «¿En este fondo de la triste hoya bajó
algún otro, desde el primer círculo donde es pena la falta de esperanza?»
Al respecto, agrega
Borges en la versión comentada que estamos consultando: “El primer círculo es
el limbo, en donde reside Virgilio. El propósito de Dante es saber si su
maestro conoce el camino, aunque para ello formula la pregunta en forma
general.” (2003: 77).
El poeta latino contesta:
“Verdad
es que otra vez estuve aquí, por la cruel Ericton[115]
conjurado”.
Se recupera de este modo un pasaje
mitológico, mitad invención de Dante y mitad verosímil. La bruja denominada
como “cruel Ericton”, constituye la representación de un tema muchas veces
retomado; Lucano en su Farsalia, incompleta y fragmentaria, habla de
ella; Alighieri quiere saber de boca de Virgilio, qué relación tuvo con la
espeluznante mujer.
El mantuano redivivo
formula su propia anagnórisis cuando refrenda lo que el toscano le está
preguntando. Dice al respecto que hacía poco tiempo que su alma había dejado el
cuerpo terrenal, cuando Ericton lo obligó a entrar (está escrito textualmente: intrar dentr', véase la repetición premeditada)[116],
de estos muros para sacar un espíritu del círculo de Judas. Así —comenta
Borges— explica Dante, cómo Virgilio puede conocer el camino que ahora recorre
a su lado, puesto que, gracias a esa bruja dueña del poder de la resurrección
de los cuerpos, pudo llegar al extremo del infierno donde Judas y otros
réprobos son torturados. (2007: 77, cita 4).
Hasta
aquí queda formulada la discutida suposición del florentino, porque, entre
otras cosas, cuando se libró la batalla de Farsalia, Virgilio aún no había
muerto, como lo explica Eugenio Camerini en la cita consignada supra.
Continúa resaltando la voz que narra los hechos:
E altro disse, ma non l'ho a
mente;
però che l'occhio m'avea tutto
tratto
ver' l'alta torre a la cima
rovente,
dove in un punto furon dritte
ratto
tre furïe infernal di sangue
tinte,
che membra femminine avìeno e
atto;
e con idre verdissime eran
cinte;
serpentelli e ceraste avean
per crine,
onde le fiere tempie erano
avvinte.
E quei, che ben conobbe le
meschine
de la regina de l'etterno
pianto:
«Guarda», mi disse, «le feroci
Erine.
Quest' è Megera dal sinistro
canto;
quella che piange dal destro è
Aletto;
Tesifone è nel mezzo»; e
tacque a tanto.
Con l'unghie si fendea
ciascuna il petto;
battìensi a palme, e gridavan
sì alto,
ch'i' mi strinsi al poeta per
sospetto.
«Vegna Medusa: sì 'l farem di
smalto»,
dicevan tutte riguardando in
giuso;
«mal non vengiammo in Teseo
l'assalto».
«Volgiti 'n dietro e tien lo
viso chiuso;
ché se 'l Gorgón si mostra e
tu 'l vedessi,
nulla sarebbe di tornar mai
suso».
Così disse 'l maestro; ed elli
stessi
mi volse, e non si tenne a le
mie mani,
che con le sue ancor non mi
chiudessi.
O voi ch'avete li 'ntelletti
sani,
mirate la dottrina che
s'asconde
sotto 'l velame de li versi
strani.
E già venia su per le torbid’
onde
un fracasso d'un suon pien di
spavento,
per che tremavano amendue le
sponde,
non altrimenti fatto che d'un
vento
impetüoso per li avversi
ardori,
che fier la selva e sanz'
alcun rattento
li rami schianta, abbatte e
porta fori;
dinanzi polveroso va superbo,
e fa fuggir le fiere e li
pastori.
Li occhi mi sciolse e disse:
«Or drizza il ne
del viso su per quella schiuma
antica
per indi ove quel fummo è più
acerbo».
Come le rane innanzi a la nemica
biscia per l'acqua si dileguan
tutte,
fin ch'a la terra ciascuna
s'abbica,
vid' io più di mille anime
distrutte
fuggir così dinanzi ad un,
ch'al passo
passava Stige con le piante
asciutte.
Dal volto rimovea quell' aere
grasso,
menando la sinistra innanzi
spesso;
e sol di quell' angoscia parea
lasso.
Ben m'accorsi ch'elli era da
ciel messo,
e volsimi al maestro; e quei fe’
segno
ch'i' stessi queto ed
inchinassi ad esso.
Ahi quanto mi parea pien di
disdegno!
Venne a la porta, e con una
verghetta
l'aperse, che non v'ebbe alcun
ritegno.
«O cacciati del ciel, gente
dispetta»,
cominciò elli in su l'orribil
soglia,
«ond' esta oltracotanza in voi
s'alletta?
Perché recalcitrate a quella
voglia
a cui non può il fin mai esser
mozzo,
e che più volte v'ha cresciuta
doglia?
Che giova ne le fata dar di
cozzo?
Cerbero vostro, se ben vi
ricorda,
ne porta ancor pelato il mento
e 'l gozzo».[117] (65-69).
Quiero
destacar el eufemismo: “E altro disse, ma non l'ho a mente”, es decir que el
poeta se desentiende del tema que no ha quedado claro para el lector, me
refiero a saber quién fue el condenado que Virgilio vino a buscar al círculo
noveno. No tiene mayor relevancia, porque lo que el florentino quiere
fundamentar, con esta pregunta que relaciona a Virgilio y a Ericton, cómo conoce
el mantuano todos los recovecos de su recorrido infernal. Pero, insisto, Dante
se refugia en el eufemismo para no tener que explicar algo que él mismo
desconoce, porque ha sido tan sólo fruto de su invención.
En seguida, el
poeta observa, con renovado espanto, cómo aparecen en la cima de la alta torre,
las Erinias o Furias[118],
que complementan el pánico ya anunciado en la referencia a Ericton.
Conozco a las
Erinias desde el lejano Esquilo y su tragedia Las Coéforas, en donde
Orestes se ve obligado, por su fidelidad al padre, a matar a su propia madre.
Este personaje es perseguido por las Furias después de cometido el matricidio,
sólo se salvará por la intervención de Apolo y las Euménides, éstas son —como
lo explico a pie de página— la representación contraria a las Erinias; es decir
se trata de las diosas que perdonan y redimen al pecador.
Ahora bien, ¿qué
hacen estas diosas, abandonadas por el destino ellas también, en este lugar en
donde los heresiarcas pagan sus culpas?
En el
catolicismo los herejes constituyen una curiosa forma de ser pecadores; ellos
se opusieron al dogma de la Iglesia y por esto son repudiados y condenados
también. Las Furias, por su parte, tuvieron un pasado relativamente feliz y
luego se entronizaron, desde su nefasta metamorfosis, en diosas vengadoras de
los crímenes familiares. Su sola presencia causaba horror, cuando aparecían en
el teatro clásico, el público se sumía en una desesperación irrefrenable en
donde el miedo, la aprensión y la desconfianza
en su propia condición de pecadores —léase “catarsis”— ocupaban un primer
lugar. Ellas tuvieron como misión en la mitología pagana, la venganza. Eran
temidas por el creyente, aunque su función resultaba perfectamente justificada,
hasta cierto punto necesaria, causaban rechazo como ya lo dije.
En resumen, los
primeros, me refiero a los heresiarcas, se manejaban en un marco de
irreverencia y desprecio por los —llamémosle así— asuntos sagrados. Las
segundas eran también a su manera y en su contexto, irreverentes y radicalmente
malévolas.
Los reformistas
o herejes fueron más intransigentes que la propia iglesia en donde se habían
formado. Parecen existir semejanzas entre unos y otras que podrían justificar
por qué Dante las ubica en este círculo. Sea una u otra razón, lo cierto es que
funcionan como una máquina de terror, que recuerda a los pecadores lo grave que
es no respetar la autoridad de sus progenitores —padre y madre en el caso de
los griegos; la iglesia como institución que los formó, en lo que cabe a los
heresiarcas—. Lo dicho aparece permeado de una enorme subjetividad, como sucede
en todo discurso y en todo proceder del ser humano.
Me sentiría
inclinado a perdonar a Orestes, como lo hizo Apolo y a justificar plenamente a
los herejes, a pesar de que la institución romana los consideró, durante muchos
siglos, como nefandos proscriptos de la fe. Dante se une a su iglesia para
reprimirlos también.
Al mismo tiempo,
el infierno es el reino de la violencia; la eternidad infernal y la monotonía
de cada segundo, sólo alterada por la brutalidad del castigo y por la inesperada
presencia de un ser vivo que invade sus dominios, constituyen otro de los
tantos modos en que el réprobo es torturado y sometido. De esta manera, ellos
recuerdan con nostalgia, impotencia y rabia a la tierra, en donde fueron
primero para dejar de ser después.
Retomo algunos
conceptos en torno a las Erinias que deseo comentar de un modo más puntual.
La descripción
de las Furias responde a un cuadro descarnado y cruel, en el cual las
impresiones sensoriales cumplen con la función de hacer violentamente real a
esas figuras fantasmales. Estaban “teñidas de sangre” —sensación visual
impresionante—; con miembros y ademanes de mujer que aluden a un pasado en el
que su condición era diferente. Además, se hallaban cubiertas de “verdosas
hidras” en lugar de cabellos y “pequeñas serpientes se entrelazaban por sus
horribles sienes”. Destaco de qué manera los elementos escogidos de la
naturaleza —las hidras y las serpientes— tienen como objetivo realzar el cuadro
de horror que corre paralelo al ambiente infernal en que se encuentran.
Continuando con
su función de guía y maestro, Virgilio explica a su discípulo quiénes son: a la
izquierda, Megera, “la del siniestro canto”; a la derecha, llorando
inconsolable, Aletto y al medio Tesifone.
Conviene a la
poética numérica de Dante, el que sean tres, que como ya lo hemos resaltado supra,
es el número cabalístico dominante en la Comedia.
En nota a pie de
página en la edición de Borges, se explica la etimología de esas diosas
desdichadas y despiadadas, en curiosa simultaneidad: Megera, la enemiga. Aleto,
la inquieta y Tesifone la castigadora de homicidios (2003: 78. Nota 12).
Complementando
el cuadro de horror, las vemos desgarrándose el pecho con sus uñas, al mismo
tiempo que se golpean con las manos y dejan escapar gritos altisonantes.
El juego
mitológico continúa, cuando las diosas vengadoras convocan a la Gorgona: “—
Venga Medusa—“al mismo tiempo que se reprochan tardíamente por un trabajo no
concluido: “Mal nos vengamos del asalto a Teseo”. Perdieron, bajo la guía de
Medusa, la oportunidad de petrificar al irreverente Teseo, cuando éste descendió
al hades para rescatar a Proserpina; circunstancia en la que fue hecho
prisionero y quedó esperando la llegada de Hércules, el libertador (Borges: 78,
cita 13).
Subrayo que el
mundo del castigo al que descendió Teseo fue al infierno griego, es decir, al
hades; éste es semejante, pero no igual al infra mundo cristiano. Son muchos
los avernos en la tradición mítico-literaria de los pueblos, pero el hades y el
cristiano parecen tener mayor presencia. Ese universo extraterrenal en donde el
hombre castiga al hombre representa un espacio de dolor particularmente
controvertido. El griego reunió en un solo lugar toda la expectativa del más
allá: su mitología fue despiadada, cruel, y el ser humano sabía que
ineludiblemente debía llegar a ese territorio de sombras que representaba el
hades. La teología brindó otras oportunidades como lo consigna la Comedia; pero
lo hizo sin perder de vista la tortura y el hostigamiento de quienes, según su
controvertida opinión, merecían ser tratados de este modo. Es cierto que la
sanción eterna del infierno se diferencia de la represión transitoria del
purgatorio. Aquí se sufre mucho también, el término “transitorio” que empleo,
medido en el contexto de siglos, lo veo como extremadamente radical, cruel y
despiadado. La arquitectura dantista de ambos mundos es planificada y completa.
Dante resulta protegido, en todo momento, por su educador y amigo. Éste le
advierte que no puede mirar a los ojos a la Gorgona, porque lo convertiría en
piedra al instante y ya no podría retornar al mundo terrenal. En previsión de
ello, el propio Virgilio tapa los ojos del florentino.
Dante continúa
el diálogo con su lector a quien le dice: “Ustedes que tienen sano el
entendimiento, vean la doctrina que se esconde bajo el velo de estos extraños
versos” (78).
¿Cuál es la
doctrina que los de “sano entendimiento” pueden llegar a comprender? Entiendo
que estos “extraños versos” definen y proyectan un más allá, en donde el hombre
ha dejado de ser humano, para transformarse en un ente sometido a la tortura y
el horror. Si la reflexión fuera de carácter moral y ausente la posible
catarsis, pienso que el fundamento de esa doctrina no ha de tener una condición
estoica, porque los condenados no se realizan ni gozan con el castigo, como lo
hacían los incomprendidos estoicos, sino que despliegan todo su odio, en donde
el arrepentimiento tardío, brilla por su ausencia. El “velo del verso” es la
máscara del drama griego que esconde un universo posible; detrás de todos y
cada uno de esos sujetos que padecen, hay un microcosmos que tiene sus propias
razones, para sufrir sin resignación alguna, su impuesto dolor. Esto último,
corresponde únicamente al infierno, porque para los otros dos reinos los
desenlaces y las conclusiones son diferentes.
Desde el
horizonte teológico tradicional, en el infierno está la maldita raza humana que
ya no alcanza la posibilidad de cambiar su estructura moral; lo que fue ya no
podrá revertirse. Los errores cometidos, a los que la Iglesia llama pecados, representarán
la razón y la causa del cruel castigo al que estarán amarrados por toda una
eternidad. Ahora bien, desde el ángulo de la teología de la liberación y de
acuerdo con un enfoque mucho más moderno, no conciben a un dios que sea capaz
de hundir a los pecadores en el caos del inframundo. En pocas palabras, el
infierno no pudo haber existido como lo ha dicho el propio Papa Francisco en
recientes declaraciones. Hay quienes se empeñan en sostener que, para los
protervos e insolentes, debe haber un infierno en el que serán castigados con
crueldad y violencia; este nuevo enfoque señala que habrá castigo, sí, pero de
ninguna manera han de sufrir los horrores que sólo la imaginación del
florentino pudo recrear. ¿Cuáles serán esas sanciones? Más vale no ahondar en
un asunto que no conocemos y del cual no tenemos fuentes fidedignas; al hablar
de este tema es mucho mejor refugiarse en un sano agnosticismo, el cual es una
buena opción para no contradecir al otro y para mantener a salvo nuestra
opinión que, como hombres falibles e imperfectos, tenemos derecho a sostener.
Regreso al
análisis del canto IX. Llega el mensajero del cielo que Dante ha recreado para
que alguien les habrá la puerta de la ciudad de Dite y poder continuar, de este
modo, con su relato.
Por un instante
al menos, pienso que el infierno y el paraíso se expresaran en un mismo
lenguaje de violencia. Lo digo porque cuando arriba el enviado del nirvana cristiano,
éste se manifiesta en medio de una apenas concebible intimidación, la cual va
dirigida a los condenados que allí padecen, que han incurrido en el error de
impedir que los poetas continuaran su camino. Pero en realidad tal semejanza
entre ambos reinos es sólo aparente; el ángel de Dios injuria y maldice, porque
quienes allí están no merecen ser tratados de otra manera.
“Un espantoso
sonido” anuncia su presencia, estruendo que se expande por ambas orillas. El
símil complementa la expresión, al decir que esta presencia es semejante a un
viento salvaje, que embiste la selva y desgaja las ramas, al mismo tiempo que
pone en fuga a las fieras y a los pastores.
Las almas
sometidas huyen espantadas al contemplar que la fuerza del destino les recuerda,
nuevamente, la razón de su castigo insoportable.
El mensajero del
cielo es tenebroso, como si se tratara de un emisario infernal. Al horror del
ambiente, responde el ímpetu del recién llegado, su discurso está dirigido a
los desgraciados que lo miran con un explicable terror.
Les llama,
mediante impetuosos vocativos: “proscriptos del cielo, raza menospreciada”, los
amonesta por su audacia al oponerse a los designios del empíreo, mientras deja
en claro que la relación entre ellos y el citado espacio del premio eterno ha
desaparecido por completo.
El ángel se
aleja y los insólitos viajeros ingresan por fin a la ciudad de Dite. Aquí, los
sepulcros ardientes pueblan la llanura. Dante observa horrorizado cuál ha sido
el destino final de los heresiarcas, según se lo explica su guía. ´
Éstos, por
desacatar las leyes de la iglesia y contravenir los dogmas de fe, se hallan
proscriptos del perdón. Son repudiados por la institución “divina” y se
muestran sometidos a la tortura del fuego inextinguible. Por ende, se trata de
otro de los tantos contenidos subjetivos de la Comedia. ¿Por qué
castigar a los que no piensan como la iglesia? Yo diría que representaron, en
su momento, una mala competencia. Para que el espíritu ecuménico llegara al
seno de esta misma iglesia, tendrían que pasar muchos siglos.
Este canto y el
siguiente responden a la teología tradicional; mejor aún, a los lineamientos
dados por la romana institución. El castigo del fuego es exclusivo del infierno
católico, no así del hades cristiano de Dante.
Lo digo con
fundamento en el llamado “movimiento por un mundo mejor”, que estaba y está
integrado por laicos y clérigos al interior de la iglesia, este movimiento tiene
como finalidad “fortalecer la fe”. Reconozco que todo es relativo en términos
de apreciación mística, pero al hombre le gusta hablar de cosas que, muchas
veces, ni llega a comprender.
En mi juventud
tuve que asistir a un encuentro en el que el expositor, entre otras muchas
aterradoras hipérboles, describía al infierno como un terrible sitio de
castigo, en donde los pecadores se quemaban en medio de horripilantes llamas.
“Los diablos les metían leños ardiendo por la boca”, decía el frenético
presentador del discurso. Recuerdo que sus palabras no me dejaron atemorizado,
sino que despertaron en mí un sentimiento que aún hoy sigue vigente: el hombre
es un ser limitado y particularmente estúpido —pensé— y lo digo en dos
direcciones; por un lado, el que habla utiliza estas expresiones, para ganar
adeptos a la causa de la iglesia basado en el terror que su discurso pretendía
infundir; por otro lado, quien escucha y sale convencido de tan absurdos
conceptos, deja mucho que pensar.
Estos fanáticos
de un “mundo mejor”, mundo basado en el terror y el miedo, podrían haber
pertenecido al universo dantesco; no tengo duda de ello, pero a Dante lo
justificaba su fogoso enfoque del cosmos medieval y su propia poética, que se
proponía dar el gran salto desde las tinieblas del infierno hasta el luminoso
mundo de Dios.
Ambos polos
—quienes hablan y quienes escuchan— se identifican, como decía el enajenado
Filippo Marinetti, en su siniestro codo con codo de cuerpos que se ignoran,
mientras llevan a cabo la dura tarea de vivir y morir aferrados al miedo y a la
decepción de cada momento.
Se les olvidó a
los renacentistas decir que la estulticia es una constante antropomórfica
inevitable. Constante que nos acompaña desde hace muchos siglos y que nos
abandonará, sólo cuando desaparezca el último hombre de la tierra.
Otra reflexión
personal que comparto con ustedes: nuestro siglo XXI hereda de la segunda mitad
del XX, al menos, un sello medieval inevitable que lo lleva a admitir ciertos
esquemas que provienen de la mal llamada “edad de oro, de la fe”.
¿Cuáles son esos
síntomas medievales que perviven en nuestra complicada modernidad? La
suspicacia, la mentira, la persecución del otro, la envidia, la falta de
convencimiento en las razones que da la cultura, la ignorancia, el crimen, la
reproducción de los errores del pasado, la repetición constante de esquemas
fraudulentos que vienen del ayer; en fin, son muchos más esos síntomas de la
enfermedad medieval, pero sirvan de ejemplo los mencionados aquí para
entender que al hombre le hace falta su
propio Teseo, que con la muerte lo cure de la enfermedad de la vida.
El canto IX termina con los versos siguientes:
Poi si rivolse per la strada
lorda,
e non fé motto a noi, ma fé
sembiante
d'omo cui altra cura stringa e
morda
che quella di colui che li è
davante;
e noi movemmo i piedi inver'
la terra,
sicuri appresso le parole
sante.
Dentro li 'ntrammo sanz'
alcuna guerra;
e io, ch'avea di riguardar
disio
la condizion che tal fortezza
serra,
com' io fui dentro, l'occhio
intorno invio:
e veggio ad ogne man grande
campagna,
piena di duolo e di tormento
rio.
Sì come ad Arli, ove Rodano
stagna,
sì com' a Pola, presso del
Carnaro
ch'Italia chiude e suoi
termini bagna,
fanno i sepulcri tutt' il loco
varo,
così facevan quivi d'ogne
parte,
salvo che 'l modo v'era più
amaro;
ché tra li avelli fiamme erano
sparte,
per le quali eran sì del tutto
accesi,
che ferro più non chiede
verun' arte.
Tutti li lor coperchi eran
sospesi,
e fuor n'uscivan sì duri
lamenti,
che ben parean di miseri e
d'offesi.
E io: «Maestro, quai son
quelle genti
che, seppellite dentro da
quell' arche,
si fan sentir coi sospiri
dolenti?».
E quelli a me: «Qui son li
eresïarche
con lor seguaci, d'ogne setta,
e molto
più che non credi son le tombe
carche.
Simile qui con simile è
sepolto,
e i monimenti son più e men
caldi».
E poi ch'a la man destra si fu
vòlto,
passammo tra i martìri e li
alti spaldi[119] (69-70).
Ingresan ambos
poetas al infame lugar en donde el calor y el fuego prevalecen. El ángel del
cielo manifiesta cierta prisa que lo conduce por el cenagoso terreno y que
raudamente lo aleja de ambos peregrinos.
Dante
y Virgilio entran a la ciudad de Dite, el florentino se entrega a la
contemplación de los condenados que allí se encuentran. Su observación reviste
el carácter de “asombro filosófico”. No puede creer que la violencia justiciera
de Dios —que es la suya también— haya actuado de tal manera hundiendo en el
fuego eterno a quienes sufren y se desesperan, en medio de las llamas del
infierno.
Virgilio,
cumpliendo con su incansable función didáctica, le comenta que allí se
encuentran los heresiarcas, es decir aquellos que se apartaron del discurso de
la iglesia. Entonces se apiada al oír los lamentos que se elevaban por encima
de las llamas inextinguibles.
Disentir
con el discurso oficial siempre ha sido una constante en el pensamiento humano.
La pregunta que aparece implícita es: ¿Por qué debo aceptar sin protesta alguna
lo que la iglesia me dice? Más aún, si la institución romana es la primera en
faltar a sus propias reglas, ¿por qué debemos nosotros —los herejes digo—
obedecer a estos pronunciamientos que se ofrecen en el marco de la intolerancia
y la persecución?
Pero
la rebeldía debe ser castigada para evitar que nuevos adeptos se aparten de la
doctrina católica. Dante da el espaldarazo a esta propuesta, cuando retoma el
discurso oficial que implica prepotencia y total desconocimiento de la libertad
personal. No lo hace por miedo o por quedar bien con la iglesia; ya ha
demostrado —por citar sólo algunos ejemplos— que los castigos a Papas como
Celestino V y a los numerosos clérigos y hombres de iglesia, que se encuentran
entre el número interminable de los avaros y los pródigos, es razón suficiente
para expresar su desconfianza en la doctrina oficial. Lo lleva a cabo más bien
como un hombre medieval que estrecha filas con el catolicismo imperante; lo
hace como alguien convencido de que la fe debe ser reforzada por argumentos más
sólidos, que los que proponen los partidarios a la ética de Epicuro y los
reformistas en general. Todo ello quedará de manifiesto —implícitamente— en el
diálogo con el controvertido Farinata Degli Uberti.
Esta
última parte del canto IX permite la conexión con el canto X. Reitero que aquí
están las almas de los herejes considerados globalmente. En el X se concentrará
en pecadores individuales empezando con Farinata, de acuerdo con lo que
explicaré infra.
Análisis del canto X
Farinata degli Uberti: heresiarca epicúreo.
Ora sen va per
un secreto calle
tra 'l muro de
la terra e li martìri,
lo mio maestro,
e io dopo le spalle.
«O virtù somma,
che per li empi giri
mi volvi»,
cominciai, «com' a te piace,
parlami, e
sodisfammi a' miei disiri.
La gente che per
li sepolcri giace,
potrebbesi
veder? Già son levati
tutt' i
coperchi, e nessun guardia face».
E elli a me:
«Tutti saran serrati
quando di Iosafàt
qui torneranno
coi corpi che là
sù hanno lasciati.
Suo cimitero da
questa parte hanno
con Epicuro
tutti suoi seguaci,
che l'anima col
corpo morta fanno.
Però a la
dimanda che mi faci
quinc' entro
satisfatto sarà tosto,
e al disio ancor
che tu mi taci».
E io: «Buon
duca, non tegno riposto
a te mio cuor se
non per dicer poco;
e tu m'hai non
pur mo a ciò disposto».
«O Tosco che per
la città del foco
vivo ten vai
così parlando onesto,
piacciati di
restare in questo loco.
La tua loquela
ti fa manifesto
di quella nobil
patria natio,
a la qual, forse,
fui troppo molesto».
Subitamente
questo suono uscìo
d'una de
l'arche; però m'accostai,
temendo, un poco
più al duca mio.
Ed el mi disse:
«Volgiti: che fai?
Vedi là Farinata
che s'è dritto:
da la cintola in
sù tutto 'l vedrai».[120] (71-72).
Continúa
la descripción del paisaje fúnebre que les es dado contemplar; para Virgilio
todo lo que ve es normal, porque ya está acostumbrado a permanecer en este
reino de las sombras; para Dante es novedoso, por ello se entrega a una
contemplación más comprometida, lo cual no excluye que esté exenta de miedo y
desconcierto. Éste es el mundo inventado por el profeta de la palabra, por el
florentino cuya imaginación atrajo la atención del mundo medieval y de todo el
universo, que siglos después se acercará a sus textos para contemplar el
destino humano, de acuerdo con los parámetros creados por su poética.
Prevalece
la curiosidad del toscano: quiere ver a la gente que yace en los sepulcros.
Éstos se hallan abiertos, por lo tanto, es relativamente fácil detenerse y
hasta platicar con quienes están en los féretros encendidos. Un símbolo
importante destaca: los sepulcros sin cerrojos aluden a una libertad que se les
concede a estos proscriptos de la fe, quienes no padecerán al menos de la
claustrofobia que iría implícita en el enclaustramiento. En la tierra también se les dejó en libertad
de opinar y, aunque perseguidos, pudieron muchos de ellos escapar a la férrea
censura clerical. Hoy, en este presente de ultratumba, los fantasmas de los
herejes pueden asomarse a su sepultura y contemplar que —ahora más que antes—
no habrá piedad para ellos.
Cuando llegue la parusía, cuando suene la trompeta
de Josafat convocando a vivos y muertos al juicio final, los cuerpos de los
condenados infernales se unirán a sus almas ansiosas, en ese momento, los
sepulcros se cerrarán por toda una eternidad. He aquí la prolepsis que el poeta
pone en boca de su maestro; anuncio funesto, según el cual queda comprobado que
el sufrimiento puede ser siempre mayor, en la perspectiva futura que en el
presente de su dolor. Dante y el propio Dios son
implacables con ellos. Diría mejor: Dante y la vengativa iglesia romana de
aquel momento.
Habría
que esperar hasta el siglo XVIII, para que un luterano y varias personalidades
más de procedencia diversa, hablaran y fundamentaran la paz y la conciliación
entre las iglesias.[121]
(https://www.gotquestions.org/Espanol/ecumenismo.html).
En
este instante de la historia de las religiones, pienso que el discurso dantista
—radical e intolerante— pasa a formar parte del territorio imaginario de la
literatura, abandona el campo teológico que en su momento había reclamado.
Aquí
se encuentran Epicuro y sus “secuaces”, como les llama el poeta. En relación
con Epicuro consigno los juicios siguientes:
1.
En el período helenístico surgen con gran
fuerza tres escuelas de filosofía: la epicúrea, la estoica y la escéptica.
Entre ellas hay más coincidencias de lo que en general se cree, aunque,
ciertamente, el hilo conductor que las une radica en el afán por asegurar al
hombre la serenidad y tranquilidad de ánimo, difíciles de conseguir en un mundo
tan sumamente complejo y turbulento, como el que sigue a la conquista del
Oriente por parte de Alejandro.
(https://www.filosofia.net/materiales/sofiafilia/hf/soff_u4_1.html).
2.
Complementariamente y en relación con la
ética y moral de Epicuro, me permito señalar un juicio crítico que reza de la
siguiente manera:
Así las cosas, puede argüirse que estamos ante dos posturas
teológicas indemostrables toda vez que no se pueden desplegar científicamente.
Tan vano era intentar explicar la existencia de dios como su inexistencia5. Lo interesante de este esfuerzo anti teológico
de Epicuro, no es que haya demostrado la ausencia de intervención de los dioses
en el mundo humano, lo cual se convertiría, como dice Cornford en un dogma,
sino la intención que este esfuerzo revelaba. Se trataba de dejar el campo
libre para densificar una ética de la responsabilidad humana, inmersa en los
trajines de su propia potencialidad y finitud. En este sentido cabe repetir:
"siempre que los eclipses no se interpreten como un signo del disgusto de
los dioses, no importa cuáles han sido sus causas. Cualquier explicación es tan
buena como cualquier otra para nuestra serenidad de ánimo, y todas tienen que
ser admitidas" (p. 38). [Además y si] "…la idea de una Providencia
benevolente que se cuida de los hombres está indisolublemente unida a la
justicia divina, al castigo de los malvados después de la muerte, y en el alma
tímida de Epicuro los temores al infierno pesan más que los consuelos de la fe.
Por tanto, hay que desterrar a los dioses del mundo visible y probar que el
alma es mortal" (p. 41). De este modo es lógico que una ética sin infierno
se pueda convertir en una ética sin culpa. Y si la culpa no deja que el
individuo se gobierne a sí mismo, sumiéndolo en un mar de coacción y
remordimiento productor de desdicha, entonces es algo que hay que desechar. Sin
embargo, aunque la liberación del temor a dicho castigo parece redimir la ética
epicúrea de la conciencia angustiante, de la culpabilidad, hay que reconocer
que como ésta es fuente de inquietud e intranquilidad; la ataraxia propia del
filósofo que milita en esta escuela, le exige mantenerla presente para así
evitarla en toda situación: frente a las leyes de las ciudades o frente a los
rituales y prácticas de veneración de lo sagrado. Por consiguiente, tenemos que
la culpa en el epicureísmo aparece bajo su forma negativa, esto es, como algo a
ser evitado; lo cual implica también una crítica a los presupuestos míticos y
trágicos de una conciencia atormentada, por lo que no depende de sí misma. La
escuela epicúrea tiene entonces que ver con la moral de la culpabilidad en el
sentido negativo: no hay en ella la búsqueda de clarificación de una moral del
deber o de la ley social y religiosa, sino la de una ética personal y colectiva
de armonía existencial. Su ética se presenta como una de las caras de la moneda
moral; no es que las exigencias sociales implicadas en la experiencia de la
culpabilidad y la imputación desaparezcan o sean simplemente desconocidas por
nuestro pensador. Estamos ante una doctrina que, consciente de ese lado de la
moralidad, propone una vía alternativa u otro aspecto de la situación que, en
tanto ahonda en la responsabilidad individual consigo mismo y con el cosmos,
actúa en pro de una vida exenta de desmesuras, por tanto, de reproches, de los
cuales uno de los más graves es la culpabilidad. En este sentido Schumacher
dice que "el filósofo griego no concibe la felicidad como una cantidad de
alegría, ni como la suma de placeres parciales o como el logro del bien a
través de la práctica de la virtud. La felicidad consiste más bien en una
ausencia de problemas (ataraxia)" (2005, p. 27) Por tanto la culpa
no es vivida como anticipación o como pasado mordiente, sino como un problema
para ser eludido, una molestia innecesaria. Esta preocupación no existe para un
sabio, así su vivir tranquilo implica un distanciamiento de este otro factor de
desasosiego que es el remordimiento. Y si quizás el deseo es fuente de
intranquilidad e inquietud, esos deseos tienen que ser minimizados a lo
necesario vital. La frugalidad del deseo exige su constricción, su regulación.
Pero la culpa como anticipación también funciona en esta vida de tranquilidad,
pues no importa mucho si los demás se dan cuenta o no de los malos actos del
individuo, sino del malestar que a él mismo le producen.
(http://www.scielo.org.co/scielo.php?pid=S0120
Por
lo anterior, Dante condena a los seguidores del filósofo griego, en quien se
observa una crítica a la divinidad y al mundo ultraterreno y que sostienen,
también, que el alma morirá con el cuerpo. Este espíritu agnóstico, que está
expresado en la página citada, pone en alerta a Dante y le resulta más que
suficiente para condenarlo a él y a sus discípulos.
Hay
un instante de inquietud cuando le hablan al poeta desde una tumba; es un
contemporáneo suyo: Farinata degli Uberti, quien ha reconocido el acento
toscano del viajero y desea hablar con él. De este modo el universo de
ultratumba se pone en contacto con un ser vivo de acuerdo con la imaginación
del narrador. La última frontera resulta violada porque ambos podrán entablar
un diálogo.
Farinata
con su actitud y con su postura erguida parecía desafiar las llamas del
infierno. Virgilio motiva al florentino para que se acerque y hable con su
coterráneo. Así sucede y el de pensamiento epicúreo le recuerda acontecimientos
de la vida terrena, según los cuales él expulsó a sus adversarios que eran
parientes cercanos de Dante.
Dante trata con mucha sumisión a Farinata a pesar de haber
sido un enemigo en la tierra. Al respecto de la figura y personalidad de
Farinata cito algunos juicios críticos de Francesco de Sanctis (1970) que darán
luz a nuestro análisis.
1.
Aquí, en este mundo, al lado de Ugolino, Pier delle Vigne, de
Brunetto Latini, de Capaneo, de Nicolás III, de Guido de Montefeltro; aquí,
entre desfile de grandes figuras, se yergue la imagen de Farinata. (148).
Los nombres que desfilan en la pluma
del crítico son representativos del mundo de la Comedia. Desde Ugolino
devorando a Ruggieri hasta el gran soldado gibelino: Guido de Montefeltro,
precedido de sus triunfos y búsquedas militares constantes, hasta llegar a
Farinata degli Uberti.
2.
En Dante hay mucho de Farinata: de ahí su gran admiración
hacia ese ilustre ciudadano. Dante despreciaba dos cosas soberanamente: lo
falto de vigor y lo plebeyo, el papa Celestino y Maese Adamo[122].
Su ideal, su “estar vivo”, su ser hombre, lo viril, lo heroico, es la fuerza;
no por cierto la fuerza material, sino la fuerza de ánimo […] Este concepto de
lo viril es la Musa de lo sublime dantesco, en su lado negativo y positivo.
(148-149).
Sabemos que Dante despreciaba a los indiferentes
y, en particular al traidor a la causa que el propio Dante le había
encomendado, al Papa Celestino V. También a Maestro Adamo, quien, como
explicamos a pie de página, muere su propia muerte entre el sufrimiento y la
nostalgia. El poeta censura en él, la falta de autenticidad y lo castiga por
falsificar monedas de la época. Quien falsifica objetos también trafica con el
padecimiento humano.
3.
A este concepto (compromiso y entrega a la causa) pertenecen
tres altas creaciones de la Comedia: la Fortuna, Capaneo y Farinata. En
la Fortuna la fuerza aún no es libertad, aún no es hombre, sino que es
naturaleza y necesidad, vacía de pasión y de lucha y, por eso mismo, permanece
entre las imprecaciones de los hombres inmutablemente beata y serena.
(150-151).
De la Fortuna dice el poeta: “Pero
ella es feliz y no oye esas maldiciones: dichosa entre las demás primeras
criaturas, y sigue haciendo girar su rueda y goza en la beatitud”. (2007: 69).
Se anuncian en este momento tres
grandes figuras poéticas de la Comedia: la Fortuna, Capaneo y Farinata.
Serán explicadas una a una iniciando por la inconstante Fortuna. Ésta
representa al azar que no siempre acompaña al hombre. La Fortuna es “naturaleza
y necesidad”, dice el crítico, permanece al alcance del hombre si éste puede
lograr el difícil objetivo de poseerla.
4.
En Capaneo el concepto es tomado al revés y en antítesis al
papa Celestino. En este Papa y en sus semejantes está la ausencia de fuerza, el
no estar vivo; en Capaneo está la jactancia de la fuerza, la vanagloria de
estar vivo: “Cual fui en vida, tal soy muerto” (151).
La falta de acción en la vida mata tempranamente
al hombre. Celestino murió el mismo día en que le encomendaron la difícil
misión de gobernar a la Iglesia. En Capaneo, en cambio, está presente la fuerza
como un impulso que lo lleva a actuar en la muerte tal como lo hizo en la vida:
“Cual fui en vida, tal soy muerto”, Verso impactante y al mismo tiempo sublime
y acertado para definir la personalidad de Capaneo.
Llegamos a Farinata y el narrador nos dice:
Io avea già il
mio viso nel suo fitto;
ed el s'ergea
col petto e con la fronte
com' avesse
l'inferno a gran dispitto.
E l'animose man
del duca e pronte
mi pinser tra le
sepulture a lui,
dicendo: «Le
parole tue sien conte».
Com' io al piè
de la sua tomba fui,
guardommi un
poco, e poi, quasi sdegnoso,
mi dimandò: «Chi
fuor li maggior tui?».
Io ch'era
d'ubidir disideroso,
non gliel celai,
ma tutto gliel' apersi;
ond' ei levò le
ciglia un poco in suso;
poi disse: «Fieramente
furo avversi
a me e a miei
primi e a mia parte,
sì che per due
fïate li dispersi».
«S'ei fur
cacciati, ei tornar d'ogne parte»,
rispuos' io lui,
«l'una e l'altra fïata;
ma i vostri non
appreser ben quell' arte».
Allor surse a la
vista scoperchiata
un'ombra, lungo
questa, infino al mento:
credo che s'era
in ginocchie levata.
Dintorno mi
guardò, come talento
avesse di veder
s'altri era meco;
e poi che 'l
sospecciar fu tutto spento,
piangendo disse:
«Se per questo cieco
carcere vai per
altezza d'ingegno,
mio figlio ov'
è? e perché non è teco?».
E io a lui: «Da
me stesso non vegno:
colui ch'attende
là, per qui mi mena
forse cui Guido
vostro ebbe a disdegno».
Le sue parole e
'l modo de la pena
m'avean di
costui già letto il nome;
però fu la
risposta così piena.
Di sùbito
drizzato gridò: «Come?
dicesti
"elli ebbe"? non viv' elli ancora?
non fiere li
occhi suoi lo dolce lume?».
Quando s'accorse
d'alcuna dimora
ch'io facëa
dinanzi a la risposta,
supin ricadde e
più non parve fora.
Ma quell' altro
magnanimo, a cui posta
restato m'era,
non mutò aspetto,
né mosse collo,
né piegò sua costa;
e sé continüando
al primo detto,
«S'elli han
quell' arte», disse, «male appresa,
ciò mi tormenta
più che questo letto.
Ma non cinquanta
volte fia raccesa.
Allor surse a la
vista scoperchiata
un'ombra, lungo
questa, infino al mento:
credo che s'era
in ginocchie levata.
Dintorno mi
guardò, come talento
avesse di veder
s'altri era meco;
e poi che 'l
sospecciar fu tutto spento,
piangendo disse:
«Se per questo cieco
carcere vai per
altezza d'ingegno,
mio figlio ov'
è? e perché non è teco?».
E io a lui: «Da
me stesso non vegno:
colui ch'attende
là, per qui mi mena
forse cui Guido
vostro ebbe a disdegno».
Le sue parole e
'l modo de la pena
m'avean di
costui già letto il nome;
però fu la
risposta così piena.
Di sùbito
drizzato gridò: «Come?
dicesti
"elli ebbe"? non viv' elli ancora?
non fiere li
occhi suoi lo dolce lume?».
Quando s'accorse
d'alcuna dimora
ch'io facëa
dinanzi a la risposta,
supin ricadde e
più non parve fora.
Ma quell' altro
magnanimo, a cui posta
restato m'era,
non mutò aspetto,
né mosse collo,
né piegò sua costa;
e sé continüando
al primo detto,
«S'elli han
quell' arte», disse, «male appresa,
ciò mi tormenta
più che questo letto.
Ma non cinquanta
volte fia raccesa
la faccia de la
donna che qui regge,
che tu saprai
quanto quell' arte pesa.
E se tu mai nel
dolce mondo regge,
dimmi: perché
quel popolo è sì empio
incontr' a' miei
in ciascuna sua legge?».
Ond' io a lui:
«Lo strazio e 'l grande scempio
che fece l'Arbia
colorata in rosso,
tal orazion fa
far nel nostro tempio».
Poi ch'ebbe
sospirando il capo mosso,
«A ciò non fu'
io sol», disse, «né certo
sanza cagion con
li altri sarei mosso.
Ma fu' io solo,
là dove sofferto
fu per ciascun
di tòrre via Fiorenza,
colui che la
difesi a viso aperto»[123] (72-76).
De Farinata leo primero, los ocho juicios críticos de De
Sanctis
y doy en seguida mi
opinión al respecto.
5.
Con Farinata el hombre comparece por primera vez en el
moderno horizonte poético. Farinata solamente no hace alarde de su fuerza, sino
que ignora ser fuerte. […] No sabe que posee fuerza. Tan sólo esto sabe, que
ama a su partido con toda la energía y la pujanza de su alma (155).
6.
Farinata, el gran hombre de la generación pasada vive ya
desde hace mucho tiempo en la imaginación de Dante. […] Ya hemos dicho que
Dante, al encontrar a Ciacco, preguntó: ¿Dónde está Farinata? (157).
7.
La inesperada aparición de Farinata en la escena está
preparada en modo tal, que aún no le hemos visto ni oído y ya él es grande en
nuestra imaginación (158).
8.
Farinata está allí con la mitad de su persona escondida en el
túmulo; sólo permanecen fuera el pecho y la frente; y, sin embargo, él se nos
aparece dominante como una torre sobre los objetos circunstantes. Es otra
ilusión, otro relieve producido por una palabra: “erguíase” (160).
9.
Ese “erguíase” nos da el concepto de una grandeza tanto más
evidente cuanto menos posibilidad tenemos de medirla; ese “erguirse” es un
elevarse del alma de Farinata sobre todo el infierno (161).
10.
No le basta a Dante ser toscano; para congraciarse con
Farinata es necesario que sea gibelino. “¿Quiénes fueron tus mayores? En
aquellos tiempos de tanta energía el partido no era solamente un vínculo de
opinión, sino una herencia de familia: tal el padre, tal el hijo (166).
11.
Este hombre (Dante), empequeñecido ante esa gran figura,
estático, obediente, al oír que se ultraja a su familia, aun cuando quien habla
sea un Farinata, siente hervir en sus venas la sangre de sus padres y él
también se nos aparece colosal y se coloca a la par de Farinata. […] (168).
Dante aquí no es ni güelfo ni gibelino: Dante es
un hijo; y nada hay más conmovedor que ese Dante, quien, frente al enemigo de
su familia, cuyo pie lo está aplastando, olvida a su partido y a sí mismo, y se
convierte en su propio padre y responde: “Si fueron arrojados, volvieron de
todas partes…, una y otra vez; mas los vuestros no aprendieron ese arte” (168).
12.
Aquí se siente que el fuego de la ira ha subido al rostro de
Dante, y que por su boca hablan sus antepasados. Farinata había dicho: “Dos
veces” fueron dispersados, apoyando en ello la voz; y Dante le devuelve ese
plural, fraccionado en dos singulares: “una y otra vez”. ¡Y qué decir de ese
sarcasmo en el último verso, donde en aquel “arte mal aprendido” para volver a
la patria, se siente una comicidad seria, que presupone en quien habla una
risa, pero una risa amarga! (168-169).
Comentario
Observo en el diálogo con Farinata, diálogo de
ultratumba curiosamente póstumo, de que manera se cumple la ley de la
contradanza, porque en la tierra fueron enemigos o, por lo menos, fue este
hombre hostil y adverso a la familia Alighieri, en el infierno, son amigos que
hablan tratando de descubrir un punto de encuentro entre ambos.
Coincido con el crítico citado supra en la
grandeza de Farinata. Además, resalto:
A. Éste no se jacta de una
fuerza que no sabe que posee. Sólo ama a su partido con la pujanza de su alma.
Ignora a su cuerpo, a su físico, para detenerse en su espíritu. Farinata es
alma inmortal sufriente que se emociona al reconocer a alguien de su propia
patria.
B. Se cumple el momento tan
esperado por el protagonista al encontrarse —impactante anagnórisis— con el
hombre por quien le había preguntado a Ciacco.
C. Es la mitad de Farinata
lo que aparece en medio de las llamas que lo queman sin consumirlo. Se erguía
de este modo, desafiando al propio infierno. Tal carácter orgulloso y soberbio
hasta las últimas consecuencias, es lo que más impacta a Dante.
D. Como decía antes, la
anagnórisis que se produce en este momento le permite al condenado desvelar la
identidad del visitante: es toscano, por lo tanto, quiere saber más de él. Quiere
ir más allá de la anagnórisis para descubrir si también es gibelino. Pero sus
palabras ofenden al florentino quien responde en el mismo tenor de violencia en
que se había expresado Farinata. Habla con orgullo de su familia, la cual fue
expulsada por la gente de los Uberti, pero supieron regresar, aprendizaje que
Farinata y los suyos no llegaron a ejercer.
Se interrumpe el diálogo con el hereje, cuando se alza de la
tumba el padre de uno de los amigos del poeta: Guido Cavalcanti. Pregunta por
su hijo y el florentino guarda un silencio prolongado que le hace pensar a
Cavalcanti que su hijo ya ha muerto. Aquí se unen la biografía y la poética de
Dante. Guido fue, sí, un amigo, pero un amigo que Dante se vio obligado —vaya
justificación— a traicionar.
Farinata vuelve a tomar la palabra y regresa al tema del
destierro, motivo que lo afecta más que las llamas de este terrible hades. La
soberbia del soldado se refleja en su frase doliente. El fuego del infierno lo
quema y lo martiriza, pero aún más lo atormentan sus fracasos en la tierra.
Nueva expresión de la nostalgia por lo que fue, que ni siquiera las llamas del
infierno lo harán olvidar.
Quiere saber más, por ello le pregunta a su enemigo de la
tierra, porqué fue perseguido si él fue el único que se interpuso para que
Florencia no fuera arrasada por sus propios soldados.
Al pronosticar cuál ha de ser la suerte de Dante, el toscano
reflexiona y le pregunta en qué consiste su arte adivinatorio.
Farinata continúa diciendo:
«Deh, se riposi mai vostra
semenza»,
prega' io lui, «solvetemi quel
nodo
che qui ha 'nviluppata mia
sentenza.
El par che voi veggiate, se
ben odo,
dinanzi quel che 'l tempo seco
adduce,
e nel presente tenete altro
modo».
«Noi veggiam, come quei c'ha
mala luce,
le cose», disse, «che ne son
lontano;
cotanto ancor ne splende il
sommo duce.
Quando s'appressano o son,
tutto è vano
nostro intelletto; e s'altri
non ci apporta,
nulla sapem di vostro stato
umano.
Però comprender puoi che tutta
morta
fia nostra conoscenza da quel
punto
che del futuro fia chiusa la
porta».
Allor, come di mia colpa
compunto,
dissi: «Or direte dunque a
quel caduto
che 'l suo nato è co' vivi
ancor congiunto;
e s'i' fui, dianzi, a la
risposta muto,
fate i saper che 'l fei perché
pensava
già ne l'error che m'avete
soluto».
E già 'l maestro mio mi
richiamava;
per ch'i' pregai lo spirto più
avaccio
che mi dicesse chi con lu'
istava.
Dissemi: «Qui con più di mille
giaccio:
qua dentro è 'l secondo
Federico
e 'l Cardinale; e de li altri
mi taccio».
Indi s'ascose; e io inver'
l'antico
poeta volsi i passi,
ripensando
a quel parlar che mi parea
nemico.
Elli si mosse; e poi, così
andando,
mi disse: «Perché se' tu sì
smarrito?».
E io li sodisfeci al suo
dimando.
«La mente tua conservi quel
ch'udito
hai contra te», mi comandò
quel saggio;
«e ora attendi qui», e drizzò
'l dito:
«quando sarai dinanzi al dolce
raggio
di quella il cui bell' occhio
tutto vede,
da lei saprai di tua vita il
vïaggio».
Appresso mosse a man sinistra
il piede:
lasciammo il muro e gimmo
inver' lo mezzo
per un sentir ch’ a una valle
fiede,
che ‘nfin lassù facea spiacer
sue lezzo[124] (76-77).
Termina
así el diálogo con Farinata en el cual resalto, para terminar, los siguientes
puntos:
1. ¿Cómo es posible que estos condenados puedan ver el
futuro?
2. Responde el antagonista: “Vemos como el que tiene
mala luz”. Las cosas que están cerca no son captadas por nosotros. En cambio,
los acontecimientos por venir son percibidos con fatal acierto.
La
aclaración que corre por cuenta del condenado agrega otro elemento fantástico a
todo lo que ya hemos venido presenciando en el infierno. Ellos pueden leer en
el futuro lo que traerán los tiempos que corren; esta profecía que el narrador
les atribuye representa una suerte de particular ventaja para quienes se queman
sin quemarse en el restringido espacio de sus sepulcros. Si bien su cuerpo
sufre la enorme tortura, su espíritu presagia la desgracia de los otros. Este
don de la profecía que les ha conferido el destino ha de funcionar como una
suerte de monólogo que sostendrán —valga la redundancia— consigo mismo por toda
una eternidad.
Será
éste uno de los pocos lazos que podrán mantener con la tierra. Nuevamente la
contradanza: si en el dominio terrenal no pudieron presentir la derrota y
fueron incapaces de regresar del destierro, ahora lo saben y Farinata sufre
doblemente por ello.
3. El poeta se arrepiente de no haber dado una
respuesta inmediata al padre de Guido y, por eso le pide a Farinata que le
explique que Guido no ha muerto todavía.
Guido y Dante
fueron grandes amigos cuando ambos trabajaron en el marco del dolce stil nuovo; pero al ascender en su
búsqueda poética, Dante sintió que Guido pertenecía a un pasado que no quería
recordar. Posiblemente este hecho los alejó y, por ello, se muestra tan frío y
distante en la respuesta que le da al padre de Guido.
(Cfr.https://guidocavalcanti.blogspot.com/2012/10/amistad-y-traicion-dante-y-cavalcanti.html
En el
magnífico desfile de figuras prominentes que pasaron por la vida de Alighieri,
Federico Villaseñor presenta la inconformidad y el dolor de Guido enfrentado a
su destierro, del cual culpa al propio Dante. Dice Cavalcanti refiriéndose, en
el marco de la ficción, al gran poeta florentino:
“De una plumada me condenó mi amigo, luego al punto
pasé de un cielo de bonanza, a un averno inimaginable en que todo se concierta
en un revoltijo de privaciones y plagas, para acabar conmigo. Postrado a menudo
por las fiebres, ardo como un sirio y al cabo despierto aterido, con la frente
helada y yertas las piernas, tembloroso de pavura y trémulo de rabia por la
injusticia que politicastros como Dante en mí cometieron” (1989: 65).
Puede
observarse el dolor y el desconcierto, de quien no quiere aceptar la ruindad de
su destino y que se reconoce culpable de
varios pecados, que enumera con ironía y total falta de resignación: “Tres
pecados capitales pesan sobre mi conciencia: escribir sin pasión, fornicar sin
amor y hacer política sin medrar” (1989: 67).
Estos
errores enumerados con un evidente sarcasmo aluden al propio Dante en directa
relación con ellos. En la poética de Guido predominó la frialdad del buen
decir, estuvo ausente el ardor y entusiasmo que caracterizó a la creación del
toscano; además, el amor platónico de éste fue sustituido en aquél —hombre de
pasiones indomables— por ese “fornicar sin amor” y por no querer nunca dar el
brazo a torcer en estas cuestiones de la vida política del momento. Farinata,
quien fue un enemigo de Dante, parece manejar un discurso muy semejante al
florentino a diferencia del discurso radical del otrora amigo del poeta, que
deja de lado toda posibilidad de condescender con el enemigo.
4. Termina el recorrido por este círculo y ambos se dirigen
ahora al encuentro del séptimo círculo en donde son castigados los violentos.
Estamos en el canto XI a partir del cual la segunda parte de mi trabajo ha de
continuar.
Conclusiones
Alighieri compuso una obra genial no sólo
por los contenidos volcados en ella, sino también por el estilo, los recursos
retóricos y por el impacto que provoca en el espíritu de sus lectores.
En
el desarrollo del presente volumen, aludo —entre otros— a los conceptos de
“catábasis”, “catharsis”, contrapaso, los cuales fueron explicados teóricamente
primero y sustentados luego, por ejemplos tomados de la obra y sus respectivas
relaciones intertextuales con otras.
En
el recorrido efectuado por mi revisión crítica escogí pasajes del dialecto
toscano, los cuales, traducidos por quien redacta estas líneas, me permitieron
estar un poco más cerca de la búsqueda conceptual del narrador.
Dante
es personaje y relator de los hechos desde la perspectiva de focalización
interna fija de acuerdo con Genette. No debemos confundir al Dante protagonista
con Alighieri, el escritor. Uno y otro cumplen papeles diferentes.
Las
influencias del pensamiento homérico se vieron representadas, no sólo por los
personajes mitológicos escogidos por Dante para integrarse a su infierno, sino
también por el espíritu helénico que se respira en todo momento en el
desarrollo del poema humanista.
A
modo de una somera revisión de otros conceptos abordados en este prolongado
ensayo, agrego lo siguiente:
1.
La filosofía griega se proyecta así en el ánimo
revolucionario de la última etapa de la edad media europea. Parecen haber
quedado atrás los viejos esquemas impuestos fundamentalmente por la iglesia, y
renace también una nueva interpretación del hombre.
2.
Si todo el esquema general de La Comedia, su
geografía, sus personajes residentes en el infierno, nos recuerda al mundo de
la mitología griega con sus misterios, sus demonios, sus equívocas situaciones;
hay momentos trascendentes de esta misma obra, en los cuales el narrador
recupera su concepto del vivir cristiano y nos ofrece, no sólo un esquema de
redención para el hombre, sino también diversas alternativas teológicas, que
han llevado a algunos críticos a sostener que, junto a la teología cristiana,
bien podría ubicarse una verdadera teología dantista.
3.
Insisto en señalar que el contrapaso es la aplicación
dantista, del antiguo principio jurídico moral que se expresaba en la Biblia en
la ley del talión: “Ojo por ojo y diente por diente” como se comenta en el corpus de este libro.
4.
En el orden del cronotopo bajtiniano, el tiempo de
la Comedia es eterno e inunda el corazón de Dante personaje, con la
certeza de contemplar un espectáculo que él mismo se habría merecido, a no ser
por la benevolencia de Dios, que lo exime de ello.
5.
He observado en este recorrido por la primera parte del
infierno dantesco, de qué manera recurre con cierta frecuencia, al uso de la
anáfora en la medida que el poeta considera a esta figura retórica, como un procedimiento
literario que consiste en la repetición de una o varias palabras al comienzo de
la frase —véase también epanalepsis—, o al comienzo de varias frases; en
este último caso, también recibe el nombre de epanáfora. Su utilización, ya sea en la prosa o en el
verso, contribuye al movimiento rítmico del período sintáctico, al mismo tiempo
que provoca en el lector o auditor, efectos expresivos que intensifican
semánticamente el significado de los términos o sintagmas repetidos. Por su simplicidad, es muy frecuente en la
poesía popular, pero se puede encontrar en cualquier manifestación
poética". (Bustos Tovar, 1985: 24).
En lo que respecta al término epanalepsis, dice el diccionario
citado: "Tipo de anáfora mediante la cual se repite la misma palabra -o un
grupo de palabras- al principio de una frase o de un verso. (198)
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Versificación
en La Comedia. (Quintana, 2014, https://www.revistacronopio.com/literatura-cronopio-529/2/)
[1]
Dante llamó Comedia a su obra inmortal y fue Boccaccio quien le agregó
el calificativo de Divina. (Boccaccio,
2002: 2-6).
[2] Curtius, Ernst Robert (1955). Literatura
europea y edad media latina, trad. de Margit French y Antonio Alatorre,
México, F.C.E. [Lengua y estudios literarios].
[3] “¡Ah, hermano, ya comprendo dijo
el nudo
que, al Notario, a Guitton y a mí separa
del dulce estilo nuevo que te escucho”.
(Dante, 2005: 410).
[4] Esta aclaración la hago para no
caer en el malentendido de que el adjetivo “menor” aluda a inferior. Por el
contrario, con este vocablo se hace referencia a la creación anterior a la Comedia.
[5] En aquella parte del libro de mi
memoria, antes de la cual poco podía leerse, hay un epígrafe que dice: Incipit
vita nova. Bajo este título se hallan escritas las palabras que es mi
propósito reunir en la presenta obrilla, ya que no en su integridad, al menos
sustancialmente.
[6] Luego de mi nacimiento, el luminoso cielo había vuelto ya
nueve veces al mismo punto, en virtud de su movimiento giratorio, cuando
apareció por vez primera ante mis ojos la gloriosa dama de mis pensamientos, a
quien muchos llamaban Beatriz, porque no sabían que este era su verdadero nombre.
[7] Comienza ahora el soneto que
empieza diciendo: A toda alma cautiva.
“A toda alma cautiva y corazón gentil al cual estas
palabras se presentan para que me descubran su opinión salud en nombre de su
dueño Amor. Ya eran casi terciadas las horas del tiempo en que toda estrella
resplandece, cuando se me apareció el Amor súbitamente, y me horroriza recordar
su esencia. Alegre me veía teniendo al Amor en mi corazón en la mano y en los
brazos a mi dama envuelta en su túnica dormida. Después la despertaba y del
corazón ardiendo ella, temerosa, pacía humildemente: y luego lo vi marchar
llorando”
[8] Terminado este
soneto, me sobrevino una extraña visión en que contemplé cosas tales que me
determinaron a no hablar de aquella alma bienaventurada hasta tanto que pudiera
hablar de ella más dignamente. Para lograrlo estudio cuanto puedo, como a ella
le consta. Así es que, si el Sumo Hacedor quiere que mi vida dure algunos años,
espero decir de ella lo que jamás se ha dicho de ninguna. Después ¡quiera el
Señor de toda bondad que mi alma pueda ir a contemplar la gloria de mi amada,
de la bienaventurada Beatriz, que gloriosamente admira la faz de Aquel qui est
per omnia saecula benedictus! (2006:70-71).
[9] Dante Alighieri. La Divina Commedia, Con
l'introduzione e il commento di Eugenio Camerini, Illustrazioni
di Gustavo Doré, Milano, European book. [Autentica
edizione di pregio, copia # 867], 2005, p.
7. (A partir de este lugar sólo señalaremos la página que corresponderá a la
edición de 2005).
"En la mitad del camino de nuestra vida me encontré
en una selva oscura, y la vía recta había desaparecido. ¡Ah!, cuán penoso me
sería decir lo salvaje, áspera y espesa que era esta selva, cuyo recuerdo
renueva mi temor."
[10] La conceptualización de este tipo de
abordaje narrativo se la debemos a Horacio,
escritor latino que, en su Ars
poética, utilizó el término in
medias res —en mitad del asunto— para referirse al momento en
que Homero empieza
a contar la historia del sitio de Troya, en la Ilíada (2016: 547-548). (Edición bilingüe de
Horacio Silvestre, Sermones, Epistulae, Epistula ad-Pisones (Ars Poética), Madrid,
Cátedra).
[11] M. Gram., plural empleado en lugar del singular por si este último pudiera
indicar presunción, como cuando un autor se refiere a su propia obra; p. ejemplo: “En este trabajo sostenemos que…”
(RAE, DEL, 2014: 1739).
[12] “Reconocimiento”. (Cfr. Bustos
Tovar, 1985: 24).
[13] Anadiplosis o reduplicación es el
recurso literario que consiste en repetir seguidamente una palabra o un grupo
sintáctico (1985: 515). En este caso se reitera el término selva
ahondando en el sentido desolador que ésta le provoca. Es un hombre civilizado
que debe enfrentarse a un espacio sin ley, al espacio del pecado.
[14] “selva salvaje”.
[15] “Para surcar aguas más tranquilas
alza las velas la navecilla de mi ingenio, dejando atrás mares tan espantosos.”
[16] La gloria de aquel que lo mueve
todo penetra por los ámbitos del universo y resplandece en una parte más y en
otra parte menos”
[17] Creo necesario definir de una vez
que entiendo por “alegoría”, para ello nada mejor que retomar la noción que nos
proporciona De Bustos Tovar. En su diccionario dice: “Imagen continuada a
través de un texto, en prosa o en verso, que va traduciendo a plano metafórico
cada uno de los componentes del plano real. Consiste, por tanto, en utilizar
una serie de elementos figurativos, que representan, correspondiéndose miembro
a miembro, otro conjunto de realidades (1985: 12).
[18] Con el término distopía
aludo a un mundo o sociedad
imaginada en la que las personas llevan vidas miserables, deshumanizadas y
temerosas. Se me ocurre pensar, en este sentido, en las figuras humanas
sometidas al castigo eterno en donde sí hay un orden establecido por ese
impetuoso alter deus del que ya hablábamos, orden atribuido a una
divinidad justa que reparte castigos entre aquellos que se entregaron a una
vida licenciosa, pero ese mismo orden responde a la expresión de existencias
patéticas que han perdido su condición humana para ser tan sólo objetos de
sanciones implacables.
[19] Cuando hablamos de entropía nos
referimos al grado de desorden de un sistema, que se da como
producto de una energía que no puede ser controlada y, por lo tanto, no puede
ser usada. A mayor desorden, mayor entropía. El término entropía se ha
tomado prestado de la termodinámica, para convertirlo en un concepto humanista
que proyecta un mundo diferente.
[20] Thomas Moro (1478-1535). Filósofo, historiador, teólogo, político, poeta, estadista y novelista. Se entiende por utopía
al plan o sistema ideal de gobierno en el que se concibe una sociedad perfecta
y justa, donde todo discurre sin conflictos y en armonía. Tomás Moro acuñó en
el siglo XVI la voz ‘utopía’ en una obra del mismo título en la que imaginó una
isla desconocida en la que se llevaría a cabo la organización ideal de la
sociedad"
[21] "Vi su cima revestida ya de los rayos del planeta
que nos guía con seguridad por todos los caminos"
[22]
Sofrosine significa moderación y es el antónimo de Hybris (Cfr. Jaeger, 1947:
59-165).
[23] Entonces se calmó apenas la
desconfianza que había alterado el lago de mi corazón en esa noche que pasé con
tanta angustia. Y como aquel que saliendo anhelante fuera del piélago, al
llegar a la orilla se vuelve hacia las ondas peligrosas y las contempla; de
igual modo mi ánimo, retrocedió para ver aquel lugar de donde no salió jamás
persona viviente.
[24] En italiano, lonza viene del latín Lynx. No puede establecerse con precisión si Dante
se refiere al lince, a la pantera o al leopardo y tampoco importa mayormente
este aspecto. Basta con saber que es un felino muy veloz, de los más veloces
del reino animal y que su cuerpo responde a una movilidad peculiar.
Frecuentemente las traducciones hablan de una pantera. Nosotros preferimos la
palabra lonza para respetar la lengua
original.
[25] “De esta manera, al principio de la cuesta se me apareció
una lonza ágil y de rápidos movimientos y cubierta de manchada piel y no se
separaba de mi vista, sino que interceptaba de tal modo mi camino que me volví
muchas veces para retroceder. Era a tiempo que apuntaba el día, y el Sol subía
rodeado de aquellas estrellas que estaban con él cuando el amor divino imprimió
el primer movimiento a todas las bellas cosas de la creación; hora y estación
tan dulce me daban motivo para augurar bien la pintada piel de aquella fiera.
[26] Cfr. Thomas Hobbes (2013),
Leviatán. Trad. de Manuel Sánchez Sarto, México, F.C.E. Véase,
además: https://www.culturagenial.com/es/el-hombre-es-un-lobo-para-el-hombre/
Consultado el 01/09/22.
[27] "Pero no tanto que no me infundiera terror el
aspecto de un león que a su vez se me apareció. Se me figuró que venía contra
mí con la cabeza en alto y con hambre rabiosa, que hasta el aire parecía
temerle;
[28] "Siguió a éste una loba que, en medio de su
demacración parecía cargada de deseos; loba que ha obligado a vivir miserable a
mucha gente; me causó tal turbación el fuego que despedían sus ojos, que perdí
la esperanza de llegar a la cima."
[29] “Semejante a quien consigue algo
con mucho afán y que con el correr del tiempo viene a perderlo, y llora y en su
pensamiento, domina en él la idea persistente de la tristeza; tal me sucedió
con la implacable fiera que me iba empujando paulatinamente hacia el lugar en
donde el sol ya no ilumina”.
[30] "Me
respondió: No soy hombre, lo he sido, mis padres fueron lombardos, y ambos
tomaron por patria a Mantua. Nací bajo Julio César, aunque tardíamente, y vi a
Roma bajo el buen Augusto, en el tiempo de los falsos y engañosos dioses. Fui
poeta, y canté a aquel justo hijo de Anquises, cuando vino de Troya, después
del incendio de la soberbia Ilión."
[31] Perífrasis.
Recurso que consiste en expresar con varias palabras lo que se podría
decir con menos. Puede responder su
empleo a razones eufemísticas, estetizantes o,
simplemente, a un alarde de ingenio, también se llama circunloquio.
[32] ¡Oh! ¿Eres tú aquel Virgilio,
aquella fuente que tan copioso caudal derrama de elocuencia?, respondí con mi
frente avergonzada. Honor y luz de los demás poetas. Válgame el largo estudio y
el enorme amor con que he ido siempre tras tus libros. Tú eres mi maestro, mi
autor: tú, de quien adquirí el bello estilo que me ha hecho honor. Mira la
fiera que me hace retroceder; ayúdame famoso sabio, porque están temblando mis
venas y mi pulso late acelerado.
[33] Para ti será mejor tomar otro
rumbo, respondió al ver las lágrimas que salían de mis ojos, si deseas
abandonar este lugar salvaje; porque esa bestia que te ha hecho gritar, a nadie
deja pasar por su camino, y al que se atreve a intentarlo lo acosa hasta
matarlo. Es de tal naturaleza malvada y ruin que nunca ve satisfechos sus
patéticos deseos y después de comer tiene más hambre que antes. Muchos son los
animales con los que se ha unido y serán más aún hasta que llegue el Lebrel (Veltro)
que la hará morir de hambre; el cual no se sustentará de tierra ni de metal, sino
de sabiduría, amor y virtud y su nación estará entre feltro y feltro.
[34] Francesco de Sanctis señala la
condición intelectual múltiple de Dante al decir: “Era doctísimo. Teología,
filosofía, historia, mitología, jurisprudencia, astronomía, física, matemática,
retórica, poética, de todo el saber tenía noticias y no superficiales, ya que
de todo habló con claridad y con dominio de la materia” (1945: 54).
[35] De aquella humilde Italia será la
salvación por quien murieron de sus heridas la virgen Camila y Euríalo, y Turno
y Niso. Él la perseguirá por todas las ciudades hasta que la haga regresar al infierno
de donde la había sacado la envidia.
[36] Atento, pues, yo a tu bien,
pienso que debes seguirme; yo seré tu guía y te arrebataré de este lugar y te
conduciré por un lugar eterno, donde oirás desesperados gritos y verás las
almas que desde hace mucho tiempo están padeciendo, con que desesperación pide
cada una de ellas la segundo muerte; y los que están felices en medio del
fuego, porque esperan alcanzar, cuando les sea concedido, el encuentro con los
bienaventurados. Si quisieras llegar hasta ellos, un espíritu más digno que yo
habrá de acompañarte: al apartarme de ti te dejaré con ella, pues el Emperador
que reina en aquellas alturas, por ser yo ajeno a su ley, no autoriza que
llegue hasta sus dominios. Allí tiene su corte, allí su excelso trono; ¡oh
feliz aquel a quien elige!
[37] Y yo a él. Poeta, te ruego por
ese Dios al que no llegaste a conocer, que me libres de este terrible momento
por el que estoy pasando y me conduzcas al lugar que me has explicado y vea la
puerta de San Pedro y a aquellos que pintaste para mí. Comenzó a caminar y yo
seguí tras de él.
[38] Corresponde señalar que Publio Virgilio Marón nació en
el año 70 a.C. y murió en el 21. Puede
ser considerado como el máximo poeta de la literatura latina. Nació en Mantua en el seno de una familia
campesina; tuvo una educación esmerada y pronto se ganó el aprecio de los
mejores círculos de Roma. Fue protegido por Mecenas y dedicó toda su vida a la
creación literaria. De carácter tímido y
retraído, no participó en actividades políticas, pese a estar relacionado con
las personas más influyentes de Roma, inclusive con el propio Augusto, quien le
dispensó permanentemente su favor. Entre
los años 42 y 32 a.C. compuso las Bucólicas, que constan de diez poemas
de escasa extensión, llamados églogas, escritos en hexámetros. Los asuntos y procedimientos de composición
proceden de Teócrito; se trata de idilios pastoriles que se desarrollan en un
ambiente placentero. Virgilio dota a su
visión del paisaje y de la naturaleza, de una emoción personal; el
sentimentalismo es uno de los elementos originales de la poesía
virgiliana. Por ejemplo, en la égloga X,
el marco descrito es la Arcadia, región montañosa de Grecia, que desde entonces
quedará como marco arquetípico de la poesía pastoril. Las Bucólicas son, en cierto modo, una
poesía en clave, porque el autor esconde tras el nombre de los pastores,
personajes de la vida real, entre ellos el del propio poeta. Este artificio será imitado en varias
oportunidades en el renacimiento; así ocurre en las Églogas de Garcilaso
de la Vega. Al mismo tiempo, durante
siglos se creyó que en la "Égloga IV" de las Bucólicas se
expresaba una profecía de la venida de Jesucristo a la tierra, ya que en ella
el poeta anuncia el nacimiento de un niño que cambiará la historia de la
humanidad; en realidad la égloga, dedicada al cónsul Polión, parece referirse,
según algunas interpretaciones, a Claudio Marcelo, hijo de Octavia, la hermana
de Augusto, y según otras, podría tratarse del propio Augusto quien llegara al
gobierno de Roma siendo muy joven aún.
Fue la enorme admiración por Virgilio lo que estimuló esta
conceptualización cristianizada de un poeta pagano. Simultáneamente, se considera que los diez
poemas de las Bucólicas están organizados en lo que parece ser una
arquitectura simétrica; pero lo que destaca en ellas, sobre toda otra
consideración, es la perfección métrica y de estilo. De ahí que, siendo una obra imitada de
Teócrito, posea sin embargo una notable originalidad. Carácter diferente tienen las Geórgicas
en las que el poeta describe las labores campesinas. A pesar de que en sus orígenes el poema tiene
una finalidad didáctica, se convierte en seguida en una obra lírica gracias a
la tierna sensibilidad que el creador proyecta sobre la naturaleza. Están compuestas por cuatro libros que tratan
del cultivo de los campos, de los árboles, de los animales y de las abejas,
pero con frecuentes digresiones en las que se trazan cuadros llenos de vida,
sin que falte el elemento patriótico, como el famoso elogio de Italia. Con todo, la obra máxima de Virgilio es la Eneida,
que consta de doce libros escritos en hexámetros. Dedicó a este poema los once últimos años de
su vida; fue escribiéndolo con gran lentitud; apremiado con frecuencia por
Augusto, hubo de leer anticipos de su obra.
Antes de terminarla, insatisfecho todavía, viajó a Grecia para visitar
los lugares en donde se conservaba el recuerdo de Eneas; cayó enfermo y murió
en Brindisi, al desembarcar. Su espíritu
perfeccionista hizo que le prometieran destruir el texto de la Eneida,
que él consideraba no definitivo, pero Augusto se opuso y mandó conservarlo tal
como lo había dejado el poeta. Los doce
cantos de la Eneida están divididos en dos partes; los seis primeros
narran las navegaciones de Eneas y los troyanos fugitivos que lo acompañan,
hasta llegar a Italia, la tierra prometida para fundar una nueva patria. Esta parte está inspirada en la Odisea;
en ella se encuentra el conocido episodio de los amores de Dido, reina de
Cartago y Eneas. La segunda parte relata
las luchas que tienen lugar en Italia; especial vigor tiene el combate entre
Eneas y Turno. El modelo homérico es, en
este caso, la Ilíada. A pesar de
ello hay considerables diferencias entre la epopeya de Virgilio y las obras de
Homero. Frente al vigor mítico de los
héroes homéricos, los de Virgilio
están descritos con una meticulosidad en la que dominan los perfiles
psicológicos. La obra virgiliana es
menos violenta, pero más dulce y, sobre todo, alcanza un refinamiento
estilístico del que carece la obra de Homero.
Junto a ello hay que señalar que la Eneida es un poema patriótico
que exalta la gloria de Roma; por eso los personajes y las situaciones poseen
un cierto significado simbólico. Todo
está dirigido a justificar el derecho de Roma a imponer su poderío en la paz
del Imperio. (Bustos Tovar, Jesús,
Madrid, Anaya p. 639).
[39] El día se alejaba lentamente y el
aire nocturno invitaba a descansar a los seres vivos que estamos en la tierra y
yo solo me preparaba para vivir la inquietud que me ocasionarían el sendero a
recorrer y el feroz espectáculo que mi memoria se encargará de reproducir con
la mayor fidelidad posible.
[40]
¡Oh musas, oh alto ingenio! Vengan en mi ayuda en este instante. ¡Oh mente mía
que grabaste todo cuanto vi! Así se manifiesta tu excelencia.
[41] En relación con el tema mitológico de las Musas y su
conexión directa con la poesía en las diferentes etapas de la humanidad,
corresponde señalar que estas diosas aparecen directamente relacionadas con
Apolo. Por su condición de dios de la
música, Apolo las tiene como compañeras habituales. En sus orígenes las Musas serían al parecer
como las ninfas, divinidades de las fuentes.
Sólo más tarde se convirtieron en las diosas de la memoria y,
posteriormente, de la inspiración poética.
Su nombre ha variado con las épocas.
Las primeras Musas adoradas en el Helicón eran tres: Melete, Mneme,
Aoide. También eran tres en Sición y en
Delfos, y por su solo nombre —Nete, Mese, Hípate— podía colegirse que se
trataba de la personificación de las tres cuerdas de la lira. En Lesbos y Sicilia se admitía la existencia
de siete musas, y los pitagóricos aceptaban ocho igual que en la Atenas
primitiva. Finalmente se convino en que
la cifra fuese nueve y éstas eran: Clío, Euterpe, Talía, Melpómene, Terpsícore,
Erato, Polimnia, Urania, Calíope.
En lo que tiene que ver con sus atribuciones, durante
mucho tiempo las Musas aparecieron como un todo indistinto que presidía la
música y la poesía. Sólo en época tardía
le fue asignada a cada una su atribución específica. Así Clío se convirtió en la musa de la
Historia y tenía como atributos la trompeta heroica y la clepsidra. Euterpe poseía bajo se advocación el arte de
tocar la flauta y su atributo era este instrumento. Talía, considerada primero como una musa
agreste, se convirtió más adelante en la musa de La Comedia. Era representada con el bastón y la máscara
cómica en sus manos. Melpómene era la
musa de la tragedia y sus atributos eran la máscara trágica y la maza de
Heracles. Terpsícore, cuyo atributo era
la cítara, era la musa de la Poesía lírica y la Danza. Erato contaba entre sus atribuciones la
Poesía erótica. Polimnia, después de
haber sido la musa de los himnos heroicos, se convirtió en la del arte
mítico. Se representaba en actitud
meditativa con un dedo en los labios.
Urania era la musa de la astronomía, y sus atributos eran el globo
celeste y el compás. Por último,
Calíope, que ocupaba el primer lugar entre sus hermanas, fue considerada ya
como musa de la Poesía épica, ya como musa de la elocuencia. Sus atributos eran el estilo y las tabletas. (Cfr.,
Félix Guirand, 1965: 158).
[42] "Pero yo ¿por qué he de ir? ¿quién me lo permite? /
yo no soy Eneas ni Pablo;/ ante nadie, ni ante mismo me creo digno de tal
honor."
[43] Yo comencé: Poeta, que me guías:
mira si mi virtud es bastante poderosa, antes de conducirme a tan alta empresa.
Dices que el padre de Sylvio, todavía mortal, se trasladó al mundo eterno y lo
hizo con todos sus sentidos alertos. Pero que el que libra de todo mal le
concediese esta gracia pensando en el gran afecto, en las gentes y en la nación
que habría de nacer de él, no debe parecer injusto a ningún hombre de razón,
dado que fue elegido en el Empíreo para fundador de la excelsa Roma y de su
imperio; imperio y ciudad que, si hemos de decir lo cierto, fueron destinados a
ser el santo lugar donde tiene su sede el sucesor del insigne Pedro.
[44] «Si he
comprendido bien tu palabra inteligente—respondió la magnánima sombra— la
cobardía ha invadido tu alma; esta propensión incomoda al hombre con
frecuencia, y de empresas honradas lo desvía, cual bestia que ve fantasmas en la sombra. Con el fin de que te
libres de este miedo, te diré por qué vine y qué entendí después de haber visto
tu desesperación, por la cual sentí pena por ti. Estaba entre las almas
suspendidas y me llamó una dama santa y bella, y a sus órdenes me puse.
Destellaban sus ojos más que estrella; y
comenzó a hablarme, clara y suave, con voz angelical, en este modo:
"Oh alma mantuana y cortés, de la cual aún en el mundo permanece la
memoria, y ha de durar mientras el mundo dure: un amigo mío, pero no de la
fortuna, se halla en la playa desierta y tan atribulado en su camino que
asustado retrocede: y temo que se encuentre tan perdido que tarde me haya
dispuesto al socorro, según lo que escuché de él en el cielo. Ve pues, y con
palabras sabias, y cuanto en su remedio necesite, apóyale y consuélale ya. Yo, Beatriz, soy quien te hace caminar; vengo
del sitio al que deseo volver lo antes posible; amor me mueve, amor me lleva a
hablarte. Cuando vuelva a presencia de mi Dueño, le haré de ti sobradas alabanzas."
[45] De este sitio
escatológicamente inexplicable hablaré al analizar el canto IV de la Comedia.
[46]
Entonces calló y yo le repuse: "Oh dama de virtud, la única por quien le
especie humana excede a todo lo que abraza el cielo que tiene sus círculos más
estrechos, de tal modo me agrada lo que mandas, que inclusive cuando estuviera
ya obedeciéndote, me parecería muy tarde el hacerlo; no tienes más que abrirme
tu deseo. Mas dime la razón que no te impide descender aquí abajo y a este
centro, desde el lugar al que volver ansías."
[47]
" Lo que quieres saber tan por entero, te diré brevemente --me repuso por
qué razón no temo haber bajado. Temer se debe sólo a aquellas cosas que pueden
causar algún tipo de daño; mas a las otras no, pues mal no hacen. Dios con su
gracia me ha hecho de tal modo que la miseria vuestra no me toca, ni llama de
este incendio me consume. Una dama gentil hay en el cielo que compadece a aquel
a quien te envío, mitigando allí arriba el duro juicio. Ésta llamó a Lucía a su
presencia; y dijo: «necesita tu devoto ahora de ti, y yo a ti te lo
encomiendo». Lucía, que aborrece el sufrimiento, se alzó y vino hasta el sitio
en que yo estaba, sentada al par de la antigua Raquel. Dijo: "Beatriz, de
Dios verá alabanza, ¿cómo no ayudas a quien te amó tanto, y por ti se apartó de
los vulgares? ¿Es que no escuchas su llanto doliente?, ¿no ves la muerte que
ahora le amenaza en el torrente al que el mar no supera?" No hubo en el
mundo nadie tan ligero, buscando el bien o huyendo del peligro, como yo al
escuchar esas palabras. "Acá bajé desde mi dulce escaño, confiando en tu
discurso virtuoso que te honra a ti y aquellos que lo oyeron." Después de
que dijera estas palabras volvió llorando los lucientes ojos, haciéndome venir
aún más aprisa; y vine a ti como ella lo quería; te aparté de delante de la
fiera, que alcanzar te impedía el monte bello. ¿Qué pasa pues?, ¿por qué, por
qué vacilas?, ¿por qué tal cobardía hay en tu pecho?, ¿por qué no tienes
audacia ni arrojo? Si en la corte del cielo te apadrinan tres mujeres tan
bienaventuradas, y mis palabras tanto bien prometen.» Cual florecillas, que el
nocturno hielo abate y cierra, luego se levantan, y se abren cuando el sol las
ilumina, así hice yo con mi valor cansado; y tanto se encendió mi corazón, que
comencé como alguien valeroso: «! Ah, ¡cuán piadosa aquella que me ayuda! y tú,
cortés, que pronto obedeciste a quien dijo palabras verdaderas. El corazón me
has puesto tan ansioso de echar a andar con eso que me has dicho que he vuelto
ya al propósito primero. Vamos, que mi deseo es como el tuyo. Sé mi guía, mi
jefe, y mi maestro.» así le dije, y luego que echó a andar, entré por el camino
arduo y silvestre.
[48] En este
presente de desconfianza todo hay que explicarlo. Por “filoginia” entiendo el
amor y respeto a la mujer y, por amor, en el caso que nos ocupa, es el “amor
platónico”, y por “platónico” me refiero a un sentimiento espiritual.
[49] "Por mí se va a la ciudad doliente,
por mí se va al eterno dolor, por mí se va tras la gente perdida. La Justicia
animó a mi alto creador, me hizo la Divina Potestad, la Suma Sabiduría y el Primer
Amor. Antes de mí no había cosa creada, sino lo eterno y yo eternamente
permanezco: ¡Abandonad toda esperanza vosotros que aquí entráis!"
[50] "Procedimiento literario que consiste
en la repetición de una o varias palabras al comienzo de la frase -véase
también epanalepsis-, o al comienzo de varias frases; en este último
caso, también recibe el nombre de epanáfora. Su utilización, ya sea en la prosa o en el
verso, contribuye al movimiento rítmico del período sintáctico y provoca en el
lector o auditor efectos expresivos que intensifican semánticamente el
significado de los términos o sintagmas repetidos. Por su simplicidad, es muy frecuente en la
poesía popular, pero se puede encontrar en cualquier manifestación
poética". (Bustos Tovar, 1985: 24).
En lo que respecta al término epanalepsis, dice el diccionario
citado: "Tipo de anáfora mediante la cual se repite la misma palabra -o un
grupo de palabras- al principio de una frase o de un verso. (198)
[51] “Conviene abandonar
aquí toda sospecha; conviene que aquí termine toda cobardía. Hemos llegado al
lugar donde te he dicho, que verías a la dolorida gente, que ha perdido el bien
de la inteligencia”.
[52] Allí suspiros, quejas
y profundos lamentos resonaban bajo un cielo sin estrellas, de suerte que,
apenas hube dado un paso, me puse a llorar. Diversas lenguas, horribles
blasfemias, palabras de dolor, acentos de ira, voces altas y roncas,
acompañadas de palmadas, producían un tumulto que va rodando siempre por aquel
espacio eternamente obscuro, como la arena impelida por un torbellino. Yo que
estaba horrorizado dije:
[54] Eufemismo:
sustitución de una palabra que tiene connotaciones peyorativas o penosas para
el hablante —o para la sociedad— por otra más agradable que intente atenuar o
disimular su significado. Su aparición
se debe a múltiples causas: adaptación a la situación en que se halla el
hablante, intento de ocultar realidades o circunstancias desagradables y, sobre
todo, deseo de no mencionar determinadas palabras o expresiones de contenido
social, político, sexual, religioso, etc. [En Dante el eufemismo responde a la
necesidad de ocultar nombres que no pueden ni deben aparecer en el
contexto]. (Bustos Tovar, 1985:
214-215).
[56] “¡Ay de vosotras, almas perversas; no esperéis ver nunca
el cielo! Vengo para conduciros a la otra orilla, donde reinan eternas
tinieblas, en medio del calor y del frío”.
[57] "Y tú, alma
viva que te presentas así, aléjate de esas que están muertas".
[58] "Carón, no te irrites, así se ha dispuesto allí donde se puede
todo lo que se quiere, y no preguntes más."
[59] "Así como en otoño van cayendo las hojas una tras
otra hasta que las ramas han devuelto a la tierra todos sus despojos, del mismo
modo la malvada raza de Adán: se lanzaba una a una desde la orilla, a aquella
señal, como pájaro que acude al reclamo.”
[60] Benedicto XVI ya había dicho en 1984, como prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, que el limbo era solamente "una
hipótesis teológica", utilizada para resolver un dilema que siempre había
inquietado a la Iglesia católica: ¿qué pasaba con los niños sin bautizar y con
los millones de personas que, nacidas antes de Jesús, habían muerto cuando aún
no había sido instituido el bautismo? https://elpais.com/diario/2006/10/07/sociedad/Consultado el
16 de septiembre de 2022. 1160172012_850215.html
[61] Tras el
cierre del limbo podría quedar comprometida la viabilidad del purgatorio, otro
concepto teológico sin raíces en los evangelios. La idea de un lugar
intermedio, muy desagradable, pero no eterno, se estableció gradualmente en la edad
media para suavizar la tajante escatología evangélica: fin del mundo,
resurrección de los muertos, juicio final, cielo o infierno.
Incluso sobre el infierno se discute.
La doctrina católica establece que el infierno existe, pero Juan Pablo II ya
hizo saber que no se trata de "un lugar". La tesis hoy mayoritaria
entre los teólogos dice que el infierno no es un lugar de llamas y suplicio
eterno, sino un estado de ánimo: dolor por el alejamiento definitivo de Dios.
Algunos teólogos, como el cardenal suizo Hans Urs von Balthazar, fallecido en
1998, consideran que la misericordia divina podría hacer que nadie llegara a
sufrir nunca la pena infernal. https://elpais.com/diario.
[62]
“Espantó al profundo
sueño que se apoderaba de mi mente, un grave trueno, con lo que desperté
sobresaltado, como hombre que vuelve forzadamente en sí; y poniéndome de pie y
moviendo tranquilamente la vista, observé con atención para reconocer el sitio
en que me hallaba”
[63] No tuve duda de que me encontraba
en las orillas del angustiante valle del abismo, donde retiembla el rumor de
lamentos eternos, era tan sombrío, insondable y brumoso, que por más que
intenté mirar más allá de lo que los ojos me ofrecían, no conseguí diferenciar
un objeto de otro.
[64] Bajemos ahora al mundo ciego,
comenzó (a hablar) el poeta totalmente desencajado. Yo seré el primero y tú
serás el segundo.
[65] Pero advirtiendo su palidez, le
dije: ¿Cómo he de ir si tú mismo que siempre me infundes aliento estás
atemorizado?
[66] Él a mí me dijo: “La angustia de
los que yacen en ese abismo es la que pinta en mi rostro una compasión que tú
has atribuido a temor
[67] Sigamos marchando que el camino
es largo y hemos de darnos prisa, y me hizo entrar a mí en el primer círculo
que rodeaba la infernal mansión.
[68] Allí, según lo que podía yo
percibir, no eran lamentos lo que se oía, sino suspiros, que conmovían aquellas
eternas bóvedas y que exhalaban en su pena y no en su tormento, una multitud no
menos varia que innumerable de niños, y mujeres y varones.
[69] El buen maestro me dijo: ¿No me
preguntas que espíritus son esos que estás viendo? Pues quiero que sepas, antes
de seguir adelante, que no son pecadores, pero que los méritos que puedan tener
no les bastan, porque no recibieron el bautismo que es la puerta de la fe que
tú profesas. Y si existieron antes del cristianismo, no adoraron a Dios como es
debido; y yo mismo me encuentro entre ellos. Por esta falta, no por ningún otro
crimen, estamos condenados, nuestra única pena es vivir con un deseo, sin esperanza
de conseguirlo.
[70] Profunda amargura sentí en el
corazón al oír esto, porque conocía que en aquel Limbo estaban como suspensas
multitud de almas que valían mucho.
[71] Dime, maestro y señor mío, dime
continué yo con el designio de que me confirmase en la fe que triunfa de todo
error; ¿no sale de aquí ninguno, sea por sus propios méritos, sea por los de
otro, para gozar de la bienaventuranza?
[72] e altri molti, e feceli beati.
[73] Y él que conoció la intención de
mi pregunta: —Era yo nuevo, me respondió, en este lugar, cuando vi que bajaba a
él un Poderoso, coronado con el signo de la victoria. Sacó de aquí el alma del
primer padre, la de Abel, su hijo, las de Noé y de Moisés, legislador y
obediente a Dios, del patriarca Abraham, del rey David, de Israel, con su
padre, con sus hijos y con Raquel, por cuyo amor tanto hizo, y otros muchos a
quienes trocó en bienaventurados. Porque has de saber que antes de todos éstos
ningún humano se había salvado.
[74] Mira a éste, comenzó a decirme el
buen maestro, que con espada en mano viene delante de los otros tres, cual si
fuese un príncipe; ése es el soberano poeta Homero; síguele el satírico
Horacio; el tercero es Ovidio y el último Lucano. Y pues cada uno de ellos
participa conmigo del nombre que la voz unánime ha pronunciado, en la honra que
me dispensan, proceden bien. De esta manera vi reunida la insigne escuela del
príncipe del sublime canto, que se eleva como un águila por encima de los
demás. Discurrido que hubo entre sí algún tiempo, se volvieron a mí en ademán
de saludar y mi maestro se sonrió con satisfacción. Y mayor honra me hicieron
todavía, pues me asociaron a ellos, de suerte que fui el sexto entre los cinco
sabios. Seguimos andando hacia la luz, y hablando de cosas que es bueno callar,
como era bueno hablar de ellas allí donde yo me hallaba.
[75] Llegamos así al pie de un noble
castillo, siete veces cercado de altas murallas y defendido en torno por un
gracioso arroyuelo
[76] El cual pasamos como si fuera
tierra dura, entrando con aquellos sabios por siete puertas y encontrándonos en
un prado de fresca hierba. Veíanse allí algunos personajes de tranquila y grave
mirada, con rostros de grande autoridad, que hablaban poco y con voz suave.
Apartámonos por lo mismo a un lado, a un sitio abierto, iluminado y alto, en
términos que podían verse a todos cuantos en aquel lugar moraban. Erguido allí
sobre el esmalte verde, las magnas sombras fuéronme mostradas, que de placer me
colma haberlas visto. A Electra vi con muchos compañeros, y entre ellos conocí
a Héctor y a Eneas, y armado a César, con ojos de gavilán. Vi a Pentasilea y a
Camila, y al rey Latino, vi por la otra parte, que se sentaba con su hija
Lavinia. Vi a Bruto, aquel que destronó a Tarquino, a Cornelia, a Lucrecia, a
Julia, a Marcia; y a Saladino vi, que estaba solo; y al levantar un poco más la
vista, vi al maestro de todos los que saben, sentado en filosófica familia.
Todos le miran, todos le dan honra: y a Sócrates, que, al lado de Platón, están
más cerca de él que los restantes; Demócrito, que el mundo pone en duda,
Anaxágoras, Tales y Diógenes, Empédocles, Heráclito y Zenón; y al que las
plantas observó con tino, Dioscórides, digo; y via Orfeo, Tulio, Livio y al
moralista Séneca; al geómetra Euclides, Tolomeo, Hipócrates, Galeno y Avicena,
y a Averroes que hizo el «Comentario». No puedo detallar de todos ellos, porque
así me encadena el largo tema, que dicho y hecho no se corresponden.
[77] El grupo de los seis se partió en
dos: por otra senda me llevó mi guía, de la quietud al aire tembloroso y llegué
a un sitio en donde nada luce.
[78] Así descendí desde el primer
círculo al segundo, que es más pequeño, pero el dolor y la tortura son mayores.
Allí está el horrible Minos, que, rechinando los dientes, examina a los
culpables mientras llegan a sus dominios; los juzga y los destina a cada uno
dando vuelta la cola alrededor de su cuerpo. Digo que cuando se presenta un
alma pecadora le obliga a confesar todas sus culpas, y como buen conocedor de
ellas, ve que lugar del infierno le corresponde y enrosca su cola tantas veces
como sea necesario. Ante él están siempre multitud de almas, las cuales van
acudiendo, una atrás de la otra, al juicio que deben enfrentar y caen
precipitadas en el abismo.
[79] Herrera Valenciana, Minor (2018).
“La muerte, el alma y el más allá en la Eneida” en Revista de Lenguas
Modernas, Costa Rica.
[80] Gilson, Etienne (2011). Dante
y la filosofía, Navarra, Eunsa [Universidad de Navarra].
[81] Minos fue, pues -con
Radamantis y Sarpedón-, hijo de Zeus y Europa.
Cuando ésta llegó a Creta, casó con el rey de la isla, Asterio, quien
adoptó a sus hijos, y luego, a la muerte del rey, le sucedió Minos en el trono,
distinguiéndose por la sabiduría de su legislación y por su espíritu de
justicia, que le valió, después de muerto, el ser promovido a la categoría de
juez del mundo subterráneo. (Guirand, 1965: 265)
[82] En relación con Dédalo, cuenta la mitología que era
originario de Atenas y famoso por sus múltiples habilidades. Se le atribuía la invención del hacha y de la
sierra, y se contaba que había sido el primero en destacar de los xoana,
primitivas e informes estatuillas de los dioses, los brazos y las piernas. Por haber dado muerte a su sobrino, a causa
de rivalidades derivadas de su oficio, pidió asilo a Minos. Dédalo fue quien indujo a Ariadna a entregar
a Teseo, el hilo precioso que permitió a éste guiar sus pasos por el
laberinto. Minos consideró este hecho
como una traición, y ordenó que Dédalo y su hijo Icaro fuesen encerrados en el
palacio, del que pudieron evadirse remontándose por los aires gracias a unas
alas que imaginó Dédalo. Pero como durante
el viaje Icaro se acercó demasiado al sol, la cera que fijaba las alas se
fundió, y el infortunado fue a caer al mar, que luego recibió el nombre de
Icario. Dédalo tomó tierra en Cumas, y
de aquí pasó a Sicilia, donde se granjeó el favor del rey Cócalo. Por eso, cuando Minos que había perseguido a
Dédalo, puso pie en la isla, Cócalo se negó a entregarle a su huésped; más aún,
ahogó a Minos en el baño. Y así fue el
fin de Minos cuya tumba, no obstante, se mostraba en Creta. (Guirand, 1965: 265)
[83] «Oh tú que vienes al doloso
albergue -me dijo Minòs en cuanto me vio, dejando el acto de tan alto oficio-;
mira cómo entras y de quién te fías: no te engañe la anchura de la entrada.» Y
mi guía: «¿Por qué gritas? No le entorpezcas su fatal camino; así se quiso allí
donde se puede lo que se quiere, y más no me preguntes.»
[84] Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y
amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por
ella (Cfr. Biblia, “Mateo” 7- 13).
[85] » Ahora comienzan las dolientes
notas a hacérseme sentir; y llego entonces allí donde un gran llanto me golpea.
Llegué a un lugar de todas luces mudo, que mugía cual mar en la tormenta, si
los vientos contrarios le combaten. La borrasca infernal, que nunca cesa, en su
rapiña lleva a los espíritus; volviendo y golpeando les acosa. Cuando llegan
delante de la ruina, allí los gritos, el llanto, el lamento; allí blasfeman del
poder divino. Comprendí que a tal clase de martirio los lujuriosos eran
condenados, que la razón somete al deseo. Y cual los estorninos forman bandadas
en invierno, larga y prieta, así aquel viento a los malos espíritus: aquí,
allá, abajo, arriba los conduce; y ninguna esperanza les conforta, no de
descanso, mas, de menor pena. Y cual las grullas cantando sus lays largas
hileras hacen en el aire, así las vi venir lanzando ayes, a las sombras
llevadas por el viento.
[86] Yo dije: «Maestro, ¿quién son
esas gentes que el aire negro así castiga?» «La primera de la que las noticias
quieres saber --me dijo aquel entonces- fue emperatriz sobre muchos idiomas. Se
inclinó tanto al vicio de la lujuria, que la lascivia licitó en sus leyes, para
ocultar el asco al que era dada: Semíramis es ella, de quien dicen que
sucediera a Nino y fue su esposa: mandó en la tierra que el sultán gobierna. Se
mató aquella otra, enamorada, traicionando el recuerdo de Siqueo; la que sigue
es Cleopatra lujuriosa. A Elena ve, por la que tanta víctima el tiempo se
llevó, y ve al gran Aquiles que por Amor al cabo combatiera; ve a Paris, a
Tristán.» Y a más de mil sombras me señaló, y me nombró, a dedo, que Amor de
nuestra vida les privara. Y después de escuchar a mi maestro nombrar a antiguas
damas y caudillos, les tuve pena, y casi me desmayo.
[87] “Los calamitosos tiempos y vi al
gran Aquiles que al fin combatió por amor”
[88] Yo comencé: «Poeta, querría
hablar con aquellas dos almas que vuelan juntas y parecen al viento tan
ligeras.» Y él a mí: «Los verás cuando ya estén más cerca de nosotros; si les
ruegas en nombre de su amor, ellos vendrán.» Tan pronto como el viento allí los
trajo alcé la voz: «Oh almas afanadas, hablad, si no os lo impiden, con
nosotros.» Semejantes a palomas llamadas del deseo, al dulce nido con el ala
alzada, van llevadas por el viento del querer, ambos dejaron el grupo de Dido y
en el aire malsano se acercaron, tan fuerte fue mi grito afectuoso:
[89] «Oh animal gracioso y benigno que
nos visitas por el aire negro a nosotros que el mundo ensangrentamos; si el Rey
del Mundo fuese nuestro amigo rogaríamos a él por tu salvación, ya que te
apiadas de nuestro mal perverso. De lo que oír o hablar os guste, nosotros
oiremos y hablaremos mientras de que el viento, como ahora, permanezca en
calma.
[90] La tierra en que nací está
situada en la Marina donde el Po desciende y con sus afluentes se reúne.
Amor, que al noble corazón se agarra, a éste prendió
de la bella persona que me quitaron; aún me ofende el modo. Amor, que a todo amado a amar le obliga,
prendió por éste en mí pasión tan fuerte que, como ves, aún no me
abandona. Amor nos condujo a morir
juntos, y Caína espera a aquel que acabó con nuestro aliento.» Estas palabras
ellos nos dijeron. Cuando escuché a las almas doloridas bajé el rostro y tan
bajo lo tenía, que el poeta me dijo al fin: «¿Qué piensas?» Al responderle
comencé: «Qué pena, cuánto dulce pensar, cuánto deseo, a éstos condujo a paso
tan dañoso.» Después me volví a ellos y les dije: «Francesca, tu suplicio
excita mi llanto; dime, en el tiempo de los dulces suspiros ¿cómo o por qué el
Amor os concedió que conocieses tan turbios deseos?» Y repuso: «No hay mayor
dolor que acordarse del tiempo feliz en la miseria; bien lo sabe tu maestro”.
Mas si deseas conocer la primera raíz de nuestro amor, hablaré como aquel que
llora y habla a la vez.
[91] Amor, que al noble corazón se
agarra, a éste prendió de la bella persona que me quitaron; el modo aún me
ofende.
[92] Amor, que a todo amado a amar le
obliga, prendió por éste en mí pasión tan fuerte que, como ves, aún no me
abandona.
[93] Amor nos condujo a morir juntos,
Caína espera al que segó nuestras vidas. Estas palabras nos dijeron.
[94] No hay mayor dolor que acordarse
del tiempo feliz en la miseria. Bien lo sabe tu doctor.
[95] Mas si quieres conocer la raíz de
nuestro amor, haré como aquel que llora y habla a la vez.
[96] Nosotros leíamos un día por
diversión la historia de Lancelot y de
cómo el amor lo atrapó en sus redes. Estábamos solos y sin sospecha alguna.
Pero sucedió en aquella lectura que nuestros ojos se buscaron con afán y
nuestros semblantes cambiaron de color. Pero tan sólo un momento hizo que
dejáramos a un lado nuestro recato. Cuando leíamos que sobre la sonrisa de la
amada puso el amante un beso, éste, que eternamente estará junto a mí, me besó
tembloroso en la boca. El libro y quien lo escribió fue para nosotros otro
Galeotto. Aquel día ya no leímos más.
[97] Cuando recuperé el sentido que
había perdido por la piedad que despertaron en mí los dos cuñados, que en la tristeza me
sumieron, nuevas condenas, nuevos condenados veía en cualquier sitio en que
anduviera y me volviese y a donde mirase. Yo estaba en el tercer círculo, el de
la lluvia eterna, maldita, fría y densa: que de rigor y calidad no cambia
nunca.
[98] Cerbero, fiera monstruosa y
cruel, con tres fauces caninamente ladra sobre la gente que aquí está
sumergida. Rojos los ojos, la barba unta y negra, y ancho su vientre, y uñosas
sus manos; clava a las almas, desgarra y desuella. Los hace aullar la lluvia
como a perros, de un lado hacen al otro su refugio, los míseros profanos se
revuelven. Al advertirnos Cerbero, el gusano, la boca abrió y nos mostró los
colmillos, no había un miembro que tuviese quieto. Extendiendo las palmas de
las manos, cogió tierra mi guía y a puñadas la tiró dentro del bramante tubo.
Cual hace el perro que, ladrando rabia, y mordiendo comida se apacigua, que ya
sólo se afana en devorarla, de igual manera las bocas impuras del demonio
Cerbero, que así atruena las almas, que quisieran verse sordas.
[99]
Fuimos dando vueltas alrededor de aquel camino, hablando de asuntos que no voy
a reiterar; hasta dar en el punto donde se empieza a descender; y allí
encontramos a Plutón, gran enemigo de los hombres.
[100]
Plutón es el dios del inframundo en la mitología romana. Su equivalente en
la mitología griega es Hades, aunque Plutón es más benigno. En cuanto a la etimología del nombre se le confunde con el de Pluto, el dios griego de las riquezas. Y Dante da por hecho que
éste es el dios de las grandes fortunas y que ha de presidir el círculo 4º.
[101]
Pape Satán, pape Satán
aleppe, empezó con ronca voz a gritar Plutón; y el genial Vate, que todo lo
sabe, dijo para alentarme: No cedas a tu temor, que por mucho poder que ése
tenga no podrá impedir tu descenso.
[102]
Cfr. Dante (2002). La divina Comedia, con prólogo de Jorge Luis
Borges, México, Océano: p. 66, cita 1.
[103] ¡Calla, maldito lobo! Consúmete
en tu propia rabia.
[104] Así descendimos
por la cuarta fosa, entrando más en el doliente valle que traga todo el mal del
universo. ¡Ah justicia de Dios!, ¿quién amontona nuevas penas y males cuales
vi, y por qué nuestra culpa así nos despedaza? Como la ola que, sobre Caribdis,
se destroza con la otra que se encuentra, así viene a chocarse aquí la gente.
Vi aquí más gente que en las otras partes, y desde un lado al otro, con
chillidos, haciendo rodar pesos con el pecho. Entre ellos se golpean; y después
cada uno se volvía hacia atrás, gritando «¿Por qué atesoras?, ¿por qué
derrochas?» Así giraban por el foso tétrico de cada lado a la parte contraria,
siempre gritando el verso vergonzoso. Al llegar luego, todos se volvían para
otra justa, a la mitad del círculo.
[105] Yo, que estaba
conmovido, dije: «Maestro, quiero que me expliques quienes son éstos, y si
fueron clérigos todos los tonsurados de la izquierda.» Y él a mí. «Fueron todos
tan escasos de la razón en la vida primera, que ningún gasto hicieron con
mesura. Bastante claro ládranlo sus voces, al llegar a los dos puntos del
círculo donde culpa contraria los separa. Clérigos fueron los que en la cabeza
no tienen pelo; papas, cardenales, que están bajo el poder de la avaricia.» Y
yo: «Maestro, entre tales sujetos debiera yo conocer bien a algunos, que
inmundos fueron de tan grandes males.» Y él repuso: «Es en vano lo que piensas:
la vida torpe que los ha ensuciado, a cualquier conocer los hace oscuros. Se
han de chocar los dos eternamente; éstos han de surgir de sus sepulcros con el
puño fruncido, y aquellos, rapados; mal dar y mal tener, el bello mundo les ha
quitado y puesto en esta lucha: no empleo más palabras en contarlo. Hijo, ya
puedes ver el corto aliento, de los bienes fiados a Fortuna, por los que así se
enzarzan los humanos
[106] Tristes estamos en
el negro cieno.» Se atraviesa este himno en su gaznate, y enteras no les salen
las palabras. Así dimos la vuelta al sucio pozo, entre la escarpa seca y lo de
en medio; mirando a quien del fango se atraganta: y al fin llegamos al pie de
una torre.
[107] Digo, para seguir,
que mucho antes de llegar hasta el pie de la alta torre, se encaminó a su cima
nuestros ojos, porque vimos allí dos lucecitas, y otra que tan de lejos daba
señas, que apenas nuestros ojos la veían. Y yo le dije al caudal de toda sabiduría:
«Esto ¿qué significa? y ¿qué responde el otro foco, y quién es quién lo hace?»
[108] Y él respondió:
«Por estas ondas sucias ya podrás divisar lo que se espera, si no lo oculta el
humo del pantano.» Arco no lanzó nunca una saeta que tan ligera fuese por el
aire, como yo vi una nave pequeñita por el agua venir hacia nosotros, al
gobierno de un solo galeote, gritando: «Al fin llegaste, alma alevosa»
«Flegias, Flegias, en vano estás gritando, díjole mi señor en este punto; tan
sólo nos tendrás cruzando el lodo» Cual es aquel que gran engaño escucha que le
hayan hecho, y luego se contiene, así hizo Flegias consumido en ira. Subió mi
guía entonces a la barca, y luego me hizo entrar detrás de él; y sólo entonces
pareció cargada. Cuando estuvimos ambos en el leño, hendiendo se marchó la antigua
proa el agua más que suele con los otros. Mientras que el muerto cauce
recorríamos, uno, lleno de fango, vino y dijo: «¿Quién eres tú que vienes a
destiempo?» Y le dije: «Si vengo, no me
quedo; pero ¿quién eres tú que estás tan sucio?» Dijo: «Ya ves que soy uno que
llora.» Yo le dije: «Con lutos y con
llanto, puedes quedarte, espíritu maldito, pues, aunque estés tan sucio te
conozco.»
[109] Entonces tendió a la barca ambas
manos; mas el maestro lo evitó prudente, diciendo: «Vete con los otros perros.»
Me echó los brazos al cuello, me besó el rostro y me dijo: «! ¡Oh desdeñoso,
bendita la que estuvo de ti encinta! Aquel fue un orgullo para el mundo; y no
hay bondad que su memoria honre: por ello está su sombra aquí furiosa. Cuantos
por reyes tiénense allá arriba, aquí estarán cual puercos en el cieno, dejando
de ellos un desprecio horrible» Y yo: «Maestro, mucho desearía el verle
zambullirse en este caldo, antes que de este lago nos marchemos.» Y él me
repuso: «Aún antes que la orilla de ti
se aleje serás saciado: de tal deseo que conviene lo goces.» Al poco vi la gran
carnicería que de él hacían las fangosas gentes; a Dios por ello alabo y doy
las gracias. «¡A por Felipe Argenti!», se gritaban, y el florentino espíritu
altanero contra sí mismo volvía los dientes. Lo dejamos allí, y de él más no
cuento.
[110] Cfr. https://www.clubensayos.com/Filosof%C3%ADa/13-PENSADORES-CONTEMPORANEOS-DEL-HUMANISMO/645959.html
[111]
Mas al oído me golpeó un
llanto, y miré atentamente hacia adelante. Exclamó el buen maestro: «Ahora,
hijo, se acerca la ciudad llamada Dite, de graves habitantes y mesnadas.» Y yo
dije: «Maestro, sus mezquitas en el valle distingo claramente, rojas cual si
salido de una fragua hubieran.» Y él me dijo: «El fuego eterno que dentro arde,
rojas nos las muestra, como estás viendo en este bajo infierno.» Así llegamos a
los hondos fosos que ciñen esa tierra sin consuelo; de hierro aquellos muros
parecían. No sin dar antes un rodeo grande, llegamos a una parte en que el
barquero «Salid -gritó con fuerza- aquí es la entrada.» Yo vi a más de un
millar sobre la puerta de llovidos del cielo, que con rabia decían: «¿Quién es
este que sin muerte va por el reino de la gente muerta?» Y mi sabio maestro
hizo una seña de quererles hablar secretamente.
[112]
Contuvieron un poco el gran
desprecio y dijeron: «Ven solo y que se marche quien tan osado entró por este
reino; que vuelva solo por la loca senda; pruebe, si sabe, pues que tú te
quedas, que le enseñaste tan oscura zona.» Reflexiona, lector, el miedo que me
entró al escuchar palabras tan malditas, que pensé que ya nunca volvería. «Guía
querido, tú que más de siete veces me has confortado y hecho libre de los
grandes peligros que he encontrado, no me dejes -le dije- así perdido; y si
seguir más lejos nos impiden, juntos volvamos hacia atrás los pasos.» Y aquel
señor que allí me condujera. «No temas -dijo- porque nuestro paso nadie puede
parar: tal nos lo otorga.
[113] Mas
espérame aquí, y tu ánimo flaco conforta y alimenta de esperanza, que no te
dejaré en el bajo mundo.» Así se fue, y allí me abandonó el dulce padre, y yo
me quedé en duda pues en mi mente el no y el sí luchaban. No pude oír qué fue
lo que les dijo: mas no habló mucho tiempo con aquéllos, pues hacia adentro
todos se marcharon. Cerráronle las puertas los demonios en la cara a mi guía, y
quedó afuera, y se vino hacia mí con pasos lentos. Agachada la vista y privado
su rostro de osadía ninguna, y suspiraba: «¡Quién la doliente casa me ha
cerrado!» Y él me dijo: «Tú, porque yo me irrite, no te asustes, pues venceré
la prueba, por mucho que se empeñen en prohibirlo. No es nada nueva esta
insolencia suya, que ante menos secreta puerta usaron, que hasta el momento se
halla sin cerrojos. Sobre ella contemplaste el triste escrito: y ya baja el
camino desde aquélla, pasando por los cercos sin escolta, quien la ciudad al
fin nos hará franca.
[114]
La palidez con que el temor
había cubierto mi semblante al ver que mi guía se regresaba, hizo desaparecer
más presto el color del suyo. Atento
se paró como escuchando, pues no podía atravesar la vista el aire negro y la
neblina densa. «Deberemos vencer en esta lucha -y si no uno ha ofrecido
hacerlo... Es la promesa. ¡Cuánto tarda en llegar quien esperamos!» Y me di
cuenta de que me ocultaba lo del principio con lo que siguió, pues palabras
distintas fueron éstas; pero no menos miedo me causó, porque pensaba que su
frase trunca contuviese tal vez peor sentido. «¿En este fondo de la triste hoya
bajó algún otro, desde el limbo donde es pena la falta de esperanza?» Esta
pregunta le hice y: «Raramente -él respondió- sucede que otro alguno haga el
camino por el que yo anduve. Verdad es que otra vez estuve aquí, por la cruel
Ericton conjurado, que a sus cuerpos las almas reclamaban. De mí recién desnuda
era mi sombrío, cuando ella me hizo entrar tras de aquel muro, a traer un alma
del pozo de Judas. Aquel es el más bajo, el más sombrío, y el lugar de los
cielos más lejano; bien sé el camino, puedes ir sin miedo. Este pantano que
gran peste exhala en torno ciñe la ciudad doliente, donde entrar no podemos ya
sin ira.»
[115]
Questa Eritone fu una femina di Tessaglia, incantatrice, che faccia per arte
magica tornare l’anima al corpo, e rispondere delle cose che dovevano venire.
Di questa fa menzione Lucano, ponendo che Sesto, figliuolo di Pompeo, andò a
lei per domandare dell’avvenimento della battaglia (di Farsalo); et ella allora
fece l’arte e fece tornare una anima nel corpo, e disse quel che doveva
avvenire; cruda; “Effera Erichtho”. Nella mirabile e spaventosa pittura che
Lucano fa nel VI de costei incanti si vede com’ella meritasse tal nome. Basti
questo tratto dello scongiuro inteso a far tornare lo spirito nel guerriero e
atrocemente reintegrato e preparato a riceverlo.
Voi tutti
alfine, tartarei divi e dive —si io meritai di voi, dacché con labbra—
contaminate e noi digiune mai— di sangui umani diedi la voce al canto, —si io
meritai di voi, squarciando i pieni — Materne ventri, e al are vostre offrendo—
Le fumanti minugia e la cervella —Dei dispersi bambini; or l’opra mia
—Propiziate…” Alcuni han creduto quei un anacronismo perciocché al tempo de la
battaglia farsalica Virgilio non era morto, avendo vissuto a Roma, come egli ha
detto poc’anzi, sotto il buon Augusto, né poteva per conseguenza quella Ericton
cruda valersi ancora de lui nei suoi incantamenti. Ma qui tutta la difficoltà
nasce da una supposizione gratuita. Dove mai dice Virgilio che Ericton lo
congiurasse per gli interessi di Stato di Pompeo? S’immagine che questa maga
sopravvivesse a Virgilio, che è naturalmente possibile, e che en una delle sue
solite operazioni le venisse l’estro di costringer l’anima de quel famoso
Poeta, di fresco mancato ai vivi; e così allora tutto sarà piano”. (2005: 62-65) [Notas 23-24 al pie
de ambas páginas].
(Traducción parcial
mía): “Esta Ericton era una mujer de Tesalia, una hechicera, que por arte
mágico hacía volver el alma al cuerpo y que podía adivinar el futuro. Lucano
menciona esto, afirmando que Sexto, hijo de Pompeyo, fue a ella para
preguntarle sobre el resultado de la batalla (de Farsalia); y ella entonces
hizo el prodigio y consiguió que un alma volviera al cuerpo, y dijo lo que
había de suceder. En la admirable y aterradora pintura que Lucano hace en el
canto VI, vemos cómo merecía este nombre. Basta este tramo de la conjuración
destinado a devolver el espíritu al guerrero y atrozmente reintegrado y
preparado para recibirlo. Algunos han pensado que era un
anacronismo, porque en el momento de la batalla de Farsalia, Virgilio no había
muerto, habiendo vivido en Roma, como dijo antes, bajo el buen Augusto; no podía, en consecuencia, la
cruel Ericton seguir aplicando en él sus encantamientos. Pero aquí toda la
dificultad surge de una suposición gratuita. ¿Dónde dice Virgilio que Ericton
conspiró por los intereses estatales de Pompeyo? Imagínese que esta hechicera sobrevivió a
Virgilio, lo cual es naturalmente posible, y que en una de sus operaciones
habituales le vino la inspiración para representar el alma de aquel célebre
poeta, recién fallecido entre los vivos.
[116] Se trata de un curioso pleonasmo
que, si bien en el habla vulgar está censurado, su uso poético cumple con la
función de resaltar con mayor intensidad lo que se está diciendo.
[117]
Dijo algo más, pero no lo
recuerdo, porque mi vista se había fijado en la alta torre de cima ardorosa,
donde al punto de pronto aparecieron tres sanguinosas furias infernales que
cuerpo y porte de mujer tenían, se ceñían con serpientes verdes; su pelo eran
culebras y víboras con que peinaban sus horribles sienes. Y él, que bien
conocía a las esclavas de la reina del llanto sempiterno, las feroces Erinias
-dijo- mira: Meguera es esa del izquierdo lado, esa que llora al derecho es
Aleto; Tesifone está en medio.» Y más no dijo. Con las uñas el pecho se rasgaban,
y se azotaban, gritando tan alto, que me estreché al poeta, temeroso. «Ah, que
venga Medusa a hacerle piedra -las tres decían mientras me miraban, erróneo fue
el no vengarnos de Teseo.» «Date la vuelta y cierra bien los ojos; si viniera
Gorgona y la mirases nunca podrías regresar arriba.» Así dijo el Maestro, y en
persona me volvió, sin fiarse de mis manos, que con las suyas aún no me tapase.
Vosotros que tenéis la mente sana, observad la doctrina que se esconde bajo el
velo de versos enigmáticos. Mas ya venía por las turbias olas el estruendo de
un son de espanto lleno, por lo que retemblaron ambas márgenes; hecho de forma
semejante a un viento que, impetuoso a causa de contrarios ardores, hiere el bosque
y, sin descanso, las ramas troncha, abate y lejos lleva; delante polvoroso va
soberbio, y hace escapar a fieras y a pastores. Me destapó los ojos: «Lleva el
nervio de la vista por esa espuma antigua, hacia allí donde el humo es más
acerbo.» Como las ranas ante la enemiga bicha, en el agua se sumergen todas,
hasta que todas se juntan en tierra, más de un millar de almas destruidas vi
que huían ante uno, que a su paso cruzaba Estigia con los pies enjutos. Del
rostro se apartaba el aire espeso de vez en cuando con la mano izquierda; y
sólo esa molestia le cansaba. Bien noté que del cielo era enviado, y me volví
al maestro que hizo un signo de que estuviera quieto y me inclinase. ¡Cuán
lleno de desdén me parecía! Llegó a la puerta, y con una varita la abrió sin
encontrar impedimento. «¡Oh, arrojados del cielo, despreciados! -les gritó él
desde el umbral horrible-. ¿Cómo es que aún conserváis esta arrogancia? ¿Y por
qué se resisten a aquel deseo cuyo fin nunca pueda detenerse, y que más veces
acreció el castigo? ¿De qué sirve al destino dar de coces? Vuestro Cerbero, si
bien recordáis, aún hocico y mentón lleva pelados.»
[118]
Las Erinias o Furias eran divinidades infernales cuya misión específica consistía
en castigar a los parricidas y perjuros. Su genealogía no está bien definida.
Según Hesíodo son hijas de Gea, fecundada por la sangre de Urano. Esquilo, la
llama, vástagos de la noche eterna. Y Sófocles, hijas de la Tierra y las
tinieblas. Parece ser que la región donde fueron veneradas primero era Arcadia,
donde se adoraba a una Deméter Erinas, su probable ascendiente. El número de
las Erinias quedó impreciso durante mucho tiempo. Sólo en época tardía, se
estableció en tres, dándose a las divinidades los nombres individuales de
Tisífone, Meguera y Alecto. Tan pronto como en el seno familiar se cometía un
crimen, especialmente cuando un hijo se manchaba con la sangre de sus padres,
aparecían estas negras diosas con la cabellera erizada de serpientes y llevando
en sus manos antorchas y látigos, se sentaban en el umbral de la morada del
asesino, quien trataba en vano de rehuirlas. Hasta en la misma región infernal
proseguían su misión vengadora y también atormentaban a los culpables en el
Tártaro. El culto de las Erinias se extendió por toda Grecia. Pero gozó en
especial realce en Atenas, donde las diosas tenían un templo en las
proximidades del Areópago. El nombre con el que se veneraban aquí era el de
Euménides, las benévolas, en recuerdo de la benignidad de que dieron muestras
con Orestes cuando éste, culpable de haber matado a su madre, fue a buscar
refugio en Atenas. Guirand, Félix (1965). Mitología general, trad. de
Pedro Pericay, Barcelona, Labor. [Publicado bajo la dirección de Félix Guirand
con amplio equipo de colaboradores],
[119] Luego tomó el camino cenagoso,
sin decirnos palabra, más con cara de a quien otro cuidado apremia y muerde, y
no el de aquellos que tiene delante. A la ciudad los pasos dirigimos, seguros
ya tras sus palabras santas. Dentro, sin guerra alguna, penetramos; y yo, que
de mirar estaba ansioso todas las cosas que el castillo encierra, al estar
dentro miro en torno mío; y veo en todas partes un gran campo, lleno de pena y
reo de tormentos. Como en Arlés donde se estanca el Ródano, o como el Pola
cerca del Carnaro, que Italia cierra y sus límites baña, todo el sitio ondulado
hace las tumbas, de igual manera allí por todas partes, salvo que, de manera
aún más amarga, pues llamaradas hay entre las fosas; y tanto ardían que, en
ninguna fragua, el hierro necesita tanto fuego. Sus lápidas estaban removidas,
y salían de allí tales lamentos, que bien parecían sentirse miserables y
denigrados. Y yo: «¿Maestro, qué gentes son esas que, sepultadas dentro de esas
tumbas, se hacen oír con dolientes suspiros?» Y dijo: «Están aquí los
heresiarcas, sus secuaces, de toda secta, y llenas están las tumbas más de lo
que piensas. El igual con su igual está enterrado, y los túmulos arden más o
menos.» Y luego de volverse a la derecha, cruzamos entre fosas y altos muros.
[120] Siguió
entonces por una oculta senda entre aquella muralla y los martirios, mi
Maestro, y yo fui tras de sus pasos. «Oh virtud suma, que en los infernales
círculos me conduces a tu gusto, háblame y satisface mis deseos: a la gente que
yace en los sepulcros, ¿la podré ver?, pues ya están levantadas todas las
losas, y nadie vigila.» Y él repuso: «Cerrados serán todos cuando aquí vuelvan
desde Josafat con los cuerpos que allá arriba dejaron. Su cementerio en esta
parte tiene con Epicuro todos sus secuaces que el alma, dicen, con el cuerpo
muere. Pero aquella pregunta que me hiciste pronto será aquí mismo satisfecha,
y también el deseo que me callas.» Y yo: «Buen guía, no te oculta nada mi
corazón, si no es por hablar poco; y tú me tienes a ello predispuesto.» «Oh
toscano que en la ciudad del fuego caminas vivo, hablando tan humilde, te
plazca detenerte en este sitio, porque tu acento demuestra que eres natural de
la noble patria aquella a la que fui, tal vez, harto dañoso.» Este es escapó
súbitamente desde una de las arcas; y temiendo, me arrimé un poco más a mi
maestro. Pero él me dijo: «Vuélvete, ¿qué haces? mira allí a Farinatta que se
ha alzado; le verás de cintura para arriba.»
[121] Entre los precursores del ecumenismo podemos destacar: Jorge Guillermo Leibniz
(1646-1716), luterano; Nikolaus Ludwing Conde de Zinzendorf (1700- 1760),
luterano; John Newman (1801-1890), metodista - católico romano; William Pálmer
(1811-1879), laico anglicano.
[122]
Cuando se retiran las dos almas, Dante observa
a un condenado que padece hidropesía. Este se presenta como maese Adamo, y confiesa
haber sido castigado por falsificar florines florentinos (“hice falsa la
aleación sigilada del Bautista”, vv. 73-74). También explica que Guido,
Alejandro y su hermano fueron quienes lo indujeron a cometer el delito, y que
uno de ellos ya ha muerto. Finalmente, se lamenta de que, a causa de su
inmovilidad, no puede buscar a este último entre las almas infames. (https://www.gradesaver.com/divina-comedia-infierno/guia-de-estudio/summary-cantos-24-30).
El episodio que sigue, que tiene por protagonista
al Maestro Adamo, como él mismo se
presentará en el verso 61, está entre los momentos más heterogéneos por el
estilo y las emociones, de todo el Infierno de Dante. Primero grotesco en la
descripción de su estado físico, después se nota su dolor a través de la
descripción de sus labios. Se dirige a los dos peregrinos con sufrimiento
citando un pasaje bíblico (“miren y atiendan [si existe un dolor como el mío]”, Libro de las Lamentaciones I, 12), índice de
tristeza y sufrimiento privado de cualquier vulgaridad. Después se transforma
en nostalgia, porque si en vida tuvo todo, ahora no puede obtener ni una gota
de agua, invocación seguida por un melancólico recuerdo del Casentino y de sus arroyos frescos
y mórbidos. El recuerdo del lugar donde vivió (cerca del Castello di Romena) de inmediato trae a la
mente su pecado, aquel de falsificador de florines, los cuales sacaba tres de los veinticuatro quilates de oro sustituyéndolos
con inmundicia, metales no nobles. (https://es.wikipedia.org/wiki/Infierno,_canto_trig%C3%A9simo)
[123] Fijado en
él había ya mi vista; y aquél se erguía con el pecho y frente, cual si al infierno
mismo despreciase. Y las valientes manos de mi guía me empujaron a él entre las
tumbas, diciendo: «Sé medido en tus palabras.» Como al pie de su tumba yo
estuviese, me miró un poco, y como con desdén, me preguntó: «¿Quiénes fueron
tus mayores?» Yo, que de obedecer estaba ansioso, no lo oculté, sino que se lo
dije, y él levantó las cejas levemente. «Con fiereza me fueron adversarios a mí
y a mi partido y mis mayores, y así dos veces tuve que expulsarles.» «Si les
echaste -dije- regresaron de todas partes, una y otra vez; mas los vuestros,
tal arte no aprendieron.» Surgió entonces al borde de su foso otra sombra, a su
lado, hasta la barba: creo que estaba puesta de rodillas. Miró a mi alrededor,
cual, si propósito tuviese de encontrar conmigo a otro, y cuando fue apagada su
sospecha, llorando dijo: «Si por esta ciega cárcel vas tú por nobleza de
ingenio, ¿y mi hijo?, ¿por qué no está contigo?» Y yo dije: «No vengo por mí
mismo, el que allá aguarda por aquí me lleva a quien Guido, tal vez, fue
indiferente.» Sus palabras y el modo de su pena, su nombre ya me habían
revelado; por eso fue tan clara mi respuesta. Súbitamente alzado gritó: «¿Cómo
has dicho?, ¿Fue?, ¿Es que entonces ya no vive? ¿La dulce luz no hiere ya sus
ojos?» Y al advertir que una cierta demora antes de responderle yo mostraba,
cayó de espaldas sin volver a alzarse. Mas el otro gran hombre, a cuyo ruego yo
me detuve, no alteró su rostro, ni movió el cuello, ni inclinó su cuerpo. Y
así, continuando lo de antes, «Que aquel arte -me dijo- mal supieran, eso, más
que este lecho, me tortura. Pero antes que cincuenta veces arda la faz de la
señora que aquí reina, tú has de saber lo que tal arte pesa. Así regreses a ese
dulce mundo, dime, ¿por qué ese pueblo es tan impío contra los míos en todas
sus leyes?» Y yo dije: «El estrago y la matanza que teñirse de rojo al Arbia
hizo, obliga a tal decreto en nuestros templos.» Me respondió moviendo la
cabeza: «No estuve solo allí, ni ciertamente sin razón me moví con esos otros:
mas estuve yo solo, cuando todos en destruir Florencia consentían,
defendiéndola a rostro descubierto.»
[124]
«Ah, que repose vuestra
descendencia -yo le rogué-, este nudo desatadme que ha enmarañado aquí mi
pensamiento. Parece que sabéis, por lo que escucho, lo que nos trae el tiempo
de antemano, mas usáis de otro modo en lo de ahora.» «Vemos, como quien tiene mala
luz, las cosas -dijo- que se encuentran lejos, gracias a lo que esplende el
Sumo Guía. Cuando están cerca, o son, vano es del todo nuestro intelecto; y si
otros no nos cuentan, nada sabemos del estado humano. Comprender podrás que
muerto quede nuestro conocimiento en aquel punto que se cierre la puerta del
futuro.» Arrepentido entonces de mi falta, dije: «Diréis ahora a aquel yacente
que su hijo aún se encuentra con los vivos; y si antes mudo estuve en la
respuesta, hazle saber que fue porque pensaba ya en esa duda que me habéis
resuelto.» Y ya me reclamaba mi maestro; y yo rogué al espíritu que rápido me
refiriese quién con él estaba. Me dijo: «Aquí con más de mil me encuentro;
dentro se halla el segundo Federico, y el Cardenal, y de los otros callo.» Entonces
se ocultó; y yo hacia el antiguo poeta volví el paso, repensando esas palabras
que creí enemigas. Él echó a andar y luego, caminando, me dijo: «¿Por qué estás
tan abatido?» Yo le satisfice la pregunta. «Conserva en la memoria lo que oíste
contrario a ti -me aconsejó aquel sabio y atiende ahora -y levantó su dedo-:
cuando delante estés del dulce rayo de aquella cuyos ojos lo ven todo de ella
sabrás de tu vida el viaje. Luego volvió los pies a mano izquierda: dejando el
muro, fuimos hacia el centro por un sendero que conduce a un valle, cuyo hedor
hasta allí desagradaba.