miércoles, 30 de julio de 2014

El Ramayana




El Ramayana
Por Juan Luis García Tejeda



Conocido en la India y en todo el Sureste asiático, el poema épico de Rama o Ramayana, narra los mitos hindúes de la creación. Su versión más popular ha sido atribuida a Valmiki, un santón que afirmaba haber recibido el poema de manos de Brahma, el dios hindú de la creación. Esta antigua obra literaria ha sido transcrita en siete libros, y llegó hasta Camboya en verso. Fragmentada en cantos y episodios sucesivos, el Ramayana camboyano es un ballet de corte que se representa en las ceremonias reales, bodas, aniversarios de la coronación, ritos ancestrales y ceremonias oficiales.

Ramayana (en sánscrito, 'Historia de Rama'), la menor de las dos grandes epopeyas en sánscrito de la India antigua; la mayor es el Mahabharata. Destaca por la riqueza de sus descripciones y su lenguaje poético, y consta de siete libros y unos 24.000 dísticos, traducidos a numerosas lenguas. Comenzó a escribirse probablemente durante el siglo III a.C. y es posible que el principio y el final se añadieran posteriormente. El Ramayana narra el nacimiento y la educación de Rama, príncipe y séptima encarnación del dios Visnú, y sus peripecias hasta conseguir la mano de Sita, con la que al final contrae matrimonio. Tras ser desplazado por uno de sus hermanos como legítimo heredero del trono de su padre, el rey Bharata, Rama parte al exilio en compañía de su mujer y de su otro hermano, Kakshmana. Sita es raptada por el rey demonio Ravana, que la lleva a su isla Lanka (Sri Lanka). Con la ayuda del rey mono Hanuman y un ejército de monos y osos, Rama consigue, tras una larga lucha, derrotar a Ravana y rescatar a Sita. Después recupera su trono y gobierna con sabiduría. En la posible addenda posterior, Sita es acusada de haber cometido adulterio durante su cautividad. Exiliada, a pesar de su inocencia, da a luz dos hijos gemelos de Rama, y recibe la protección del eremita Valmiki, supuesto autor del poema. Al cabo de muchos años Rama y Sita se reúnen de nuevo.

 Aunque el Ramayana es esencialmente una obra profana, incorpora gran parte del material contenido en los libros sagrados védicos (véase Veda). Rama, Sita, Lakshmana y Hanuman son muy venerados como encarnación ideal del heroísmo principesco, la devoción conyugal y fraternal y la lealtad. La recitación del Ramayana se considera un acto religioso, y en toda la India y el sureste asiático se escenifican fragmentos de esta gran epopeya. Conocido principalmente a través de traducciones y recensiones (la versión más famosa es la realizada por el poeta hindú del siglo XVI Tulsi Das), el Ramayana ejerció una enorme influencia en toda la literatura india posterior.[1]

Literatura Sánscrita


Literatura clásica de la India, escrita en lengua sánscrita. Puede dividirse en varios periodos: el periodo védico (c. 1500-200 a.C.), cuando aún permanecía en uso la forma védica del sánscrito, y el periodo sánscrito (c. 200 a.C.-1100 d.C.), en el que la lengua sánscrita clásica se fue desarrollando a partir de la védica. A pesar de la ausencia de una ruptura radical en la literatura de la India, estos dos periodos se diferencian muy claramente entre sí, en especial por un detalle: mientras la literatura del periodo védico, que consiste en los Veda, los Brahmana y los Upanisad, es esencialmente religiosa, la literatura clásica sánscrita es con raras excepciones pagana. En el periodo védico, las formas líricas y de leyenda estaban al servicio de la oración o la exposición de los rituales, al contrario que en épicas del periodo sánscrito, como el Mahabharata y el Ramayana, en las que las formas didácticas, líricas y dramáticas se desarrollaron mucho más allá de su primitivo estado hasta otro de gran pureza literaria, estética y moral. En la literatura sánscrita, además, con las solas excepciones del Mahabharata y de los Purana, la identidad de los autores suele estar definida en mayor o menor grado, mientras que en los textos del periodo védico aparecen como autores familias de poetas o incluso escuelas enteras de poesía.


La forma y el estilo de la literatura sánscrita clásica son, por lo general, diferentes a los de la védica. Así, mientras la literatura del periodo védico dio obras en prosa como el Yajur-Veda, los Brahmana y los Upanisad, de un alto nivel, la sánscrita clásica utilizó la prosa únicamente para textos científicos y de gramática y filosofía, además de cuentos, romances y algunas obras teatrales en los que no demostró una evolución comparable a la que tuvo en el periodo anterior, sino más bien al contrario, se fue haciendo cada vez más difícil y poblándose de largas y retorcidas construcciones retóricas. En cuanto a la poesía, en cambio, la situación fue exactamente la opuesta, pues, aunque la mayor parte del cuerpo poético del periodo sánscrito se basó para su composición en la estrofa denominada sloka, derivada directamente de la anushtubh védica, compuesta por cuatro versos octosílabos de cadencia esencialmente yámbica, así como en otros prototipos védicos, consiguió un refinamiento y una belleza artística que superó en mucho a sus modelos del periodo anterior.

La literatura del periodo sánscrito clásico estaba compuesta por poesía épica, dramática, lírica y didáctica, y por prosa didáctica, dramática y narrativa. La poesía épica puede dividirse en dos tipos. La más libre de ellas, denominada itihasa (leyenda) o purana (cuento poético), y la más artificial, denominada kavya (producto poético). El gran poema épico titulado Mahabharata (escrito entre el 300 a.C. y el 300 d.C.) es, con mucho, el más representativo de los Purana, y que se asemeja por su estilo libre a los 18 Purana que se escribieron mucho más adelante, un género artístico cuyos principios pueden rastrearse en el Ramayana (comenzado en el siglo III a.C.). Por otro lado, la forma kavya, de mayor artificiosidad, no apareció hasta alrededor del siglo V d.C., la época de Kalidasa, un poeta y autor teatral que escribió los dos poemas épicos más conocidos de la literatura sánscrita, el Kumarasambhava y el Raghuvamsa.


La poesía lírica poseía rasgos muy característicos, el más destacable de los cuales es la refinada elaboración de las estrofas singulares, en oposición a la construcción del conjunto. Estas estrofas alcanzaron una gran variedad y perfección, como puede comprobarse en dos obras más extensas y a la vez sobresalientes, el Meghaduta (La nube mensajera) y el Ritusamhara, ambas de Kalidasa. El primer poema narra cómo una nube envía un mensaje a un yaksha o ser sobrenatural, y en él le confiesa su amor, mientras que el segundo contiene bellas descripciones de la naturaleza de los trópicos y de las emociones que despierta en el autor.

El cuerpo más extenso de la poesía sánscrita, sin embargo, está formado por estrofas sueltas, casi poemas en miniatura, que recuerdan a la poesía didáctica que los habitantes de la India cultivaron con tanto esmero. El conjunto más famoso de estas estrofas pertenece a Bhartrihari, quizá el más destacado de los poetas indios, superado únicamente por Kalidasa, consiste en una gran cantidad de poemas líricos, eróticos y didácticos. Tras él en orden de importancia se sitúa Amaru, autor de poesía erótica, posterior quizá a Bhartrihari, y que dejó constancia de su maestría en su Amarusataka.


Incluso en la poesía lírica resulta evidente la tendencia del carácter indio hacia la reflexión y la especulación filosóficas, que tienen un peso tan trascendental en el hinduismo. Esta tendencia no tuvo una importancia decisiva tan sólo en los terrenos de la religión y la filosofía de la India, sino que se infiltró en otro de los reductos característicos de su literatura, las brevísimas estrofas de carácter didáctico y sentencioso que pueden ser denominadas proverbios, de los que se han hallado unos 8.000, pertenecientes a distintos periodos de la historia cultural india. Los primeros aparecen en el Mahabharata y, a partir de entonces, se pueden encontrar dispersos por las más variadas obras de toda la literatura sánscrita, siguiendo siempre la misma tónica de rechazo a las vanidades humanas y en defensa de los beneficios de la renuncia a los asuntos terrenales.

El teatro fue uno de los últimos, aunque más interesantes, productos de la literatura sánscrita. Las primeras obras datan de los siglos V y VI d.C. y, probablemente, se basan en himnos védicos muy anteriores en forma de diálogo. El nombre sánscrito para 'teatro' es nataka, y está formado por la raíz nat, nrit, que significa 'bailar', lo cual no es extraño, pues los bailes fueron el origen del teatro de la India y constituyeron una parte muy importante de numerosas ceremonias religiosas. En un periodo posterior, en los ritos de adoración de Siva y Visnú, y en especial en el de la encarnación de Visnú, el dios Krishna, iban acompañados de bailes pantomímicos. Las pantomimas, que solían llevarse a cabo con un fondo de canciones, reproducían las gestas de estos dioses, y algunas de ellas han sobrevivido hasta nuestros días en la región de Bengala. Los temas del teatro indio coinciden en su mayor parte con los de las leyendas épicas o históricas, y no se diferencian en demasía de los temas de los cuentos y los romances en prosa.


El más destacado escritor de la India fue Kalidasa, autor de Sakuntala y maestro asimismo de la poesía tanto épica como lírica. De una época posterior a él llega Mricchakatika, una obra teatral atribuida al rey Sudraka, pero que con más probabilidad escribió en el siglo VI Dandin o algún otro poeta de la corte del rey Sudraka. Durante el siglo VII, el emperador indio Harsha escribió, al parecer, tres obras teatrales muy conocidas, mientras que Bhavabhuti, considerado, junto con Kalidasa y Dandin, como el más destacado de los autores teatrales indios, escribió sus obras en el siglo VIII.

Ningún otro apartado de la literatura india encierra más interés para un estudioso de literatura comparada como las fábulas y cuentos de hadas. Son muy pocos los motivos centrales de fábulas europeas que no se encuentran en muchas de las colecciones indias, aunque existen numerosas razones para pensar que este tipo de literatura se originó precisamente en la India. La más antigua e interesante de estas colecciones fue escrita en lengua pali, aproximadamente, en el siglo IV a.C. Este conjunto de fábulas, que incluye cuentos acerca de las vidas anteriores de Buda, recibió el nombre de Jataka y, al igual que las otras dos importantes colecciones de la literatura sánscrita, el Panchatantra y el Hipotadesa, se basan en fuentes budistas.

Una nota muy característica de los conjuntos de fábulas y cuentos de hadas sánscritos es la inclusión en ellos de numerosas historias insertadas en un mismo hilo narrativo, un estilo que fue adoptado por las literaturas de otros pueblos orientales, como se puede comprobar, por ejemplo, en los cuentos de Las mil y una noches, pues el Panchatantra se tradujo del sánscrito al árabe, al griego, al persa, al turco, al sirio, al hebreo y al alemán, y del alemán a otras lenguas europeas. Por otro lado, el Hipotadesa, atribuido a Narayana, parece estar compuesto por fragmentos del Panchatantra y de otras obras, mientras que la colección de cuentos de hadas más conocida, el extenso Kathasaritsagara, fue escrito íntegramente hacia el año 1070 por el poeta Kashmiri.

La India tiene una rica literatura de textos de carácter científico, escritos en un aceptable sánscrito incluso en nuestros días. Los antiguos libros de leyes védicos se continúan a través de los modernos Dharmasastras y Smritis, de los cuales el Manu Smriti, o Ley de Manu, y Yajnavalkya son los ejemplos más conocidos. Por otro lado, los seis sistemas hindúes de la filosofía (Vedanta, Yoga, Mimamsa, Nyaya, Sankhya y Vaisesika), así como la abundante literatura derivada de ellos, provienen de los Upanisad. Además, la gramática, la etimología, la lexicografía, la prosodia, la retórica, la música y la arquitectura poseen una literatura también muy amplia. Las primeras obras de carácter etimológico son las glosas védicas de Yaska. Posterior (del siglo IV a.C.), y más importante, es la gramática de Panini y de sus comentaristas, Katyagana y Patanjali. Los indios cultivaron las matemáticas y la astronomía con gran dedicación desde tiempos muy primitivos, como demuestra el hecho de que los números arábigos (los que utilizamos normalmente en Occidente) proceden de la India, y fueron denominados números hindúes por los árabes. Las ciencias médicas se desarrollaron en la India bastante antes de la era cristiana, tal como ponen de manifiesto los textos del Atharva-veda, y llegaron a su punto culminante a través de las investigaciones de Caraka, médico principal del rey Kanishka, del siglo I o II d.C.[2]

Hinduismo


Religión originaria de la India donde la mayoría de sus habitantes sigue profesándola en la actualidad. También es practicada por las familias que han emigrado desde la India hacia el resto del mundo (en especial al sur y este de África, al sureste y este de Asia y a Europa). El término hindú deriva de la palabra sánscrita sindhu ('río', de forma más explícita el río Indo); durante el siglo V a.C., los persas utilizaban ese nombre para referirse a aquellos que vivían en las tierras del Indo. Los hindúes se definen a sí mismos como “aquellos que creen en los Veda” o “aquellos que siguen los cuatro tipos (varnas) de caminos (dharma) y etapas de la vida (ashramas)”.

El hinduismo es una de las religiones más extendidas e importantes del mundo, no sólo por su número de fieles (estimados en más de 700 millones de individuos), sino también por la profunda influencia que ha ejercido en muchas otras religiones durante su larga e ininterrumpida historia, que comenzó más o menos en el 1500 a.C. Es preciso destacar igualmente la correspondiente influencia que el hinduismo ha recibido de esas otras religiones (el hinduismo posee una extraordinaria capacidad para absorber e integrar elementos foráneos). Esto ha contribuido de forma notable al sincretismo de la religión y a la asimilación de una gran variedad de creencias y prácticas religiosas. Es más, las bases geográficas, más que las puramente religiosas (que consisten en todo lo que el pueblo de la India ha creído y ha hecho), le han otorgado el carácter de sistema doctrinal y social que se extiende a todos los aspectos de la vida humana.

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES


Las normas o cánones del hinduismo se definen en relación con lo que las personas hacen, más que con lo que piensan. Por consiguiente, en el seno del hinduismo se encuentra una mayor uniformidad de acción que de creencias, a pesar de que hay muy pocas creencias o prácticas que son compartidas por todos. La mayoría de los hindúes cantan el himno del gayatri al amanecer, pero casi no existe acuerdo sobre qué otras oraciones deben ser pronunciadas. Muchos hindúes veneran a Siva, Visnú y la diosa Devi, pero también adoran a centenares de deidades menores, propias de ciertos poblados o incluso familiares. Hay prácticas que observan casi todos, como son el reverenciar a los brahmanes y a las vacas, la prohibición de comer carne (en especial la de vacuno) y el contraer matrimonio sólo con un miembro de la misma casta (jati) con la esperanza de tener un heredero varón. A pesar de que los hindúes tienen creencias y prácticas que parecen contradictorias (no sólo con respecto al resto del mundo sino también dentro de su misma religión y de su vivir cotidiano), cada individuo percibe un modelo que ha de seguir y que confiere orden y sentido a su vida. En el hinduismo no existe una jerarquía doctrinal ni eclesiástica, pero la complicada estratificación social, inseparable de la religión, da a cada persona la sensación de ocupar una posición dentro de este enorme grupo humano.

Textos
La última autoridad canónica para todos los hindúes son los cuatro Veda. Entre ellos el más antiguo es el Rig-Veda, escrito en una de las formas más antiguas de la lengua sánscrita del noroeste de la India. Este texto fue escrito entre el 1300 y el 1000 a.C. y consta de 1.028 himnos dedicados a un panteón de dioses; ha sido memorizado sílaba por sílaba, conservándose así hasta hoy. Al Rig-Veda le fueron agregados otros dos Veda, el Yajur-Veda (el libro del sacrificio) y el Sama-Veda (contiene los himnos). El cuarto libro, el Atharva-Veda (una colección de hechizos mágicos), es probable que fuera incluido alrededor del 900 a.C. De aquella época datan también los Brahmana, extensos textos escritos en sánscrito donde se exponen los rituales que practican los sacerdotes y todos los mitos que los sustentan. Más o menos a comienzos del 600 a.C. se compusieron los Upanisad, que consisten en meditaciones místico-filosóficas con respecto al significado y a la naturaleza del Universo.

Los Veda (dentro de los que se incluyen los Brahmana y los Upanisad) son considerados las normas reveladas (shruti, 'lo que ha sido oído de los dioses'), y no pueden ser alterados ni siquiera en una sílaba. Sin embargo, la mayoría de los hindúes desconoce en la actualidad el contenido de estas normas. El compendio más práctico del hinduismo, y que por tanto es muy utilizado, está contenido en el Smriti ('lo que se recuerda'), resumen que también se transmite en forma oral. No existen prohibiciones con respecto a improvisar ciertas variaciones, cambiar algunos nombres o sugerir interpretaciones del Smriti. En él se encuentran las dos obras épicas sánscritas más importantes (el Mahabharata y el Ramayana) y los Purana escritos en sánscrito, entre los que se incluyen los 18 grandes Purana y varias docenas de Purana de menor importancia. También contiene los numerosos Dharmasastras y Dharmasutras (tratados sobre la ley sagrada), de los que sobresale uno, que habría sido escrito por el sabio Manu, que se cita con mayor frecuencia.

Las dos obras épicas están construidas alrededor de una historia central. El Mahabharata relata la guerra civil entre los pandavas (liderados por Krishna) y los kauravas. El Ramayana cuenta el viaje que hizo Rama para rescatar a su esposa Sita que había sido raptada por el demonio Ravana. Las historias están adornadas por relatos de otras procedencias y discursos de filosofía, leyes, geografía, ciencias políticas y astronomía, por lo que el Mahabharata (que consta de unas 200.000 líneas escritas) constituye una suerte de enciclopedia o completa colección literaria, y el Ramayana (con más de 50.000 líneas escritas) le sigue en importancia. A pesar de que es imposible fecharlos, lo más probable es que los capítulos centrales del Mahabharata y del Ramayana fueran escritos entre el 300 a.C. y el 300 d.C. Sin embargo, ambos fueron ampliados, incluso después de la edad media, periodo en que se tradujeron a las lenguas indias más comunes (como el tamil y el hindi).

Los Purana fueron escritos después de las obras épicas, y muchos de ellos son tan sólo prolongaciones de los temas tratados en aquéllas (por ejemplo, en el Bhagavata-Purana se describe la niñez de Krishna, un tema que no había sido desarrollado en el Mahabharata). Entre los Purana también se incluyen mitos secundarios, himnos de alabanza, filosofía, iconografía y rituales. La mayoría de ellos es de naturaleza sectaria; es decir, están dedicados al culto de una deidad en particular: los más importantes (y algunos secundarios) a Siva, Visnú o Devi, y muchos de los secundarios a Ganesha, Skanda o el Sol. Además todos contienen material que no es sectario, escritos cuyo origen quizás sea más antiguo, como las “cinco señales” o tópicos (panchalakshana) de los Purana: la creación del Universo, la destrucción y recreación del Universo, las dinastías de los dioses lunares y solares, la genealogía de los dioses y de los sabios santos, y las edades de los padres fundadores de la humanidad (los Manus).

Filosofía
Dentro de su rica literatura, el hinduismo incorpora una cosmología muy compleja. Los hindúes creen que el Universo es una gran esfera cerrada, un huevo cósmico dentro del cual hay muchos cielos concéntricos, infiernos, océanos y continentes, y que la India está en medio de todos ellos. Creen que el tiempo es a la vez degenerativo (desde la época dorada o Krita Yuga, a través de dos periodos en los que el bien decayó gradualmente, hasta los tiempos actuales o Kali Yuga) y cíclico: al final de cada Kali Yuga el Universo es destruido por el fuego y las inundaciones, comenzando así una nueva época dorada. La vida humana también es cíclica: después de morir, el alma deja el cuerpo y renace en el cuerpo de otra persona, animal, vegetal o mineral. Este imparable proceso se llama samsara. La calidad de la reencarnación viene determinada por el mérito o la falta de méritos que haya acumulado cada persona como resultado de su actuar o karma, de lo que el alma haya realizado en su vida o vidas pasadas. Todos los hindúes creen que el karma funciona así; sin embargo, también piensan que esto se puede contrapesar con la práctica de la expiación y de rituales (ejercitándose a través del castigo o de la recompensa), logrando así aminorar o hacer más fácil (moksha) todo el proceso del samsara, previa renuncia a todos los deseos terrenales.

A los hindúes se les divide en dos grupos: quienes buscan las recompensas sagradas y profanas de este mundo (salud, dinero, hijos y una buena reencarnación) y los que buscan liberarse del mundo. Los principios del primer sistema de vida fueron extraídos de los Veda y hoy en día están representados en los templos hindúes, en la religión de los brahmanes y en el sistema de castas. La segunda forma de vida, explicada en los Upanisad, se manifiesta no sólo en los cultos de renuncia (sannyasa) sino también en los fundamentos ideológicos de la mayoría de los hindúes.

Originariamente, el aspecto mundano hindú estaba compuesto por tres Veda, tres clases de sociedades (varnas), tres etapas en la vida (ashramas), y tres “metas de un hombre” (purusharthas); el tema de las metas o necesidades de las mujeres rara vez se menciona en los textos antiguos. A los tres primeros Veda les fue agregado el Atharva-Veda. Las primeras tres clases (brahmán o sacerdotal, kshatriya o guerrera, y vaishya o pueblo llano) derivaban de la división tripartita de la antigua sociedad indoeuropea, tal y como aparece en las culturas griegas y romanas. A estas tres clases se les unió la de los shudras o sirvientes, después de que los arios se establecieran en el Punjab y comenzaran a desplazarse hacia el sur, hacia el valle del río Ganges. Los tres ashramas originales eran el estudiante casto (brahmachari), el amo de casa (grihastha) y el habitante del bosque (vanaprastha). Se decía que tenían tres deudas o deberes: estudiar los Veda (esto se lo debían a los sabios), un hijo (a los ancestros) y sacrificarse (deuda que tenían con los dioses). Las tres metas u objetivos eran el artha (éxito en cuanto a bienes materiales), dharma (recto comportamiento social) y kama (placeres sensuales). Al poco tiempo de haber sido compuestos los primeros Upanisad, durante el surgimiento del budismo (siglo VI a.C.), se les sumó un cuarto ashrama y su meta correspondiente: el que renuncia (sannyasi), cuya meta es la de liberarse (moksha) de las etapas, metas y deudas antes mencionadas.

Cada uno de estos dos modos de actuar de los hindúes desarrolló sus propios sistemas metafísicos y sociales. El sistema de castas y la filosofía de svadharma que lo sostiene (el dharma individual) se desarrollaron dentro del modo de vida mundano. El svadharma considera que cada persona nace para realizar un trabajo específico, para casarse con una cierta persona, comer cierta comida y engendrar ciertos niños, y que ésta es la mejor manera de cumplir con su propio dharma antes que con el de cualquier otro (incluso si el propio dharma es bajo y reprochable, como en el caso de los miembros de la casta harijan, los intocables, cuya sola presencia, en ciertas ocasiones, llegó a ser considerada contaminante para las otras castas). La principal meta del hindú mundano y común es la de tener y criar un hijo que haga ofrendas a los ancestros (la ceremonia shraddha). Por otro lado, el segundo camino de renunciación del hinduismo se basa en la filosofía upanisádica de la unidad del alma individual o atmán con Brahman, el alma universal. Se cree que si el fiel lograra la total realización de esto, sería suficiente para que se liberara de la reencarnación; mirado así, nada podría ser más perjudicial para la salvación que el volver a nacer. Muchas de las metas e ideales de renunciación del hinduismo han sido incorporadas al hinduismo mundano, en especial el dharma eterno (sanatana dharma), un código ético absoluto y general que se propone transcender y abarcar todos los dharmas secundarios, relativistas y específicos. Para los hindúes, el principio más importante del sanatana dharma es el ahimsa, la ausencia del deseo de hacer daño, el que se utiliza para justificar el hecho de que sean vegetarianos (sin embargo, este dogma no prohibe la violencia física contra seres humanos o animales, o que se practiquen sacrificios de sangre en los templos).

Además del sanatana dharma, se han hecho numerosos esfuerzos para lograr reconciliar los dos hinduismos. El Bhagavad-Gita describe tres caminos para lograr la realización religiosa: el sendero de los trabajos o karma (aquí se mencionan actos de sacrificio y rituales), el sendero del conocimiento o jnana (la meditación upanisádica de la divinidad) y el sendero de meditación, una apasionada devoción por Dios o bhakti, un ideal religioso que vino a combinar y a hacer de los otros dos senderos, una vía más trascendente. En términos generales, se pueden encontrar huellas del bhakti en las obras épicas, incluso en algunos de los Upanisad, pero su manifestación más completa no aparece hasta después del Bhagavad-Gita, cobrando impulso a partir de los cantos y poemas escritos en lengua común, dedicados a las deidades locales, en especial los de alvars, nayanars y virashaivas del sur de la India y los de los fieles bengalíes de Krishna.

Los hindúes han logrado pues conciliar su monismo vedántico (véase Vedanta) con su politeísmo védico: todos los dioses hindúes individuales (de los que se dice son saguna, 'con atributos') están sometidos al espíritu universal o Brahman (nirguna, 'sin atributos'), del cual emanan todos. Por lo tanto, la mayoría de los hindúes rinde tributo (a través del bhakti) a dioses a quienes adoran en los rituales (a través del karma) y a los que entienden (por medio del jnana) como aspectos de la última realidad, el reflejo material del que todo lo que existe es una ilusión (maya) creada por Dios con mucho esfuerzo, pero con un espíritu de juego (lila).

            Dioses
A pesar de que los hindúes reconocen la existencia e importancia de muchos dioses y semidioses, la mayoría de los fieles son, en primer lugar, devotos de un solo dios o diosa; entre éstos, los más populares son Siva, Visnú y la Diosa (Devi).


Siva encarna los aspectos aparentemente contradictorios del dios de los ascetas y del dios fálico. Es la deidad de los que han renunciado, en especial de las muchas sectas que lo imitan: kapalikas, que llevan calaveras para reconstruir el mito en el que Siva decapita a su padre, el incestuoso Brahma, y es condenado a llevar su calavera hasta que consigue ponerle fin al castigo, en Benarés; pashupatas, seguidores del culto a Siva Pashupati, Señor de las bestias, y aghoris, “para quien nada es horrible”, yoguis que comen inmundicias o carne cruda, con el fin de demostrar que son totalmente indiferentes ante el placer o el dolor. Siva también es la deidad cuyo símbolo fálico (linga) constituye el punto central y sacrosanto de todos los templos dedicados a él y de todos los hogares de sus adoradores; se dice que su priapismo fue el resultado de su castración, con el consecuente culto de su símbolo fálico sin cuerpo. Además de esto, se dice que Siva se habría hecho presente en la Tierra bajo distintas formas humanas, animales y vegetales, estableciendo muchos santuarios locales.

Visnú es adorado como un dios que está en todas partes (dios supremo para sus adoradores), el dios de cuyo ombligo brotó una flor de loto, dando a luz al creador (Brahma). Visnú creó el Universo, separando el cielo de la tierra; más adelante, y en muchas ocasiones, tuvo que ayudarlo a sobrevivir. También se le adora bajo la forma de muchos avatares, dioses que descienden al mundo (o encarnaciones, en un sentido aproximado). Muchos de ellos son animales que suelen aparecer en la iconografía hindú: el pez, la tortuga y el cerdo. Otros son los enanos Vamana (quienes se transformaron en un gigante para engañar a Bali, el demonio, y expulsarlo así del Universo); el hombre león Narasimha (que destripó al demonio Hiranyakashipu); el Buda (que se encarnó con el fin de enseñarles una doctrina falsa a los demonios piadosos); Rama con un hacha (Parashurama, que decapitó a su madre porque no era casta, matando luego a toda la clase de los Kshatriyas para vengar a su padre); y Kalki (el jinete del caballo blanco, que vendrá a destruir el Universo al final de la era de Kali). Pero, con diferencia, los más populares son Rama (el héroe del Ramayana), y Krishna (héroe del Mahabharata y del Bhagavata-Purana). Se dice que ambos son encarnaciones de Visnú, a pesar de que en un comienzo fueron héroes humanos.

Junto a estos dos grandes dioses masculinos, hay muchas diosas objeto de profunda devoción. A veces se dice que constituyen los distintos aspectos de la Diosa, Devi. En algunos mitos, Devi es la primera que propone el movimiento, la acción, liderando el grupo de dioses masculinos para que realicen las labores de creación y de destrucción. También se muestra como Durga, a la que nadie se puede acercar, quien en la gran batalla mata a Mahisha, el demonio búfalo; o Kali, la diosa negra, que danza frenéticamente sobre los cadáveres de quienes ha asesinado y luego se ha comido, adornada con las calaveras que aún gotean y las manos ensangrentadas de sus víctimas. Los shaktas (devotos de Sakti, el poder femenino) también adoran a la Diosa. Esta secta surgió, junto con los tantristas, durante la época medieval. Los tantristas celebraban ceremonias esotéricas, en las que se consumían los alimentos prohibidos (como la carne, el pescado y el vino) y se practicaban, a modo de ritual, actos sexuales que por lo general no estaban permitidos. En muchos cultos tántricos, a la Diosa se la identifica con Radha, la consorte de Krishna.

También hay representaciones más pacíficas de la Diosa, generalmente bajo la forma de las esposas de los dioses más importantes: Lakshmi, la sumisa, la dócil esposa de Visnú que se muestra como una fértil diosa; Parvati, esposa de Siva e hija del monte Himalaya; Ganga la gran diosa del río (el Ganges), a quien también se la adora de forma independiente, se dice que es una de las esposas de Siva; a Sarasvati, la diosa de la música y de la literatura y esposa de Brahma, se la asocia con el río Saraswati. Muchas de las diosas locales de la India (como Manasha, la diosa de las serpientes en Bengala, y Minakshi en Madurai) están casadas con dioses, mientras que a otras como Shitala, diosa de la viruela, se las rinde culto por sí mismas. Estas últimas diosas son temidas por sus indomables poderes y mal carácter, y por sus arranques de cólera.

Hay algunos dioses menores que están incluidos en el panteón central porque se les identifica con los dioses más importantes o con sus hijos o amigos. Hanuman (el dios mono) aparece en el Ramayana como el ingenioso asistente de Rama en el sitio de Lanka. Skanda (el general del ejército de los dioses) es hijo de Siva y de Parvati. Ganesha (el dios con cabeza de elefante), dios de los escribas y mercaderes, quien ayuda a eliminar los obstáculos, es invocado fervorosamente al comienzo de cualquier negocio importante.

Culto y ritos

Desde el más importante hasta el menos trascendente de los dioses hindúes es objeto de veneración tanto en ceremonias públicas como en el ámbito de la intimidad familiar. Dadas las bases sociales del hinduismo, los actos más importantes son aquellos en los que se incluyen ritos de paso (samskaras), como son el nacimiento y cuando el niño come por primera vez comida sólida (arroz). Entre los ritos que vienen a continuación, se incluye el primer corte de pelo (para un niño) y la purificación después de la primera menstruación (para una niña), el matrimonio, y la bendición para las embarazadas, para que tengan un hijo varón y para asegurar así un parto sin dificultades y que el niño sobreviva los seis primeros días después del nacimiento, que son los más peligrosos (para lo cual se encomiendan a Shashti, la diosa del Seis). Las últimas ceremonias son las de la muerte (cremación y, si es posible, que las cenizas sean esparcidas por el Ganges, el río sagrado) y la ofrenda anual a los antepasados muertos. De estos últimos, el más notable es el del pinda, una bola de arroz y de semillas de sésamo que entrega el hijo mayor del difunto, para que el fantasma de su padre pueda salir del limbo y renacer.

Como parte del ritual diario (por lo general realizado por la esposa, quien se supone tiene más poder para interceder ante los dioses), los hindúes ofrecen (puja) frutas y flores ante un pequeño altar instalado en la vivienda. También ella se ocupa de hacer ofrendas a serpientes locales, árboles o a espíritus oscuros (benevolentes y malévolos) que moran en su propio jardín, en cruces de caminos o en otros sitios del pueblo considerados mágicos. Muchos poblados y ciudades de diferentes tamaños tienen templos donde los sacerdotes celebran ceremonias durante todo el día: rezan al amanecer y emiten ciertos tipos de sonidos para despertar al dios que es santo entre los santos (la garbagriha o casa matriz); lavan, visten y abanican al dios, lo alimentan y distribuyen los restos de la comida (prasada) entre sus fieles. El templo también constituye un centro cultural donde se cantan canciones, se leen los textos sagrados en voz alta (tanto en sánscrito como en lengua común) y se celebran rituales al anochecer. A los laicos se les permite estar presentes en la mayoría de las ceremonias. En muchos templos, en especial en los que están dedicados a diosas (como el templo a Kali, el Kalighat en Calcuta) y en ciertas ocasiones especiales, se sacrifican cabras. Por lo general, los sacrificios son llevados a cabo por una casta especial de sacerdotes, de bajo nivel, y se realizan fuera de los límites del templo. Existen miles de templos locales, que pueden consistir en una pequeña cavidad de piedra en la que se guarda una efigie sin forma, envuelta en telas, o en edificaciones un poco más grandes, con un pequeño estanque para bañarse. Además, la India cuenta con muchos templos de gran tamaño e, incluso, con algunas ciudades templo. También los hay excavados en la roca (como los de Elefanta y Ellora) y construidos en grandes bloques monolíticos, como los de Mahabalipuram. Hay otros que están levantados con bloques de piedra importados y que han sido esculpidos con esmero, como los templos de Khajuraho, Bhubaneswar, Madurai y Kanjeevaram. Por lo general, una vez al año y durante ciertos días especiales, la imagen del dios recorre todo el complejo de culto sobre unas magníficas carrozas de madera tallada (ratha).

Muchos lugares sagrados o santuarios, como el de Rishikesh en el Himalaya o el de Benarés en el Ganges, son objeto del peregrinaje de fieles procedentes de todas las zonas de la India; otros no son más que santuarios locales. Ciertos lugares sagrados se visitan más que otros, según los festivales especiales que se celebren en él durante el año. Por ejemplo Prayaga (el lugar donde se unen los ríos Ganges y Yamuna en Allahabad) es siempre sagrado, pero cada mes de enero se llena de peregrinos durante el festival de Kumbha Mela, y llega a saturarse con los millones de visitantes que asisten a la ceremonia especial que se celebra cada 12 años. En Bengala, la visita que hace la diosa Durga a su familia y luego su retorno al lado de Siva, su marido, se celebra cada año en Durgapuja. Se reproducen imágenes de la diosa en papel maché, figuras a las que se les rinde culto por diez días, y que más tarde, en una dramática ceremonia que se celebra a medianoche, son arrojadas al Ganges. Todo esto va acompañado del retumbar de tambores y la luz de las velas. Algunos festivales se celebran en toda la India: Dîvâlî, el festival de las luces a comienzos del invierno, y Holi, el carnaval de la primavera, en el que los diferentes miembros de todas las castas se mezclan, sueltan sus cabellos y se mojan unos a otros con cascadas de polvo rojo y agua, lo que probablemente simboliza la sangre que quizás utilizaban siglos atrás.

HISTORIA  

Las creencias y prácticas religiosas básicas de hinduismo no pueden entenderse fuera de su contexto histórico. A pesar de que resulta imposible situar los primeros textos y eventos, su desarrollo cronológico general se puede seguir con mucha claridad.

La civilización védica  

En el valle del río Indo floreció, alrededor del 2000 a.C., una civilización muy desarrollada, en las proximidades de las localidades de Harappa y Mohenjo-Daro. Más o menos en el 1500 a.C., cuando las tribus arias invadieron la India, esta civilización cayó en decadencia. Según los vestigios actuales resulta imposible saber si estas dos civilizaciones tuvieron o no algún tipo de contacto significativo. Sin embargo, muchos elementos propios del hinduismo que no estaban presentes en la civilización védica, como el culto fálico y el dedicado a las diosas, el bañarse en los estanques de los templos y las posturas del yoga, pueden ser derivadas de la civilización del valle del Indo.

Hacia el año 1500 a.C., los arios ya estaban asentados en el Punjab. Llevaban consigo su panteón de dioses indoeuropeos, que era principalmente masculino, y una sencilla ética guerrera y mundana aunque profundamente religiosa. Los dioses del panteón védico sobrevivieron en el hinduismo tardío, pero ya no volvieron a ser objeto de culto: Indra, rey de los dioses y dios de la tormenta y de la fertilidad; Agni, dios del fuego; Soma, dios de la soma (planta sagrada y con cuya bebida se embriagaban). Más o menos en el 900 a.C., el uso del hierro hizo posible que los arios pudieran desplazarse hacia el sur, al rico valle del río Ganges, donde desarrollaron una civilización y un sistema social mucho más avanzado. Durante el siglo VI a.C., el budismo comenzó a dejar sus huellas en la India, lo que se transformaría a lo largo del milenio en una interacción muy fructífera con el hinduismo.

La civilización hindú clásica


Más o menos desde el 200 a.C. hasta el 500 d.C. la India fue invadida por muchos grupos que venían del norte. Entre los que causaron un mayor impacto estuvieron los escitas y los kusanas. Para el hinduismo, éste fue un periodo de continuos cambios, gran crecimiento, sincretismo, y definición y delimitación de su identidad. Durante esta época se terminaron de escribir las obras épicas Dharmasastras y Dharmasutras. Fue bajo el imperio de la dinastía Gupta (entre el 320 y el 540 d.C.), periodo en que gran parte del norte de la India estuvo bajo el mando de un único poder, cuando el hinduismo clásico encontró su máxima expresión: se codificaron las leyes sagradas, se comenzaron a construir los grandes templos y se preservaron los mitos y los rituales en los Purana.

La aparición de movimientos devotos


Tras el periodo Gupta surgió un hinduismo menos rígido y más ecléctico. Aumentó el número de sectas disidentes y de movimientos autóctonos. Muchas de las sectas que surgieron entre los siglos IX y XVIII perduran hasta hoy en la India.

Se dice que la mayoría de los movimientos bhakti fueron fundados por santos (o gurúes), a través de los cuales se ha ido transmitiendo la tradición a los discípulos (chelas). Esta cadena ininterrumpida, junto a los cánones escritos, constituye la autoridad fundamental de la secta bhakti. Otras tradiciones están basadas en la enseñanza de los escritos de filósofos como Shankara y Ramanuja. Shankara fue el principal defensor del monismo puro o no dual (Advaita Vedanta), y de la doctrina de que todo lo que parece real no es más que mera ilusión. Ramanuja estaba comprometido con la filosofía del no dualismo calificado (Vishishta Advaita), un esfuerzo por tratar de reconciliar la creencia en una divinidad sin atributos (nirguna), con la devoción hacia un dios con atributos (saguna), y como un esfuerzo por subsanar la paradoja que implica el amar a un dios al que uno es idéntico.

Las filosofías de Shankara y de Ramanuja se desarrollaron en el contexto de las seis grandes filosofías clásicas (darshanas) de la India: el karma mimamsa (investigación activa); la vedanta (el fin de los Veda), en cuya tradición incluiríamos la obra de Shankara y de Ramanuja; el sistema sankhya, que describe la oposición entre el principio de un espíritu masculino inerte (purusha) y un principio femenino activo material o natural (prakriti), subdividido en las tres cualidades (gunas) de bondad (sattva), pasión (rajas) y oscuridad (tamas); el sistema yoga, y los elevados sistemas metafísicos de vaisesika (una especie de realismo atómico) y nyaya (lógico, pero de naturaleza extremadamente teística).

El hinduismo medieval

De forma paralela a estas complejas investigaciones filosóficas en sánscrito, se compusieron canciones escritas en lengua común, que se transmitían en forma oral (se preservaron en algunas localidades del país). Fueron compuestas por los alvars, nayanars y los virashaivas durante los siglos VII, VIII y IX en lenguas tamil y kannada (o canara), y durante el siglo XV por el poeta de Rajasthan, Mira Bai, en el dialecto braj. En Bengala, durante el siglo XVI, Chaitanya fundó una secta de misticismo erótico para celebrar la unión de Krishna y Radha en la teología tántrica, en la que estaba muy presente la influencia del budismo tántrico. Chaitanya creía que él encarnaba tanto a Krishna como a Radha, y también pensaba que el poblado donde creció Krishna (Vrindaban) una vez más se había manifestado en Bengala. La escuela de los gosvamins, discípulos de Chaitanya, desarrollaron una elegante teología de participación estética en el ritual que representaba la vida de Krishna.

Durante el siglo XVI, estas representaciones rituales también se desarrollaron en los alrededores del poblado de Vrindaban celebradas por poetas de lengua hindi. El primer gran poeta místico hindi fue Kabir Das, de quien se decía era hijo de un musulmán y estaba muy influido por el islam, en particular por el sufismo. Sus poemas desafiaban los dogmas canónicos tanto del hinduismo como del islam, venerando a Rama y prometiendo la salvación si se cantaba el santo nombre de Rama. Fue seguido por Tulsi Das, quien escribió una bella versión hindi del Ramayana. Surdas fue contemporáneo de Tulsi Das y autor de poemas a propósito de la vida de Krishna en Vrindaban; esto sirvió para establecer las bases de los ras lilas, dramatizaciones locales de mitos de la niñez de Krishna, representaciones que todavía desempeñan un importante papel en el culto de Krishna en el norte de la India.





La obra

Los personajes principales de la obra son Rama y Sita de ahí se derivan los secundarios como Dasarata, Valmiki los hermanos de Rama su padre y su madrastra y  madre de Rama.

La historia comienza en ayodya con el rey Dasarata que tuvo varios hijos y mujeres, pero que al casarse con una mujer de nombre Kaikeyi  juró que el hijo que naciera de ellos sería su sucesor, sin embargo no tuvo hijos varones y tuvo que recurrir a un antiguo culto de fertilidad, resultado de esto nacieron Rama que nació de Kausalya; Barata, nacido de Kaikeyi, y Lakshamana y Satruña de Sumitra.

Cuando los hermanos crecieron Vishvamitra les enseño todo lo relacionado con la arquería, para que después los hermanos lo ayudaran a derrotar a los hordas de rakshasas, después el los llevo a Mitila, donde Rama logro pasar la prueba que se les imponía para ver cual joven era el adecuado para ganar a Sita y después se caso con ella. Por los logros que rama tuvo Dasarata decidió romper su juramento e instalar a Rama como su sucesor en lugar de Barata sin embargo Kaikeky logro que Dasarata revertiera su decisión y además logro que a Rama lo desterraran por 14 años junto con Sita y Lakshamana a la selva y así Rama comenzó su peregrinar por varias partes de la India; llego a Godavarí  y tuvo que luchar contra los rahshasas para salvar a los munis pero el rey de rakshasa de Lanka rapto a Sita. Cuando rama iba en su búsqueda se encontró en pampa e logro hacer amistad con Sugriva que era el rey de los Vanaras a quien su hermano había expulsado, Rama mato al hermano de Sugriva y después este le ayudo a invadir Lanka y rescatar a su esposa, Rama dejo en el trono al hermano menor del rey que rapto a su esposa y regreso a su ciudad que se llamaba Ayodya donde su hermano Barata estaba como regente, Barata le devolvió el trono y Rama logro tener un reinado largo y próspero.

Esta obra nos narra la historia de todo un superhéroe antiguo en mi opinión es como los héroes ficticios de hoy en día pero en otra época y con otros recursos, el cual nos dice que siempre hay que luchar por lo justo y ayudar a quienes lo necesitan y luchar por lo que uno quiere.


Bibliografía de la obra

Valmiki, El Ramayana, Editorial Porrúa, México D.F., 1999.

Referencia Bibliográfica

[1]"Ramayana," Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2000. © 1993-1999 Microsoft

[1]"Sánscrita, Literatura," Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2000. © 1993-1999 Microsoft